lunes, 29 de abril de 2013


                       
                                 LA VIDA DE DAMIÁN                                                                5Parte.


Las circunstancias hicieron que Pepe tuviera un pequeño accidente laboral que le causó, el que tuviera un esguince en el pie derecho. Poco más de un mes estuvo de baja laboral, el hombre acostumbrado a la actividad que requería su trabajo, al cabo de unos cuantos días en casa se subía por las paredes. Le cambió el humor, todo le parecía mal, todos hacían las cosas mal hechas, su visión de las cosas, era que todo el mundo, lo quería joder de una manera u otra.
Durante ese pequeño período de tiempo, hasta su nieto Adrián le estorbaba. No así Héctor que tenía todas sus simpatías y preferencias, es posible, que esto se debiera a que era el mayor, que fue el primero en traer las satisfacciones esperadas por todos, mientras que Adrián hizo que perdiera a su querida hija. Los sucesos, se distorsionan, dependiendo del cómo, dónde y porqué. Y a menudo pagan las consecuencias, quienes son los más débiles, los indefensos, los sometidos.
Conrado, contra todo pronóstico, murió  mientras venía una ambulancia a su casa, Amalia muerta de miedo, llamó al servicio de urgencias para que vinieran, su marido no podía respirar. Un edema pulmonar, hizo que su cansado corazón, dejara de latir. Murió camino del hospital, Amalia no tardó en seguirlo, fue tan grande su pena, acusó tanto su ausencia, que sencillamente se murió de pena. Dejó de comer, no le entraba en el cuerpo bocado alguno que la alimentara, solo unos cuantos líquidos, alguna que otra fruta eran lo que la mantenían con vida. La anemia pudo con ella, Damián la llevó a todos los especialistas en nutrición que se le ocurrieron, pero nada, era cómo una pequeña barquichuela que hacía agua por todas partes. Todos sufrieron mucho, porque vieron cómo Damián en poco tiempo, empezó a peinar canas casi de improviso, sus sienes, estaban plateadas, no pegaba con su persona, aquella lastimosa imagen que daba.
El administrador, el señor Andrade, después de la muerte de sus padres adoptivos, lo llamó a su despacho.  “Damián, tienes que venir, tengo que hablar contigo, de asuntos relacionados con la herencia de tus padres, tú eres su hijo a todos los efectos”.  “Bien, mañana nos vemos a eso de las cinco y media, cuando termine el trabajo”. Rafael Andrade ya lo esperaba en su oficina de la calle Bailén cuando llamó al timbre del telefonillo, de la mano, iba su hijo Héctor.  “Soy Damián…”.  “Hola”. Se oyó un leve zumbido, la puerta estaba abierta.  “Ahora no toques nada en casa de este señor ¿vale?, tiene muchos papeles y cosas, que te pueden parecer que son para jugar, pero no es así, te quedas al lado de papá, hasta que acabe de hablar con él. Luego iremos a comprarte estas zapatillas de deporte que tanto te gustan ¿de acuerdo?”. Héctor afirmó con la cabeza.
En la puerta de la entrada esperaba Rafael Andrade, como  siempre impecablemente vestido con traje y corbata, ¿cuándo vestía este hombre de manera informal?, Damián no se lo imaginaba vestido de otra forma que no fuera aquella, poniendo siempre especial atención en los zapatos que llevaba lustrados impecablemente. Los hizo entrar a su despacho, cualquier cosa que se hacía en la casa, cualquier ruido que hubiera, resonaba bajo aquel techo exageradamente alto. Después de cerrar la puerta del despacho e invitarlos a sentarse pasó a su butaca de piel giratoria  “Bueno Damián, te he hecho venir por razón de la herencia que dejaron escrita y suscrita por notario, luego te lees todos los papeles. El caso, es que Conrado y Amalia, te lo han dejado todo a ti, a excepción de una pequeña gratificación para mí, por los servicios prestados durante años. La herencia es cuantiosa, yo diría sin temor a equivocarme, que te permitiría vivir de rentas el resto de tú vida, no solo por la cantidad de dinero, sino por las propiedades que tienen en diferentes lugares. En Albacete, Conrado tiene bastantes tierras que ahora mismo  están arrendadas. Por parte de Amalia, tiene un cortijo en la sierra de Cazorla con trescientas hectáreas de terreno sembradas de olivos…”.  “Pare pare, ¿quiere decir que ahora, todo esto es mío?”.  “Exacto, por lo menos esto es lo que recogen los documentos”.
A Damián le recorrió un escalofrío por la espalda que le llegó a la nuca, se estremeció visiblemente, y no pudo reprimir un  “¡Pues menudo favor me han hecho mis padres…!”. A todo esto, Rafael lo miró sorprendido por encima de las pequeñas gafas de leer, que se apoyaban en la punta de su nariz.  “¿Te parece mal lo que han hacho tus padres por ti?”.  “No es eso Rafael, el problema es que esto me abruma, me sobrepasa, no sé cómo explicártelo…”.  “No digas más, de cualquier manera, comprendo lo que me quieres decir, si confías en mí cómo tus padres lo hicieron en su día, me seguiré ocupando de todo”.  “Si por favor, me harías feliz, yo no tengo ni pajolera idea de cómo funcionan estas cosas”.
Al llegar a su casa, los suegros andaban discutiendo, no era normal que Pepe estuviera de tan mal humor, su accidente había desaparecido, y la pierna estaba soportando aquellos cien kilos con normalidad. Entró en casa, justo en el momento que estaba dándole la bronca a Adrián por algo que había hecho, le hablaba cómo a una persona mayor, el niño estaba en un rincón de la sala de estar escondido tras el sofá.
No dijo nada, solo saludó, y se fue a su habitación, Damián no era persona de minar la autoridad de los abuelos, bastante hacían ya. En su cuarto, se sentó en la butaca que a los pies de la cama, cogió de un estante de libros el álbum de fotos de boda, y se puso a ojearlo lentamente. Hablaba en voz baja con Magda, sobre quién pasaba los dedos en cada fotografía en la que aparecía.  “Me hubiera gustado tanto que estuvieras aquí para tomar juntos una decisión conmigo…, lo tendré que hacer solo, pero por favor, ayúdame, te sigo necesitando como el primer día”.
Lo siguiente que organizó, fue visitar con Rafael y sus hijos, las haciendas que sus padres le dejaron. Se sorprendió gratamente cuándo estuvo en Cazorla, buscaron juntos el pequeño pueblo de Peal del Becerro, el punto de referencia que tenían para encontrar el cortijo.  “Esto es formidable Rafael, tienen hasta un río, -él creía que se encontraría con terrenos medio abandonados-, ¿os gustará vivir aquí hijos?”. Los dos, emocionados por el viaje y las vistas, asintieron con la cabeza.  “Pues tendremos que organizar este asunto bien”. Siguió conduciendo hasta la casa, en los alrededores se veían cerdos, patos en manada, pavos, gallinas, aquello parecía un zoológico doméstico.
Un matrimonio de mediana edad se encargaba de la casa, pararon en la era que daba acceso a la casa y las cuadras, ¡era otro mundo!. Damián quedó prendado del lugar, Héctor y Adrián se pusieron a perseguir a los animales como posesos. Se presentaron, a Manolo y Herminia  “Buenas tardes señores, miren, este señor, es el dueño de esta finca. Su nombre es Damián –hizo las presentaciones Rafael-, ha venido a ver qué tal es este lugar en persona”.  “Sea bienvenido señor, mi nombre es Manolo y esta es mi mujer Herminia, nosotros nos cuidamos de que la casa se conserve en condiciones, se podría decir que es mi oficio, aquí hago de todo, esto incluye cuidar de  la huerta que hay detrás de la casa. Aquí comemos lo que nosotros mismos cultivamos ¿sabe?, bueno, pues esta es su casa, adelante”. Damián no articulaba palabra, estaba, como si hubiera cambiado de país, algo parecido, a cómo debe sentirse alguien que va a vivir a la otra punta del globo, solo que aquí, no era necesario aprender otro idioma. Por un instante miró a su alrededor, los niños no estaban  “No se preocupe por los niños, le aseguro que no deben estar a más de cien metros nuestro, deben haberse encontrado con Virtudes nuestra hija, está detrás, en el huerto, ha ido a recoger una lechuga y unos rábanos para la ensalada de esta noche”. Mientras hablaban, rodearon la casa y efectivamente, allí estaban los tres, los niños, hincados de rodillas sobre la tierra, arrancando lo que Virtudes les decía. Ella se levantó al oírlos, y se sacudió las manos en el delantal, para extenderle la mano a Damián.
“Rafael, hoy nos quedamos aquí a dormir, quiero ver amanecer en la sierra”. Rafael lo miró extrañado, este no era el trato, se lo hizo saber, pero Damián ni siquiera oyó lo que le estaba diciendo.  “Mañana por la tarde necesito estar en la oficina, tengo cosas que hacer, a mí me espera trabajo Damián”.  “Ya lo sé hombre, no seas usted pesado, mañana por la mañana le llevo a la estación más próxima, si hace falta se va usted en un taxi, ya encontraremos alguna solución”.
Antes de salir de la oficina Rafael había cuantificado lo que tenía, ascendía a millón y medio de euros. Eso era mucho dinero, se podía permitir devolverle el favor a Rafael propiciándole un viaje de regreso cómodo, se lo merecía. Iban a dormir los tres, el padre y los dos hijos en la misma cama, era inmensa, unos muebles rústicos de madera roja, perfectamente conservados, formaban parte del dormitorio principal, al fondo de la sala y alcoba, un gran armario del mismo estilo, fabricado sin duda por el mismo artesano, guardaba en su interior ropas y maletas de sus padres. No le dio tiempo de visitar toda la casa, lo haría al día siguiente. El cortijo propiamente dicho era inmenso, le pediría a Manolo que le hiciera de guía, aunque cuando se lo pidió, este le dijo que por la mañana a las seis, tenía que salir con el tractor a faenar un trozo de tierra.
“Si acaso, Virtudes lo podrá hacer por mí, ella conoce el lugar igual que yo mismo, ya hablo yo con ella, ¿a qué hora le vendría bien ir?, le  advierto que se tienen que llevar la comida, y a lo mejor, tienen que volver otro día para terminar”.  “Resuélvame antes de acostarse un asunto, si es posible. El señor Rafael, necesita mañana por la mañana ir a Barcelona, búsqueme usted a alguien de confianza que pueda hacer este viaje, se le pagará lo que convenga. Es necesario que el transporte sea bien cómodo, es decir, que sea alguien que tenga un buen coche, ¿de acuerdo?”.  “Cuente con ello, se lo diré a mi primo Octavio, es uno de los buenos, antes era camionero ¿sabe usted?, voy a llamarlo por teléfono si e parece bien”.
Casi sin darse cuenta, anocheció, fue cómo si alguien le hubiera dado al interruptor de la luz, como en un teatro cuando salen los artistas a escena y poco a poco se va atenuando la iluminación. Fue maravilloso ver el tono del campo con el paso de las nubes delante del sol cuándo este se retiraba, esta escena no la compartió con nadie, simplemente, se quedó de pié con los brazos cruzados sobre el pecho, admirando aquella maravilla natural. Cuando terminó de ponerse el sol, tímidamente se acercó Virtudes  “Hola señor, dentro de poco vamos a cenar, mi madre me envía para decírselo, ¿no tiene usted frio?, a esta hora refresca bastante en el monte, entre usted a la cocina, el fuego está encendido”.  “Se está bien aquí, ¿no te parece Virtudes?”.  “Que quiere usted que le diga… cómo bien bien, se está mejor en la ciudad, para que vamos a engañarnos, lo que pasa es, que es lo que a una le ha tocado, pero si de mí dependiera… hacía tiempo que no estaría aquí”.  “Hay que ver cómo es la vida, los que tienen lo más hermoso del mundo no lo aprecian, y los que no lo tenemos envidiamos a los que lleváis esa clase de vida de auténtica calidad”.  “No entiendo lo que quiere usted decir…”.  “He nacido y vivido hasta ahora, en una de las ciudades más grandes del país, Barcelona, no te imaginas lo que es vivir ahí, es una selva de cemento y de gente, que lo único que hacen es, sobrevivir como si de una selva despiadada se tratase, está llena de depredadores, de trampas mortíferas, que hacen que tengas que estar vigilando cada paso que das”.
Se quedó en silencio de golpe, aquel panorama, le invitaba a manifestar el auténtico sentimiento que tenía, la sensación de libertad que durante tanto tiempo ansiaba tener, de ahí las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Virtudes se asustó un poco, no pudo entender que un hombre curtido cómo Damián, que tenía dos hijos, una hacienda inmensa, un hombre rico en definitiva, estuviera llorando en silencio.  “¿Necesita usted algo señor Damián?”.  “No, solo quiero que a partir de ahora, me tratéis como un igual vuestro, de hecho lo soy. Tenéis muchas cosas que enseñarme, y las quiero aprender todas, ¿me ayudarás?”.  “Claro que sí, pero ¿qué le puedo enseñar yo?”.  “Por favor tutéame, me puedes enseñar a vivir aquí, quiero disfrutar de este lugar y de vuestra compañía”.
Virtudes, se dio media vuelta y se fue para dentro de la casa. Damián apareció más templado en la gran cocina, se podía montar una fiesta en aquel espacio, los casi cuarenta metros cuadrados de la cocina, daban alojo a todo lo necesario para  una cocina y mucho más. Al fondo, una puerta, escondía otro de los grandes secretos de un cortijo, un cuarto donde se guardaban conservas, aceite, legumbres, productos del cerdo que colgaban de alambres en el techo…, aquella habitación era un tesoro que aseguraba la supervivencia para una buena temporada, pero que aquella familia se preocupaba por mantener siempre, dentro de los límites del consumo diario.
Al final de la cena, les informó acerca de sus planes para el futuro inmediato, los padres de Virtudes se quedaron de piedra, jamás habían compartido aquella casa con nadie. Ahora el dueño quería tomar su dominio, Manolo, con su sombrero gris de fieltro puesto a todas horas, y que para las ocasiones de las comidas llevaba ligeramente echado hacia atrás, levantó  la vista  “Eso significa que se muda usted a vivir aquí ¿no es cierto?”.  “Eso es Manolo, os agradecería que a partir de ahora me tuteaseis, me sería mucho más cómodo”.  “¿Y donde se supone que estaríamos nosotros en la casa?”.  “El lugar que ahora ocupáis me parece bien, pero si os representa alguna incomodidad, construimos una casa nueva para vosotros, no quiero que os sintáis obligados a vivir aquí con nosotros”.  “Nos deja usted… bueno, nos dejas que lo pensemos ¿verdad?, se nos hace difícil tratarte así de tú”.  “¡Y yo que lo estoy deseando…!”.
Rafael en un lado de la mesa, observaba todo aquello cómo si fuera un invitado de excepción. Arqueaba las cejas, miraba de soslayo, sonreía, seguramente le venían mil cosas a la cabeza, pero en el fondo pensaba, que si Damián se equivocaba, siempre estaba a tiempo de rectificar y cambiar de tercio volviendo a Barcelona.
Se equivocó, Damián era un hombre resuelto, ese mismo año, participó en la recogida de la aceituna junto a los peones que se contrataron. Héctor que crecía deprisa, también lo hizo a su manera, Virtudes trabajaba cada vez, más cerca de Damián, comenzaban a estrechar lazos. Sus padres estaban contentos con la nueva casa, se construyó cómo ellos quisieron, siguiendo las pautas de un arquitecto que Damián contrató. Él estaba satisfecho de poder ayudar a quién lo necesitaba, a la hacienda se acercó gente que hacía años que no trabajaban, bajo la supervisión de Manolo, hacían lo que él les decía, y el hombre de ciudad pronto se convirtió en un hombre de campo.
Cuando los niños tenían vacaciones estivales, iban a Barcelona, o bien sus abuelos venían a verlos. La sangre de Damián, comenzó a correr por sus venas, desde que se fue a vivir a Peal del Becerro. Se sentía realizado, contento, mucho más rico que antes, aunque esta vez, no de dinero.
Cuando se es alguien sin serlo, llegar a ser necesario para otros es lo mejor que se puede soñar. Damián no era más que una persona cuando lo encontraron, pero los años y la perseverancia, para hacerse valer cómo persona entre personas, le habían reportado una ganancia insospechada para él mismo. Sentía que su corazón, latía por una razón más en la vida.


