UN LUGAR LLAMADO “VEJEZ”.
Suena raro, casi absurdo, pero existe un puerto llamado así. No sé en qué lugar existe, no sé el país ni la playa, donde llegan esas barcas marineras con su tesoro a bordo. Pero existe, igual que existe el sol y la misma brisa marina, con sus olores peculiares, a mar, pescado fresco, a hombres viejos, con la cara surcada de arrugas, a fuerza de tirar de los aparejos que antes vacios, echaron al mar para que les diera sus frutos.
Puede que sea un pueblo de interior, donde se ven caras parecidas, de labriegos que a fuerza de sacar de la tierra sus recursos, sus rostros se descomponen, dejando una señal inequívoca del esfuerzo que durante toda su vida han hecho.
También en la ciudad hay templos de la vejez, las que han acogido durante decenas de años a funcionarios y trabajadores de oficina, que tienen el trabajo tan por la mano, que de forma automática hacen su trabajo, esperando que les retiren, se están presentando caras nuevas en la empresa, eso solo puede significar, substitución, por causa de la vejez. La vejez nos vuelve más lerdos, si se quiere, más sabios, pero ya no tenemos el brío de aquellos tiempos en los que, para ir al trabajo, con un par de carreras por la calle nos bastaba para llegar al autobús.
La vejez es una estación que nos recibe a todos por igual. Se nos da un billete de titularidad propia, sin necesidad de pagar por él. Un billete en el que sutilmente dice “Eres demasiado viejo para trabajar, para hacer casi todas las cosas, como las hacías antes”. No vale empecinarse por contradecir esto, es cierto, ya no debes madrugar, no puedes siquiera comer las cosas que antes te gustaban tanto, la presión, el colesterol, quizás la diabetes o cualquier otra disfunción orgánica, te apean hasta de tener una vejez honrosa.
“Caramba, con lo que yo era cuando joven…”. Ya no lo eres, hazte a la idea, que si antes ibas al trabajo con un espíritu joven, ahora quizás con el mismo espíritu, tengas que visitar día sí y día también al médico de cabecera.
Alguien pudiera pensar que la vejez es un trastorno al que se debe resistir. Bien por el que piense así, pero si por alguna otra razón la vejez trata de superarte, lucha contra ella de manera comedida, los años pasan, ahora tus hijos te hacen saber que puedes cuidarte de tus nietos, poco más que eso.
Para cuando quieras sentirte un poco joven, hay quien ha hecho planes para ti, viajes muy baratos para que viajes un poco, para ir a Benidorm o cualquier otro sitio, allí te preparan fuera de temporada, gimnasias, spas, bailes y otras distracciones en las que incluso puedes hacer amigos. Amigos intemporales a los que no les preocupan las modas ni sus influencias, precisamente porque son viejos como tú. Bailáis por las noches pasodobles y luego, para terminar de animaros “el baile de los pajaritos”, es precisamente lo que se ha programado para los que nos hacemos viejos.
Por esa razón, no es malo hacerse viejo, es un puerto al que todos llegamos con más o menos premura, con más o menos achaques, con mayor o menor ilusión. No hagáis demasiado caso de aquellos que os dicen que sois viejos para hacer determinadas cosas, yo por mi parte digo “¡¡Aúpa a la vejez, viva los viejos!!”.
Ya sé que los que te quieren dicen, que de viejos nada, que estás hecho un chaval, de eso nada, cada cual sabe lo que le afecta el hacerse viejo. Pero de cualquier forma, los mayores sabemos, a copia de aprender de la vida, que hacerse viejo es una obligación como cualquier otra. Es un deber honroso, que tenemos para con los que nos deben suceder ¿qué de malo hay en ello?.
Ese lugar al que llamamos vejez, existe desde el principio de los tiempos, desde que el mundo es mundo y comenzó a ser habitado por los humanos. La vejez, es una dictadura implacable que no podemos cambiar, no importa bajo qué tipo de gobierno estemos, los políticos también mueren por causa de la vejez.
Nada amigos, no pensemos en la vejez, dejemos que nos aborde a cada paso de nuestra vida, aprovechemos el tiempo, sin pensar en el futuro, sin importar nada, pensemos, que las canas, son una corona de hermosura a la que aferrarnos.
Esta realidad, nos lleva a ser más útiles si cabe, que cuando éramos jóvenes y la sinrazón nos llevó a hacer y decir cosas que hirieron a otros en su paso por la vida. Es la época de nuestras vidas en la que tenemos tiempo para razonar, sacar conclusiones, reflexionar sobre muchas cuestiones que antes las dejamos de lado; no teníamos tiempo, trabajábamos, nos cuidamos de nuestros hijos, nos dábamos cuenta de algunos de nuestros errores pero no teníamos tiempo material para abordarlos.
¡Cuánto nos pesa, ahora que somos viejos no haberlo hecho…!, lo hecho, hecho está, el reloj no lo podemos retrasar a nuestra conveniencia. Lo máximo que podemos hacer ahora, es aconsejar y sugerir a los nuestros, y también estar dispuestos a recibir algún que otro varapalo. Al fin y al cabo, somos aprendices de la vida desde que nacemos hasta que morimos. De manera que ¡¡Viva la vejez!!, es un estado en el que podemos tener una visión preclara de las cosas.
El lugar en el que estamos, la vejez nos sitúa con ventaja, si es que nos queremos aprovechar de ella.
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