sábado, 6 de abril de 2013



                                  MI AMIGO ÍNTIMO.


Con los años que hace que nos conocemos… y solo sé su nombre y poco más.
Puede parecer infantil, pero es así. No hace falta que lo invite a que me acompañe a los sitios por los que ando. Hasta por la noche, agazapado en un rincón de mi cuarto, parece velar mi sueño. Cuando despierto, ya está ahí, esperando, siempre esperando.
De pequeño, no entendía bien su obligada compañía, luego, con el paso del tiempo, me he acostumbrado a su sombra a mi lado. Íntimo amigo este, pero bastante raro, no habla nunca conmigo, y sin embargo me observa, me mira y sonríe. He concluido, que debe de ser uno de esos locos, que necesita determinada compañía para ser feliz.
En ocasiones le gasto bromas para despistarlo, le hago mirar a otro lado  y huyo de él escondiéndome en algún rincón inaccesible, pero nada, tan buen punto estoy allí, agazapado noto su respiración en mi cogote, no me enfado, no merece la pena, al fin y al cabo, es una cualidad que tiene y que usa de forma eficiente, la anticipación.
Hace poco fui a una relojería, desde hace tiempo estoy ahorrando para comprarme un reloj que me encanta. Tiene todo lo que te puedas imaginar, cronómetro, cronógrafo, G.P.S, de todo, puedes bucear con él hasta los cien metros, sin que le afecte el agua salada, es caro eso sí pero ¿qué importa?, ha sido la ilusión de toda mi vida.
Pues fíjate, cada vez que me he parado a contemplarlo desde fuera de la tienda, oía al lado de mis oídos una especie de risa a manera de burla, hasta he sentido unos golpecitos en mi hombro a la vez de las risas, no los puedo describir bien, pero os juro que no estaba soñando.
Cuando me puse el reloj por primera vez, sentí algo de vergüenza, como si fuera observado por alguien invisible, una presencia, como si fuera un fantasma, llegado de ultratumba.
Miraba el reloj cada dos por tres cuando iba por la calle, cuando viajaba en metro, cuando entraba y salía del trabajo, le daba buen uso. De este modo ha pasado el tiempo, me he acostumbrado a las rarezas de este amigo íntimo.
A veces creía que ya se había ido, que ya no le importaba para nada, que no podía contar con él, para esos juegos que llevábamos a cabo años atrás. Nada más lejos de la realidad, he comprobado que sigue conmigo, quizás se ha hecho viejo conmigo, no lo sé. En un sueño que tuve hace poco tiempo, lo vi, o creí verlo, ya se sabe que los sueños no son más que sueños, y en una mente imaginativa y ahora bastante inactiva, los sueños ya no son igual que antes.
Lo soñé como un joven vigoroso sin rostro. Feliz, activo, inquieto, andando de acá para allá todo el tiempo, incansable. No hablaba en el sueño, solo se movía de un lado a otro, y se burlaba de unos, mientras respetaba a otros, generalmente gente como yo, enfermos,  varados como las barcas en bajamar.
Ha llegado el momento de las despedidas, intuyo, que otra amiga me ronda, no para de dar vueltas a mi alrededor, me invita a que emprenda el último viaje con presteza, mientras, mí íntimo amigo, está contemplándome a los pies de la cama donde estoy, atendido por especialistas, estos tampoco me dicen nada, en silencio, trabajan con máquinas y sondas, al final, usan no sé qué adjetivos, que justifican según su criterio, que ya no vale la pena dejarme seguir viviendo en las circunstancias en las que estoy.
 Veo a mi amigo íntimo, me mira con cierta indiferencia, no con desprecio, pero si, como si fuera un acto al que asistiera miles de veces cada día. A su lado, esa última desconocida, con traje de fiesta, llegada de los confines del cosmos, se apoya sobre mi amigo El Tiempo, lo besa descaradamente, levanta el vuelo de su falda, baila, creo que es en honor del Tiempo, se cuelga de su cuello como si fuera una furcia llena de lujuria, se acerca a mi rostro, y de su boca sale un soplo, que anula mis fuerzas poco a poco.
Busco desesperadamente a mi amigo, para que me diga algo que me consuele, siquiera que se despida de mí, hemos pasado toda la vida juntos…, que menos que eso…, que va, lo busco en vano, hasta que ya no puedo más, las fuerzas que me quedan dentro me abandonan, al oído me llega un susurro  “Venga hombre, cierra los ojos ya, te hice compañía todo el tiempo que pude, ahora tengo que marcharme, suéltame la mano…”. Solo levanto el brazo, de esto soy consciente, casi quedo sentado en la cama por un impulso que no sé de dónde llega   “¡Adiosss!”. Después todo se queda en la oscuridad.


                                                   -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario