A SOLAS CON CODI.
Lo conozco como si fuera su padre, entró en casa con solo dos semanas de vida. Era diminuto, se le veía tan frágil… daba unos pequeños chilliditos, difíciles de imitar por nadie. Con los ojos cerrados, sin ver su entorno, todo blanco tirando a color canela.
El amigo que me lo dio me dijo que la madre lo repudiaba, había parido siete cachorros, y le era dificultoso darles de mamar a todos, se peleaban por las tetas de la madre, y a los pocos días, cuando comenzaron a salirles los dientecillos, la dejaban echa una pena.
Seguramente ella, quisiera darles a todos de mamar, ¡qué madre no desea que sus pequeños crezcan!, pero en estos casos, la selección natural habría hecho que alguno muriera, la reproducción animal es así, los más fuertes sobreviven, gracias a la muerte de los más débiles.
Afortunadamente a ese cachorro, la vida le tenía preparada una agradable sorpresa. Lo puse bajo mi camiseta y me fui a casa, mi mujer estaba comiendo con mi hija, de hecho, me habían llamado al móvil para saber donde estaba, yo le contesté que iba de camino, que me había entretenido en casa de Dan y que estaba llegando.
Cuando saqué a Codi de mi camiseta se quedaron boquiabiertas, ¿Pero esto que es…?. Pues un perro, ¿está claro no?, y esto se llama Codi. Pero tú, que siempre has dicho que un perro en casa no lo querrías tener nunca… no lo entiendo, ¿sabes el trabajo que da un cachorrito así?. Claro, soy consciente, hay que darle el biberón cada tres o cuatro horas, si te parece bien nos turnaremos para darle de comer por la noche, tú tienes que levantarte una sola vez, si te parece bien claro.
Lo he traído, porque es un labrador, un retriever, Dan dice que es un perro excelente y creo que ahora es el momento de tenerlo en casa, será una terapia para mí. Pero mira las patas que tiene, ¡será grande como un caballo!.
Entiendo la posición de mi esposa, le gustan los animales, pero en un piso de noventa metros cuadrados, tener un perro que a buen seguro será grande, se le hace cuesta arriba, normal.
Con el tiempo ha crecido, pero ahora, os lo puedo asegurar, tenemos una complicidad absoluta. Los perros perciben cuando el dueño está de determinado humor, se dan cuenta de cuándo deben estar a tú lado, o deben estar observando. Lo perciben todo de forma tal, -por lo menos Codi-, que sabe cuándo debe estar a tú lado sin moverse, atento a cualquier necesidad que tengas.
Un día paseábamos juntos, debido a una enfermedad que a veces me incapacita para poder caminar de forma ordenada, me di cuenta de que las piernas no me obedecían bien, era algo así como si mis piernas las gobernara otro cuerpo. Pasábamos en aquel momento delante de un colegio que estaba vallado, tan pronto percibió que podía caerme, me empujó contra la valla con todo su cuerpo. No quería que me hiciera daño, no me dejaba caminar. Fue tremendo, me miraba como diciendo, quédate aquí quieto que te vas a romper la crisma. Llamé a mi esposa desde el móvil, estaba muy cerca de casa, mientras, un vecino que tiene un pequeño perro de caza me saludó, al verme en esta situación, me preguntó qué era lo que pasaba, le expliqué el asunto y se quedó pasmado. Ahí estaba mi perro Codi, sin dejar que diera un solo paso, mi vecino me preguntó si podía hacer algo por mí, le contesté que ya estaba todo resuelto, había llamado a mi mujer y mientras, Codi me cuidaba, estaba seguro de que no me dejaría avanzar un paso.
Otro día me perdí a trescientos metros de mi casa, mi cerebro de alguna forma se desconectó. No sabía dónde estaba, no reconocía el lugar, todo era extraño para mí. Le dije a Codi que me había perdido, “llévame a casa, poco a poco…”, y así intercambiando miradas y sin tener que indicarle nada, se plantó delante de la carretera que teníamos que cruzar, se sentó, miró a un lado y otro hasta que vio la seguridad que necesitaba para cruzar sin tener que tirar de mí. Me trajo de vuelta a casa por el camino más corto, ya delante del portal de casa y junto al taller de motos de un amigo, pude abrir la puerta fácilmente.
En casa, cuando él percibe que no estoy bien del todo, lo tengo a mi lado, pegado a mi pierna, si me tumbo en la cama, él se tumba conmigo a los pies de la mesita de noche, y periódicamente levanta la cabeza para ver que tal estoy. Podría contar muchas más cosas de las cuales Codi es el protagonista, pero tampoco es el caso de aburriros haciendo de él un protagonista único.
Muchos de los que leáis este pequeño legajo, tenéis mascotas a las que adoráis, sean perros, gatos, o cualquier otro animal de compañía. A diario se sabe de personas, que tienen tanto cariño a los animales, que son más de uno los que tienen, a menudo demasiados –lo digo por las molestias que pueden generar en la comunidad donde viven-, pero sin duda los aman, y me parece perfecto, en nuestro caso en casa, somos tres, mi esposa, Codi y yo mismo.
Mi amor es mucho más sufrida que yo, en el sentido de que cuando sale a la calle, y Codi corre por el campo que tenemos detrás de casa, si se hace una herida en una pata, o se da cualquier golpe ya estaría camino del veterinario. No siempre es necesario, ya sabéis que los animales usan a menudo, sus propios medios, innatos en ellos, para solucionar el problema. Otras veces no, es necesaria la opinión del médico, para que vea hasta que punto llega el mal y procurarle curación.
De cualquier manera cuando está en casa, lo atiendes del mismo modo que te atiendes a ti mismo, y lo cuidas de la misma manera que lo harías con cualquier otra persona, tú perro te lo agradece, a su manera, pero te lo agradece. Codi, no es un perro de esos besucones, que te está lamiendo todo el día, no, parece que no va con su carácter, pero a nosotros no nos importa, ¡tiene tantas otras cualidades..!. ¿Sabes que cuando se dispone la mesa para comer, sale del comedor sin que nadie le diga nada?, Obviamente se le enseñó desde pequeño, pero solo tuve que decírselo tres o cuatro veces para que supiera que comiendo, él no debe de estar entre nosotros.
Si es el caso que está dormitando, -porque los perros durante el día dormitan, duermen un poco más profundamente por la noche-, con solo decir mientras se pone el mantel sobre la mesa “Aquí sobra un perro…”, se levanta de donde esté y se tiende al lado de la puerta de la calle. Jamás ha entrado a reclamar nada, sea lo que sea lo que comamos.
Cuando mi esposa sale a hacer cualquier labor fuera de casa, Codi toma su relevo, es impresionante. Me siento muy seguro con mi esposa en casa, es mi vida, pero cuando no está, también hablo con Codi, y él pacientemente, escucha todo lo que le cuento.
Nos entendemos a la perfección, Codi y yo cuando estamos solos.
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