ESPERANDO AL GRAN AZUL.
Las cosas no siempre suceden
cuando uno quiere, en ocasiones hay que armarse de paciencia, tener la mente
fría. Por otra parte, acontecimientos que creíamos improbables, nos desbordan y
nos precipitan hacia la desesperación.
Un tontito de mi pueblo, sale a
la plaza del mismo y con los ojos fijos en el cielo, preguntado por los
vecinos, siempre dice lo mismo “Aquí
estoy, esperando al gran azul”. Unos comentan con otros “Este pobre hombre cada vez está peor, no sé
como su familia, consiente que esté todo el día sentado en ese banco”.
No les falta razón, porque
incluso cuando llueve a mares, se le ve sentado en el banco contemplando el
cielo, seguramente esperando, que aparezca el gran azul.
Vaya una leche con el tontito. A
veces se queda mirando a un determinado punto del cielo haciendo visera con la
mano, casi con los ojos cerrados, como si hubiera visto algo en concreto, sin
poder determinar que es.
Tanto es así, y la rutina que ha
adquirido respecto a este asunto, que algunos de vez en cuando, viéndolo en
estas circunstancias, se sientan a su lado y se pegan a su hombro, siguiendo
con la vista el punto del cielo, hacia donde está dirigiendo su mirada, el
tontito.
“Pues no sé yo que mira, algo
debe de ser, porque lleva del orden de cinco años practicando esta especie de
liturgia”. Otro le contesta “Ya sé, como
ahora se está poniendo de moda otra vez el asunto de los OVNIS, eso es que está
esperando que pase alguno por aquí”.
Han hablado con el cura para que
charle con él, y le convenza de que no hay razón para que se pase el día
mirando el cielo, don Lucas ha aceptado el encargo.
Después de preparar un breve
bosquejo con todo lo que le iba a decir, una mañana después de misa, salió de
la sacristía, abrió el paraguas negro para protegerse del sol y se encaminó a
la plaza del pueblo. Efectivamente, allí estaba el tontito, como cada día,
observando el cielo, ese día el cielo tenía más clientes, cinco o seis personas
mayores, observaban el cielo alrededor del tontito.
Se despertaban comentarios acerca
de lo que uno u otro había visto el día anterior, comenzaron las discusiones
pacíficas y las especulaciones “Oye pues
aunque sea el tonto del pueblo, algo habrá visto para que se pase todos los días
aquí clavado, que hasta su madre le trae la comida porque no quiere moverse del
banco”.
El señor cura, don Lucas, comenzó
de forma cariñosa, a explicarle cosas de la historia sagrada, pero el tontito
si escuchaba lo hacía sin dejar de mirar al cielo. Al cabo de las dos horas de
discurso inútil, don Lucas le preguntó “¿Qué
es lo que esperas ver con tanta observación?”. “Al gran azul, ¡es tan hermoso…!”.
Don Lucas no salía de su asombro,
lo decía con tal convencimiento…, con tanta nostalgia, con tanto cariño, que no
pudo por menos que quedárselo mirando a la cara, estaba extasiado el tontito.
Sin poder agregar nada más a lo ya dicho, don Lucas alzó la vista al cielo, y
se quedó mirando unas nubes que pasaban lentamente, completamente blancas, que
el aire de allá arriba cambiaba de forma, haciendo que unas veces pudieras ver
animales, otras veces cosas, todas ellas efímeras.
Cuando acababan de pasar sobre
sus cabezas, se transformaban de nuevo, era como un teatro de sombras chinas,
al tontito con media lengua fuera de la boca se le caían de vez en cuando las
babas. “Todo esto que ves, lo ha hecho dios”. “No –contestó el tontito-, todo esto lo hace
el gran azul, estoy esperando que me diga un día de estos, cómo lo hace. Pero
para eso, el cielo tiene que estar completamente azul, sin una sola nube,
entonces saldrá de detrás del escenario para contármelo”.
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