martes, 28 de mayo de 2013


                   EL SOLDADO SIN MISIÓN.


¡Qué ilusión tiene Marcelo de entrar en el ejército…!, se ha ofrecido voluntario en la marina, tiene unas ganas de vestir  el uniforme inmensas. En su casa, en el comedor, hay desde que era pequeño, una fotografía enmarcada de su padre, vestido con uniforme de paracaidista.
Marcelo padre, llegó a cabo, medio de lado, se distingue el galón que lo acreditaba como tal. La pena fue que se mató sin guerra alguna, ¡anda que no lo lloraron en su casa!, en unas maniobras cerca de Zaragoza, se tiró con otros soldados de un avión, y no se le abrió el paracaídas, al pobre lo recogieron con pinzas en mitad de Los Monegros.
Su novia de entonces, ahora madre de Marcelo hijo, estaba embarazada de este valiente que con los años, siguió los pasos de su padre. Sin conocer más que parte de su historia, Marcelo adora a  su padre, bajo el retrato de su padre en una mesita de pared, hay una pequeña capilla con la virgen de Loreto, patrona de los aeronautas, y junto a ella, una caja apolillada con cristal, donde está la bandera española plegada.
Cristina su madre, reza a una hora u otra del día, a Nuestra Señora de Loreto. Se conoce que pide para que su marido esté cómodo haya en el cielo, para manifestar que se acuerda cada día de él.
Marcelo hijo, ya hace tiempo que le dice a su madre que quiere ser marino, y que le pese a quién le pese, lo será. Cristina ha tratado de recapacitar con él, le ha  dicho que estarán muy lejos el uno del otro, ella cerca de Logroño, él en la base de Cartagena. Los ideales de alguien cuando son legítimos, no deben cuestionarse, eso es lo que le quiere hacer entender Marcelo a su madre, y ella no hace más que repetirle que eso está muy bien, pero si ese es su caso, si quiere ser marino, antes, debería saber nadar.
El ideal de servir a su patria está por encima de eso, le contesta Marcelo. Pero  si tú le temes hasta los charcos de lluvia cuando vas por la calle…, esa no es la cuestión, si uno decide ser marino lo es, le pese a quién le pese. Piensa un poco en los demás… me quedo aquí sola, sin ninguna ayuda, no te tengo más que a ti ¿has pensado en eso?. Pues claro que sí mujer, no voy a pensar en la persona que me dio la vida… vamos mamá no digas esas cosas que me duelen mucho.
Ella , no termina de entender, ese empecinamiento irracional que lo ciega a llevar a cabo esa misión, él por su parte, tiene un convencimiento pleno de que es un conjurado, que en la vida tiene que llevar en alto esa bandera y no hacer otra cosa. Será porque nunca ha tenido amigos a los que aferrarse, solo el trabajo ha sido su amigo, y ni siquiera allí ha podido mantener una relación de amistad sincera con nadie.
Se ha estudiado a sí mismo, analizado, autocorregido, es posible que la culpa fuera suya, pero no ha encontrado motivos para que todo el mundo mantenga esa distancia con él. Una y otra vez se ha mirado en el espejo de la conciencia para examinarse, y nada, no encuentra respuestas a esa incógnita.
Cuando se pone los zapatos cada mañana para ir al trabajo, se plantea acudir a su puesto cómo un día más en el infierno. El número que calza es el cuarentaiocho, su estatura, metro sesenta y nueve, y un rostro que es más propio de un equino que de una persona, largo, con la mandíbula inferior que sale de la superior hasta el punto de no poder evitar enseñar los dientes inferiores con a boca cerrada. Pero joder, no hay para tanto, él se ve normal y de hecho lo es, camina con pie firme nunca mejor dicho, por la vida, tiene claros sus objetivos, y sin hacer alarde de nada, todo el mundo lo aprecia como buena persona.
¡Cuántos no habrán abusado de su bondad…!, es un tío diez. Jamás ha llevado cuenta de los favores que ha hecho a los demás, siempre se ha ofrecido a hacer favores, a dar de sí mismo todo lo que ha podido.
Pero se conoce que eso no es suficiente para aquellos que han recibido su afecto y el efecto de su bondad. Es por eso que quiero ser marino mamá, por lo menos en el ejército aunque sea uno más tendré la oportunidad de hacer algo por mi nación, dado que nadie se deja querer fuera de este entorno.
