lunes, 15 de abril de 2013



                                     EL PARAÍSO.


Está el asunto muy jodido, la gente no se respeta, nos roban de forma descarada, los políticos odian a la población, –a los que no pagan claro-. A los que pagan y los sobornan no, porque estos les dan vidilla.
Mi primera mujer y mis hijos no me quieren ver ni en pintura, están resentidos aunque hace mil años que los mantengo. Pero estoy en el paraíso, que quieres que te diga oye, vivo, luego tengo que dar gracias cada día, de poderlo contar.
Respecto a la salud… pues que quieres que te diga, este asunto lo llevo chungo, cada día peor, las cosas no se me presentan nada bien, pero hay otros que tienen el panorama peor que yo. Así que, no me quejo, tengo una esposa que me ama, un perro que está pendiente de mí todo el tiempo… en fin ¿qué más puedo pedir?.
Lo que te digo, estoy en el paraíso, un paraíso terrenal, ¿para qué voy a querer vivir en el cielo, si es que lo mereciera?, paso, me conformo con este que tengo ahora. Lo que tenga que venir luego, ya vendrá.
“Vivir así es un infierno”, oigo decir algunas veces por ahí, creo que quién lo dice o siquiera lo piensa, está equivocado. La falta de trabajo, en consecuencia los problemas económicos, la desesperación que todo esto conlleva, sí, es verdad, puede hacer que pensemos así, pero no, no es lo adecuado.
Cada día que te levantas y ves el sol, ya es motivo para pensar en positivo, es un buen punto de partida. Entre otras cosas, porque nada de lo que acontezca a tú alrededor, debe influir en dejar que seas un poco feliz.
La felicidad no se mide con una cinta métrica, tampoco se puede pesar, ni siquiera se puede percibir de forma tangible, lo contrario también es cierto, la expresión del rostro o el estado de ánimo, pueden manifestar de manera elocuente que uno es un desgraciado. Siempre hay cosas, que pueden romper el esquema de la felicidad.
El amor, la felicidad, el paraíso, son palabras que quieren definir una determinada situación, en la que creemos que nos encontramos en diferentes etapas de la vida. De forma que, desde mi punto de vista, el paraíso es una condición, que cada cual puede interpretar a su manera.
Paraíso, hermosa palabra que recuerda un lugar, el lugar donde según cuenta la biblia, dios colocó a Adán y Eva, un jardín, el jardín del Edén, situado  entre los ríos Tigris y Éufrates, es decir en la actual Irak, la  antigua Persia. ¿Porqué tendría que ser un lugar en el mapa?, ¿Porqué debería ser un jardín donde todo discurría en paz, donde se le encargó al hombre poner nombre a los animales?. ¿Porqué tentó dios al hombre, la corona de su creación, a no comer de determinado árbol, el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo?.
Que huevos…, crear al hombre perfecto, para después ponerlo a prueba. Esto no se hace dios…, la gente puede pensar que eres un malandrín, que no le convenía que aquel plan durara. Debería pensar –y no me quiero pasar de listo-,  “Sabes que, ahí se quedan, los amenazo con el arcángel y la espada llameante para que no vuelvan a entrar en el paraíso, y esto se quedará así para el futuro, un zoo, para que más adelante, la gente lo pueda visitar pagando.
Nada tú, lo dicho, si quieres puedes vivir en el paraíso cada día, no en el que acabo de describir, ir ahora por aquellas tierras es un poco peligroso. Podemos vivir en el paraíso, si pensamos en cómo y de qué manera, podemos ayudar a otros, aunque sea con lo más elemental, un kilo de arroz, media docena de huevos, una botella de aceite aunque sea de girasol, así se puede experimentar lo que es el paraíso.
Te lo prometo, es una pasada, cada vez que llamas a la puerta de un vecino necesitado y le das esa sorpresa, te sientes en el puñetero paraíso. Notarás que el corazón se ensancha dentro de tú pecho, experiméntalo, te lo digo por experiencia propia. Si sabes que en esta casa hay niños, llévales un huevo Kinder y un bote de Cola Cao, te adorarán. ¡El paraíso lo tenemos aquí si queremos…!, no nos preocupemos demasiado con nuestro futuro, mientras podamos hacer obras de caridad tan sencillas como estas.
Podemos criticar a los políticos todo lo que queramos –para eso son figuras públicas, para lo bueno y lo malo-, pero mientras, dejemos que otros experimenten la experiencia de ser queridos por lo que son, seres humanos, hermanos nuestros, gentes que tienen el mismo derecho que nosotros de experimentar, lo que es el paraíso.


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