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miércoles, 24 de abril de 2013



                           LA VIDA DE DAMIÁN                                                                   4 parte.


Tardó poco más de seis semanas en estar listo para el examen teórico, y cuatro más para el práctico. Todo fue a pedir de boca, las clases prácticas se las daba Magda en una parte de la ciudad, donde todavía no había nada construido. En una de esas prácticas Magda y él se besaron, fue, como si hubiera aprendido a volar en lugar de a conducir. No se juraron amor eterno allí, solo manifestaron los dos, que sentían atracción mutua, que no tenían intención alguna, de esconder sus deseos en ese momento.
Magda, fácilmente hubiera ido más allá, pero Damián se sustrajo a la intención de Magda. Con el carnet en la mano, se presentó ante Pepe diciéndole que ya era un conductor más, que podía contar con él.  “Muy bien Damián, eres un hombre con voluntad, vas a salir a trabajar unos cuantos días con mi hija, y vas a llevar la furgoneta, así te rodarás un poco, después veremos si podemos hacer que conduzcas uno de los furgones. Tengo mucho interés en que puedas hacer determinados trabajos solo, es la base para aprender más”.  “De acuerdo, cuenta conmigo para lo que haga falta, y gracias por la confianza”.
El siguiente mes, fue clave para definir sus sentimientos, trabajar tantas horas juntos creó un vínculo difícil de romper. Llegó el tiempo  “¿Puedo hablar con vosotros? –preguntó Magda a sus padres-, tengo algo importante que deciros, sentaos por favor. Damián y yo nos queremos, así que con vuestro permiso, quiere venir a hablar con vosotros. No le gustan las cosas mal hechas, ya veis, quiere tener vuestro beneplácito, de otro modo, dice que no podría salir conmigo oficialmente”. Pepe y Marta se miraron algo extrañados, ¿de qué planeta venía este chico?, se sonrieron, preguntaron a su hija que pensaba ella de este asunto.  “Es una gran persona, tímido, pero muy buena gente. Creo que podría ser feliz con él, a diferencia de Adolfo, no busca llevarme a la cama ni nada por el estilo”.
El siguiente sábado, fue invitado a cenar a casa de sus futuros suegros. La cena fue de lo más distraída, anécdotas del trabajo, algún  que otro chiste, opiniones sobre como andaba el país… Hasta que en los cafés, llegó la hora de que Damián hablara.  “Me alegro mucho de estar con vosotros, es la primera vez que estoy en familia, a parte claro está de Conrado y Amalia, pero no es lo mismo. Con ellos no puedo hablar como lo estoy haciendo aquí con vosotros. Quiero pediros formalmente, salir con vuestra hija, ya sé que puede sonar a repipi, o a antiguo, que quieres yo soy así. Magda era un poco reacia a que viniera a hablar con vosotros, pero yo entiendo las cosas de esta manera, de manera que ¿puedo contar con vuestra bendición para salir con ella?”.
A parte de Magda que ya sabía por dónde iban a salir los tiros, los padres se quedaron pasmados. Ni ellos mismos cuando comenzaron a salir juntos, plantearon así las cosas a sus respectivas familias. Miraron a Magda, que desunió las manos de la mesa e hizo un gesto como queriendo decir “ahí lo tenéis, así es él”.  “Pues mira –dijo Pepe-, ya echaba en falta esta forma de ver los asuntos, eres un tío legal. Por nuestra parte, y hablo en nombre de mi mujer, creo, tienes nuestra aprobación. Ojalá la gente, tuviera un poco más de formalidad en cuestiones como esta, se bienvenido, si nuestra hija te quiere, nosotros te queremos igual que ella. Dame un abrazo”. A Marta le dio dos besos, y a Magda le faltó tiempo para coger la chaqueta y el bolso para salir a la calle.  “Espera un poco mujer, que estamos hablando, tenemos todo el tiempo del mundo para festejarlo, no seas impaciente. Además como tú dices, la noche es joven, y mañana no hay que ir a trabajar”. Le dio un beso en la frente y se sentó de nuevo, Magda, dejó caer los brazos, como vencida, pero hizo lo mismo que él, refunfuño un poco, pero en cuanto la miró Damián, de forma cariñosa dibujó una sonrisa sincera en los labios.
En los días que sucedieron a la petición de mano de Magda, el trabajo siguió siendo igual de efectivo, pero la pareja cuando no trabajaban juntos se sentían algo tristes. La hija de Pepe le hizo llegar a su padre esta queja, y este cedió a los deseos de su  hija, su única hija, a partir de mañana trabajarían juntos. Esto trajo consigo, que estuvieran mucho más alegres, y que Damián, supiera agradecer este gesto por parte de Pepe. Trabajó con esfuerzos renovados, como si el negocio fuera de él, llegaba donde nadie hasta el momento había podido legar, en determinados días, parecía multiplicarse al hacer el trabajo, ni siquiera Magda podía seguir su ritmo.
Pepe le subió el sueldo, lo tenía merecido, trataba los vehículos de la empresa con mimo, los lavaba y limpiaba a menudo, decía que, el vehículo, era la imagen del negocio en buena parte. Ampliaba el negocio, dejando tarjetas de visita comerciales en las casas adyacentes a las que ya tenían como clientes. Alguien así en un trabajo, debe mimarse y complacerlo en todo lo posible. A veces Magda se quedaba por las noches con él, para cuando comenzó a frecuentar su casa, Damián ya había hecho instalar una ducha en el mínimo baño con un  termo eléctrico.
Pasaban unas noches deliciosas junto a la radio, escuchaban música de jass, y se sentaban en un pequeño sofá que compró. Luego, a la hora que sus cuerpos se rendían  por el trabajo, se acostaban, para comenzar su pequeña batalla particular. En unos cuantos meses más, decidieron que ya era hora de casarse, hacían una pareja espectacular tanto en el trabajo como fuera de él. Conrado y Amalia se pusieron muy contentos al saber de sus planes, la familia de Magda también, hoy día, si las cosas no salen bien por el motivo que sea, el divorcio es una opción bastante rápida y resolutiva, aunque nadie pensaba en esto entonces.
En lo que sí pensaba Damián era en el lugar donde vivían. Le gustaría que Magda tuviera un hogar más práctico, y sobre todo, un poco más espacioso. La única opción era alquilar un piso, si pudiera ser, bien soleado y cerca de sus benefactores. No podía dejarlos de lado, jamás se lo hubiera perdonado, de hecho, no pasaba por su mente hacerlo.
“Escucha hijo, queremos contribuir a que tengáis un lugar digno en el cual vivir. Sé que agradeces lo poco que te hemos podido dar, pero tú madre y yo hemos tomado una decisión. Creo que en los últimos meses, debes de haber ido con Magda a una casa que hay  en la carretera de Esplugas, a la salida de Barcelona, pues bien era nuestra. No podíamos continuar viviendo allí por problemas de desplazamiento, ahora es vuestra, es nuestro regalo de boda”.
Le alargó una carpeta azul, que contenía todos los documentos legales que manifestaban el cambio de dueño.  “Llevamos años sin poder ir ahí, lo cierto es, que no nos trae muy buenos recuerdos, un día de estos te lo contaré”. Damián se quedó sin palabras, Magda estaba junto a él con la boca abierta, escuchando sin poderse creer, que la casa donde regularmente iba a regar, cortar el césped, abonar el parterre de flores, limpiar alrededor de la piscina y cambiar de vez en cuando, los mazos de flores de las grandes tinajas de la entrada del porche, fuera de ellos. ¡Les regalaba la casa…!, no se lo podía creer.
“Pero… ¿cómo…?”. -no sabía que decir-, se  cogieron las manos los dos, para luego soltárselas, y tirarse cada uno al cuello del otro, Magda a Conrado, Damián a Amalia, un acto reflejo, luego se intercambiaron y la pareja acabó llorando como si de niños pequeños se tratase. No fue un golpe de suerte, fue sencillamente, un merecimiento que sus padres creían que se merecían, en especial Damián. Sus caras manifestaban una felicidad absoluta, los ancianos estaban disfrutando con lo que estaban viviendo en esos momentos, cogidos los dos por la cintura eran la imagen de lo que querían llega a ser esos dos jóvenes, personas altruistas, llenas de ilusión, por colaborar a que se cumplieran las ilusiones de los demás.
Después de cenar con ellos, marcharon a casa de los futuros suegros a comunicarles la buena nueva. Los padres de Magda, saltaban de alegría, su hija estaba logrando los objetivos que se había marcado en la vida, en definitiva, ser esposa y madre, madre de cuantos hijos vinieran al mundo, siempre dijo a sus padres, que ella no pretendía, más que encontrar a una persona a la que pudiera amar  de verdad, y formar una familia. Con Damián a su lado, -al margen de que hubieran regalado la casa-, sabía que podía conseguirlo. Su última relación, le dejó tan mal sabor de boca, que ahora solo tenía este objetivo en la vida.
