domingo, 30 de junio de 2013


                                DE NUEVO CONMIGO.


Ahora, en este preciso momento, estás de nuevo conmigo. ¡Cuánto tiempo ansiando este momento, cuantos suspiros por estar lejos de ti!.
No puedo imaginar vivir sin que tus ojos me miren, sin los besos que me das, sin la caricia de tú presencia.
Después de tanto tiempo… que hermoso es vivir a tú lado. El sol calienta más con tu despertar, y la luna se muere por estar cerca de ti llegada la noche, cada noche aparece su luz, gracias a ti.
El mar querría crecer, hasta que sus olas, pudieran acariciar tu figura. Las temibles tormentas que en los océanos nacen, no son más, que una competición de agua y viento, ambos pelean para llegar a ti.
Pero estás aquí, de nuevo conmigo, nadie puede hacer que esto cambie, ni mi soles que en el cielo brillaran podrían brillar más que tú, haces que mi pobre vida se ilumine con los destellos de tu mirada, me inundas cual un fantástico tsunami beneficioso, me das motivos para vivir cada minuto de la vida.
Estoy de nuevo contigo, y ahora sé, lo valiosa que eres para mí, lo estúpido que fui cuando te vi pasar por mi lado la primera vez, y volví la mirada fijándola en las cosas superfluas del mundo.
Mi nuevo mundo eres tú, sí, mi paraíso, el lugar donde siempre he soñado estar.
¿De qué me ha servido mi azarosa vida, dónde he llegado lejos de ti?, a ningún lugar, siempre dando vueltas en círculo, porque siempre has estado en mi mente, en mis pensamientos, en mis sueños.
Dando vueltas a una isla, buscando el tesoro que allí estaba escondido, y allí estabas tú, esperando que alguna circunstancia me hiciera ver lo que ya estaba muy claro. ¡Te deseo con cada poro de mi piel!. Me escondo de todo el mundo, porque solo quiero ser visto a tú lado, vale la pena dejarse llevar por el embriagador perfume, que solo tú sabes llevar.
Estoy celoso de la simple ciencia que evocas cando sales conmigo, ¡me siento tan orgulloso de ti…!. Se ilumina el cielo si decides salir de casa, todos los elementos del universo se desdoblan a tú alrededor, se multiplican los colores, hasta la lluvia está contenta cuando te moja.
Quiero que sepas amor, que en mi tienes a tú más fiel siervo, al aprendiz de tur pasos cuando juntos paseamos.
Tenerte de nuevo conmigo, ha sido la mejor decisión que haya  tomado jamás, ¡y es tan gratificante…!.


                                                     -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-




viernes, 28 de junio de 2013


                                      BIEN ESTÁ SI BIEN ACABA.


Es sorprendente la simplicidad de este dicho, por lo que significa, por la envergadura de su alcance. Es un dicho, que podría definirse como universal, total, y sobre todo, cierto.
Alfonso, un negociante de arroz, al que me refiero en este escrito, es un buen ejemplo de esto. Su familia ha dedicado toda su vida al cultivo de este alimento vital, pero no desde un par de generaciones, no, que le hayan contado y de fotografías que tiene almacenadas unas y enmarcadas otras, desde muchas generaciones. En casa tiene fotografías en color sepia, de sus tatarabuelos, vestidos con traje de pana y faja, con la boina calada hasta los ojos y calzados con alpargatas verano e invierno.
Sus antepasados, fueron de los primeros que llegaron a la comarca del delta del Ebro, y se pusieron a ganarle metros al mar con tierra del interior, entonces tierra casi virgen, con carretas que solo un mulo sería capaz de trajinar, fueron poco a poco trayendo tierras cada vez desde más lejos.
Bien pudieran haber sido protagonistas de la gran novela de Vicente Blasco Ibáñez “Cañas y barro”. Fue así como poco a poco consiguieron construir los bancales de arroz, con cañas y barro, sufrieron mucho, pero el final del trabajo prometía. Y lo consiguieron, algunos de su familia dejaron la salud, otros la vida, pero con los años, el arroz comenzó a enraizar y dar de comer a mucha gente. Ahora, Alfonso con treinta trabajadores a su cargo, disfruta de una próspera industria que le hace viajar por medio mundo, sus arroces son muy apreciados en Estados Unidos, Alemania, y hasta puede parecer mentira, Japón.
Sin embargo, siente un profundo pesar por sus hijos, tres hijos de dos matrimonios, que le tienen consumida la vida. Ha perdido la cuenta, de las veces que se han juntado con mujeres solteras, casadas y separadas, en busca de la felicidad completa, de algo o alguien que los haga estabilizarse. Han tenido no pocas discusiones en casa por este motivo, Alfonso, en lo alto de la cúpula de la industria del arroz, no puede tratar estos asuntos familiares, sin que haya problemas mayores.
Ya nos les sirven los argumentos de los padres a estos tres vividores,  “Lo que os decimos es para vuestro bien, deseamos de todo corazón, que seáis chicos a los que en un momento dado podamos pasar el testigo de nuestro negocio, que viváis bien y felices, con un futuro cierto”.
Nada, de nada les sirven estos argumentos, para ellos es más importante la noche, el mundo de las discotecas y de las drogas, los viajes constantes a Ibiza, donde tienen amigos que los esperan siempre con entusiasmo. Ni siquiera tienen que llevar dinero encima, unas cuantas tarjetas de crédito, les garantizan juergas y viajes durante todo el año.

