jueves, 20 de junio de 2013

                                        SOY MUY FELIZ.


Podría serlo más lo sé, pero la felicidad  es en sí, algo intangible, no es material. De modo que, por poco que pueda sonreír a la vida cada mañana, ya soy feliz.
No se solucionan los problemas de este modo, esto también es cierto, pero… ¿quién puede solucionarlo todo, de todos?.
Por esa razón con más o menos motivos, cada mañana que luce el sol, o llueve, me despierto y pienso, que esto de por sí,  es una buena razón para ser feliz.
Durante el día, ya hay motivos sobrados para preocuparse, sin embargo, mientras estamos de pie, vivos, teniendo algo que hacer y que pensar, es motivo sobrado para sentirme feliz. Es probado que si lo soy, doy motivos a los demás para que lo sean.
No importa las circunstancias que nos tengan un poco angustiados, estamos vivos, eso es lo bueno.
Mi abuelo, un hombre que estuvo en la guerra del África antes que cuatro mierdas quisieran acabar con la república, me decía que él cada día se preocupaba por sus hombres –era primer oficial-, incluso que muchas noches se las pasó sin dormir por este y otros motivos relacionados. Pero jamás dejó de ser feliz a su manera, en los barracones tocaba la guitarra, quizás para aplacar el miedo de la guerra.
Después de muchos años, me decía siempre  “Juanito, trata de ser feliz, porque si esperas a que otros te descubran la felicidad vas listo”.
Ahora puedo decir con la boca bien grande, que siempre he sido feliz, con sus más y sus menos, con aciertos y frustraciones, pero he tratado de ser feliz siempre.
He sido amigo de todo el mundo, esto es bien sabido, y los que no han sabido apreciar esta cualidad, peor para ellos. En los lugares donde he vivido, todo el mundo ha hablado bien de mí, esto también me hace feliz.
Lo que deseo para mí, lo deseo también para los demás, para mi prójimo, ello, siempre me ha producido una gran satisfacción. He procurado no exigir a los demás, lo que yo mismo no me exijo a mí mismo, también esto produce felicidad. Me consta, que si hubiera hecho algo diferente a esto, hoy no sería feliz.
Esa es la razón que impongo a aquellos que desean ser amigos míos, tienen la responsabilidad de decirme lo que hago mal, de trasladarme sus quejas respecto a todo aquello que les pueda herir, casi nunca complace, es cierto, pero contribuye a que progrese, y progresar es enriquecerse en lo que respecta al trato humano. “Las palabras de censura, son más poderosas que las de la lisonja, y en el fondo, son más amorosas”, así reza un sabio proverbio de Salomón, uno de los reyes más sabios que ha existido sobre la tierra.
Visto pues y comprobado, que eso es así, merece la pena dejar que los otros contribuyan a tú felicidad, he procurado siempre que la disciplina, marque el punto de inflexión en mí felicidad, y deseo seguir que esta siga llegándome. Es como el susurro del viento entre los árboles, arrastrando con él la fragancia de todo lo que llega a tocar, el leve vacilar de las olas, que me trasladan el sabor del mar.
Creo sin ningún género de dudas, que tengo garantizada mi felicidad, sea cual sea la circunstancia en la que me encuentre. En definitiva, soy muy feliz.


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