Trabajaron sin descanso para arreglar la casa y adaptarla a su gusto. Pepe colaboró de buena gana, ayudándolos a hacer cambios dentro de una casa, que había permanecido cerrada más de diez años. Estaba impecable, pero necesitaba ser pintada, cambiar algunas cosas de lugar, y reparar parte de la instalación eléctrica y de fontanería. El tiempo deja su huella en todo aquello que no se utiliza, Damián pidió permiso a sus padres para cambiar la habitación de matrimonio, los muebles de la entrada y parte del comedor, lo demás estaba todo bien, hasta le daba un aire retro, que le confería un encanto especial a ciertas partes de la casa.
Cuando estuvo todo dispuesto, comenzaron con los arreglos para la boda que fueron mínimos, comparados con todo el trabajo que llevó la casa. Se casarían por lo civil, y el convite sería solo para la familia más íntima, fuera de unos amigos de la novia, y los empleados de la empresa en peso con sus familias. No querían dejar nada al azar, repasaron una y otra vez las personas que iban a venir, el menú que se ofrecería, en fin, detalles, comparado con el acontecimiento principal, la boda en sí. El restaurante elegido fue el Cuernabaca, un restaurant muy bonito del que los dueños eran amigos de Pepe, además de clientes suyos, pues él se ocupaba de mantener los jardines aledaños al edificio, una masía de estilo rústico.
De los gastos de la boda, querían hacerse cargo por mitades Conrado y Pepe, ahí no hubo discusión, por mucho que insistieran la pareja de novios, los padres de ambos pagarían el convite.
Casados ya, buscaron al primer hijo, aunque tardó un poco en quedar embarazada, Magda dio a luz al año y medio a su primer hijo, un niño precioso, le pusieron por nombre Héctor, a Magda siempre le gustaron los héroes griegos, y para ella, su padre Damián era uno de ellos. El nombre les gustaba a los dos, también al resto de los parientes, de modo que hicieron buena elección. El bebé fue presentado a todos en una comida al aire libre, que se llevó a cabo en la casa de la pareja. Esa comida fue memorable, Héctor fue sin duda alguna el centro de atención de todos, la comida anduvo desperdigada por todo el porche, donde estaba la mesa instalada, la razón era bien sencilla, todos querían de un modo u otro, tener al niño en los brazos ¡era tan hermoso!. Magda lo tuvo en los suyos, justo el tiempo preciso para darle el pecho, después, todos se ofrecían para ayudar a que hiciera el eructo, cuando expulsaba el gas que retenía en su pequeño abdomen, todos sin excepción reían.
Magda y llevaba algún tiempo sin trabajar, lógicamente, en los tres últimos meses de embarazo, y ahora que tenía que cuidar del pequeño Héctor, sus posibilidades se reducían más. Cuando llegaba del trabajo Damián, tocaba el claxon de la furgoneta y ella salía a abrirle la cancela del jardín, entraba y se duchaba, acto seguido, ya tenía a su hijo en los brazos si es que no dormía. Fue una experiencia hermosa para todos la llegada del bebé, frecuentemente, los dos salían de la casa arreglados e iban a visitar a los abuelos Amalia y Conrado quienes siempre tenían regalos preparados para Héctor.
Ya tenía dos años de edad, jugueteaba y corría por la casa, en compañía de un pequeño perro que Damián encontró abandonado en las afueras de Barcelona, Chispa era su nombre, un Border Collie Frontier, era casi un cachorro, el veterinario calculó que no tendría más de un año, hizo saber a Damián que sería un gran perro, en el sentido de que era un perro con características especiales, eran usados en el pastoreo de ganado, que casi todos los pastores poseían uno de estos  “Son perros muy inteligentes –le dijo-, tú hijo puede estar tranquilo a su lado, estará pendiente de él de noche y de día”. Esto tranquilizó a los padres de Héctor, ciertamente, cuando el niño correteaba por el jardín, Chispa se quedaba agazapado en un sitio, viendo cómo el niño jugaba con las plantas.
Magda quedó embarazada de nuevo, la noticia como no podía ser de otro modo, llenó de alegría a todos. Pero este embarazo, Magda lo llevó muy mal, tuvo pérdidas durante casi todo el tiempo que duró. Finalmente buscaron otra opinión de manos de un ginecólogo muy reconocido que trabajaba en la Fundación Dexeus. Ahí le confirmaron a Damián que era un embarazo de gran riesgo, la criatura no tan solo no se estaba formando bien, si no que además, creía que el niño se estaba infectando con algún virus desconocido. A los siete meses le practicaron una cesárea, el niño salió con poco esfuerzo, pero la madre, estaba en peligro de muerte.
Esa noticia dejó a todos sumidos en una depresión. Al cabo de tres semanas de estar ingresada en la clínica, murió.
Damián no podía creerlo, estuvo a su lado de noche y de día, rezó lo que no sabía por ella, hablaba todo el tiempo con ella, le enseñó fotografías de cómo era el nuevo hijo que había traído al mundo. Le besaba las manos, la frente, le daba de comer y beber, no permitió que nadie le tomara el relevo. El día que murió, ella lo miraba fijamente, Damián sabía que le estaba diciendo que lo quería, que había sido el amor de su vida, que cuidara de aquellos tesoros que le había dado en forma de hijos. Damián no quiso llorar delante de ella, aunque por dentro, las lágrimas lo estaban inundando. Cerró los ojos el día 24 de Mayo, un profundo suspiro, que se le antojó cómo si se desinflara un globo, acabó con su vida.
La incineración se llevó a cabo en el tanatorio de Sancho de Ávila, entre todos los asistentes, no sumaban más de veinte personas, casi los mismos que vinieron a la boda. Un par de vecinos de Conrado y Amalia se sumaron al acontecimiento. Al terminar todo, Damián se dirigió a los asistentes, había perdido bastantes kilos, el traje y camisa que llevaba, parecía que se lo hubiera regalado una persona con quince quilos más  “Gracias a todos por venir, solo quiero decir unas palabras de Epicuro, un filósofo griego, él dijo  “La muerte, temida cómo el más horrible de los males, no es, en realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuándo ésta llega, nosotros no somos”, que descanse en paz el tesoro de mi vida”.
Después de manifestar sus condolencias los asistentes, Damián se acurrucó en un extremo de la sala de visitas, se quedó en posición fetal en el suelo, con la cabeza escondida entre las rodillas, sollozando casi en silencio. Sus padres quisieron levantarlo, pero Damián con un gesto que indicaba que lo dejaran, estuvo un buen rato allí. Su suegro Pepe, finalmente se acercó a él de nuevo  “Debemos irnos hijo, aquí ya no tenemos nada que hacer, dentro de unos días me llamarán para recoger sus cenizas, anda ven conmigo, salgamos de este sitio”.
Transcurrieron seis semanas antes de que pudieran dar de alta a Adrián, ese fue el nombre que Damián escogió para su segundo hijo. Lógicamente, a Adrián lo criaron sus abuelos maternos, Marta la abuela se desvivió por él, era un niño más frágil, sobre todo, durante el primer año de vida, tenía necesidades especiales, pero Héctor también necesitaba de una madre, de modo que la abuela, hizo las veces de madre. El trabajo agobiaba cada día un poco más a la empresa, Pepe le dijo a Damián, que no dejara más tarjetas a la gente de los alrededores de donde iban a trabajar  “Se nos hace imposible llegar a satisfacer a todos los clientes. Prefiero atender bien a los que ya tenemos. Olvídate de nuevos clientes, dejemos que otros los atiendan, ¡hay trabajo para todo el mundo…!”.
Los niños crecían sin problemas más que los propios de cualquier otro, resfriados, paperas, sarampión… en fin cosas comunes a los niños, y a algunos mayores a decir verdad.
Chispa como siempre, prestando atención continua a aquellos pequeños dueños que a veces lo atormentaban, pero que él recibía de buen grado. Marta y Pepe, estuvieron viviendo en casa de Damián y Magda por espacio de casi dos años, alternaban la vida en casa de sus padres y de la suya propia, Pepe tenía necesidad de estar más cerca algunas veces de los clientes, en su casa tenía papeles, archivos, facturas, recibos, cosas todas ellas, necesarias para poder tirar adelante con el negocio. Acababa de adquirir un garaje para guardar los vehículos de trabajo, en la calle, ya le habían abierto dos veces los furgones, llevándose todo lo que encontraron en su interior. Eran herramientas caras la mayoría, le salió barato comprar aquel local.


