ENVIDIA DEL DOLOR AJENO.
Tengo envidia, para que nos vamos a engañar.
Envidia de los que nunca mienten, de los que nunca se equivocan, de los que siempre dicen amar a quién junto a ellos.
Envidia de aquellos que dicen que el dinero no les importa, y de los que dicen que tienen montones de amigos, y de los que dicen estar convencidos de que no están en venta bajo ningún concepto.
Que no envidian al vecino, por decir que son felices, que su familia es lo más importante e la vida.
También envidio a aquellos que suspiran por tener justicia, que pregonan a los cuatro vientos, que ser justo es lo mejor que hay.
Envidio a los que tienen opiniones formadas sobre los demás, y que ser tolerantes, es lo mejor para ser feliz uno mismo.
Jobar, ¡si pudiera ser uno de ellos…, qué envidia me dan!.
Por otra parte, envidio a los carrileros, esas gentes que marchan libres de responsabilidades, que van de acá para allá, sin tener que pensar más que en ellos.
Envidio a los padres de familia que abrazan a sus hijos cada noche, y hasta rezan con ellos antes de acostarse.
A los que son recibidos en casa de los amigos sin hipocresía alguna, y que después de su visita hablan bien de ellos.
Qué envidia me dan aquellos que cuando llega el fin de semana, hablan de fútbol, de la liga, de determinada otra copa. Eso es muy bonito, “¡hemos ganado la liga, como se te queda el cuerpo?!
Envidio a los que tienen trabajo, vaya suerte la suya, mientras que cientos de miles, hacen fila en las colas del paro.
Se van de vacaciones en Agosto, y nosotros en casa, no es justo, pero ellos con sus cochazos, sus monovolúmenes, llenos de maletas y otros enseres se van a la playa.
Yo, que hace cuatro días trabajaba como ellos en la misma fábrica… mira ahora, paseando por la ciudad, para repartir curriculums a diestro y siniestro, desfondado ya, porque he repartido más de trescientos, y todavía no me han llamado.
Y encima a Augusto, mi amigo íntimo, le toca la lotería, ya ha pagado la casa y el coche, y le queda pasta para rato. ¡Cómo no voy a ser envidioso!, ¿en qué cabeza cabe no serlo con los apuros que estamos pasando?.
Envidio a los tunantes que han defraudado millones de euros, los juzgan pero nada, el dinero no aparece, y como son gente famosa, se acaba olvidando el delito y la causa.
Eso es como atracar bancos a cara descubierta y sin pistolas, se llevan el dinero y punto, cuando salen por la puerta, otro los espera para llevarse el dinero a paraísos fiscales, a cuentas secretas, que de haber hay muchos países que los están esperando con los brazos abiertos.
¡Como envidio el saber hacer de estas gentes!. Lo digo porque si robas chatarra de un local abandonado y te pillan, te pueden caer cinco años, como a un conocido del barrio, que sin trabajo ni ayudas del estado, lo pillaron y lo encerraron.
Tres mil firmas se han recogido para pedir su indulto, pero la fiscalía dice que na nay, que ya se dictó veredicto y hay que poner sanciones ejemplares a los ladrones.
Envidio a los jueces que pueden dormir de noche tan tranquilos, o irse a Marbella el fin de semana, a bañarse con otros jueces y pasear en sus yates. ¡Qué vida chico!, ya me hubiera gustado a mí, haber podido cursar estudios en la universidad para poder ser juez, que además son abogados.
En fin, envidio a tanta gente, que creo que me he vuelto malo de envidioso que soy.
Puede ser que aparente lo contrario, pero soy un envidioso de cuidado.
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