martes, 9 de abril de 2013



                                ANITA LA TINTORERA.


Todos la conocen en Pueblo Seco, el barrio dónde vive. Aunque hace años se tiró al tren, y nadie sabe aun las razones que la llevaron a esa acción, en la mente de todos los que todavía estamos viviendo aquí, queda su recuerdo, el recuerdo de una mujer loca, como todos apuntábamos que era, y quizás de manera injusta.
Es alta, algo más de metro setenta, que para una mujer, eso es ser alta, siempre vestida como si fuera de fiesta, excelente planchadora, rubia natural y delgada, una mujer, que jamás pasa desapercibida, tanto por su porte, como porque siempre, cuando sale de compras por las tiendas del barrio, va hablando sola, si te acercas a Anita, oyes la conversación que mantiene con ves a saber tú quién.
Siempre camina contoneándose, haciéndose ver por todos, os hablo de los años sesenta, años de recuperación de un sistema, que estuvo muy depauperado por motivo de la guerra civil. Habla a solas, de política, de lo que sufren las mujeres, del acecho constante al que se ven sometidas, por parte de los hombres. De mil y una cosas más, que nadie es capaz de interpretar, a veces para asombro de muchos, se para en mitad de la calle, y conversa con su parasol que no paraguas, un parasol de flores, con flecos todo alrededor, y luego, después de hablar con él, lo abre y sigue su marcha cambiando de tema.
Es una mujer espectacular, con esos zapatos de talón de aguja, que sobredimensionan su altura y perfilan sus ya algo delgadas piernas. Cuando vuelve a la tintorería, atraviesa todo el pasillo de la tienda, la vivienda está detrás de la tintorería. A veces se escuchan discusiones entre su hermana y ella, su hermana está casada con un buen hombre, que se dedica a hacer de todo por el barrio, José es su nombre, tienen una hija todavía joven, Pepita, que sigue, no me preguntéis el porqué, los pasos de su tía Anita.
Cloe, la madre de la familia, también discute a menudo con su hija Pepita, al parecer esta tiene un fuerte carácter, pero José siempre se queda al margen de todo, él va con su motocarro, cargado con dos o tres lavadoras Bru, a alquilarlas por días, a las mujeres del barrio.
A mi casa viene a menudo con esas modernas máquinas redondas, que tienen unos rodillos de goma en la parte superior, para escurrir la ropa que ya está limpia. De otro modo no queda otra solución, más que llevar toda la ropa en cestas a las lavanderías del barrio, grandes balsas de agua con rampas de piedra todo alrededor, y tubos de plomo que alimentan la altura del caudal de agua del lavadero. Mi madre dice que eso es una porquería, porque el agua, mezclada siempre en buena medida con el jabón de lavar de las demás mujeres, no deja la ropa bien, por eso le alquila la lavadora a José.
Anita mientras, se pone un delantal blanco con blondas alrededor, y se dispone a planchar o a sacar ropa, que sabe que tienen que venir a recoger. Está ella sola planchando, pero es diestra, rápida al hacerlo, aparte de la radio que suena incesantemente, su conversación con sus personajes no cesa nunca. Antes de disponerse a salir a la tintorería, ha repasado su apariencia, se ha puesto colorete en los pómulos, y repintado los labios, que ahora son, como una llamarada de fuego. Así comienza su jornada, ausente a todo y todos los que la rodean, salvo a las clientas que se acercan a la tienda a recoger sus prendas. En este sentido pues, es una profesional como la copa de un pino.
Cuando termina la jornada y no ha tenido a ningún hombre cerca, se mete en su habitación, cuya ventana da a la calle, sin ningún pudor, se desnuda, de reojo mira a la calle, espera que pase algún hombre para dejarse observar, pero nadie es tan estúpido como para ponerse en cuclillas en mitad de la acera y observarla. Los exteriores de la tintorería son semisótanos, y eso que son solamente dos ventanas, el resto es todo interior y solo por la parte de atrás, el patio se vuelve a ver la luz, allí es donde José tiene las lavadoras, y un pequeño taller, donde hace de todo, para ganarse la vida. Las paredes están decoradas con posters de mujeres desnudas de la revista Paris Match, mujeres pudorosamente afeitadas.
Esta noche pasada, hubo una discusión fuerte entre padres e hija, un hombre acompañó a Pepita con un coche, tiene dieciséis años, no es edad para que un hombre maduro la acompañe a casa en coche. Ella les contesta de mala manera, y Anita mientras, está danzando en ropa interior en su habitación, acompañada por un pareo que mueve arriba y abajo, y hace pasar por encima de su cabeza, frotándose la espalda con él.