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lunes, 22 de abril de 2013



                              LA VIDA DE DAMIÁN.                                                         3 Parte.


La carpeta entre sus piernas mientras estaban en el taxi, le hizo reaccionar, de no ser nadie, ahora pasaba a ser un propietario, de un sótano cierto, pero propietario al fin y al cabo. Y todo, ¿gracias a qué?, ¿al destino?, ¿a la suerte?, ¿a merecimientos propios?. Dejó de plantearse preguntas sin respuesta, dejó de divagar y se centró en sus padres adoptivos, ahora sí que lo podía decir con la boca bien grande, “¡tengo padres!”.
La cena fue de lo más bonita, al entrar en el restaurante a Amalia, un recepcionista le dio una rosa roja, un gran detalle, la mesa redonda le daba un ambiente de intimidad a todo el lugar. No sabía muy bien donde estaban, pero le pareció un sitio perfecto, habían subido una calle empinada, para llegar al restaurante. Desde las cristaleras que daban al exterior, se dominaba buena parte de Barcelona, incluso se podía ver La Diagonal, y en ella, como si fuera un fantasma rojo, el edificio de La Maternidad. Damián se levantó de la mesa casi de un salto, la pareja de ancianos se asustó, pero tratando de disimular, de volvió a sentar.  “¿Qué pasa hijo, tienes algo?”.  “No no, no sido nada”.  “Pero si has cambiado hasta el color de la cara, ¿quieres que volvamos a casa?, no hay problema si estás indispuesto”.  “Que no, que ha sido un tirón que he tenido…”.  “Este trabajo que tienes va a acabar con tú salud, hay que tratar de buscar otra cosa, ¿verdad Conrado?”.  “Claro que sí, veremos que se puede hacer”.
Pasaron unos cuantos días, y llamaron a la puerta del primero, Damián estaba cenando con ellos. Amalia abrió la puerta  “Hombre… cuanto tiempo Pepe, pasa hombre pasa, ¿ya has cenado?”.  “Ahora voy a ello, no he podido pasar antes, disculpen”.  “¿Qué tal Pepe, cómo estás?”.  “Bien, gracias Conrado. Un poco cansadillo pero bien, tengo mucho trabajo y he tenido que contratar a un chavalillo para que me ayude, más que nada para trajinar herramientas y eso”.  “Bien, mira, te presento a nuestro hijo adoptivo, se llama Damián y es un máquina trabajando”.  “Encantado Damián, bien, pues usted dirá Conrado”.  “Mira nuestro hijo, hace años que trabaja en el mercado de Gracia, hace de mozo, pero lo están moliendo a fuerza de trabajar. Quería saber si tú lo podías contratar, le hace falta un cambio de trabajo”.  “Por ustedes lo que haga falta Conrado, no sería quién soy ahora, de no haber sido por usted. Además si es su hijo, razón de más, ¿le ha dicho usted ya de que va nuestro trabajo?”.  “No del todo, pero estoy seguro que aceptará encantado. Quedad para veros el día y hora que os vaya bien”.   “¿Qué te parece mañana a esta misma hora?, paso de nuevo por aquí y te cuento ¿vale?”.  “De acuerdo, y gracias”.
Conrado le puso en antecedentes de qué trabajo se trataba, no era otro más que el de cuidar de jardines y pequeños parques comunitarios, realizar podas de árboles, plantar rosales y todo tipo de plantas de ornamentación, cuidar de ellas realizando el riego y el abono oportuno. Este trabajo le gustó mucho a  Damián, se hace al aire libre y estás en constante contacto con la tierra, la naturaleza viva. La visita de Pepe al día siguiente, fue solo para ultimar detalles, cómo horario y sueldo. También esto fue una gran noticia para él, tenía la oportunidad, hasta de poder ahorrar dinero con el sueldo que iba a percibir, en cuanto al horario, Pepe le dijo que lo podía combinar cómo quisiera, siempre y cuándo, terminara el trabajo que se le encomendara.
“¿Tienes carnet de conducir?”.  “No”.  “Hum, que lástima, habría sido muy útil, para poder desplazarte con uno de los furgones que tenemos, podrías usarlo hasta para volver a casa, ¿entiendes?, para tener autonomía”. Conrado intervino  “No te apures Pepe, mañana se apunta a una autoescuela, y comienza a conducir en un par de meses”.  “Perfecto, me serías de doble ayuda, y cobrarías más. Bueno, entonces hasta la semana que viene, te pasarán a buscar a las siete y media, ¿está bien esta hora?”.  “Por supuesto que sí”.
El jueves, avisó a su jefe que ya no vendría más. Este despotricó, lo insulto, le pagó los días que le debía y le dijo que no hacía falta que viniera más. Damián quiso cumplir, pero no le dejaron, a veces, pensó, no le dejan a uno ser una persona digna. De forma que se sacó el guardapolvo que llevaba, lo dejó sobre unos sacos de patatas y se fue.
Amalia lo oyó llegar a eso de las siete de la mañana, bajó como un rayo, para ver si le había pasado algo.  “Anda, sube a desayunar con nosotros, ya estamos los dos en pié”. Conrado se cabreó mucho al oír lo sucedido, pero por otro lado, respiraba aliviado, al ver que no le había pasado nada a él.
El lunes oyó un claxon en la puerta de la calle, lo venían a buscar, Pepe lo esperaba, o por lo menos eso pensaba él. Salió a la calle, y vio la pequeña furgoneta que lo esperaba, con el logo de la empresa rotulado a los lados de la carrocería. No era Pepe, era su hija Magda quién lo recogía, una muchacha algo pecosa, rubia y de ojos verdes. Se presentó  “Chico, cómo se nota que no le has dado la mano a muchas mujeres, ese brazo es un látigo”.  “Disculpa, es verdad, de hecho es la primera chica con la que intercambio un saludo así”.  “Pues tendrás que ir entrenándote, porque si no, pocas migas harás con las chicas con saludos cómo este”. Se sonrojó, apreció que tenía más o menos, su misma edad, se alegró por ello.
“Hoy vamos a trabajar juntos, nos vamos de excursión, a unos chalets que hay en la parte alta de la ciudad. Mañana tenemos que continuar allí, hoy nos quedaremos a mitad de trabajo, bueno, todo depende de lo que dé de sí el nuevo”. Rió, era simpatiquísima, extrovertida, dicharachera, en definitiva se le notaba una chica feliz. Damián rió con ella, su futuro dependía de la efectividad de su trabajo, y de entrada, no lo quería cambiar por nada, se sentía a gusto.
Lo único que no le gustó mucho, es su forma de conducir, conducía como un kamikace, o eso le pareció a él, iba sujetándose en el asa de la puerta del copiloto. Después del taxi que los llevó a cenar, era el segundo coche en el que se subía. Quizás es que estoy exagerando, se dijo para sí mismo. De lo creyó que era la radio del coche, salió una voz  “¿Qué Magda ha ido todo bien?”. Apretó un botón de la radio, y habló a un pequeño micro que salía de la parte alta de su puerta  “Si papá, todo bien, ya vamos camino de “La Cigüeña”, cuando terminemos te llamo”.  “Bien hija, que quede todo bien, ya sabes cómo son esos de peripuestos”.
Cuando terminaron de allí al cabo de dos horas, se dirigieron al otro extremo de la calle, a otro chalet más grande que el anterior. Esa propiedad tenía video vigilancia, se veían cámaras por todas partes. Abrió un chico que se puso a dedicarle piropos, y acercarse a su oreja a decirle cosas, hasta que ella le dijo sin  enfadarse  “¿Ya está bien no?, ¿no tienes a nadie más a quién decirle estas sandeces o qué?, deja trabajar a la gente en paz chaval”. Caramba con el carácter de Magda. Al terminar la siega del césped y el riego de las plantas a las que no daba el sol, recogieron todo y lo pusieron en el garaje.
Subieron al coche de nuevo  “Pues se te da muy bien el trabajo Damián. Yo creía que tendría que irte detrás, pero veo que no, estaba equivocada, muy bien”. Viniendo de la hija del jefe, estas palabras le llenaron de satisfacción, no lo estaba adulando, si no lo hubiera hecho bien igual se lo hubiera dicho.  “Esta tarde echaremos dos horas más y a plegar ¿te parece?, son unos pequeños jardines comunales de la zona del Camp Nou”.  “Claro, lo que tú digas. ¿A qué hora será eso más o menos?”.  “¿Por qué”.  “Porque tengo que ir a comprar para Amalia y Conrado, mis padres adoptivos, ellos no podrían ni arrastrar el carro de la compra pobres”.  “Si nos ponemos a las tres, a las cinco habremos terminado”.  “A entonces perfecto, entre ir, comprar y volver, ocupo dos horas”.  “¿Tanto tiempo?”.  “Si claro, es que no tengo coche, voy a pié”.  “¿Desde tú casa al centro comercial?”.  “Pues sí, eso es. Va, ya estoy acostumbrado, algunas cosas las compro por el barrio, pero lo más gordo lo compro en el centro comercial, les sale mucho más barato”.
Magda se quedó mirándolo admirada, con el coche en marcha pero parada.  “Pero eso… vamos quiero decir que… ¿cómo vuelves con la compra a casa?”.  “Pues caminando, ¿cómo si no?. Hago un par de paradas, más que nada, porque las bolsas se clavan en las manos, y continúo hasta casa”.  “Pues si te parece bien, hoy te acompaño yo, no tengo nada que hacer”.  “¿Si…, seguro?”.  “Seguro hombre, y allí nos tomamos un refresco, nos sobrará tiempo”.
Aquel día fue completo para Damián, tenía un trabajo que le gustaba, comenzaba a relacionarse con la gente, pasó una tarde divertida… todo empezaba a irle bien. Creía en la buena estrella de las personas, una vez hacía años se lo dijo una enfermera del lugar donde estuvo encerrado. Parecía tener razón, no todo es malo en la vida, siempre hay motivos para ser feliz, más tarde o más temprano, pero hay que saber ver, estos momentos, descubrirlos y cogerlos, como si fueran la preciosa fruta de un árbol  raro.
A pesar de no hacer frio, cuando llegó a casa, estuvo buena parte del tiempo temblando, fue justo en el momento que Magda lo dejó, Amalia lo notó y le preguntó si le pasaba algo.  “No Amalia, no es nada, ¿sabe?, Magda la hija de Pepe, me ha acompañado a hacer la compra al  supermercado”.  “Ya, entonces no me digas más, no estás acostumbrado a tratar con chicas. No debes avergonzarte, es natural que te sientas así, anda toma del frigorífico algo para beber, hay zumo de frutas”. Esa noche soñó con una chica que lo cogía de la mano, llevaba un mono con peto, y él tropezaba continuamente, mientras ella, tiraba de él hacia arriba ayudándolo a levantarse.
Con el paso de los días, fue a trabajar con otros obreros de Pepe, esta vez lo recogían de casa con furgones más grandes, las herramientas también eran más complejas, casi todas funcionaban a motor de gasolina, a excepción de las tijeras de diferentes usos para jardín. En su interior, tenía ganas de volver a ver a Magda, ¡congeniaban tanto!, supuso que tarde o temprano la vería, o que trabajaría con ella de nuevo. ¡Cómo le habría gustado eso!, sentía repelús en la nuca con solo pensarlo. Una tarde a eso de las siete, llamaron a su puerta, estaba listo para ir, a la auto escuela. Debajo del brazo, llevaba una carpeta con el libro de tráfico, y fichas, que tenía que ir rellenando, para ver el porcentaje de aciertos que tenía, en las varias opciones que se presentaban a cada pregunta. Abrió la puerta y allí estaba, Magda vestida de calle, con unos pantalones vaqueros, una camisa y cazadora vaquera también, calzaba unas zapatillas deportivas Nike, estaba radiante, o eso le pareció a él.
“¡Hola… vengo a echarte un golpe de mano en esto de salir con chicas ja ja ja”. Magda era la pera  “¡Que sorpresa Magda!, me alegro mucho de volver a verte, -los ojos se le iluminaron como dos candelas ardientes- verás voy a la auto escuela, si quiero tener el carnet no me puedo perder las clases”.  “Pues ¿a qué estás esperando?, vamos, te acompaño, y después me invitas a comer algo, me lo debes por hacerte compañía, mientras espero”.
Damián no es exigente, pero Amalia lo lleva hecho un pincel, pantalones planchados con su raya, camisa igualmente, y una americana que se compró en las rebajas. Fueron a pie, la auto escuela no estaba lejos, no tan lejos como el supermercado, aparcada en doble fila buscó un hueco, y echaron a andar.


