NO LO OLVIDES NUNCA.
Olvidar es fácil, ¡cuántas cosas suceden a lo largo de la vida que son dignas de olvidar!. Sin embargo, es fácil que olvidemos cosas, acontecimientos, circunstancias especiales que pasan a un segundo término, que merecen atención especial.
Conversaciones que oímos en un transporte público por ejemplo, discusiones acaloradas entre dos personas, peleas de vecinos que terminan en tragedia. Algunas de estas cosas, de estos acontecimientos, no se deberían olvidar nunca.
Unos vecinos del bloque donde yo vivo, tienen a menudo esta clase de peleas, -ya ves de qué manera están hechas las casas hoy día-, las paredes maestras parecen de papel de fumar, y al otro lado de casa, hasta puedes intuir la comida que está cocinando Filomena. ¡Qué buena mujer esta!, amable con todo el mundo, buena madre, y hay que decir también que es, una esforzada esposa.
Armando su marido, es un hombre rudo, no saluda a nadie, no quiere tratos con los vecinos, a su parecer, todos somos buitres a la espera de que suceda algo. Eso debe decirlo porque yo salgo poco de casa, mi hijo Isaac es un niño que nació con un defecto mental que hace que tenga que estar las veinticuatro horas del día pendiente de él.
Rosa si te hace falta algo del súper voy a bajar a comprar cuatro cosas, ¿necesitas algo?. Un par de baguetes, solo eso, espera que te doy el dinero. Quita mujer ya me lo darás luego, dentro de un rato te las entro. Gracias vecina, te lo agradezco mucho.
Eso me lo dice cada día por el patio de luces que da al interior del bloque. Somos veinte vecinos, a unos cuantos no los conocemos, ya sabéis, la gente viene y va, y en los balcones que dan a la calle, siempre, en un piso u otro se ve el letrero de, se vende o se alquila.
Cuando llegaron ellos a vivir aquí, mi marido procuró ayudarlos en todo lo que pudo, hasta les ofreció el furgón de su trabajo –trabaja en el ramo de la construcción-, para cargar muebles y otras cosas hasta su nuevo hogar. Filomena organizó una pequeña fiesta, para agradecernos lo que habíamos hecho por ellos.
Desde ese día somos buenas amigas. Aunque hay algo de lo que no logro olvidarme, Armando cogió una tajada importante, pero bueno, estaba en su casa y se podía justificar. Sin embargo, no logro olvidarme de la cara de tristeza de Filomena, se conoce que aquello, era algo habitual en él. No pudo despedirse de nosotros aquella noche, cayó redondo sobre el sofá, y Filomena no hacía más que justificarlo, que si estaba muy cansado porque además del traslado su trabajo era muy duro, que tenía mucha responsabilidad en la compañía del gas porque era capataz y la gente no respondía como debiera…, en fin, argumentos que bien pudiera haberle llevado a aquel desfallecimiento.
Leo mi marido, me hizo una observación cuando estábamos en casa, Este hombre bebe como una esponja, se ha tomado una botella de vino en la sobremesa, más lo que ha bebido durante la comida, y luego se ha servido cuatro cubatas, Filomena ya no sabía hacia dónde mirar. Si ya me he dado cuenta, pobrecilla, ponía una cara de tristeza…
En los sucesivos días, yo entraba con mi hijo sobre la silla de ruedas, la ayudaba a colocar cosas en su sitio, colocar los estores, deshacer cajas de loza y cristalería… Maldita sea, ¿porqué ha tenido que romper estos juegos de café?, sabe que los aprecio como pocas cosas de las que tengo, dejó caer la caja adrede en el suelo, cuando lo sacamos de la otra casa estaban impecables.
Hablaba sola, y hasta en un momento determinado se tiró de los cabellos de la rabia que tenía. Chica déjalo, a lo mejor ha sido un accidente… No Rosa, lo ha hecho adrede, sabe que fue un regalo de mi madre que heredó de mi abuela, no tiene perdón de dios. Venga, no te pongas así, luego cuando vuelva por la noche lo hablas con él, no hay nada mejor que hablar las cosas, las personas, hablando, nos entendemos. De eso nada, cuando vuelva esta noche, lo primero que hará será desnudarme, echarme sobre la cama y violarme. ¿Qué dices?... y eso desde cuando, desde que comenzó a beber, fuimos a un instituto para saber que impedía que no quedara en estado. El médico dijo que el problema radicaba en una enfermedad venérea mal curada, que había atrofiado mi aparato progenitor, nunca quiso reconocer que fue él el que la causó, desde entonces desata su furia contra mí de este modo.
Esto es muy grave, Filo, ¿porqué no lo denuncias?. Filomena se la quedó mirando como si tuviera una alucinación. Por favor Rosa, que esto que te digo no salga de nosotras dos, no se lo digas ni ha tú marido te lo ruego. No te preocupes, esto queda entre tú y yo, pero deberías hacer algo al respecto, insisto. De momento quiero dejarlo estar como está, esto podría tener consecuencias terribles, tú no le conoces bien. En eso te doy la razón, pero una persona que hace estas cosas puede llegar muy lejos.