El negocio del arroz ha pasado a ser, la pesadilla de Alfonso. Su mujer Claudia, no vive más que para servir de moderadora entre las dos partes, padre e hijos, pero está agotada de hacer esta labor. Los hijos acuden a ella, cuando tienen broncas con su padre, Alfonso es más pragmático, más objetivo, desarrolla su papel de forma más fría, está acostumbrado a los negocios, un mundo en el que la oferta y la demanda prima sobre todo, igual que la calidad de sus productos.
Mientras está de viaje en Madrid, le llega una llamada de su esposa que desconsolada le pide que regrese de inmediato. Su hijo mayor, Aurelio ha tenido un accidente en plena M-40, del que ha salido muy mal parado, la llamada no especifica nada más. Se acerca a la clínica La Paz, en la puerta dos policías le comunican que su hijo a fallecido, el exceso de velocidad y la lluvia, hicieron que el Audi, cruzara la mediana para empotrarse contra el pilar de un puente, la muerte ha sido instantánea.
Lleva un mes entero sin salir de casa, su administrador es quién lleva los asuntos del negocio, pero hace falta que él, Alfonso se ponga de nuevo a la cabeza de la nave, los clientes aparte de sentir lo acontecido, no desarrollan los mismos sentimientos que un padre, ellos ven negocio, posibles retrasos en las entregas, camiones que están parados, en espera de las últimas negociaciones directas con Alfonso.
Verónica, la hija menor de dieciocho años se ha ido a Escocia, seguramente, para cambiar del aire viciado que se vive en su casa, es natural en una chica que desde siempre lo ha tenido todo sin más. Claudia su madre le recrimina lo que iba a hacer, pero los amigos por el contrario la han convencido de lo contrario. No tiene fecha para volver, igual se queda allí un año que dos meses, se fue sin decir nada a nadie, salvo una llamada telefónica que hizo desde destino.
Eusebio se ha quedado sin compañero de fatigas, pero pronto sustituye su ausencia por la cocaína, ahora la toma en cantidades desorbitadas. Amigos que se la regalan, por un precio muy inferior a su valor en el mercado. No puede quedarse en casa, pudriéndose como una fruta pasada, necesita salir de este ambiente que le ahoga y lo presiona. No pasa día que no se hable de su hermano fallecido, de lo buen chico que era a pesar de algunos defectos que tenía.
De pronto, un buen día desaparece del mapa, se hace lo posible por encontrarlo, Alfonso tiene un par de amigos que son comisarios de policía, les expresa su preocupación, pero ellos mirándose entre sí, le hacen saber que saben dónde está, y que es lo que hace. Después de la insistencia del primero, unos de ellos, le hace saber, que mañana a las diez de la noche, deben encontrase en determinado lugar de Valencia.
A la noche siguiente, se encuentran en el centro de Valencia y se dirigen con un coche camuflado de la policía al Barrio de La Coma, lugar peligroso donde los haya, los autobuses no paran en este lugar, gente de todas las etnias, se concentran allí en casas de poca altura, se ve a gente vigilando por todas las bocacalles. A Alfonso le parece mentira que su hijo está en un lugar como ese, pero el comisario con uno de sus escoltas al volante paran delante de uno de los bloques. Suben los dos discretamente a uno de los pisos, aquello es una inmundicia, se hacinan del orden de diez personas, hombres y mujeres, que beben y se pinchan, esnifan y vomitan.
En mitad de ese batiburrillo, Eusebio está en una esquina, en compañía de un esqueleto con forma de mujer, medio desnuda, con los ojos entornados, abrazando a Eusebio para que no se le escape. Alfonso lo mira con cara de profunda pena, duda que su hijo lo reconozca en el estado en el que se encuentra, no se acerca a él, habla al oído del comisario y le dice que lo saque de allí.
Al salir a la calle, no puede evitar una nausea que le hace vomitar, el comisario dentro del coche, escucha la radio de la policía, que continuamente está emitiendo avisos. Alfonso entra en el coche y le dice al comisario si lo puede llevar a su casa, este responde que sí, no hay problema, su turno ha terminado. No es cierto, los comisarios están las veinticuatro horas al día pendientes del móvil, pero esta vez puede permitirse un respiro de unos cuantos minutos.
Claudia le pregunta a su marido, pero este no le contesta, solo le dice que su hijo está vivo. Se acuesta, se pone a pensar en que es lo ha hecho, para estar viviendo esta experiencia, en que me he equivocado, la eterna pregunta de un padre, que cree haber hecho sinceramente lo mejor para sus hijos. La madre tiene responsabilidad al respecto, pero Alfonso se mira a sí mismo, de manera introspectiva, se analiza, se auto examina, incluso llega a flagelarse emocionalmente a sí mismo.
¿Qué hacer en estas circunstancias, cómo afrontarlas?. Nadie tiene la respuesta a esta pregunta, de pronto, se ve incapaz de asumir de nuevo el papel de padre, no sabe por dónde comenzar, cuando sus hijos eran pequeños todo eran risas, cuando llegó la adolescencia les dio todo aquello que a él le faltó, pero ¿qué puede hacer ahora que ya son mayores?, ¿reñir con ellos, discutirse e imponer sus pautas?, es demasiado tarde.
Se reúne una mañana, después de haber meditado sobre todo este asunto, con los tres colaboradores de su empresa de su máxima confianza, entre ellos su administrador, amigo del instituto. Necesito llevar a cabo una operación muy importante, no sé el tiempo que me va a llevar, vosotros vais a llevar todos los asuntos de la empresa durante un tiempo.
Echando mano de todos los medios a su alcance, se pone a trabajar en el asunto, primero saca a su hijo Eusebio de aquel barrio infecto, lo lleva a médicos de su confianza, especialistas en casos de este tipo de enfermos y se pasa los días enteros con él, es su hijo, le ha dado muchos motivos de felicidad en su día, se lo debe, es así como se lo plantea, como alguien, a quién le debe gran parte de su felicidad. Deja para ello de lado el negocio, las buenas cosas que ellos han recibido por ser ricos, casas, coches, viajes y caprichos de todo tipo.
Le cuesta muchas lágrimas, ver a su hijo Eusebio reclamando dosis de droga para quitarse el mono de encima, pero juntos lloran y sufren, es lo que debe ser, una lucha sin cuartel. Después de más de un año sin probar el alcohol, ni el tabaco, ni por supuesto las drogas, va recuperándose poco a poco. Comienza a estar estabilizado, viajan juntos a un par de sitios donde Alfonso tiene clientes importantes, presenta a su hijo como el gerente de la empresa, incluso le concede poderes, para poder firmar determinados acuerdos relacionados con la empresa.
Cuando lo tiene recuperado, bajo la supervisión de sus hombres de confianza, viaja a Escocia. Su hija vive en una comuna, donde las libertades son el referente, no es ninguna secta, sencillamente son jóvenes como ella que están sin norte alguno en sus vidas. No tienen límites, no tienen ataduras de ningún tipo, algunos de ellos, han estado fichados por la policía por delitos menores, su hija no se encuentra entre estos afortunadamente. No consumen drogas salvo marihuana, porros, que les hacen sentirse mejor y todavía más libres. Alojado en un hotel de la localidad, y sin interferir todavía en sus decisiones, pasa dos meses, en ese tiempo va congraciándose con los miembros de la comuna, les ayuda en aquello que puede, eso le permite estar más tiempo con su hija. Recaba información de sus mismos labios, acerca de los objetivos que persigue, que tiene en mente. Verónica le confiesa que ninguno, que solo quiere huir, pero no sabe muy bien de qué, ni porqué, su padre la abraza, es un abrazo sentido, caluroso, que expresa el deseo de unión, que se ha visto truncado por los negocios, las ausencias, el deseo de ser un comerciante próspero.
Verónica aprecia los esfuerzos de su padre, Alfonso, como si tratara de un paladín, sin ofuscarse, le pregunta a  su hija, que es lo que puede hacer, para ser la clase de persona que ella espera que sea. Solo quiero tener una familia normal, sentirme querida, sentirme necesaria, ser útil en algo, hasta ahora no he podido tener la oportunidad de demostrarlo.
Vuelve a casa conmigo, procuraré hacer lo necesario, para que tu hermano y tú, tengáis lo que os merecéis. Solo puedo decirte que me perdones, he pensado durante mucho tiempo,  que todo lo que hacía era por vuestro bien, pero ahora veo claramente que estaba equivocado, dame otra oportunidad por favor.
De vuelta en casa, Alfonso sorprende a su esposa, es otra persona, parece que los últimos acontecimientos, hayan causado en él, un efecto de reconsideración de la vida. Cada mañana se despierta sonriente, han cambiado las dos camas de su habitación por una más cómoda, más grande, Claudia está contenta, llevaba sin yacer con su esposo ni se sabe el tiempo, todo comienza a rodar como un perfecto engranaje dentro de la familia.
Se niega a retomar las riendas del negocio, todo marcha bien sin él, nadie es imprescindible aunque sí necesario. Eusebio y Claudia, que ha retomado sus estudios de empresariales de forma seria, le ayudan.
Alfonso entonces reflexiona sobre todo lo ocurrido en los últimos tiempos, bien está si bien acaba, se dice a sí mismo, ojalá alguien, me hubiera dado un buen golpe en la cabeza tiempo atrás, ¡cuántas miserias nos habríamos ahorrado todos!.


                                                           -.-.-.-.-.--.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-








miércoles, 26 de junio de 2013


                               EL NUEVO PARQUE.


¡He vivido tantos años soñando con este parque…!, que cuando me siento bajo la sombra de sus sauces llorones, y lo contemplo desde la pequeña altura que me concede el banco desde el que lo veo todo, me emociono.
¡Tantos años había sido un solar desierto!, que observar el  estanque con cisnes y sus nidos en el centro, se ha convertido en mi lugar favorito. Buena obra esta, el puente de madera que cruza el canal, el césped, niños y mayores jugando en él, el bullicio de los días de fiesta, con niños haciendo levantar al viento sus cometas, es fantástico.
El rumor del agua, que se produce por las piedras sabiamente puestas en los lugares oportunos, la pequeña cascada que hace que se haga una pequeña playa artificial, ¡Cuánto convenía llevar a cabo este ingenioso rincón.
Un largo sendero de tierra, que recorre el rio a lo largo del parque, es usado como carril bicicleta, es un tramo tranquilo, plano, cientos de personas lo usan para desplazarse por él, se ve a la gente sonriendo cuando toman ese trecho, que comienza en la avenida más popular y ruidosa de la ciudad.
Todo aquel que va sobre las dos ruedas sin excepción, deja la avenida, y va en bicicleta por el parque, que transcurre paralelamente a ella. Es sin duda alguna, un lugar de sosiego, de calma, yo diría que tiene cierto magnetismo, que atrae a las gentes, a una hora u otra, siempre está concurrido.
Ya están terminando el estanque, en él habrá pequeñas barcas de paseo con remos, cuando lo terminen, estoy resuelto a hacer una pequeña excursión con una de ellas.
Mientras tanto, leo y dibujo, el parque es una fuente de inspiración para hacerlo. Trazo el dibujo con el lápiz, y trato de que entre en la escena algún que llena la avenida, después, los carboncillos se encargan de hacer el resto.
Todo gracias al parque, nunca antes se me había ocurrido dibujar, ahora los dibujos fluyen de mi mano como si alguien la dirigiera. No me canso de estar en él, me transmite vida siempre nueva, las hojas caducas de sus árboles llenan los paseos, y a la vez, colores nuevos, llenan de esperanza serena, la llegada de la próxima primavera.
Cuando esto sucede, llega el milagro, sí, uno inexplicable y hermoso, lleno de luces, de nuevo la algarabía de las gentes que esperaban que esto sucediera. Los hay que son fieles al parque, me tengo por uno de ellos, no me importa el frio o el calor, hasta con lluvia he estado contemplando su desarrollo.
Y el parque sigue allí, esperándome siempre con las puertas abiertas de par en par. En fin, ¡podría estar hablando del nuevo parque, días enteros sin parar, y aun así, no terminaría nunca de ensalzar sus virtudes!.
La razón es bien sencilla, el parque al que me refiero, es mi nueva musa, sí, ella que siempre me espera, la que cataliza todos mis sentimientos, la que me entiende cuando mi ánimo cambia por la razón que sea, que tiene la paciencia precisa para enseñarme cosas nuevas cada día. Recibe a mis amigos como si fueran pare de mi propia familia, les permite pasear entre las sombras de su generosidad, les invita para que no me sienta solo.
Traza con sus delicados perfumes, un aura de bienestar y dulzura, me quiere, me reclama diariamente para que esté a su lado. ¿Quién de vosotros tiene a alguien así a su lado, que lo consuele y lo abrace como si de algo precioso se tratase?, si es así, no la dejéis de lado, es vuestra tabla de salvación, es vuestro único consuelo dentro del marco de impiedad en el que vivimos.
Mi adorado parque, ese que con cada estación del año, permanece inalterable, perpetuo, sin sonrosarse por nada, más que por los cumplidos que le hago. Su rio, sus rosales, sus frescos árboles, las delicadas flores que denuncian su inigualable valor, todo parece estar construido a mi medida. ¡Y como ama…!, su amor es tan exótico, que gentes venidas de todos los lugares, alaban su calidad, su fuerza.
El nuevo parque, este que ocupé simplemente por la atracción que desprendía, va haciéndose día a día más grande, más frondoso a la vez que único.
Ella es sin duda alguna, mi única fortuna, el eje de mí ser, la forma de mi vida por ser ella quién la modela, el instante de placer sublime por ser la moderadora de mis impulsos banales, la ley que marca las pautas de mi bienestar. Ella es, mi único amor.


                                                       -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


domingo, 23 de junio de 2013


                                                ACELERADO.