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domingo, 21 de abril de 2013


                                                                                                                                  2 Parte.
                        LA HISTORIA DE DAMIÁN.


Las circunstancias, quisieron con el paso del tiempo, que Conrado le preguntara a Damián un día, si sabía quién era su familia, de donde venía. Es evidente, que él no podía aportar ningún dato, solo, que se había criado en La Maternidad, que jamás había estado fuera de sus muros, que nunca tuvo contacto con nadie de fuera, a excepción de ellos dos, y las personas que lo rodeaban es el trabajo. Después de Fernanda en su día, solo conocía a otro jefe, el suyo, el que le mandaba de una parte a otra del mercado a cargar y descargar alimentos que luego se vendían en el mercado. Era un tipo gordo, que sudaba todo el año, sentado en un pequeño pupitre lleno de papeles y del que solo sabía su nombre, Pedro.
Conrado y Amalia se pusieron en contacto con su administrador, le encargaron que hiciera las averiguaciones oportunas para ver que se podía saber sobre los parientes de Damián. Podía haberse dado el caso, que no fueran sus padres quienes decidieran dejarlo en aquel lugar, a los cuatro años. La única solución, estaría dentro e aquel edificio de ladrillo rojo, que estaba situado en la Diagonal de Barcelona.
La búsqueda fue infructuosa, allí reinaba el más completo hermetismo. Por no saber, dijeron que ni siquiera conocían a Damián, que allí no había estado nadie con aquel nombre, no estaba registrado. Acceder a las interioridades de un sitio oficial cómo ese, era cómo darse contra un muro de hormigón. Pero sí que consiguió a fuerza de papeleo y soltar algo de dinero, que le hicieran el documento nacional de identidad. Cuando fue a la policía para dejar su huella y firmar el documento, se dijo a sí mismo que ya era un ciudadano como los otros, con todas las obligaciones y derechos.
Salió de la comisaría de La Plaza de España contento, junto al administrador fueron a tomar una cerveza a La Gran Vía. Aunque eso, le representaba trabajar el sábado por la mañana, por hacer fiesta ese día. No sabía cómo dar las gracias a Conrado y Amalia, llegó incluso a llorar un poco, de la emoción de saberse una persona con identidad propia. ¡Qué contrastes tiene la vida…!, de ser un paria, a tener por derecho, nombre y apellidos. Ahora era, Damián Tuera Valls, curioso, le gustaban más los apellidos que el propio nombre, tanto tiempo sin ser nadie más que Damián y mira ahora…
Compró un par de botellas de sidra, y una plata de repostería, cuando la sidra estuvo un poco fría subió al piso de arriba, tenía la llave para entrar cuando quisiera, pero nunca había hecho uso de ese privilegio, prefería llamar a la puerta.  “¿Quién es…?”. Preguntó Amalia  “Soy Damián Amalia”.  “Pues abre y entra hombre, no me hagas levantar…”. Entró y con una bolsa en la mano y la plata en otra, una sonrisa que iba de oreja a oreja  “Venga vamos a merendar, que sé que es la hora, espero que no hayan comido nada, les traigo pastelitos. Me he permitido comprar sidra, para substituir el cava que sé que no beben, la sidra tiene poco grado, para brindar ya está bien ¿no?”. Amalia hizo chocolate deshecho, más acorde con las circunstancias. Pasaron una buena tarde, entre risas y agasajos oscureció.
Cuando bajó de nuevo al sótano, justo al meterse en la cama, se preguntó, de dónde había sacado los apellidos el administrador. Salió a la calle y desde una cabina telefónica lo llamó, le picaba la curiosidad  “¿A no te lo han dicho Conrado y Amalia?”.  “Pues no”.  “Te han dado sus apellidos hombre…, ¡oiga!, ¡oiga!, ¿qué me escuchas Damián?”. Al oír aquello, dejó caer el auricular, que se quedó cómo un péndulo, marcando el compás de un tiempo inexistente. No le cabía en la cabeza el motivo por el cual habían tomado esta decisión. Al regresar a su casa, no se atrevió a subir de nuevo al piso de arriba, por un lado estaba jubiloso, por otro, los pies le pesaban cien kilos cada uno.

Ya les agradeció en su momento, el gesto de ayudarle a normalizar su situación, ahora comenzaba a pensar acerca de cómo abordaba este asunto con ellos, ¿o valía la pena dejarlo cómo estaba?, indecisión, dudas, eso es lo que comenzó a generar todo aquel asunto en su cabeza. Sin embargo, en el fondo de su ser, sentía que debía hablar con ellos, se lo debía a sí mismo, a la exigencia de su propia curiosidad, que quieres, los seres humanos somos así. Damián recordaba bien cuando estaba en La Maternidad, el apagón que hubo, por causa de una explosión en un transformador de luz, que había dejado todo el barrio a oscuras, durante dos días. Algunos niños que estaban en una de las plantas, para ser dados en adopción, ponían los dedos sobre las llamitas de las velas, les llamaba la atención esa luz pálida y cambiante. Se quemaron unos cuantos, hasta que se calló en la cuenta, de que esas velas, no debían estar a su alcance.
Esperó el momento oportuno para hablar con ellos del asunto. Ese llegó al día siguiente, cuando cómo otras muchas veces subió para ofrecerse a ir de compras por ellos. Los encontró en la cocina, Amalia estaba preparando un bizcocho relleno de crema, estas cosas no las compraba, le gustaba hacerlo a ella a pesar de sus limitaciones.  “Buenas tardes, ¿cómo se encuentran hoy, han descansado bien esta noche pasada?”.  “Hola Damián, gracias, sí, estamos bien, mira aquí preparando un pastel, ¡me salen muy buenos no creas!, ¿me acercas ese molde por favor?”.  “¿El redondo?, pues va a ser un pastel bastante grande”.  “Claro es para los tres”.  “Verán, tengo una pregunta que hacerles, no sé si conocen la respuesta, porque al haberse hecho el documento de identidad mediante el señor Andrade, a lo mejor ha sido cosa suya…”. Conrado preguntó  “¿Y cuál es la pregunta? Damián”.  “Pues quería saber, si los apellidos que me puso en el documento de identidad son improvisados o los sugirieron ustedes”.
La pareja se miró mutuamente sonriendo, luego Conrado volvió la cabeza hacia Damián y le dijo  “No, no son improvisados, son los nuestros, te hemos adoptado, puede parecer una broma pero no lo es. Andrade ha hecho todas las  averiguaciones posibles acerca de tus parientes, pero no ha tenido éxito. De modo que te hemos adoptado nosotros, pero solo con el fin de que tengas apellidos auténticos, sentimos no habértelo dicho antes, pero es que fue todo muy rápido. Quizás te hubiéramos tenido que consultar…”.  “No no, si está bien, pues… no sé… otra vez gracias señores, me han hecho la persona más feliz del mundo. ¿Puedo abrazarlos?”. Se dedicaron abrazos y besos, y también lágrimas que intercambiaron, cuando sus rostros se tocaron entre sí. A los casi diecinueve años, nacía un nuevo Damián, no tendría que usar pañales, ni mamar de ningún pecho o biberón, pero interiormente, se sentía un recién nacido.  “Mira hijo, si te podemos llamar así claro está, queremos que entiendas que no debes sentirte obligado con nosotros para nada. Debes vivir tú vida, hazlo del modo que creas mejor para ti, nosotros te queremos, y mucho aunque no lo parezca. Cada noche hablamos de ti, cómo si se tratase del hijo que jamás pudimos tener, estamos los dos muy felices de que estés aquí con nosotros”. Las palabras de Amalia, le llegaron al alma. Se frotó las manos en el delantal que llevaba puesto, y salió de la cocina para volver en un minuto  “Aquí está todo el dinero que nos has ido dando del alquiler del sótano, lo teníamos casi como si fuera un almacén, y tú lo has convertido en tú hogar, nosotros, estamos igual de agradecidos a ti. ¿Sabes que el sótano fue nuestro primer hogar cuando nos casamos?. Le tenemos mucho cariño, y tú has sabido renovarlo por completo, como si hubiera continuado siendo nuestro pequeño rincón al principio. No se te ocurra pagarnos más alquileres, ahora es tuyo, ya están preparando los papeles de propiead”.
Damián cayó desplomado en la silla que tenía a su espalda, no se ocurría decir nada, no podía articular palabra, mientras, Conrado le preguntó si le gustaba jugar al dominó, sí, claro que le gustaba, y además era bueno en ese juego, le hizo saber a su padre adoptivo.  “Pues cuando quieras que te de una paliza jugando me lo dices, ¡cuidado que fui campeón del barrio!” Rieron, tomaron juntos un café con leche mientras Amalia terminaba con el bizcocho.
A la semana siguiente, se presentó el señor Andrade, con toda una serie de papeles que debían firmar unos y otro. “En un par de días más estará todo resuelto, deberéis ir al notario, os avisaré con tiempo. Bueno Damián, mi enhorabuena, los señores Tuera, son una gente excepcional, me voy a ver a otro cliente, adiós”.
Después de la firma en el notario –fue una tarde para que Damián no faltara al trabajo-, Conrado sugirió ir a cenar a un restaurante, la invitación fue aceptada por parte de Amalia y Damián, la mujer no sabía de ese plan de su marido. En el taxi que los condujo al lugar, Damián hizo un breve viaje de su vida, de lo vivido en La Maternidad y fuera de ella, parecía que hubiera vivido más del doble de la edad que tenía, pero no sentía ni melancolías ni arrepentimientos, las cosas son cómo vienen, no se pueden cambiar.


