MARÍA.
No pueden hablar, se quedan
quietos otros, los más expresivos muestran consternación a su paso.
Su hombre sonríe y dulcemente la alaga
con sus ojos. Es porque los suyos lo tienen hipnotizado.
Si alguien tiene el honor de
disfrutar de su sonrisa, palidece sin poder evitarlo.
Así es ella, modestamente
hermosa, como salida de una fábula que todavía nadie ha escrito. Me mira y
muero un poco, ¡es tan hermosamente buena y dulce…!.
Su nombre es María, este nombre
se ajusta a su personalidad, a su porte, a sus ganas de vivir la vida.
Si la conocierais, seguro que os
turbaría su presencia. Hasta la ambicionaríais como se ambiciona el pan de cada
día.
Estoy próximo a ella, y a la vez
tan distante…, que no me canso de mirar unos cuantos retratos de María.
Platón hizo una frase sobre el
amor “El amor consiste en sentir que el
ser sagrado late dentro del ser querido”. Cuánta razón tiene este gran sabio.
La persona que siente habla poco,
y es a ella, a María, a quien se le pudiera atribuir este pensamiento.
Uno se ve tentado, a dar la vida
por María si se encontrara en algún aprieto. Yo me apunto a esta causa, sería
un honor.
Seguro que es el cariño que le
tengo el que me hace hablar así, lo sé, pero es algo que no puedo evitar. Su
amor es tan grande, que debe ser correspondido.
María no quiere parecerse a nadie
salvo a ella misma, es discreta y comedida, nada exigente con los demás, y si
les exige algo, es porque ella se exige a sí misma.
La quiero tanto, que su nombre me
acerca a la hierba que nace en el campo, al rocío de la mañana, a la alegre
primavera que se viste con los colores de su nombre.
Es preciosa por apreciada,
querida por cariñosa, amante por amorosa.
Ya no se me ocurre otra cosa más
que decir de ella, más que su esencia tiene un nombre hermoso, María.
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