Voy a tope, no si es bueno o malo, pero no puedo evitarlo.
Noto como dentro de mí, determinados resortes, que imagino están automatizados, engranan y cambian, como si fuera un embrague gigantesco, pero de carne y hueso.
Alrededor, personas y cosas, reciben mi atención pero de manera fugaz, no me puedo parar a socorrer a nadie, voy a mil por hora.
Comidas ligeras y desordenadas, pausas para descansar, que son más que eso, prisa por volver a salir disparado como un ariete de guerra. Sueño fugaz, que no es descanso auténtico, pensamientos que se agolpan a las puertas de mi mente, y que necesitan ser despachados con urgencia.
Creo que me estoy volviendo loco, por la mañana, una pastilla para aquello, dos para eso otro, dos más para lo de más allá, al mediodía igual y por la noche más de lo mismo. Pienso que soy un puñado de recetas con patas.
Unas veces algo me obliga a parar, no sé lo que es, pero me deja varado, como el auto que necesita una revisión, y tan buen punto se ponen a revisarme, salto de los caballetes y a correr de nuevo.
Mis ojos, por suerte o por desgracia, hacen millones de fotografías a todo color, o por lo menos eso pienso yo, quizás los médicos dirían que no, que son fotos en color sepia, que estoy confundido.
Me asomo a la terraza sin interés, y en algunos momentos, me calmo, una calma relativa claro, porque no puedo dejar de pensar en lo más profundo de mi subconsciente, que tengo muchas cosas que hacer y decir. Se me dispara la alarma y vuelvo a poner la directa.
¿Cuánto tiempo hace que no salgo a la calle…?, no me acuerdo, no me acuerdo de muchos de mis amigos, no recuerdo las caras de mis hermanos, tampoco sé el día en el que vivo, probablemente sea sábado, da lo mismo. ¿De qué sirve saber el día en el que vives, si siempre tengo las mismas rutinas?.
Rutinas sanas por supuesto, pero rutinas al fin y al cabo. Dormir un poco, comer un poco, cagar un poco, escribir otro tanto y luego nada, nada más que preocupado, por seguir pisando a fondo el acelerador.
Es tú destino me dijo el otro día un amigo. Y una mierda el destino, el destino es un pretexto para intentar salir al paso de las circunstancias, para cuando no se sabe dar explicación a las cosas.
Es lo mismo que el que toque la lotería, de destino nada, miles de bolas giran dentro del bombo, unas salen y otras no, ¿porqué?, pues porque no han salido y punto. El destino es una falacia con la que juega de modo gratuito, por lo menos esa es mi opinión.
Estas cosas me aceleran todavía más, que hablemos porque sí, sin razones, sin lógica. ¿Es el destino el que marca que miles de niños mueran cada día de hambre en África?, no, es la falta de conciencia de las grandes potencias que durante años han estado exprimiendo las posibilidades de este continente, y ahora, una vez esquilmados, los dejan de lado. Esta y no otra, es la pura realidad. Han usado África para enriquecerse, y ha llegado la hora de usarlos como un pañuelo con el que limpian la nariz y luego se le hecha en la papelera.
¿Hay o no razón para cabrearse, o para acelerarse que para el caso es lo mismo?. No puedo evitar pensar en estas cosas, sé que no puedo solucionar nada, ese es un problema demasiado grande, para que nadie pueda hacer nada a nivel individual, pero el corazón llora por dentro al ver tanta injusticia, ver el desdén con que se trata este problema, rompe el alma por la mitad.
Mi mente no puede asimilar tantos acontecimientos fatuos, todos los días, de noche y de día, las noticias no te traen más que inquietud, con ella, soledad, soledad de verme inmerso, en una tremenda barbarie, para nada comparables, con lo que se ha vivido en otros tiempos de guerra, donde el genocidio era práctica obligada para los demonios políticos de aquellos tiempos. No puedo mirar para otro lado, solo contemplar con estupor, frases históricas que dicen que aquellos tiempos, no iban a volver jamás.
El corazón sufre, al ver tanta impiedad, y tanto desaliento, entre aquellos que vivimos en mitad de esta espiral de terror.
Vivo constantemente acelerado, gracias a todo lo que me rodea, solo tengo una alternativa, vivir en mi isla, en la seguridad de mi hogar, con los míos cerca, padeciendo, pero esta vez desde lejos, en la distancia, para evitar que la aceleración acabe con la poca cordura que me queda.


                                                         -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-





jueves, 20 de junio de 2013


                                 ¿SOLO LOS MALOS VAN AL INFIERNO?.


El tormento eterno, el disfavor de dios, la aniquilación de toda esperanza futura de vivir en otro mundo. Eso es lo que siempre se nos ha predicado, lo que se nos ha dicho desde que tenemos uso de razón, incluso en el colegio, cuando persistíamos en hacer determinadas cosas mal, después del castigo, se nos amenazaba con el fuego eterno del infierno.
Fantástico modo de mantenernos dentro del orden de las cosas, de reprimir nuestras conciencias, de invitarnos a hacer el bien sin mirar a quién.
En  una familia, donde nadie ha creído jamás en dios, esta cosas no me han ayudado nunca. Cuando salía del colegio, y detrás del edificio me ponía a mear junto a otros compañeros, siempre decía “me meo en dios si es que me oye”. Esto, me costó no pocos castigos en la escuela, siempre había el chivato de turno o el católico acérrimo, que trasladaba a los maestros esa frase.
Me supuso no pocos castigos, no solo estar de rodillas contra la pared con un par de pesados libros sobre las manos, también golpes de regla, rígidas y con cantos metalizados que golpeaban mis orejas o las manos, notas dirigidas a mis padres, otros castigos que ya he olvidado.
Ahora de mayor me pregunto…si hay infierno ¿Quiénes van a él, los saqueadores, los embusteros, los asesinos, los adúlteros, los borrachos, los maltratadores, quienes de todos estos, tienen un lugar reservado en la memoria de dios para ir al infierno?.
Creo tener la respuesta, ninguno de ellos, porque todos cuando morimos, descendemos al Hades, palabra griega que traduce infierno, el lugar de la muerte, el sepulcro donde terminamos nuestra vida, o Seol en hebreo. Realmente el infierno, en  términos de sufrimiento, lo tenemos aquí y ahora. Personalmente, me importan un rábano las calderas del diablo, y los seres rojos con cuernos, de nariz puntiaguda, cola y con una horca o “furca” en latín en la mano, para dominar a los que están bajo su influencia.
Basta ver el infierno de Dante, para darse cuenta, que esto ocurre en la superficie de la tierra, no es las entrañas de esta. De manera que si dios existe, tiene que tener una gran memoria, o tener cientos de miles de secretarios celestiales, para llevar un registro exhaustivo, de los que merecen su aprobación y los que deben ser condenados. De lo que hay fuera, en otro mundo inmaterial, incorpóreo, intangible, espiritual, lo dejo para los espíritus, que dicen por ahí que existen.
Soy materialista en este sentido, lo que no puedo tocar, no existe para mí, a excepción claro está del aire, que no se puede tocar pero lo notas, también la influencia que tiene sobre todo lo que es vivo, pero en lo que se refiere a lo demás, prefiero dejarlo entre paréntesis.
¿Qué hay de los miles de personas que mueren diariamente por causa de la guerra, de las hambrunas, de las enfermedades contagiosas o no?, ¿merecen ellos algún tipo de castigo peor que el que ya sufren?. No, claro que no, pero todo aquel que puede seguir jodiendo al prójimo sin represalia alguna, ahí lo tienes, bailando felizmente sabiendo que quedará impune, de por lo menos, buena parte de lo que le corresponde de castigo.
¿Qué hay infierno?, seguro que sí. Otra cosa diferente es vivir siempre, hasta la muerte, de todo el mal que producen estos bárbaros asesinos de almas, que caminan sobre los cadáveres que dejan a su paso.



                                                       -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- 
                                        SOY MUY FELIZ.


Podría serlo más lo sé, pero la felicidad  es en sí, algo intangible, no es material. De modo que, por poco que pueda sonreír a la vida cada mañana, ya soy feliz.
No se solucionan los problemas de este modo, esto también es cierto, pero… ¿quién puede solucionarlo todo, de todos?.
Por esa razón con más o menos motivos, cada mañana que luce el sol, o llueve, me despierto y pienso, que esto de por sí,  es una buena razón para ser feliz.
Durante el día, ya hay motivos sobrados para preocuparse, sin embargo, mientras estamos de pie, vivos, teniendo algo que hacer y que pensar, es motivo sobrado para sentirme feliz. Es probado que si lo soy, doy motivos a los demás para que lo sean.
No importa las circunstancias que nos tengan un poco angustiados, estamos vivos, eso es lo bueno.
Mi abuelo, un hombre que estuvo en la guerra del África antes que cuatro mierdas quisieran acabar con la república, me decía que él cada día se preocupaba por sus hombres –era primer oficial-, incluso que muchas noches se las pasó sin dormir por este y otros motivos relacionados. Pero jamás dejó de ser feliz a su manera, en los barracones tocaba la guitarra, quizás para aplacar el miedo de la guerra.
Después de muchos años, me decía siempre  “Juanito, trata de ser feliz, porque si esperas a que otros te descubran la felicidad vas listo”.
Ahora puedo decir con la boca bien grande, que siempre he sido feliz, con sus más y sus menos, con aciertos y frustraciones, pero he tratado de ser feliz siempre.
He sido amigo de todo el mundo, esto es bien sabido, y los que no han sabido apreciar esta cualidad, peor para ellos. En los lugares donde he vivido, todo el mundo ha hablado bien de mí, esto también me hace feliz.
Lo que deseo para mí, lo deseo también para los demás, para mi prójimo, ello, siempre me ha producido una gran satisfacción. He procurado no exigir a los demás, lo que yo mismo no me exijo a mí mismo, también esto produce felicidad. Me consta, que si hubiera hecho algo diferente a esto, hoy no sería feliz.
Esa es la razón que impongo a aquellos que desean ser amigos míos, tienen la responsabilidad de decirme lo que hago mal, de trasladarme sus quejas respecto a todo aquello que les pueda herir, casi nunca complace, es cierto, pero contribuye a que progrese, y progresar es enriquecerse en lo que respecta al trato humano. “Las palabras de censura, son más poderosas que las de la lisonja, y en el fondo, son más amorosas”, así reza un sabio proverbio de Salomón, uno de los reyes más sabios que ha existido sobre la tierra.
Visto pues y comprobado, que eso es así, merece la pena dejar que los otros contribuyan a tú felicidad, he procurado siempre que la disciplina, marque el punto de inflexión en mí felicidad, y deseo seguir que esta siga llegándome. Es como el susurro del viento entre los árboles, arrastrando con él la fragancia de todo lo que llega a tocar, el leve vacilar de las olas, que me trasladan el sabor del mar.
Creo sin ningún género de dudas, que tengo garantizada mi felicidad, sea cual sea la circunstancia en la que me encuentre. En definitiva, soy muy feliz.