Lejos llegó hace ya tres años atrás, después de ver un partido de fútbol, estaba como loco porque perdió su equipo. En cuanto se despidió de sus amigos, -consumieron una caja entera de cerveza-, me dijo que me duchara, le pregunté para qué y me respondió que olía mal. Hacía tres días que tenía la regla. Pues me cogió, me puso de espaldas y me forzó por detrás. Dios mío, este hombre es un animal, lo que me cuentas es para que encierren a este hombre, no puedes seguir así Filo. Deja, gracias Rosa, pero de momento sé cómo manejar esta situación.
Por favor, a pesar de las limitaciones que tengo impuestas por las circunstancias, cuenta conmigo para lo que haga falta. Las siguientes noches, no pude casi dormir, inconscientemente, estaba al tanto de los ruidos que pudieran llegar de casa de mi vecina, y eso, a las dos y las tres de la mañana. No lograba olvidar lo que me contó, de hecho, llegué a pensar en la manera de denunciarlo, al menor atisbo de maltrato que me llegara, en forma de gritos o golpes. Poco a poco fue creciendo en mí, un odio total hacia aquel hombre barrigudo y áspero, de buen aspecto, pero sin duda de alguna de una personalidad violenta y gris.
Fue un sábado, hacía mucho calor, y mi marido junto a toda la familia fuimos a las piscinas de la parte alta de la ciudad a pasar el día. En cuanto salimos de casa, miré hacia la puerta de mi vecina, todo estaba calmado, y me alegré mucho al saber que por lo menos en un día de fiesta con la mayoría de vecinos en el bloque, porque era fiesta, Filomena estaría segura. Isaac, se lo pasó fenomenal, la piscina formaba una especie de pequeña playa, para que la gente tuviera acceso más fácil al agua, ya en la orilla se veía a gente mayor sentada en el suelo llegándoles el agua a la cintura y refrescándose. Algunos abuelos se hacían cargo de sus nietos, y se oía algún que otro grito, alertándolos de que no fueran más adentro, en la piscina, no se permiten colchonetas flotantes ni nada por el estilo, pero si estos manguitos que se colocan en la parte alta de los brazos para evitar que se hundan. También el silbato de los monitores, se oye continuamente, siempre hay los cuatro adolescentes de turno, que forman líos entre las gentes que van con familia. Aparta que voy a hacer la bomba, venga poneros detrás de mí y saltamos uno tras otro, pero seguidos he, que si no, pierde la gracia. A estos, al segundo aviso se les acompaña fuera del recinto.
Isaac, preguntado por su padre al entrar por la escalera, si se lo había pasado bien, contestó con la típica mueca temblorosa de excitación, estaba muy contento, eso siempre hacía que se me resbalaran unas lágrimas por las mejillas. Leo entró directo al baño con él, Cariño voy a duchar al campeón de los cien metros crol. Isaac reía en silencio, pero con una gran sonrisa. Señor campeón ¿me concede el honor de que lo asee antes de la cena?, luego si tuviera la bondad me firma un autógrafo, es para que mi esposa se convenza de que es verdad que he estado con usted, no se vive cada día una experiencia así.
Leo, -grite a mi marido desde la cocina-, voy a hacer unos filetes rusos y una ensalada, ¿te parece bien?, ¡Claro que sí…!, ya sabes que al campeón hay que alimentarlo bien, mañana iremos a la playa. Isaac se esforzaba por manifestar su alegría, con su cuerpecito entero se revolvía en la silla de ruedas, levantaba los brazos y gesticulaba como solo él sabía hacerlo. Puse en marcha el CD, y me puse a escuchar lo último de Chambao que me había regalado mi marido, en cuanto abrí el frigorífico se oyó un golpe terrible en el patio de luces, instintivamente dirigí mi mirada hacia la ventana de la cocina de mi vecina Filo. Cogido al marco de la misma, estaba Armando con la camiseta rota, rojo de furia, con la cara desencajada, miré hacia abajo y allí yacía Filo, en medio de un charco de sangre, con las extremidades retorcidas.
¡Leooooo ven, rápido!, se asomó conmigo mirando al fondo del patio de luces, Armando había desaparecido. Dios santo, ¿Qué ha pasado aquí?, Leo salió a la escalera que tenía poco movimiento, la mayoría de familias estaban de vacaciones, llamó a la puerta de los vecinos, nadie respondió. Para entonces ya había llamado a la policía, en cinco minutos o menos se presentó una patrulla, luego otra, después los bomberos, a renglón seguido una ambulancia medicalizada del SEM, todo el mundo andaba de acá para allá, un bombero entró en casa y solicitó ver por la ventana de la cocina el fondo del patio interior. Señor, -hablaba por la radio- desde este piso podemos acceder fácilmente hasta la víctima. Proceda, se oía al otro lado de la radio, llamó a dos compañeros, y uno de ellos mediante unas fijaciones que pusieron contra el marco de la ventana, se descolgó rápidamente hasta donde estaba Filo.