Al final, cuando pasa las revisiones oportunas, le dan una carta de capitanía militar que lo deja en espera. Ahora, no entiende nada de nada, ha viajado a Madrid para finalizar los trámites de su alistamiento, y resulta que le dicen, que ya lo llamarán, sin ninguna otra explicación. En el mundo militar las cosas funcionan así, nadie está obligado a darte explicación alguna, un soldado de oficinas le teclea en un ordenador una ficha, hace una carta a toda velocidad sobre un ordenador y la imprime, la mete en un sobre con la bandera nacional sobreimpresa y se la da.
Un sobrecargo a quien pide explicación le dice solamente que todo está redactado en la carta, que no puede decir más. La carta, contiene vagas explicaciones, de por qué no es apto para ese servicio, pero no tira la carta, aunque de corazón lo haría, le hiere profundamente lo que allí lee, la mete en su bolsa de viaje y se pasa el resto del camino deseando llegar a su casa, durante el camino de vuelta, nadie se ha sentado a su lado, y eso, que el tren, en ocasiones, va lleno.
Se hace mil preguntas mientras el tren pasa sin parar por algunas estaciones, ya me tendrían que haber dado una fecha concreta, he visto como a otros muchachos como yo, voluntarios les decían cuando y donde deben incorporarse a filas. No entiendo nada, si hay algún problema de masificación en este cuerpo, me lo podrían haber dicho, me habría apuntado hasta el tercio si hiciera falta, ¡maldita sea!.
Cuando llega a su casa, la vecina, la señora Virtudes, le dice que su madre está en el hospital, que vaya directamente allí. Osvaldo, un chico cubano que vive en su misma planta se ofrece a llevarlo al hospital. Cuando llega al hospital, no lo dejan pasar de urgencias, está en un box recibiendo atención, ni siquiera le dicen que es lo que ha pasado. Ya lo llamarán, siéntese en la sala de espera por favor, lo llamarán por megafonía.
La espera se hace eterna, más que nada por la incertidumbre de no saber que le ha sucedido. Al cabo de dos horas, una doctora llama a los familiares de la señora Cristina, Marcelo salta de la silla como un muelle. Buenas, usted debe de ser su hijo, si señora ¿Qué le ha pasado a mi madre?, pues… que va a tener complicado que vuelva a caminar durante una buena temporada,  la caída que ha sufrido, le ha roto dos vértebras, esto es de difícil recuperación, no imposible por supuesto, pero hace falta tiempo, hasta que vuelva volver a  moverse con soltura. Tendrá que ir con una silla de ruedas durante una buena temporada, ahora depende enteramente de usted y el resto de la familia.
Se conoce que ha estado limpiando la cocina, siempre la limpieza… siempre está sucio todo para ella, un resbalón inoportuno, y ha caído de espalda contra el canto de la mesa donde hacen vida en la cocina, menos mal que tenía en ese momento la ventana abierta y pudo pedir socorro. Al caer se machacó dos vértebras, y no se sentía las piernas, de manera que, por el balcón trasero entró Carlos el vecino de al lado, la asistió poniéndole una almohada bajo la cabeza y llamando a una ambulancia.
Ahora no podrá alistarse a ningún ejército, por lo menos, hasta que su madre mejore. Este suceso lo frustra mucho, él tenía sus planes, ahora tendrá que ser soldado de su madre, asistirla representa mucho para él, le viene grande.
Osvaldo que conoce sus planes, razona con Marcelo, le dice, que si estuviera alistado, tendría que someterse a una disciplina, que tendría que aprender cosas nuevas, que no había más remedio si quería ser un buen soldado ¿dónde estaba la diferencia?.
A Marcelo le cuesta digerir esta comparación, no es lo que él esperaba oír.
Ya en casa, después de acomodar a su madre con la ayuda de Osvaldo, que también ha ido al hospital con él cuando le han dado el alta, se sienta en la butaca del comedor, se quita los zapatos, y se bebe una cerveza fría en compañía del vecino cubano, que prefiere una silla. Bueno chico, ahora a pensar las cosas con calma, no me gustaría ver que este accidente de tú madre te sobrepasara. Tranquilo Osvaldo, ya nada importa de mis planes, me aré el efecto, que cada día voy de desfile con toda una tropa a echar a los intrusos de la patria.
Mira de nuevo la fotografía de su padre vestido de uniforme, y se sorprende, ¡le mira a los ojos, le está sonriendo…!.


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