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sábado, 20 de abril de 2013


                                                                                                                                                Parte 1

                   LA HISTORIA DE DAMIÁN.


Tiene veintitrés años, buen mozo, de un porte agraciado, es educado pero taciturno. Vive en un sótano, bajo el piso de unos vecinos mayores que tienen este pequeño espacio, a manera  de pequeño apartamento. Unos escasos veinte metros cuadrados, donde se arregla para dormir con un metálico regalado, un colchón viejo pero limpio, y cuatro trastos de cocina para hacerse algo de comer. Los abuelos que le prestan este espacio, le han proporcionado ropa de cama, y él, que es muy mañoso, se ha fabricado la almohada donde reposa la cabeza. El lavabo no es gran cosa, pero aunque no tiene ducha, se ha buscado la forma de poder ducharse cada día, adaptando un trozo de manguera al grifo mezclador de agua del lavabo.
El suelo del sótano es de cemento enlucido, él se ocupa cada año de pintarlo con pintura especial de suelos, es de color teja, dice que le gusta, el resto del sótano, lo tiene pintado de color blanco. Las tres puertas que hay en el sótano, las ha pintado de color beige oscuro, queda bonito en conjunto con el resto. Recogió de un contenedor, una mesa camilla redonda y tres sillas a las que reparó el asiento –a veces la gente tira las cosas sin pensar en las posibilidades que tienen-, a Damián le vinieron de perlas, ya tenía medio comedor amueblado.
Al poco, con la ayuda de un carro que le prestó la dueña de la tienda de ultramarinos, recogió también un chifonier, que pintó de color castaño claro imitando a la madera. Se fija siempre, cuando va y vuelve del mercado donde trabaja de mozo de carga, en las esquinas donde están los contenedores, a veces se para con el fin de remirar, para haber si encuentra algo que le sea útil en casa. Así, con el tiempo, se ha hecho con estantes, una pequeña butaca, en fin cosas que le sean útiles pero que no abulten mucho, tampoco es el caso de llenar el pequeño espacio que tiene, con montones de cosas que luego no va a utilizar.
Los abuelos, dueños del sótano, le regalaron una radio, cuidado, una radio Telefunken, ahí es nada, una radio de válvulas, magníficamente conservada y que se ha comprometido en cuidar como la niña de sus ojos. Televisión no quiere, prefiere una vez a la semana ir al cine, trata de escoger una buena película y vuelve a casa satisfecho. En una libreta, lleva nota de todas las películas que ha ido a ver, y bajo el título, describe de qué va, después su opinión de la cinta.
En el rincón del pequeño apartamento que da a la calle, ha colocado el sillón, también lo ha tapizado él, parece nuevo, en las braceras y el reposacabezas ha colocado unos tapetes blancos de puntilla que compró en los chinos. ¿Qué hace cuando llega la tarde?, leer, le gusta mucho, esto y escuchar alguna música que se haga a la circunstancia, la radio suena de maravilla, es bastante grande, con buenos altavoces, y un magnífico dial que maneja con mucho cuidado. Ya se sabe que estos aparatos viejos, pueden tener una avería en cualquier momento, aunque Conrado, el dueño del apartamento, le pasó una bolsa con algunos recambios de válvulas.
La pareja de ancianos, está feliz de tenerlo como inquilino, en ocasiones les va a hacer la compra por las tiendas del barrio, y aunque insisten en que se quede con restos del dinero que le han dado, Damián dice que no, que bajo ningún concepto, que lo hace con mucho gusto.
Hace poco, se pasó la noche en blanco porque al señor Conrado, le dio un ataque de asma. A la mañana siguiente le esperaban seis horas de trabajo duro, descargando camiones cargados con ramos de plátanos, que iban a la cámara del mercado. Seis horas desde las seis de la mañana hasta las doce, con solo quince minutos para comer un bocadillo. Todo esto, significaba salir de casa a las cinco y cuarto, coger el autobús hasta Gracia, y luego caminar otros diez minutos hasta el mercado. Al volver del trabajo, subió al piso del matrimonio de ancianos y se quedó allí toda la tarde con ellos, les preparó la merienda, dio un repaso a la cocina y bajó a su casa a las diez de la noche.
Se duchó y se dejó caer en la cama envuelto en la toalla. Durmió como un lirón esa noche, estaba muy cansado. La señora Amalia, le dijo a su marido Conrado, que este chico era un tesoro, que conocía a mucha gente, pero que cómo él ninguno, su marido estuvo de acuerdo.
Era extraño que un chico cómo él, no tuviera novia, o alguna amiga especial, ellos no le habrían prohibido que trajera a quién quisiera, dentro de unos límites claro. No sabían casi nada de él, solo su nombre y su edad. Lo mismo que el propio Damián, no sabía nada más de su vida, quienes eran sus padres, donde nació, ni quién lo crió. Cuando tenía cuatro años, alguien lo dejó en la puerta de la Maternidad, con una nota escrita exquisitamente prendida en la ropa, con una aguja  que decía  “Se llama Damián y tiene cuatro años”.
Quienes eran sus padres, lo desconocía, no hubo pariente alguno que lo reclamara, ningún documento que acreditara lo que la nota decía. Estuvo en La Maternidad hasta los dieciséis años, cómo única familia, otros compañeros que cómo él, fueron abandonados por sus parientes. Obligado a trabajar de forma arbitraria en el centro, limpiando, trajinando camillas e instrumental quirúrgico, limpiando a enfermos que llegaban desvalidos y que se recogían allí. Haciendo cómo de celador, en un lugar al que él, no hubiera querido llegar nunca.
Esa era su historia, sin conocer el cariño de nadie, sin tener días de asueto, sin percibir una sola sonrisa, aparte de la de la comadrona Fernanda, que forzaba a dos o tres niños algo crecidos, a que hurgaran bajo sus faldas cuando ella creía oportuno. Damián llevaba consigo esta imagen, clavada en su retina, habían pasado años desde todo aquello y todavía le venían arcadas al recordarlo, y no porque él lo quisiera, las imágenes de aquella mujer gruesa y puerca, agarrando su cabeza y poniéndola entre sus piernas, le hacían sentirse un desecho. Todavía recordaba con absoluta claridad, la vez que se negó a hacer lo que ella quería en el cuarto de material de farmacia, y le dio una bofetada, que le abrió la cabeza contra el alicatado de la pared. Sin dejar de manar sangre, lo volvió a agarrar de los cabellos, y lo metió forzado entre sus piernas desnudas.
Pero vivía allí, si quería cambiar de rumbo, tenía que arriesgarse solo. Fue por eso, que después de meditarlo, cogió las cuatro cosas que le pertenecían y se marchó una noche después de acarrear los restos de los partos del día en un gran cubo que volcaba siempre en un pozo tras el patio, que luego cubría con cal viva. Echó fuera de la valla la funda de almohada con sus cosas, y él saltó después. Estuvo caminando en mitad de la noche entre sombras, casi todo el mundo dormía, caminó y caminó sin rumbo, hasta encontrar un portal abierto, allí bajo la escalera se quedó hecho un ovillo, se durmió tranquilo aunque con una excitación interna que no podía explicar en ese instante, usó el improvisado petate cómo almohada y así se le hizo de día.
Lo demás está bastante claro, bajó la escalera la señora Amalia, Damián no se atrevía a respirar para no ser descubierto, pero la mujer pasó casi rozándolo, iba al sótano, cuando descendió el primero de los tres escalones que accedían al sótano volvió la vista atrás, se encontró con Damián que estaba con la cabeza entre las piernas, sentado en el suelo.
Le preguntó qué hacía allí, él no supo muy bien que contestarle, pero en un instante pensó que era mejor que le dijera la verdad, sin entrar en detalles. Amalia le dio la mano, se olvidó de lo que fuera a hacer al sótano y lo llevó a su casa. Aquella, era una casa de verdad, con cocina, baño, muebles, olía a café recién hecho, se dejó llevar por la mujer que le iba empujando por detrás.  “Venga siéntate, supongo que no has desayunado…”.  “No señora, pero no tengo hambre no se preocupe”. Pero Amalia le preparó un bocadillo de atún, y el muchacho lo devoró.
Después de presentarle a su marido Conrado, se juró a si mismo, que jamás olvidaría el nombre de aquellos buenos samaritanos. Después de todo esto, el matrimonio habló privadamente de que no podían echarlo a la calle bajo ninguna circunstancia, ese fue el inicio de la relación que los unió. Al principio cómo invitado suyo, luego como arrendatario del espacio que tenían bajo el piso, el sótano. Eso fue cuando encontró trabajo, y podía tener ingresos, hasta entonces, lo que pagaba era representativo, una miseria comparado con un alquiler normal.


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viernes, 19 de abril de 2013



                                 EL RIO SECO.