                                                         -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-   


miércoles, 19 de junio de 2013

                 HONOR A ELLA.


Eso es cuanto se me ocurre, cuando la veo transitar por sus avenidas, cuando observo su poder y todo el mundo enloquece a su paso.
Llega desde lugares lejanos, aliándose con otros elementos para ganar su batalla, y viene sola, sin ejército alguno que la acompañe, es su campaña de guerra.
En todos los lugares de la Tierra deberían hacer arcos de triunfo, como a los antiguos generales. Aquellos, que tantas victorias dieron a la Roma antigua, que engrandecieron el imperio, que dieron vida durante centurias al pueblo.
Y ya ves, en cuanto despliega su manto, cuando decide salir de paseo por las montañas y valles, se la maldice, solo porque el hombre, ha decidido poner obstáculos a su paso.
¡Ignorantes!, ¿no sabéis acaso que estos paseos son suyos, que esta tierra que le queréis quitar es de su propiedad?.
Cuando se retira de su salida, camino del mar, en busca de Neptuno de quién es íntima amiga, después de ser insultada y vilipendiada, vuelven a ponerle palos en las ruedas, como si de un sencillo carro se tratara.
Saben que volverá, que su hermoso rostro se dejará ver de nuevo, y es probable que la próxima vez, venga mejor vestida. Y el hombre sigue insultándola mientras rehace lo deshecho por ella.
Deberían con respeto brindarle los honores que se merece, en cambio, orinamos sobre su cabeza, tiramos sobre ella todo lo que se nos ocurre, si más tuviéramos, más tiraríamos. ¿Quién no se hartaría de tanta insensatez?.
Ella en cambio no protesta, aguanta y resiste, ama a aquellos que quieren revolverse en el manto de mil colores que arrastra. Solo pide, algo sencillamente lógico, legal razonable, que se le brinde el honor que merece.
No lo exige, solo lo pide del mismo modo que coge a nuestros hijos y los sumerge en su manto protector. Cierto, ¿cuántos no se han perdido ya entre sus brazos, cuántos no dejaron sus sueños por desentrañar los misterios que esconde?, muchos, cientos de miles, gentes que no supieron respetarla, que no atienden a las razones que, da para que le den la gloria que merece.
Es una lástima, y ella a su manera los llora, son hijos suyos, corren por sus venas los fluidos que ella tiene, su misma sangre.
Es por eso que al mismo tiempo que se le maldice, se la sigue  amando, no se cuestiona su reinado, nadie lo pone en duda. Nos da la vida, y nos la quita, con el mismo derecho, la misma intensidad, las mismas ganas.
Honor al agua, esa reina viva que nos vivifica, que nos madura y que nos da, la oportunidad de cambiar, por algo los cosmonautas, ven desde el espacio, un planeta azul, inigualable, hermoso. Y eso se debe, a que ella se pasea cual una diosa por entre continentes, afortunadamente para nosotros, nos alimenta con todo lo que contiene.
Bendita agua, desastrosa a veces, pero imprescindible para nuestras vidas, todo un imperio, que frecuentemente malogramos infectándola, se retuerce de dolor pero aguanta, ¡nos ama tanto!.
Honor al agua en todas sus formas, honor a su poder, debiéramos arrodillarnos ante su paso, aunque a veces, la veamos enfurecida a su paso, camino del mar. Todavía no conocemos todos sus secretos, aun tiene maneras de probar que es más fuerte que toda la humanidad junta, que no se nos escape este hecho.


                                                               -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


martes, 18 de junio de 2013


                               GOZANDO DE LA VEJEZ.