El miedo me paralizó, caí sentada en el suelo de la cocina, sin darme cuenta, una mujer medico me estaba tomando la presión, oía a lo lejos que me decía algo, sin embargo no sabía muy bien que era. De pronto pensé en Isaac, quise incorporarme pero no podía, me habían administrado un sedante. No se preocupe por nada señora, relájese, a su hijo ya lo hemos sacado de aquí, está en buenas manos. ¿En buenas manos, y una mierda?, las buenas manos para él son las mías entiende?. Claro que la entiendo, pero entienda que todo este barullo no es conveniente para él. Está abajo con una compañera mía, no pasa nada con él se lo aseguro, confíe en mí…
Leo vino a mi lado, ¿Cómo estás cariño?, todo irá bien, ya están atendiendo a Filo. ¿Han pillado ya a ese hijo de mala madre?. Sí, ya está en manos de la policía.
En esos instantes, la mente quiere procesar tanta información y tan rápidamente, que los sentidos se aceleran, sobre todo el oído y la vista, pero al mismo momento entra en un estado de trance –y no precisamente por causa de los sedantes-. Eso es lo que nos desespera, lo que nos precipita a veces al equívoco, otras, a la confusión. Pero lo que ves te impacta del mismo modo, que si hubieras visto a un extraterrestre, llegado de otra galaxia lejana.
De manera que, ahí estaba yo, confundida pero convencida de que aquel mal bicho era el autor de la desgracia de mi vecina. Nadie de la policía se acercó a mí, estaba bajo la custodia de una sicóloga y una policía nacional, recostada en el sofá de la salita de estar, mirando sin ver, oyendo sin oír, preocupada por Isaac, mi hijo, pero sin poder hacer nada por él en aquel instante, por más que insistiera que me lo dejaran ver, de un lado y otro me llegaban negativas. ¿Cómo estás cariño?, relájate, estoy al tanto de Isaac, déjalo en mis manos y descansa. ¿Qué hay de Filo, Leo que ha pasado, como está?. Ya han conseguido sacarla, está en la ambulancia. Pero ¿se encuentra bien?. No mucho la verdad, la caída ha sido importante, pero la están atendiendo, a mi no me dicen nada cariño, no me preguntes más, no sé nada de nada, de hecho, se la han llevado al hospital, no se ha cual.
Además del pinchazo con el sedante, una enfermera se acercó y me dio una pastilla diminuta con un poco de agua, me dormí.
El domingo por la mañana amanecí en el sofá, Leo había movido la butaca y estaba junto a mí, me tenía la mano cogida, necesitaba ir al lavabo. Espera, que te acompaño. Pero hombre, si voy a hacer pis, no creo que puedas hacerlo por mí, recuerda que yo conozco la casa igual que tú, abrí la puerta de la habitación de Isaac, estaba dormido, llevaba el pijama puesto y estaba tapado solo con la sábana, hacía mucho bochorno. Me fui al lavabo, oriné como pocas veces recordaba haberlo hecho, casi arrastrando los pies por el parquet volví al sofá, Leo se frotaba los ojos a la vez que miraba el reloj de muñeca, miré el reloj de pared, señalaba las cinco y media. Voy a preparar café –dijo Leo-, ¿quieres uno con leche?. Si gracias, pero con la leche natural.
Cuando nos sentamos en la mesa de la cocina a tomarlo, Leo me puso en antecedentes. Ayer a Armando se lo llevó la policía esposado, se había escondido en su habitación, entre el armario y la pared, estaba lleno de sangre, la policía se lo llevó para interrogarlo, creo, según me dijo un inspector, que hoy vendrán a hacerte unas preguntas, tienes que decirles lo que viste y punto ¿sabes?, nada más. Eso si te encuentras con fuerzas, me dejó dicho el inspector que no venía de un día. Ya, y ¿qué hay de Filo?. Cariño… Filo está muerta. Me lo esperaba, esto tenía que acabar así, mira que se lo dije, denúncialo Filo, que cualquier día de estos te dará un mal tanto, por mucho que tú digas que sabes manejarlo, llegará el día que serás tú la que pagues las consecuencias.
Bueno, por una parte, ha dejado de sufrir, esa clase de vida solo desemboca a estas desgracias, lo que pasa es que estas historias nunca comienzan a revés, tenía que haberse matado él cariño, por otra parte, tú y yo, no podíamos hacer nada por evitarlo. Es verdad Leo, ves a ver cómo está Isaac por favor, con estos calores el crio tiene que estar sufriendo, antes lo he visto un poco jadeante, como si le faltara el aire. Voy enseguida. Leo, te quiero, y deseo que sepas que sin ti, mi vida no tendría ningún sentido.
Leo de pié, se le acercó por detrás y después de masajearle ligeramente los hombros, le volvió la cabeza para darle un profundo beso con sabor a café.
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