Los más ancianos de los pueblos por donde pasa el rio Cazalón, desde siempre hacían huertos en el límite del cauce. Los alcaldes de estas localidades no quieren meterse en problemas con los vecinos, algunos tienen esos huertos transmitidos de sus padres o abuelos.
Hay higueras y árboles frutales plantados en la ribera, algunos lugareños recuerdan el cauce del rio siempre seco, incluso van cuando se levanta la veda a cazar conejos y zorros, tienen sus madrigueras en las faldas del cauce.
No pocos son los que usan el cauce seco, para cruzar al otro lado del pueblo, de ese modo, no tienen que recorrer el camino, que los conduce a uno de los dos puentes para cruzar a la otra parte, allí hay almacenes, la gasolinera, y unos cuantos comercios más, que se establecieron allí desde hace generaciones. Hasta los niños lo usan para ir a la escuela, es muy práctico, con el tiempo, se han hecho senderos, que se utilizan para tal fin.
Aunque cueste creerlo, gran parte del lecho del rio, se ha convertido en aparcamiento, el crecimiento del polígono industrial del pueblo, ha dejado sin espacio a los vecinos para aparcar los coches. Se ensucian más eso es cierto, pero cómodo si lo es.
El año pasado, hubo que poner vigilancia oficial, nada, un par de guardias civiles, que pasaban a determinadas horas, vigilando a algunos guarros, que tiran basuras. Con la tontería, pillaron a un par de individuos que desmontaban motocicletas, y dejaban allí los restos inservibles.
Un rio así, no es un rio, es más bien un estorbo, una cicatriz geológica, que impide que se lleven a cabo determinadas obras, proyectos, algunos de ellos importantes, ¡vaya cabeza tienen algunos miembros del ayuntamiento, en lo que se refiere al aprovechamiento del suelo, son auténticos genios!. Pero… el rio es el rio, ¿y si alguna vez reclama su territorio?, si porque el rio, no tiene que echar instancias a un ayuntamiento para reclamar lo que es suyo, él espera tranquilo, a verlas caer.
Tras el pueblo, a eso de unos veinte kilómetros montaña arriba, está su nacimiento, una pequeña fuente, que sale de entre unas rocas, que alguien ha procurado reconducir, poniendo piedras y una caña, que sirve para llenar recipientes, dicen que este agua es buenísima para la salud, por eso, se ven coches casi cada día al margen de la carretera, con gentes haciendo cola para llenar garrafas y otros utensilios, y llevarse esta agua a sus casas.
Siempre ha sido así marzo de este año, se anunciaron lluvias, en el telediario como siempre, cuando acaban las noticias. Comenzó a llover, se anunció que estábamos bajo el influjo de una gota fría, a eso, hay que añadir que ese invierno, las montañas estaban llenas de nieve, ¡vaya invierno…!. Si en los pueblos de ahí abajo nevó, cosa que no era muy habitual, imagínate en las montañas próximas.
El rio comenzó a coger vida propia, en poco más de una hora se recogieron ciento diez litros por metro cuadrado, la gente se comenzó a asomar a los pretiles del rio, luego, se pasó un bando en el que se decía que sacar los coches del improvisado parking del lecho del rio, a unos les dio tiempo a otros no, el rio iba ganando fuerza, los ojos del puente de piedra del rio, pronto quedaron bloqueados por toda la suciedad que se había depositado en él. El rio reclamaba sin piedad su camino, los huertos desaparecieron ante el lamento de muchos, al no poder desaguar sus aguas por su camino, comenzó a desbordarse, la gente empezó a temer que el maldito rio se metiera en sus casas.
Y se metió, en buena parte de ellas, que estaban cerca de la ribera, el rio las ahogó, literalmente trazó otro recorrido a través de ellas, el rio no sabe nada de la vida de la gente, solo quiere fluir hacia su destino. La lluvia y la nieve que comenzaba a fundirse, aumentaron el caudal hasta límites insospechados, toda la porquería que desde hacía años se venía acumulando en el rio Cazalón, fue la culpable de que se le maldijera. Pocos fueron los que se apercibieron del desastre que se avecinaba al no hacer una limpieza periódica del cauce del rio.
El Cazalón no se puede defender, solo está ahí, como un gigante dormido, como una gran herida en la tierra, que debe despertar un día u otro, ahora ha llegado la hora de levantarse. Le culpan, le injurian, le insultan, pero en el fondo, saben que la culpa no es de él, nadie lo ha lavado en años, nadie lo ha peinado ni arreglado.
Eso sí, a la hora de buscar culpables, es más fácil culpar al Cazalón, sacarse las pulgas de encima, ¡que injusticia!. Algunos piensan, va, no es para tanto, él siempre está ahí y nosotros somos seres vivos, humanos. Cierto, pero si el Cazalón fuera un rio vivo, bien que se aprovecharían de él, ahora, cómo ha causado tantas desgracias, no hacen sino que mentarlo en la televisión, cómo el responsable de tanta ruina y desasosiego.
Es el protagonista de todas las portadas de los periódicos, lástima que sea en estas circunstancias.
Lo peor de todo este asunto es, que El Cazalón no puede responder a las acusaciones que se vierten sobre él, no puede acudir a los tribunales para defenderse, ni poner demanda alguna por injurias. Tiene que morderse la lengua, y esperar que el temporal amaine. Cuando vuelva a recuperar la forma que tenía, y el uso que se le daba antes de la tormenta, ya se habrá olvidado todo, la gente volverá a aparcar sus coches en su lecho, los vecinos y los niños atajarán por su antiguo cauce, y otros seguirán echando las basuras dentro de él.
Los ecologistas, seguirán reclamando al ayuntamiento soluciones para que esto no vuelva a suceder. La respuesta que les dan,  “No tenemos suficiente presupuesto para llevar a cabo una limpieza regular, reclamaremos al gobierno”. Pero el expediente, lo entierran bajo un montón de otros cientos de asuntos, que jamás van a ser atendidos.
Cuando vuelva a pasar un suceso como el que acaba de ocurrir, ya se sabe, la culpa la tendrá El Cazalón.


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jueves, 18 de abril de 2013



                                         SUPONGAMOS…


Que llegan a tus manos tres millones de euros. Es un suponer. Que te toca la primitiva, o las quinielas, el euro millón o cualquier otro sorteo, ¿qué hacer con tanto dinero?.
Seguro que cualquiera de nosotros tenemos la respuesta inmediata a esta pregunta. ¡Qué felicidad…!, pero… resulta que ciertamente, no sabemos en qué club nos hemos metido. Lo único que tenemos a diferencia de ayer, es más dinero.
Dinero que trae consigo una serie de consecuencias, que pueden arruinar tú vida.  “Bueno, bueno, tú trae el  dinero y luego te cuento”, pensarán muchos. Pues no, hay que pensar al revés por decirlo de alguna manera, el porqué es bien sencillo.
La gente que nace con dinero a sus pies, se desenvuelven bien en este campo, los pobres no. Los pobres comenzamos a especular sobre lo que haremos con él. Primero nos sobreviene un gozo inmenso, y más si es de un sorteo de lotería, que hasta puedes salir por la tele.
Compartes con otros vecinos la alegría de la suerte que has tenido, bebes cava y todo eso. Después, cuando ya ha pasado la marea, internamente te das cuenta, de lo solo que estás, ante los acontecimientos que estás a  punto de sufrir. Primero de todos los bancos, hacen cola ante tú puerta, para ver quién se lleva el gato al agua, Claro tonto lava, has salido por la tele  en la puerta de la administración de la lotería, ¿no te acuerdas…? estabas exhibiendo el billete, y bebiendo a morro de una botella de cava, ya te han tomado el número.
En la caja de ahorros dónde te ingresan la nómina, te ofrecen i Pod touchs de regalo, unos intereses nada despreciables, una visa platino, y otras condiciones que si a ti no te alegran mucho, sí a tú familia. Tu hija se pone a dar saltos de alegría, y tú mujer, hasta te ofrecen un todo terreno de estos chulos, has acertado con dos décimos y la serie, ¡casi nada!.
La verdad, todo esto te abruma de tal modo, que no sabes que hacer, con qué banco trabajar a partir de ahora. No sabes demasiado de números y porcentajes, por eso buscas a un administrador que te aconseje. Comienzan las primeras discusiones en casa  “Ves a este banco, son los que te dan más ventajas, pareces tonto hostias, ¿qué no lo ves…?”. Casi al mismo tiempo, empiezan a llamarte por teléfono, familia que ni sabías que existían  “¡Felicidades primo!, soy Aniceto, el hijo de tú tía Fernanda, ¡estamos tan contentos que te haya tocado la lotería…!, dentro de dos días venimos a veros a todos, ¿ya toca no?. Mi hijo Miguel se ha quedado en el paro desde hace dos años, tenemos tiempo de sobras, para estar con vosotros y abrazarnos”.
Bueno,  bueno, la cosa se complica, supongamos que superas con un siete estas primeras maniobras de acercamiento, ahora te ves ante otro problema, dentro de un año, que pasa volando, te dicen en el banco, que el fisco te va a hacer una reducción que te vas a cagar, como no gestiones bien este dinero. No es broma, te lo dice el director del banco en su despacho con cara muy seria. Joder, tú pensabas que el tener dinero no te iba a causar tantos engorros, cuando vuelves a casa, te das cuenta que te están acechando, igual que si fueras un quinqui.
¿Sabes qué?, lo mejor es que desaparezcas, en sentido figurado claro. Escóndete en algún sitio que sea inaccesible y en el que no te conozcan, porque de otro modo, vas listo chaval. Por último, supongamos que no te encuentran, que el cambio de aires os sienta de maravilla a los dos, a tú mujer y a ti. Un lugar maravilloso, lleno de risas todos los días, de color y de paz, cojonudo. Comienzas a extrañar a los amigos, a la familia, a la gente que te rodeaba antes y que el puñetero dinero te ha obligado a hacer que renuncies, ¡vaya una mierda tener dinero!, ahora te das cuenta de lo caro que sale.
Imagina por un momento, que habría sido de tú vida, si no hubieras comprado este par de décimos de lotería. Llevar una vida tranquila con tú trabajo, con tú casa ya pagada, con tú utilitario y las salidas los fines de semana, las cenas con un par de matrimonios una vez al mes, con alguna que otra discusión de familia, en fin con todo lo que conlleva el tener una vida normal. ¡Qué guay oye!, cómo te lo pasabas, ahora no tienes estos alicientes que hacen de la vida un acierto. Por cierto, ¿cómo estará Pancho, el gato siamés que has dejado en casa al cuidado de tú hija?, ¡joder, cómo lo echas de menos…!, y a la señora Aurelia, la viuda del primero, que cada día te echaba los trastos.
Todo esto, se ha terminado, a menos que vuelvas, y eso ahora no es fácil, te has establecido, estás en otro país, el tiempo te ha llevado a estos límites. Por narices te tienes que conformar, no hay más, además, tú mujer está disfrutando de lo lindo, por el momento. Ni siquiera extraña a vuestra hija Paula, contigo se llevaba bien, con tú mujer no tanto, la verdad es que se llevaban a matar, pero se podía soportar.
Supongamos que vuelves a verla, ¿qué le dirías después de seis meses de ausencia injustificada?, bueno… solo justificada por huir del problema que trae consigo el tener dinero. Supongamos que quieres volver, que ya lo tienes decidido, ¿cuál es el ambiente que te encontrarás?. Difícil saberlo si no lo compruebas, di a todos los que te han pedido dinero, que ya lo tienes invertido, que como hacienda te iba a pegar un palo, lo tienes colocado en diferentes negocios, aunque sea mentira, al fin y al cabo, eso es lo que hace todo el mundo que maneja dinero.
Tendrás que vender el piso y comprar una casa a la altura de las circunstancias, eso ya se sabe, pero por lo demás, nada tiene que cambiar. El problema es que tú mujer va cargada de oro, y eso llama la atención de cualquiera, y el Rolex que llevas en la muñeca, pero esto hoy, lo lleva cualquiera.
Supón que comienza otra vez el ciclo de la gente y amigos que te proponen negocios y te piden dinero. A algunos de ellos les hace falta de verdad, y tú lo sabes. Terminas montando un banco de alimentos para la gente, creas una fundación de ayuda a los más desfavorecidos, es lo mejor, ahora comienzas a verte realizado, hasta que un buen día, se acaba todo, las cosas comienzan a ir bien, la gente se olvida de ti y de todo lo que has hecho.
¿Qué esperabas que la gente te viniera a besar la mano?, no amigo mío, de eso nada, hay alguna excepción a la regla, pero por lo general la gente no responde así. Solo entonces te das cuenta, que es el altruismo el que hace que personas como tú, hagan lo que hacen.
Y tú sin enterarte.