Es la más triste de las singladuras, eso se cuenta por ahí. Creo que un sentido real de lo que conlleva la vejez consigo, es cierto, enfermedades, achaques, tristeza por encontrarse solo…
Todo eso es cierto, pero si añadimos además de esto, los aspectos positivos que a menudo no vemos, nos podemos sentir un tanto jóvenes todavía. La vejez es necesaria además de implacable, pero eso sucede, en cualquier otro estadio de la vida.
Por eso, la vejez es necesaria, además de inevitable. Esta pues es la historia –que no la invención-, de Dimas, el auténtico, el inigualable Dimas. Digo esto, para que quede claro, que Dimas, no es un anciano cualquiera, es un dechado de virtudes, puede hablar sin rubor alguno de casi todos los temas que se te puedan ocurrir, sabe bailar como un auténtico maestro de danza, es un delicado poeta, y canta de maravilla, ¿qué más se puede pedir a un anciano?.
Además de todo esto, regala sus favores como un auténtico altruista, y hasta en la medida que puede, es un envidiado filántropo.
El dice siempre, que llevar esta clase de vida, le ayuda a ser joven, merece la pena pararse a pensar, a qué términos se quiere referir. A sus setenta años, muchos ya estarían planteándose meterse en un asilo o residencia, y terminar allí sus días. Dimas sin embargo, visita a amigos como él en estos lugares, se desplaza a ciudades donde sabe que se encuentran, y disfruta de su compañía.
Para hacer esto, sin duda alguna, está dispuesto a aprender de aquellos que son visitados, si los amigos se alegran de verlo, más se alegra él, sus abrazos y besos son auténticos, comunican cariño hacia estas almas un tanto solitarias.
-Oye, tú puedes salir de aquí cuando  quieras no?.
-Claro, no tengo ningún límite para poder hacerlo, solo debo comunicarlo con anterioridad y listos.
-¿Qué te parece si este fin de semana próximo vamos juntos a Zaragoza?, sé que te gustaría poder hacer este viaje, salimos de aquí el viernes de buena mañana, y volvemos el domingo por la noche.
-Hombre, me encantaría visitar mi ciudad, pero ya sabes que en asunto de dinero ando escaso, estas monjas de los huevos me tienen sangrado, en mala hora firmé los papeles de admisión sin mirarlos bien.
-Bueno tú no pienses en esto ahora, yo me encargo de todo, conozco un pequeño hotel donde nos tratarán muy bien y nos harán descuento por ser jubilados, ¿qué te parece, aceptas?.
-Claro que sí, no te apures, avisaré a estas brujas, y tendré todo preparado para cuando vengas a buscarme.
-Perfecto, verás lo bien que lo pasamos, ahora vamos a echar unas partidas de dominó venga.
En el AVE conocen a una señora que nació en el mismo barrio que Guillermo, el barrio Goya, es de lo más simpática, es viuda y subió al tren en Calatayud, viene de visitar a sus hijos, ambos médicos en un hospital de esta ciudad. Después de ser invitada por Dimas a un refresco, entablan una animada conversación sobre cómo ha cambiado la ciudad, Guillermo la habla de algunos edificios que para él fueron importantes.
-Hay Guillermo, te quedarás de piedra cuando veas cómo ha cambiado todo en el barrio, hasta la farmacia del licenciado Andrés ha desaparecido.
-¡Qué me dices…!, eso es imposible, si era la farmacia más vieja de Zaragoza, todavía la recuerdo, cuando mi madre me mandaba allí a que me pusieran inyecciones de penicilina.
-Pues ya ves, ahora es un edificio de apartamentos de cinco pisos de altura. ¿Tenéis algún plan concreto para cuando lleguéis?.
-Lo primero vamos a un hotel pequeño que conozco cerca de la zona de la estación del tren.
-Ni hablar, no permitiré que gastéis dinero, os venís a mi casa, tengo sitio de sobras. Dormiréis en la habitación de invitados, siempre la tengo preparada para cuando me visitan mis nietos, hay dos camas la mar de cómodas.
-Mujer, tampoco queremos importunar, el hotel nos está bien, y es asequible.
-Más lo será si os podéis ahorrar ese dinero ¿no?. Bueno como queráis, pero que sepáis que para mí no resulta ningún engorro.
-Pues aceptamos, gracias anticipadas por tú hospitalidad.
-Si algún día bajas a Barcelona, cuenta con mi casa, te haré de guía, es una ciudad fantástica.
-Te tomo la palabra, iré si me invitas, no te quepa la menor duda.
Comieron un poco, compartiendo lo que llevaba cada uno, luego Clara sacó de una caja unos hojaldres de miel con frutos secos deliciosos, y entre chistes y risas, conversando sobre asuntos intrascendentes, llegaron a Zaragoza, se metieron en un taxi y fueron a casa de  Clara. El piso era magnífico, un ático con un balcón en ele que daba toda la vuelta al piso, soleado, limpio como los chorros del oro, al principio se sintieron un poco cohibidos, no esperaban encontrarse en un lugar como aquel. Una mujer salió de la cocina, la saludó y llevó su maleta a su habitación.
-Emilia, coge las maletas de estos señores y llévalas al cuarto de invitados. ¿Qué preparas hoy para comer, huele que alimenta.
-He preparado un guiso de patatas con ternera.
-Hummm, muy bien, ¿cómo está tu nieto, se va recuperando de las paperas?.
-Ya lo creo, lo tendría que ver pidiendo comida a todas horas.
Clara rió complacida, se la veía una persona de carácter pero buena. Por ella misma se enteraron, que aunque era colombiana, cobraba un buen sueldo, y estaba asegurada. No estaba obligada a llevar uniforme de clase alguna, pero les sorprendió un poco, que siendo tan joven, ya tuviera nietos, no aparentaba más de cuarenta años. Más tarde, se enteraron por boca de Clara, que tenía un piso vacío en una barriada cercana, y se lo había alquilado a Emilia por un módico alquiler.
Después de pasar los tres por el baño –había dos-, tomar una ducha y cambiarse, Emilia recogió toda la ropa y las toallas, lo puso todo en la lavadora y pidió permiso para marcharse.
-Vale Emilia, hasta mañana, da recuerdos a tú familia.
Los dos hombres se pusieron a ver las noticias, Clara salió de la habitación con un batín transparente, sugerente a la vez que elegante. Dimas fue el que se fijó más de los dos, Guillermo estaba acostumbrado a la vida que llevaba en el asilo, allí las cosas funcionaban con otras rutinas diferentes a las de la calle. Dimas, estaba convencido, que se había arreglado especialmente, por la presencia de los dos hombres, hasta se había pintado los labios, y puesto un poco de colorete en las mejillas. La comida fue de lo más copiosa, se notaba que en aquella casa no escatimaba nada para comer y beber. Se descorcharon vinos de cariñena y somontano, crianzas que hicieron meya en Guillermo, acostumbrado al agua, como mucho bicarbonatadas que servían en el asilo.
Después del café, cuando ya eran las cuatro de la tarde, Guillermo se quedaba dormido sobre la mesa, Dimas lo acompañó a la cama, le quitó los zapatos, le desanudó la corbata y el hombre se quedó dormido al instante. Salió de la habitación sin hacer ruido, cerrando la puerta con sumo cuidado, se encontró a Clara con una copa de brandy en la mano recostada en el sofá.
-¿Acostumbras a hacer la siesta Dimas?, porque yo sí.
-Claro, es mi deporte favorito aparte del dominó y la petanca, si quieres ves a hacerla estás en tú casa.
-Me gustaría que la hicieras conmigo. Es uno de esos pequeños placeres que nos queda a los viejos.
-Disculpa, pero tú de vieja no tienes…
-No  me salgas con esas ahora, sé en qué situación me encuentro a estas alturas de la vida, los cumplimientos no sirven para nada a nuestra edad.
-Cierto, sin embargo, no quería hacerte ningún alago, es sencillamente como te veo yo. Me gusta la forma con la que ves este asunto, la vejez puede ser muy destructiva, ya veo que en tú caso no es así. Te acompaño.
La siesta duró, lo que cada cual interprete que debe durar, a la edad de estas personas. Cuando despertaron, Guillermo dormía todavía como un tronco, Dimas llamó a Clara que se había cambiado de ropa, y juntos observaron la posición de Guillermo. Estaba encogido en la cama, en posición fetal, casi tocándole las rodillas a la barbilla y los brazos encogidos dentro de su propio regazo. Esa imagen, les hizo pensar por un instante, lo que es la vejez, la infancia, la inconsciencia, lo natural de la edad de oro.
-Por eso quiero pasar el resto de mi vejez, gozándola, es mí hora, es mi momento. Veo que tú, también sientes que es el tuyo Clara.
-Por supuesto, jamás lo he dudado, desde que mi familia se alejó de mí, por las circunstancias naturales de la vida, me planteé, que ahora cambiaba de tercio, que debía de hacerlo porque nadie lo iba a hacer por mí.
Tienen el mismo modo de pensar en este aspecto, las mismas convicciones, los mismos deseos, algunos de ellos, todavía carnales. A estas personas “viejas”, hay que admirarlas, todo su entorno, se beneficia del sistema de vida que llevan. ¡Tienen tanto que enseñarnos!, puede que no sean ejemplares en todo, pero ¿quién lo es?. La experiencia de estos tres seres en concreto, son una lección fantástica, como un cuento para mayores que ejemplifica, lo que puede llegar a ser la vejez para muchos, el descubrimiento de una nueva vida.
Después de estos dos días de gozo y alegría, se establecieron vínculos que dejaron huella.
-Tenemos nuestros teléfonos, quisiera poder llamarte alguna vez para poder reunirnos de nuevo, aunque Guillermo no venga, ¿podrá ser posible?.
-Cuando tú quieras, tampoco es que vaya siempre con  Guillermo, esta vez lo he invitado, porque sé que a él, le hacía ilusión volver a ver su tierra. Siempre visito a mis amigos, en la medida que puedo, entre semana, esta semana que viene en concreto, visitaré a una amiga que está viviendo con un hijo que es esquizofrénico, ¡agradece tanto que la visite!.
-Eres como una especie de misionero Dimas, se diría que pretendes convertir este mundo, en un lugar mejor para vivir.
-¿No te parece que es posible hacerlo?. La otra semana, me voy con otros amigos pescadores que tienen un barco pequeño en Vilanova y La Geltrú. Lo pasamos de cine, y de paso nos hacemos compañía mutua. Si vieras que calderetas de pescado fresco preparamos en el barco…
-No quiero abusar de tú bondad, pero ¿querrías venir la semana próxima de nuevo?, correré con los gastos del tren, vendrás en primera en el AVE, tengo algo que enseñarte.
-Bueno te llamo y quedamos, ¿de acuerdo?.
Se despidieron con sendos besos, Guillermo también recibió los suyos, pero un poco más escuálidos que los de Dimas. Durante el trayecto de vuelta, Guillermo agradeció a Dimas el viaje, haber podido visitar, el cementerio donde estaban enterrados sus padres, y todo lo demás, sin faltar la visita casi obligada a la basílica Del Pilar.
Cuando se vieron de nuevo, al cabo de quince días –no pudo ser antes-, Clara lo llevó a un burgo de su propiedad en Farasdués, aquel lugar era magnífico, desde allí se veía un estanque frecuentado por gentes locales y turistas, dentro del taxi particular con las manos cogidas, se encontraron por fin con la propiedad, una gran casa presidia el burgo de ni se sabe cuántos metros cuadrados, miles, aquello era algo serio.
-Me gustaría que pudiéramos hacer de esta finca, un hogar feliz para muchas de las personas que se quedan solas, que no tienen donde ir, que no tienen medios para pagarse un lugar, o que son abandonados por sus familias porque sencillamente son viejos. Es una idea que me ronda por la cabeza desde hace mucho  tiempo, quizás me hacía falta un empujón, el conocerte ha sido una suerte.
-Exageras, no soy esencial para poder hacer esto. Tú sola puedes de sobras y de restos, además tienes medios, y esto, aunque parezca que no, es muy importante.
-Entonces no me quieres ayudar, tengo que deducir que esto es así.
-No para nada, yo te ayudo en lo que haya que menester, pero lo que te quiero decir es, que el que quiere puede.
-Entonces por favor, sírveme de apoyo para por lo menos, poder comenzar. Me considero una persona vital, pero, me hace falta aprender a tener un espíritu solidario como el tuyo.
Así fue como comenzó la tarea de pedir permisos al ayuntamiento, ofrecerse como ayuda al municipio, trabajar la tierra de la que se sacaba la comida, y hasta para vender en tierras de alimentos ecológicos. Guillermo fue uno de los primeros reclutados, estaba exultante, rejuveneció, el hombre en silencio lloraba de alegría cuando estaba solo. Poco se podía imaginar que podría vivir en aquellas circunstancias, lejos de las brujas como él las llamaba, de las monjas que administraban el asilo, y obligaban a todos, a ir a misa cada día.
¡Qué vida tan diferente!, abuelos y abuelas que fueron en su día labradores y que conocían el campo, fueron los instructores de otros que se habían criado en mitad del asfalto. Gentes que se ayudaban los unos a los otros, no era un mundo perfecto, en más de una ocasión se tuvo que intervenir para zanjar peleas y discusiones, más propias de niños.
-¡Te quiero tanto Dimas, me has enseñado tanto…!. ¿Quieres casarte conmigo?.
-No, soy demasiado viejo para sentir amor por alguien, pero te prometo, que estaré a tú lado el tiempo que nos quede de vida. Juntos, gozaremos de nuestra vejez.


                                                                 -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-








lunes, 17 de junio de 2013


                        LA LUZ DE LAS LUCES.


