LA SOMBRA DE LA
HIGUERA.
Grande, tremendamente lucida,
bien trabajada para que el producto de su flor sea mejor, más cuantioso, más dulce,
un manjar para el exigente paladar de los entendidos. Así es la higuera que
crece en mi pequeño patio soleado, un lugar alejado de cualquier peligro,
acompañado solo, por el suave canto de la alondra y el colorín. Visitado en el
mes de Abril, por las golondrinas, que han hecho del voladizo de mi casa un
lugar preferido, Ahí las ves, poco a poco van llegando, ocupan su casa de
vacaciones, pegadas a las esquinas de las paredes, con pequeños trocitos de
barro sabiamente mezclados con su
saliva, nidos que aparentemente son frágiles, humildes, pero son un lugar
perfecto para ellas.
Al amanecer, sobrevuelan los
campos de alrededor y también la higuera, ahora que va llegado el verano, es
más susceptible de ser atacada por plagas de insectos, de miles de moscas y
mosquitos, que quieren aprovecharse del atractivo néctar dulzón que emana de la higuera. No vale la pena
intervenir en esta danza mortal, que todos llevan a cabo para sobrevivir, la
naturaleza hace lo suyo, su astucia es manifiesta en cada acontecimiento que se
libra en el campo.
Antes, hace unos años atrás lamentaba
vivir solo, me sentía abandonado entre las cuatro paredes de la casa, encerrado
en una prisión de la que no podía escapar, pero
eso ya es historia, cuando arranca el buen tiempo, hablo con mi higuera,
y ella me responde moviendo agitadamente sus hojas. Sí discutimos de cosas que
aparentemente a ella no le importan, yo creo que sabe que estoy solo, entonces
en una explosión de bondad, me regala su fruto, las brevas, las excelentes
amigas de mis comidas, ¿cómo iba a despreciarlas?.
Mi higuera me inspira a que haya
construido a sus pies, una rústica mesa que ni siquiera es plana, con un único
asiento que hice con la base de un olivo, allí me paso horas, subiendo y
bajando de la higuera por una frágil escalera de madera que, para no lastimar
las ramas de mi amada higuera, uso para recoger su fruto hasta su copa.
Bien entrada la primavera, en mi
tierra el sol quema, las temperaturas suben de forma exagerada, pero mi higuera
me dice que vaya bajo su sombra, que no encontraré lugar más fresco y agradable,
en ningún lugar del mundo. Y cuando me ve desanimado o triste, deja caer unas
cuantas brevas para recordarme que hable con ella, que está allí plantada para
hacerme compañía. Por naturaleza, ella entiende de flores y frutos, ¿cómo es
que también entiende de estados de ánimo?, será porque desde que era pequeño,
ella ya estaba allí en el patio de la casa esperando a que creciera, para consolarme
cuando mis padres murieron, cuando mis
hermanos se marcharon a la ciudad y se dieron cuenta, de que yo no me iría de
allí jamás.
Bajo mi higuera, en un tiempo ya
pasado, tuve encuentros y escarceos con chicas de los pueblos vecinos. Parecía
que en su troco hubieran siempre ojos que miraban las cosas que hacíamos, eso
me cortaba mucho, al final dejaba estos asuntos a la voluntad del tiempo. Y la
voluntad del tiempo ha sido, que yo comparta con ella mis pequeños triunfos, y
por qué no decirlo, mis grandes fracasos. No se me ha dado bien conquistar a
las mujeres, o ellas no han sabido conquistarme a mí, no lo sé, pero ahora no
es tiempo de lamentos, todo este tiempo pasado lo doy por bien empleado, es
como me dice mi higuera, que a ella le gustaría dar siempre el mismo fruto,
pero no puede, está sujeta a las circunstancias que la rodean. Si ella no se
lamenta… ¿por qué iba a hacerlo yo?. Sí, cierto, son cosas distintas pero al
fin y al cabo, si las maduras bien, iguales. ¡Ya me gustaría a mí tener la
lozanía que tiene la higuera, después de tantos años!, no envejece, y siempre,
si se la cuida, va echando brotes nuevos. En cambio yo, hace unos años que
camino apoyado en un bastón de cerezo, algunos árboles tienen el secreto de la
longevidad, pero eso, no se cuentan a nadie.
Por eso, después de muchos años
de hacernos compañía mutua, y de que ella me cuide a mí lo mismo que yo cuido
de ella, dejamos aparcado este tema para concentrarnos solo en lo básico, que
no por ser básico es más simple, le doy los cuidados que necesita, y ella a
cambio me da su fruto y su sombra.
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