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martes, 16 de abril de 2013



                 LAS COSAS QUE  HE DE DECIRTE TODAVÍA.


No es un misterio que te amo, tampoco que tú mirada me amedrenta.
Que trato cada día, de compararte con alguien y algo, y no consigo encontrar a nadie ni nada con quién hacerlo.
Que tú fuerza y resignación, nacieron contigo. Que cuando te  beso, mis labios tiemblan.
¿Cuántas cosas más me quedan por decir de ti?. Todas, y eso, es solo porque te amo, desde lo más profundo de mi ser.
Esto hace que tú paso, por donde quiera que sea que pisas, sea como si las plumas acariciaran el rostro de la Tierra.
Cuando anochece, se enciende esa bendita antorcha llena de calor y luz, tú mirada. Por esa razón, no es de extrañar que veas en la oscuridad, toda tú eres luz.
Me invitas a seguir ese camino glorioso, porque sabes que es el bueno. Conoces los entresijos de la vida, el sendero por el que caminamos, es el único que nos lleva a la verdad, a la auténtica vida.
¡Cómo te miran al pasar, los ojos envidiosos…!. Mis amigos hablan de ti con respeto, te quieren, quisieran que sus mujeres, tuvieran rasgos parecidos a los tuyos, pero eso es imposible.
Tú eres sin que quieran decirlo, luz de luces, viento fresco, agua pura, refugio seguro, ¡tantas cosas más que me cuesta definir…!.
He de decirte amor, que tienes el respeto de la gente que sabe de gentes, quisieran imitarte pero no pueden. Lo  siento por todos aquellos, que conocen tus virtudes y se esfuerzan por ser mi Cherry.
A estos les digo  “No luchéis más, es tiempo perdido, solo ella sabe hacer esto. No os esforcéis, ella es así, porque nació con estas cualidades”.
Tengo cosas que decirte amor, que el sol sale gracias a ti, que quiero estar más junto a ti.
Invítame a pasear contigo, convídame a seguir tú paso allá donde sea que vallas. No te importe mi debilidad y flaqueza, si caigo, sé que tú brazo me alzará del suelo, a quién saludes yo saludaré, por donde sea que camines, estaré a tú lado.
¡Tengo tantas cosas que decirte…!, que solo yendo contigo podré contártelas.
Cuando mi débil paso, de acople al tuyo, seguro que podré seguirte, como cuando me acompañas a visitar a los galenos.
Divino hombro ese tuyo, magnífico apoyo, que como muro de protección, contiene los ataques del enemigo.
Fuente de aguas vivas y cristalinas eres para mí. Lugar de reposo, en el que encuentro siempre, buena sombra.
Seguro que cuando leas estas palabras dirás  “¡Pero si eso me lo has dicho un millar de veces…!. Puede ser que tengas razón, pero necesito repetírtelo siempre, hasta que me  muera.
Ahora, que la sensatez está conmigo todavía, necesito decírtelo, más que nunca, porque la razón huye de mí poco a poco.
Cuando leas estas palabras, no lo tomes como justificación, no pretenden serlo. Es tal el respeto que siento por ti, después de tanto dolor que te causo, que siento que te lo debo.
Ángel divino, que entre las sombras caminas, sigue aleteando por los dos, todavía tengo muchas cosas que decirte.


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                                   EL REZO.


“Cuando la señora Milagros se muera, seguro que va directa al cielo…”, es lo que decía mi abuela cuando hablaba de esta vecina. Se conoce que ella la oía a todas horas rezar, la habitación de mi abuela, daba al patio de luces del interior del bloque. Decía que oía continuamente plegarias, como rezaba el rosario, hasta alguna que otra vez, cuando llegaba el calor, y dejaba la ventana de su habitación entreabierta, llegó a ver el reclinatorio que la señora Milagros tenía en casa.
Justo delante de la silla especial para rezos, un altar con La Moreneta, en una especie de capilla que se abría mediante una doble puerta, al pie de la capilla, velas y estampitas de santas y santos, que se mantenían aromatizados con el olor de la cera, que quemaba incesantemente.
Siempre que salía a comprar a la calle, llevaba en la mano un rosario, a lo mejor hasta por la calle iba rezando, ves a saber. Yo la veía de vez en cuando, llegué a pensar que era una santa por el hecho de –según se decía-, casi no compraba nada. Una pequeña barra de pan que servía justo para hacerse un bocadillo, que le debía durar dos o tres días, un chusco, y poco más.
Vestía un hábito de color lila con un sencillo cinturón negro, esto que ahora os cuento que quede entre nosotros, gente que se preciaba de conocerla, hablaba de que llevaba un cilicio en un muslo. Chisssttt, yo no os he dicho nada ¿vale?. Me enteré en el colegio, que un cilicio era un elemento de auto tortura que la gente se ponía en diferentes sitios del cuerpo, con el fin de recordar, que no debían caer en las tentaciones del diablo.
¡Anda que no…!, pero si rezaba noche y día leches, se pasaba la vida en aquel reclinatorio, seguro que el misal se lo sabía de memoria, fijo. Oye que yo no juzgo a la gente que tiene fe, la que sea, es respetable todo, pero ¿hasta el punto de martirizarte?, he, que esto es harina de otro costal.
Se sabe de gente que se suicida por sus ideales, o cuando ellos creen que la han cagado, por ejemplo los samuráis, que significa “servir”, que también se puede traducir bushi, “hombre de guerra”. Pero claro, el asunto es que estos hombres no tenían nada que ver con la religión, era cuestión de honor, una costumbre ancestral que viene de hace miles de años, practicar el harakiri, con la ayuda del kaishaku, el que le cortaba la cabeza. ¡Tela marinera!.
Pero no andaban  por ahí llenos de pinchos en la cintura o las piernas, la verdad es que yo no comprendo hasta que punto esto es una exigencia divina, ¿y la gente que se fustiga con látigos y ponen en la punta bolitas de metal?, ¡venga hombre…!. A mí dios me pide esto, y le contesto…  “Oye ¿sabes qué?, ya me lo pensaré. De momento me conformo con ser ateo si te parece bien, ya volveré cuando cambien las normas”. Y me voy al Tibet a hacerme monje tibetano, igual le paso desapercibido pelado, y con el manto amarillo… 
Hay gente que lleva la religión a extremos inauditos, en semana santa, sobre todo en el sur en Andalucía, hay gente que no va a misa ni en broma, pero cando llega la hora del paso de las vírgenes y Jesuses, cómo haya algo que lo impida, por la lluvia por ejemplo, cogen unos disgustos, unos cabreos, del copón. Ves a todo el mundo llorando por las calles, pero llorando de verdad de la buena, los pasos no pueden salir, porque las imágenes que sacan a pasear, son tallas de madera de no sé qué siglo. Las guarnecen y les ponen mantos, que valen un potosí, y  ves a los encapuchados, abrazándose unos a otros lamentando el incidente.
“¡No hay derecho… es el tercer año que nos quedamos sin procesión, la puñetera lluvia nos deja otra vez sin paseo!”. No hay que desesperar, el año que viene, a lo mejor habrá más suerte. Hay que verlo así, a lo mejor, el Cristo se ha sacrificado, para que lleguen las lluvias, y la tierra que está más seca que el ojo de un tuerto vuelva a empaparse de agua. Los pantanos se llenan, el turismo tendrá garantizado l aprovisionamiento de agua, todo tiene siempre su parte positiva.
¡Hay si doña Milagros estuviera aquí…!, a lo mejor aprendía a cantar saetas y todo. Que diferentes son las celebraciones religiosas en las distintas regiones de España, son tan variadas, tan distintas, en Cataluña juegan con el diablo, ¿cómo se te queda el cuerpo?. Lo que te cuento, aquí los rezos, van acompañados de juegos con el diablo “El Vall dels Diables”, ¡montan unas jaranas con petardos y bailes…!, viene gente de todas partes a verlos, lo hacen delante de las puertas de las iglesias y catedrales, queman pólvora por un tubo, y sacan a la calle animales representativos del Diablo. Vivir para ver, y encima, auspiciados por los ayuntamientos y asociaciones locales.
Pues eso, cada cual reza a su manera, ahora, eso sí, escoger por escoger, a pesar de los extremos a los que llegan algunos, yo escojo a la señora Milagros. Oye, una mujer consecuente, digna de llevar el nombre de católica apostólica y romana, romana no sé yo si lo es, pero eso es lo que dice ella cuando es preguntada.
Yo por si acaso les rezo a todos los dioses un poco, hay muchos tú, no sea que sea verdad eso de la venganza de los dioses, y la cague. Puede que alguno tenga razón entre tantos, esto de que las religiones digan que tienen la verdad absoluta, me mosquea, en teoría solo tiene que haber una que sea cierta, que lo que te ofrece sea verdad. Espero que el buen dios, que es misericordioso, sepa perdonar mi atrevimiento.
Admiro a los millones de señoras Milagros que hay por todo el mundo, incluso con los excesos que puedan cometer debido a sus creencias, pero a mí, que no me apunten a ninguna de estas ligas.


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