A punto de perder la vida, y ya en los últimos suspiros, cuando comienzas a pensar brevemente que te vas, llega una luz, casi cegadora, envuelta en un halo de misterio y dudas, porque dónde estás, no  hay nada más que oscuridad.
No la puedes explicar por hermosa, no la puedes comparar con el arco iris, no lo es, es simplemente, una luz.
Tampoco sabes su origen, estás suspendido en un espacio, donde no hay estrellas ni cielo, una dimensión extraña pero a la vez cautivadora. Será que estás allí, porque es el único reducto, la última cima, el último pico, el valle de los ausentes.
Quieres mirar a tú alrededor y lo haces con confianza, tienes que identificar dónde estás. Todo te resulta familiarmente desconocido, sin embargo distingues rasgos, gente, cosas que te anuncian, que todavía estás vivo.
Todo lo que ves y tocas es tuyo, tuyo por derecho propio, estás a punto de cruzar una frontera nueva, un sol nuevo, una luna nueva, un universo paralelo al que ya viviste. Y comienzas a forzar tú marcha, como un gran excursionista, que debe inspeccionar a la vez, dos lugares distintos, con inconvenientes parejos.
El propósito… identificar la luz, salir de dudas, saber a qué te enfrentas, resolver la incógnita, ¿qué es esa luz que te acompaña, qué propósito tiene, porqué sigue tras de tí, acaso quiere iluminar un camino nuevo por el que debes andar?.
De pronto, suspendido en el espacio, se para muy cerca de ti, a manera  de saludo, se mueve muy lentamente, aunque tú te asustas no te mueves, de hecho no puedes, ¿miedo, respeto, curiosidad?, quién sabe porqué estás quieto. Ahora la luz se acerca, no es que se haga más intensa, solo que… parece que cobra vida, que quiere decirte algo.
Sin saber cómo ni de qué manera, se instala alrededor tuyo, miras tus pies, porque te parece que te han transportado a algún lugar desconocido, luego la luz te abraza, y entonces un leve escalofrío recorre tú cuerpo, no sabes que es lo que te pasa, pero no rechazas este abrazo, te complace, te hace ascender por encima de todo, y te ausenta de cualquier cosa o lugar donde pudieras hallarte.
Caes medio muerto, dichoso por haber experimentado esta experiencia, la luz sigue a tú lado. Abres los ojos y estás en otro planeta, en otro universo, es entonces cuando la lava ardiente que corre por la ladera abajo, te advierte del peligro que corres. ¿Estás en tierra hostil, alguien te ha traído aquí para aniquilarte, ha sido la misma luz la que se encargó del asunto?. Un hacinamiento de preguntas se agolpan en tú mente, ya no razonas solo preguntas, porque,  quién, cómo, cuando, no tienes tiempo de responderte, sencillamente, son preguntas que nos las has causado tú, ¿o sí?. Algo tienes que ver, nadie escoge a nadie de forma automática para llevarlo a algún lugar, o lo selecciona para determinado  objetivo, nada es pura casualidad, todo  tiene una razón de ser.
Es más que probable que sin saberlo, tengas determinadas características que ni siquiera tú conoces, algún don oculto, alguna gracia especial.
Aun puedes pensar, aunque estás en el límite de la razón, es entonces cuando se te ocurre, ¿cuántos años hace que la conociste, recuerdas donde fue y las circunstancias?, claro, es eso, te enamoraste al verla la primera vez, bajo aquellas luces coloridas y parpadeantes de la discoteca aquella, te separaste del grupo y te acercaste a ella, se había fijado en ti, la invitaste a bailar y desde entonces, no os habéis separado ni un solo instante.
Después de esta noche, llena de gozo, caricias interminables, amor hasta la saciedad, comprendes que todo, absolutamente todo, es fruto de vuestra unión, abrazado a la luz, estás deseando que vuelva a envolverte de nuevo, si no es esta noche, mañana, pero necesitas las alucinaciones que te procuran su compañía.
No te dejes distraer con lugares lejanos y oscuros, en profundos callejones de iniquidad y odio, estos defectos innatos en nosotros desde que nacemos, nos marca desgraciadamente, te conducen a la deshumanización, a la frustración, al desencanto. Si llegas a casa y la luz está encendida, felicítate, si llegas tú antes que ella, deja que te asalte, que te ilumine, que te deslumbre. La luz es símbolo de paz, lo mismo que la paloma, con sus tímidas alas, te llevará a lugares que todavía no has imaginado.
Es un lugar de inmarcesible paz esta luz, aprovéchala, disfruta de ella, continua clamando por ella, humíllate si es necesario, al fin y al cabo, es lo único que te salvará en medio de este mundo lleno de terror y desaliento.


                                                          -.-..-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-





miércoles, 12 de junio de 2013


                          ONESÍFORO, EL BUEN VECINO.


Extraño este hombre de sesenta años, un tanto arisco y lleno de penas. Por lo menos eso es lo que evidencia, casi siempre cabizbajo, andando con las manos cruzadas a la espalda, un poco temido en el pueblo por precisamente eso, por andar siempre de ese modo.
Unos dicen, que les da la sensación de cruzarse con un espectro, otros no opinan nada, dicen que probablemente esa actitud se debe a la pérdida de su esposa.
Sea como fuere, Onesíforo es un tipo aparte, perpetuamente vestido con sus pantalones de pana, verano e invierno, y una chaqueta americana de ves a saber tú cuando, camina entre la gente, no mucha, porque el pueblo es relativamente pequeño, con una bolsa de lona marrón colgando de su hombro, siempre parece llevar cosas dentro, abulta.
Algunas madres, que quieren que los niños les obedezcan de inmediato, les dicen a sus hijos…, “mira, que viene el hombre del saco”, los niños se agarran a los faldones de su madre y obedecen, no quieren que el hombre del saco se los lleve. Pero Onesíforo no es el hombre del saco, es un hombre tranquilo del que se desconocen sus actividades, solo se sabe, que vive en una granja abandonada, que es de él.
Unos cuantos viejos del pueblo, todavía recuerdan los años de gloria de la granja Mariola, rebosante de vida  por los cuatro costados, con aves, patos y ocas, hasta caballos había tenido, aparte de las vacas y cabras, con los que hacían exquisitos productos de primera calidad. Los niños después de colegio, se acercaban a la granja, ayudaban a recoger huevos, Mariola siempre les daba  algunos para que se los llevaran a casa. Una granja feliz gracias en parte, a los niños, que animaban todo el complejo con su presencia y sus risas.
Pero nada es para siempre, Mariola enfermó y después de un par de años, murió entre dolores indescriptibles. Onesíforo se abandonó durante mucho tiempo, después de la muerte de su esposa. Dejó de alimentarse unos cuantos meses de forma debida, y  aunque no cayó enfermo, cuando volvió a reaparecer por el pueblo, era otra persona, muchos ni siquiera lo conocían, aparte de ser viudo, había reaparecido como si fuera otro ser, un ser extraño.
Nadie sabe cómo ni de qué manera, los animales de la granja fueron desapareciendo, es de suponer, que algunos acabarían en su cazuela, pero eso solo es una suposición. El hecho es, que al cabo de un año de faltar Mariola, todo se quedó vacío, sin vida, más que la suya.
Pero Mariola y Onesíforo habían llegado  a un acuerdo, no era un acuerdo escrito ni presentado ante un notario, solo era de palabra entre los dos, y él, a su tiempo, quería cumplirlo. Probablemente cuando faltara, no se sabía, mientras, aquella alma en pena deambulaba por los alrededores del pueblo, y pocas veces dentro de él, salvo para hacerse con provisiones y algo de ropa. Acompañado de su cachava, aparecía y desaparecía del lugar como por ensalmo, casi en un abrir y cerrar de ojos, algunos vecinos argumentaban que bien podría haber hecho de espía, cualidades no le faltaban.
Una mañana se presentó en el ayuntamiento de su localidad, pidió hablar con el alcalde, este no había llegado todavía de sus labores en el campo, esperó sentado en un banco de madera del interior del edificio, apoyando su cansada espalda contra la pared. El alcalde, avisado de la presencia de Onesíforo por el alguacil, lo saludó al entrar, un “Buenos días”, fue suficiente para Onesíforo, su saludo fue breve pero a la vez con cierta simpatía. Entraron en su despacho y Onesíforo abrió su bolsa para sacar de ella unos legajos.
Se los tendió al alcalde que rápidamente los revisó, se quedó parado al ver su contenido. Contenían los títulos de propiedad de las tierras, en las que ya se habían edificado el colegio, la piscina del pueblo, una calle accesoria a estas instalaciones, y una isleta que distribuía la entrada al pueblo. El alcalde se lo quedó mirando, mientras Onesíforo a su vez, lo miraba sonriendo. Después de esta comprobación, el alcalde le preguntó si había puesto precio a aquellas propiedades, él contestó que no, no quería nada, de nada le servía el dinero habiendo perdido lo que más quería.
Estaba allí para hacer una cesión de todo el terreno que el ayuntamiento nunca se ocupó de averiguar de quién era el propietario. El alcalde, quería pedirle disculpas en nombre de su corporación y las anteriores, Onesíforo contestó que no le hacían falta disculpas, estaba todo bien. Solo le pidió al alcalde, que nadie supiera de aquel asunto jamás, era el acuerdo que Mariola y él tenían. Se despidió dándole las gracias por su discreción, solo le dijo una cosa antes de salir del despacho   “Si me entero que se habla en el pueblo de este asunto, volveré con más documentos, estos llevarán a este pueblo a la desaparición”. Estas palabras sin resentimiento alguno por parte de Onesíforo, calaron hondo en el señor alcalde.
Al fin y al cabo, Onesíforo es de los hombres que creen a pies juntillas el  dicho bíblico   “Que tú mano derecha no sepa lo que hace tú izquierda”.


                                                          -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


martes, 11 de junio de 2013


                             NO CRITIQUES TANTO.


