viernes, 10 de abril de 2015
UNA CESTA VACÍA
UNA CESTA VACÍA
La encontré a la salida del mercado al que habitualmente voy a comprar. Los mercados municipales me gustan, incluso si tengo algún tiempo libre, me desplazo a otros mercados de la ciudad, comparo los precios de los alimentos, y siempre, siempre compro un artículo u otro, hay que dar vida a esta gente que se pega unos madrugones del copón, para que a primerísima hora de la mañana, esté todo dispuesto.
Ahora que pienso... el día que me encontré con la cesta de mimbre vacía, eran las siete y media de la mañana, si alguien la había perdido o descuidado, tenía que haber madrugado mucho más que yo, digamos que a eso de las seis. Hay muchas señoras y algunos señores jubilados, que se pegan estos madrugones para ir a comprar, duermen poco, o se van a dormir temprano, cuando te haces viejo, comienza a desestructurarse toda la vida alrededor de uno.
Las cosas ya no funcionan como uno quiere, los pasos son más lentos, los achaques abundan, a veces de una forma alarmante, te ves visitando al médico, más que a la propia familia. Es parecido a la cesta que me encontré, que estaba usada, pero todavía podía tener buen uso, aunque se tenía que usar con buen cuidado, las cosas que parecen nuevas puede que ha menudo te den una sorpresa, se rompe un asa y te cuesta más repararla que comprar una nueva. No dude ni un momento en llevármela para casa, no sabía lo que podÍa dar de sí, pero aun así, pensé en el servicio que todavía podía hacerme. Lo que parece no ser más que un trasto ha menudo puede sernos de gran utilidad.
Ya no puedo salir a la calle, apenas puedo caminar, han pasado años hasta llegar a este estado de postración, de dependencia, pero la cesta todavía hace su servicio, me sirve de portarevistas, cuando la tengo ya bastante llena, me levanto como puedo, y la vacío para volver a meter en ella periódicos y revistas. Pensar que ha sido un elemento de ayuda... primero para llevar la compra cuando salía a comprar al mercado, luego para seguir a mi lado en estas horas previas al abandono de la vida, fíjate, una cosa inanimada, y que a la vez, me ha hecho tanta compañía.
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