MI AMIGO
ÍNTIMO.
Con los años que hace que nos
conocemos… y solo sé su nombre y poco más.
Puede parecer infantil, pero es
así. No hace falta que lo invite a que me acompañe a los sitios por los que
ando. Hasta por la noche, agazapado en un rincón de mi cuarto, parece velar mi
sueño. Cuando despierto, ya está ahí, esperando, siempre esperando.
De pequeño, no entendía bien su
obligada compañía, luego, con el paso del tiempo, me he acostumbrado a su
sombra a mi lado. Íntimo amigo este, pero bastante raro, no habla nunca
conmigo, y sin embargo me observa, me mira y sonríe. He concluido, que debe de
ser uno de esos locos, que necesita determinada compañía para ser feliz.
En ocasiones le gasto bromas para
despistarlo, le hago mirar a otro lado y
huyo de él escondiéndome en algún rincón inaccesible, pero nada, tan buen punto
estoy allí, agazapado noto su respiración en mi cogote, no me enfado, no merece
la pena, al fin y al cabo, es una cualidad que tiene y que usa de forma eficiente,
la anticipación.
Hace poco fui a una relojería,
desde hace tiempo estoy ahorrando para comprarme un reloj que me encanta. Tiene
todo lo que te puedas imaginar, cronómetro, cronógrafo, G.P.S, de todo, puedes
bucear con él hasta los cien metros, sin que le afecte el agua salada, es caro
eso sí pero ¿qué importa?, ha sido la ilusión de toda mi vida.
Pues fíjate, cada vez que me he
parado a contemplarlo desde fuera de la tienda, oía al lado de mis oídos una
especie de risa a manera de burla, hasta he sentido unos golpecitos en mi
hombro a la vez de las risas, no los puedo describir bien, pero os juro que no
estaba soñando.
Cuando me puse el reloj por
primera vez, sentí algo de vergüenza, como si fuera observado por alguien
invisible, una presencia, como si fuera un fantasma, llegado de ultratumba.
Miraba el reloj cada dos por tres
cuando iba por la calle, cuando viajaba en metro, cuando entraba y salía del
trabajo, le daba buen uso. De este modo ha pasado el tiempo, me he acostumbrado
a las rarezas de este amigo íntimo.
A veces creía que ya se había
ido, que ya no le importaba para nada, que no podía contar con él, para esos
juegos que llevábamos a cabo años atrás. Nada más lejos de la realidad, he
comprobado que sigue conmigo, quizás se ha hecho viejo conmigo, no lo sé. En un
sueño que tuve hace poco tiempo, lo vi, o creí verlo, ya se sabe que los sueños
no son más que sueños, y en una mente imaginativa y ahora bastante inactiva,
los sueños ya no son igual que antes.
Lo soñé como un joven vigoroso
sin rostro. Feliz, activo, inquieto, andando de acá para allá todo el tiempo,
incansable. No hablaba en el sueño, solo se movía de un lado a otro, y se
burlaba de unos, mientras respetaba a otros, generalmente gente como yo,
enfermos, varados como las barcas en
bajamar.
Ha llegado el momento de las
despedidas, intuyo, que otra amiga me ronda, no para de dar vueltas a mi
alrededor, me invita a que emprenda el último viaje con presteza, mientras, mí
íntimo amigo, está contemplándome a los pies de la cama donde estoy, atendido
por especialistas, estos tampoco me dicen nada, en silencio, trabajan con
máquinas y sondas, al final, usan no sé qué adjetivos, que justifican según su
criterio, que ya no vale la pena dejarme seguir viviendo en las circunstancias en
las que estoy.
Veo a mi amigo íntimo, me mira con cierta indiferencia,
no con desprecio, pero si, como si fuera un acto al que asistiera miles de
veces cada día. A su lado, esa última desconocida, con traje de fiesta, llegada
de los confines del cosmos, se apoya sobre mi amigo El Tiempo, lo besa
descaradamente, levanta el vuelo de su falda, baila, creo que es en honor del
Tiempo, se cuelga de su cuello como si fuera una furcia llena de lujuria, se
acerca a mi rostro, y de su boca sale un soplo, que anula mis fuerzas poco a
poco.
Busco desesperadamente a mi amigo,
para que me diga algo que me consuele, siquiera que se despida de mí, hemos
pasado toda la vida juntos…, que menos que eso…, que va, lo busco en vano,
hasta que ya no puedo más, las fuerzas que me quedan dentro me abandonan, al
oído me llega un susurro “Venga hombre,
cierra los ojos ya, te hice compañía todo el tiempo que pude, ahora tengo que
marcharme, suéltame la mano…”. Solo levanto el brazo, de esto soy consciente, casi
quedo sentado en la cama por un impulso que no sé de dónde llega “¡Adiosss!”.
Después todo se queda en la oscuridad.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario