ACCIÓN,
REACCIÓN.
Si escupes al cielo, el
escupitajo cae sobre tú cabeza, si tiras una piedra al agua, se hunde, si
matas, te matan.
Reacciones lógicas, de todas y
cada una de las acciones que se recogen como resultado de todo cuanto hacemos,
y a veces, de cuanto pensamos, que casi sin darnos cuenta nos lleva a la acción
de por sí. La lógica se impone, la mente a menudo manda, sus dispositivos son
secretos, esa es la razón por la cual muchas veces, aunque digamos que no
tenemos secretos, especialmente con la persona más allegada a nosotros, subyace
en nuestro interior, sin quererlo, atisbos de actitudes que son después,
acciones.
Acciones incontroladas, no somos
capaces de ver, en ese momento, las consecuencias de nuestros actos. Lo comparo
con esos pequeños golpes que nos dan los médicos, para analizar nuestros
reflejos, sin quererlo, nuestras piernas involuntariamente, se levantan como si
tuvieran una vida independiente a nuestros deseos. A los vértigos que nos
llevan de cabeza al suelo, sin saber muy bien porqué. Son en definitiva,
acciones independientes a nuestro ser, que van, a veces, en contra de nuestros
principios, y que solamente, después de analizar, al final del día, todo lo que
hemos hecho, se nos da la respuesta.
Todo esto acontece, sin ver, que
ahora nos toca pagar la factura, “la reacción”, inevitablemente, forma parte de
esa cadena, de nuestra vida.
Sin todo ello, sin acciones y en
consecuencia reacciones, nuestra vida no tendría sentido. No somos “terminators”
para obrar según se nos ha programado, artificialmente. Todo nuestro organismo
responde a impulsos, motivados por una mente perfecta, que nos dibuja distintos
panoramas de consecuencias, planifica las consecuencias de todo aquello que
llevamos a cabo, lo pondera, y se lo cuenta a nuestra conciencia. Sí, es todo
muy complejo, parece muy difícil sobre la práctica, pero todo esto fluye de
manera natural, sin anunciarlo a los cuatro vientos, es la acción.
Este brevísimo proceso, es del
todo inexplicable, todo ocurre dentro de un sinfín de encadenados sistemas
neurológicos, aun estando depauperados, enfermos, degenerativos, el pobre
individuo, no sabe que sucede en su mente, no conoce lo que hay dentro de ese
casco protector que tiene encima de los hombros, y que se llama cabeza.
Esa es la razón por la cual a
menudo, muchas personas aparentan llevar un disfraz permanente, una coraza que
les dice a los demás, que es una persona legal. ¿Quién de ellos es el
disfrazado, el que actúa de determinada manera, o el objetivo de la acción?, difícil
es saberlo, cada cual a su modo, todos en definitiva, somos el eje de acciones
que nos califican de determinada manera. Esa es pues razón, para que nos
mantengamos siempre en un segundo plano, expectantes, detrás de la barrera de
los acontecimientos.
No hacerlo, significa tomar parte
en los asuntos ajenos, aun sin quererlo,
y así, después de actuar, se nos juzga. ¿Vale la pena ser un actor?, sin duda
que sí, pero desde mi punto de vista, es mejor ser, como en una gran obra de teatro,
un figurante, se nos ve igual que a los demás, pero solo participamos con un
traje, siempre en segundo término, el público, ni se apercibe de nuestra
presencia, somos “el bulto en el escenario”.
Cuando queremos vestir las telas
de los protagonistas, nos exponemos a ser aplaudidos o silbados, descalificados,
echados con reprobación por el público. Es duro que se nos trate así, pero es
normal por otra parte, hemos querido entrar en un papel que no nos corresponde,
se nos ha olvidado, que ese papel no es el nuestro. En esa ocasión, no debíamos
ser nada más que eso, figurantes de una gran obra.
Así es la vida, el mundo está
lleno de arriesgados cabezotas, que no contemplan las consecuencias, gente
miope que no ven más allá de sus narices. Tarde o temprano, la propia vida,
pone las cosas en su lugar, y a menudo, la reacción que precede a nuestras
acciones, puede llegar a matarnos.
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