Es verano, estar planchando al dalo de las dos planchas permanentemente calientes, produce un calor desmedido, de manera que Anita se pone un vestido muy fino, encima el delantal, y sobre la gran mesa afelpada comienza su trabajo, nadie de casa le dice nada, ella con la eterna sonrisa que la caracteriza, va de un lado a otro de la mesa, poniendo agujas en las puntas de las camisas para poder planchar mejor, sujetando con un soporte especial las mangas de las prendas. Un hombre que es músico y vive solo, llega para recoger como siempre prendas que ha dejado allí, unas para el tinte, otras para planchar solamente.
Anita hace un esfuerzo para poder rozarse con él, Gorka se deja impresionar por la hermosa mujer, permite el acercamiento, susurra algo al oído de Anita. Ella levanta la cabeza riendo, y se acerca se sitúa de espaldas a él, frotando las posaderas contra su vientre. Gorka no parece inmutarse, parece que ambos han trazado algún plan para verse, donde y cuando nadie lo sabe, pero el resto del día, Anita ha estado planchando y cantando, algo no demasiado habitual en ella.
Cloe la hermana de Anita, intuye la razón de porqué su hermana está tan feliz, la conoce muy bien, y al contrario que la planchadora, pasa un día del demonio. Es joven, no tan atractiva como su hermana, pero tiene marido, aunque José, siempre está tan ocupado con su negocio, que es difícil saber si le dedica tiempo a su esposa. A todo esto se junta el problema de la hija, Pepita, que ahora ya, de manera habitual, se deja acompañar a casa por hombres diferentes. La tintorería, está situada en una parte de la calle de la Concordia, donde queda cegada por unas escaleras, que la dividen de la parte baja de la calle, pues allí, en mitad de la gran alcantarilla que cierra la parte alta de la calle, está situada la tienda.
Cloe ve a diario a su hija, bajar de diferentes coches, acompañada siempre de diferentes hombres. Planta una silla en la puerta, para distraerse haciendo calceta o leyendo el Hola, hasta que la luz de la tarde no le permite ver, pero recibe muchos días a su hija, siempre con la misma rutina, el coche que la acompaña, llega hasta la alcantarilla, baja Pepita después de darle un beso al conductor, y este vuelve sobre sus pasos, haciendo marcha atrás con el coche.
Anita siempre recibe a su sobrina dentro de la tintorería y le pregunta cosas, habla con ella, se divierten juntas, aunque no por mucho tiempo, Cloe llama a su hija dentro de casa, y le dice que deje de hablar con esa loca. Anita baja la cabeza, se mete en su habitación, y como cada día comienza con sus danzas y conversaciones, con peluches que tiene sobre un estante.
Nadie de la familia se plantea, como se debe sentir Anita, un tanto marginada, solo útil para el trabajo dentro de la tintorería. Algunas vecinas, han hablado con Cloe, le han preguntado sobre el estado de salud mental de Anita, ella evita comentarios, ves a saber tú cuales fueron los antecedentes de salud mental de esta familia, lo que sí es cierto, es que Cloe tampoco está demasiado centrada, hace unos años se la tuvieron que llevar de casa, eso sí de forma discreta, y estuvo bastante tiempo en un sanatorio mental de San Boi, es difícil conocer detalles de las razones que la llevaron allí, pero ciertamente es un indicio de que probablemente, viene de familia el tema de la cabeza alterada.
Lo más jodido de todo, es que cuando sale a la calle, nadie habla con ellas, todo el barrio da por sentado que están “majaretas”, esta expresión siempre me ha chocado, ¿qué es un marajeta?, en el diccionario Larousse lo define así  “Dícese del que tiene algo perturbadas sus facultades mentales”. Que quieres que te diga… esto a mí no me vale, es una definición poco objetiva, -desde mi punto de vista-, debería de haber algo más concreto, más racional, valga la redundancia. Para mí, Anita es de lo más normal que he conocido, si, puede ser que un poco alterada de los nervios, quizás insatisfecha con la clase de vida que lleva, no sé, se me ocurren mil razones más, por las cuales, una persona se comporte como ella lo hace.
Incluso pienso, que si hubiera tenido otra oportunidad, o se hubiera criado en otro medio, Anita sería ahora mismo, una madre de familia normal, feliz. Seguramente, no se habría tirado al tren. Aunque a decir verdad, os puedo asegurar que al cabo de tres o cuatro, días nadie hablaba ya del asunto, solo los clientes, que vieron de golpe, como la tintorería se cerraba, faltaba el alma mater de aquel negocio, y eso que estaba loca…


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