Si fuera el caso, que no lo es, que criticando se solucionaran los problemas… pues vale, bueno está, valdría la pena criticar, aunque solo fuera por dejar constancia de nuestro parecer.
Pero… el caso no es ese, ahora ya criticamos sin ton ni son, por oídas, porque nos han dicho, porque un día, yo vi tal cosa, y se me puso la mosca detrás de la oreja. ¡Mira que somos…!. Y si además resulta que en una ocasión, tal persona te miró de determinada forma, ya tienes el bosquejo completo de la situación.
Mientras, dejamos que nuestros propios asuntos, los de nuestro hogar, vayan derramándose como la leche cuando hierve. Lo digo porque a mí me ha pasado, pero por lo menos, trato de aprender de la experiencia, y no es asunto de que eso les ocurra más a las mujeres que a los hombres, no señor, eso nos pasa a todos por igual. Sea en el bar o en el trabajo, en la panadería o la peluquería, en todas partes, y todos por igual, nos gusta criticar.
Es curioso que a menudo se comienza con la frase  “Yo, no es por criticar a nadie pero…”, cuando se dice esta frase, crítica segura, y además, nada constructiva. Vamos a por él o ella, por nimiedades, por algún detalle, que no nos gusta, de la persona que está en el centro de la crítica.
El hecho es, que a menudo damos por sentado que los demás hablan de nosotros, en fin, que se crea un clima de desconfianza mutuo entre las personas. Eso sí, cuando se acerca la persona criticada, entonces cambiamos la expresión, nos damos un codazo para avisar al resto e nuestros interlocutores, y cambiamos de tema  “¡Que tal fulanita o menganito, que guapa estás… chica, que suerte tienes de tener este cuerpo, comes lo que quieres y no engordas un gramo!”, si es de un amigo de quién hablamos…  “Míralo, ahí lo tienes, el conquistador, macho, si yo estuviera soltero como tú, haría lo mismo, ¡vaya  trote que llevas con las tías!”, o algo parecido.
Por la espalda, los ponemos a caldo, que si son unos embusteros, que si unas zorronas impresionantes, de todo, cualquier cosa que se nos ocurra, sea esto cierto o no, con tal de criticar.
Menos mal que todavía quedan en el mundo personas, a quién les resbala  todo, gentes que no funcionan por estos parámetros, que sencillamente pasan de estas historias, porque dan por sentado que hablan de ellos a sus espaldas. Oye, que hay gente que vive acostumbrada a este sistema, a que los consideren bichos raros, a estar en boca de otros porque les gusta, eso es así desde que el mundo es mundo. Todo el mundo, conoce gente de su comunidad, pueblo o barrio, que son unos mujeriegos recalcitrantes, que usan determinadas armas para acostarse con gente soltera o casada sin importarles nada.
En el caso de las mujeres, las hay que les gusta que las miren, se ponen unos vestidos mínimos, escotes generosos, que parece que en cualquier momento se le saldrán las domingas, pero que no tienen otra intención más que la de mostrar. Por eso algunos, las llaman calienta braguetas, y son el centro de atención de madres y padres, aunque estos últimos hablen de ellas en un tono más soez.
Cuando todo ello queda en pura admiración  -en un caso o el otro-, bien, pero cuando echamos a volar la imaginación, y comenzamos a hablar de ellos en tono distinto… mal vamos.
De nosotros también se habla, no lo olvidemos, sea para bien o para mal, hay que evitar a toda costa meterse en estos embolados, quién habla, quién critica, siempre sale mal parado. Es más que probable, que a todos estos a los que se hace referencia aquí, les resbale lo que se diga de ellos (as), el problema es de quién tiene la costumbre de criticar.
La crítica es de por sí un elemento necesario en el progreso intelectual, pero destruye la razón de las cosas cuando se expresa sin ton ni son. De manera que, aunque aquí estamos hablando de criticar, sería más propio hablar de murmuraciones, pero da lo mismo para los que no estamos bien ilustrados en la materia, no es lo mismo hacer una crítica sobre una película que acabamos de ver, que hablar sin conocimiento de alguien.
Lo podríamos comparar a por ejemplo, decir a alguien que es un tonto, cuando lo que en realidad queremos decir es, que ha hecho una tontería. Aun así, si no tenemos un marco completo de la situación o circunstancia, es mejor no decir nada. Podemos pintar a un cuervo con plumaje de pavo real, pero nunca lo será, por más empeño que pongamos en ello.
Igualmente, la crítica, si no está bien fundamentada, es preferible dejarla en un segundo plano. Podemos murmurar, aunque ni siquiera eso deberíamos hacer, pero dejar de murmurar, es pedirle peras al olmo, lo cierto es, que si ni siquiera murmuráramos, seríamos seres de otro mundo, de otro planeta. No quiero con ello justificar que lo hagamos, pero es así de natural, así de humano.
Criticar una novela, una obra de teatro, una película, un edificio, cualquier cosa que entre entro de los límites de lo impersonal, está bien, lo otro, lo que puede acabar con la reputación de alguien, o arruinar nuestra relación con ella, sea como sea y quién sea, es puro egoísmo. Otros lo podrían calificar de envidia, aun otros, de desear ser como ellos, pero sin trazas de poderlo lograr, es decir, de sentirnos impotentes ante estos otros más avezados que nosotros, o sencillamente diferentes.


                                                              -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


                                                 


lunes, 10 de junio de 2013

                           CUANDO LA VI AQUELLA MAÑANA…


Creí morir, pensé que era imposible que existiera algún ser así. Que era una broma que mi pobre vista me estaba haciendo.
Me froté los ojos, sacudí la cabeza, busqué una sombra para cerciorarme que no me equivocaba. Volví a mirarla, cualquiera que me pudiese ver en esa circunstancia, pensaría que me había vuelto loco.
Hasta yo mismo me di cuenta, que no podía abrir más los ojos. Pasó por mi lado, me saludó entre muchos otros amigos que nos rodeaban, mis piernas comenzaron a temblar. ¡Es lo más hermoso que nadie puede imaginar!. Un suave perfume, golpeó mis sentidos, de forma tal, que quedó marcado a fuego en mi memoria.
Desde ese día, no he dejado de soñarla, ni un solo día he perdido su referencia, ¡y han pasado años…!, un retrato de ella sobre mi mesilla de noche, me recuerda continuamente quién es, lo que ha hecho de mí.
Os podría contar, que cuando la conocí era rubia, que ahora tiene el cabello plateado, casi blanco. Pero, rubia, morena, o con cualquier otro color que halla pasado sobre su cabeza, la sigo adorando como la primera mañana que la conocí.
He de ser sincero, no sé si fue una mañana o una tarde cuando me fijé en ella, ni siquiera si era de noche, pero amaneció el día para mí, el momento que la vi.
No quiero destacar su belleza, no hace falta destacarla, sin embargo, sí que debo decir, que no he visto jamás, mujer como ella.
Sus gestos, su andar, su atención y cuidado, hace, de la que hoy es mi esposa, la persona más importante de mi vida. Hasta esa mañana en que la vi, andaba a oscuras, en medio de una singular niebla, entre tormentas inimaginables.
Pero ella tiró de mí, me sujetó, me guió, y luego, me obsequió con todos  los besos que tenía guardados para una ocasión como esa.
Aquella mañana…, a punto de saltar todas las alarmas que hay en mi cuerpo, me sujetó con fuerza, no me dejó escapar, no quiso que me precipitara en aquel mar de desgracias.
Ahora, despierto cada mañana a su lado, cuando me acuesto me arropa, me ama, ¿qué más puedo pedir?.
En silencio me mira, observa que es lo que hago, sabe bien, que cuando la vi esa mañana, me entregaría a ella en cuerpo y alma. No dejo de preguntarme, cuantas locuras me habría ahorrado, si la hubiera conocido antes.
Quizás, es que solo necesitaba tener la vista clara, un horizonte al cual llegar, un objetivo. Sin duda alguna, el que ella me dio, el que en silencio, sin hablar siquiera, hizo que determinara que estábamos hechos el uno para el otro.
Antes de ella, tinieblas, frustración, asco de mí mismo, eso es lo que sentía. La mañana que la conocí, me cogió las manos, me tomó como quién rescata a alguien que está a punto de ahogarse, me dijo ven conmigo.
Me cautivó esa presencia suya, su delicado perfume, su preciosa figura, y desde entonces, recuerdo cada momento que vivimos juntos, desde que la vi aquella mañana.



                                                      -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

                                   ACCIÓN, REACCIÓN.


Si escupes al cielo, el escupitajo cae sobre tú cabeza, si tiras una piedra al agua, se hunde, si matas, te matan.
Reacciones lógicas, de todas y cada una de las acciones que se recogen como resultado de todo cuanto hacemos, y a veces, de cuanto pensamos, que casi sin darnos cuenta nos lleva a la acción de por sí. La lógica se impone, la mente a menudo manda, sus dispositivos son secretos, esa es la razón por la cual muchas veces, aunque digamos que no tenemos secretos, especialmente con la persona más allegada a nosotros, subyace en nuestro interior, sin quererlo, atisbos de actitudes que son después, acciones.
Acciones incontroladas, no somos capaces de ver, en ese momento, las consecuencias de nuestros actos. Lo comparo con esos pequeños golpes que nos dan los médicos, para analizar nuestros reflejos, sin quererlo, nuestras piernas involuntariamente, se levantan como si tuvieran una vida independiente a nuestros deseos. A los vértigos que nos llevan de cabeza al suelo, sin saber muy bien porqué. Son en definitiva, acciones independientes a nuestro ser, que van, a veces, en contra de nuestros principios, y que solamente, después de analizar, al final del día, todo lo que hemos hecho, se nos da la respuesta.
Todo esto acontece, sin ver, que ahora nos toca pagar la factura, “la reacción”, inevitablemente, forma parte de esa cadena, de nuestra vida.
Sin todo ello, sin acciones y en consecuencia reacciones, nuestra vida no tendría sentido. No somos “terminators” para obrar según se nos ha programado, artificialmente. Todo nuestro organismo responde a impulsos, motivados por una mente perfecta, que nos dibuja distintos panoramas de consecuencias, planifica las consecuencias de todo aquello que llevamos a cabo, lo pondera, y se lo cuenta a nuestra conciencia. Sí, es todo muy complejo, parece muy difícil sobre la práctica, pero todo esto fluye de manera natural, sin anunciarlo a los cuatro vientos, es la acción.
Este brevísimo proceso, es del todo inexplicable, todo ocurre dentro de un sinfín de encadenados sistemas neurológicos, aun estando depauperados, enfermos, degenerativos, el pobre individuo, no sabe que sucede en su mente, no conoce lo que hay dentro de ese casco protector que tiene encima de los hombros, y que se llama cabeza.
Esa es la razón por la cual a menudo, muchas personas aparentan llevar un disfraz permanente, una coraza que les dice a los demás, que es una persona legal. ¿Quién de ellos es el disfrazado, el que actúa de determinada manera, o el objetivo de la acción?, difícil es saberlo, cada cual a su modo, todos en definitiva, somos el eje de acciones que nos califican de determinada manera. Esa es pues razón, para que nos mantengamos siempre en un segundo plano, expectantes, detrás de la barrera de los acontecimientos.
No hacerlo, significa tomar parte en los asuntos ajenos, aun  sin quererlo, y así, después de actuar, se nos juzga. ¿Vale la pena ser un actor?, sin duda que sí, pero desde mi punto de vista, es mejor ser, como en una gran obra de teatro, un figurante, se nos ve igual que a los demás, pero solo participamos con un traje, siempre en segundo término, el público, ni se apercibe de nuestra presencia, somos “el bulto en el escenario”.
Cuando queremos vestir las telas de los protagonistas, nos exponemos a ser aplaudidos o silbados, descalificados, echados con reprobación por el público. Es duro que se nos trate así, pero es normal por otra parte, hemos querido entrar en un papel que no nos corresponde, se nos ha olvidado, que ese papel no es el nuestro. En esa ocasión, no debíamos ser nada más que eso, figurantes de una gran obra.
Así es la vida, el mundo está lleno de arriesgados cabezotas, que no contemplan las consecuencias, gente miope que no ven más allá de sus narices. Tarde o temprano, la propia vida, pone las cosas en su lugar, y a menudo, la reacción que precede a nuestras acciones, puede llegar a matarnos.



                                                   -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

domingo, 9 de junio de 2013

                     EL ALA PARTIDA.


¿Tan  difícil es que creas, que llegó a mi casa un gavilán con el ala medio rota?, no le veo la imposibilidad, ¡le hubiera podido pasar a cualquiera…!.
No te sabría decir cuando llegó ni cómo, fue un día de bastante frio, llegaba del campo con el tractor, y me paré en el bar de Beni a tomarme un par de orujos. ¡Qué susto me llevé cuando escuché el ruido que hacía dentro de la casa!. Me vio y se arrinconó al lado de la cocina, estaba anillado, señal de que lo tenían controlado, fijo.
No sé decirte cuanto tiempo estuve de rodillas en el suelo para poder sacarlo del rincón, la punta de una de sus alas le tocaba al suelo, y en el suelo de la cocina, una serpiente muerta, parecía haber sido la causa de aquel accidente, finalmente, cogí mi servilleta de la mesa y se la eché encima de la cabeza, se quedó inmóvil.
Comprobé que la última extremidad de su ala estaba descoyuntada, con cuidado, puse al animal sobre la mesa, me ensució parte de ella, se cagó encima, me imagino, que a cualquiera de nosotros si le hubiera pasado algo así, también lo habría hecho. Respiraba con celeridad, quizás fruto del estrés que estaba sufriendo, ¡imagínate pobre animal, paseando por el cielo libre, cazando y comiendo en libertad, y ahora sin saber qué le estaba pasando…!.
Pero… ¿cómo curar a aquella maravilla de los cielos?, estoy cansado de verlos alrededor de mi campo, subiendo y bajando sin cesar, buscando caza, cuando limpio los lindes del campo, y desbrozo con el tractor la maleza que se acumula, ahí están sobre mi cabeza, vigilantes, suspendidos como si de cometas se tratase, esperando algún movimiento de animales, para bajar raudos y veloces, y subir con sus poderosas patas amarillas el objetivo que persiguen.
Este tuvo algún despiste, seguro, o la serpiente le hizo hacer algún movimiento extraño, que le obligó que maniobrara de mala manera. De cualquier modo, el gavilán que tenía entre mis manos era hermosísimo, de color gris y tonos rojizos en el lomo y alas. ¡Qué maravilla de animales!. Cualquier pájaro lo es, quizás porque siempre he sentido envidia de estos animales, que contemplan con cierta indiferencia la tierra desde el cielo.
Tenía que hacer lo posible, por curar a aquel animal. Dispuse un espacio en la cocina, para que pudiera estar tranquilo, le acerqué la serpiente, fruto de su astucia para que pudiera comer, pero al parecer, no tenía hambre. Seguro que era mayor el dolor que sentía, que el hambre. No había tiempo que perder, curarlo era mi prioridad, de modo que, ya con la cabeza descubierta, traté de ganarme su favor, primero dándole tiernos masajes por el lomo, durante un buen rato, se me pasó el tiempo muy deprisa, se nos echó la noche encima. Cuando encendí la luz de mi casa, sus ojos brillaban de modo especial.
Acaricié algunas de sus plumas una a una, ¡que delicia, que ingeniería, que maravilla!, el diseño de aquel animal era sublime, comencé entonces a palpar la posible rotura del ala, pero me pareció que no era tal, solo una leve hinchazón rodeaba la articulación, preferí dejar tranquilo al animal, dejé dentro del improvisado nido su serpiente, no iba a ir a ningún sitio en aquellas condiciones. Preparé mi cena, un trozo de queso, una morcilla de cebolla, un trozo de hogaza de pan y la botella de tinto con un vaso. Sorprendentemente, en mitad de la cena, mientras veía las noticias en la televisión, me encontré con el gavilán sobre la mesa, los movimientos de su cabeza eran precisos, ágiles, miraba todo su entorno, también mi plato.
Se me ocurrió entonces, coger un trozo de morcilla y ponerla sobre la palma de la mano, el  animal, con un toque preciso, sin tocar la piel de mi palma, engulló la morcilla. Me quedé sorprendido a la vez que contento, había volado, aunque solo hubiera sido un tramo corto. Ya no se movió de la mesa hasta que terminé mi cena, me levanté de la mesa y el gavilán sin más volvió a su nido artificial.
Me costó dormirme, pero al final lo conseguí, tuve un sueño precioso, en él, era yo el que volaba a través de las nubes, me inventaba cabriolas imposibles, acariciaba con mi plumaje la hierba de los campos, ascendía como un cohete directamente hacia el cielo, era feliz, reía y lloraba a la vez, al ver cumplido mi deseo, mi sueño.
¡Lástima que solo fuera un sueño…!, pero bueno, fue gracias al incidente del día  anterior, que pude ver cumplido mi deseo, aunque solo fuera un espejismo fugaz.
Con este dulce despertar amaneció ese domingo, los gallos de mi corral se dejaban el cuello al apuntar el día, de hecho, son mi despertador, ellos salvo accidente grave, están atentos a sus instintos aunque esta vez, quizás por ser domingo no se oían sus voces del mismo modo. Mientras terminaba de afeitarme, pensé que también los animales, merecen sus momentos de asueto. En cuanto me calcé las botas, me asomé a la ventana que da al corral, allí pasaba algo, todas las gallinas estaban metidas dentro de techado, bajé a ver, dos de ellas estaban muertas, desplumadas, devoradas por algún otro animal.
Subí de nuevo, esta vez entre en la cocina, el gavilán, estaba en su lugar, pero su nido estaba lleno de plumas, todavía se podía ver el resto de un ala, y parte de la carcasa  de una gallina. Al principio me enfurecí un poco, pero él me miraba con  serenidad y calma con sus  ojos amarillos y negros, parpadeando de forma tranquila.
Esto me hizo entender, que ya se estaba recuperando, y que seguía su instinto, que estaba sellado en sus genes, no podría tenerlo en casa, era un pájaro de presa. Aun así lo  acaricié, de forma tranquila, para calmarlo, si es que hacía falta que lo hiciera. Se volvió hacia mí y me dio un picotazo en la mano, me llevé un buen susto, pero lo perdoné, ¿cómo no iba a hacerlo, si lo único que hacía era seguir su instinto?.
Pero a costa de mis animales no, no podía permitirlo. Lo metí en una bolsa de lona, y con el coche, me lo llevé lo más lejos posible del pueblo. Por el pueblo se veían tres o cuatro mujeres, que se afanaban en dejar limpias las aceras, baldeaban agua que ya había servido para fregar el interior de las viviendas. Las saludé mientras el gavilán luchaba por salir de aquel encierro, solo podía sacar la cabeza por la parte de la bolsa que había abierta por la cremallera.
Subí hasta la ermita de Santa Bárbara, allí, el aire llegaba cargado de los aromas de los pinos y los robles. Abrí la bolsa, pero el animal se negaba a salir, aventé la bolsa arriba y abajo, nada, no salía. Finalmente decidí abrir la mochila el máximo posible y me alejé un poco, al final salió, pero solo para colocarse a mi lado, en actitud contemplativa, miraba hacia la lejanía, quizás en busca de otra presa. No fue así, se plantó allí, a mí lado, los dos estuvimos esperando, viendo pasar el tiempo, observando la salida del sol hasta que el día se estableció totalmente.
De vez en cuando, estiraba sus hermosas alas, para desentumecerlas, esperaba que cuando estuviera preparado se impulsaría con sus patas, y echaría a volar de nuevo, como si no hubiera pasado nada, no tenía intención de volver con el gavilán a casa, estaba anillado, eso significaba, que posiblemente ya lo estarían buscando. La disyuntiva es, que él no era consciente de que estaba fichado, catalogado, que probablemente tenía crías que alimentar, un nido que atender, yo no tenía manera de saber el sexo del animal.
Después de varios intentos en diferentes días, recordé que un amigo mío conocía a un halconero, me dispuse a llevárselo, para que me diera más información sobre mi  hallazgo. Me dijo que era una hembra de unos tres años de edad, y que él creía que había tenido familia, es decir polluelos, miró la anilla de la pata de color plateado y consultó un libro. Puedes tenerlo tranquilamente, este animal ha sido dado por muerto, consta en los archivos, como desaparecido. Esto me ilusionó, aunque lo disimulé, volví a casa con el gavilán y lo instalé en su nido, ahora ya un poco reformado, con algunas ramas secas y paja.
Tomé medidas para que no pudiera acceder al gallinero, pero tenía que preocuparme cada día de cazar para él, salvo cuando trabajaba en el campo, en esas ocasiones, el gavilán echaba a volar del tractor y planeaba sobre mi cabeza buscando alguna presa. Tórtolas y codornices formaban parte de su menú, pero no despreciaba culebras y ratones. ¡Y yo que pensaba que tenía, al llegar a casa, el ala partida!. Al principio, pensé que quería estar conmigo, pero de eso nada, estaba en su área de caza, siempre cerca de mí, yo alagado por ello, pero un día de frio bastante intenso, se marchó para no volver.
Alguna vez, se me ha antojado verla en la lejanía, cazando en el cielo, dejándose caer sobre sus  víctimas sin que siquiera se aperciban, muertes rápidas, sorprendentes, forma parte de su quehacer diario. No sé si es mi gavilán, no puedo asegurarlo, pero sea quien fuere, dejó una huella imborrable sobre el significado de la vida y de la muerte.


                                                       -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-