viernes, 17 de mayo de 2013



                                  MARÍA.


No pueden hablar, se quedan quietos otros, los más expresivos muestran consternación a su paso.
Su hombre sonríe y dulcemente la alaga con sus ojos. Es porque los suyos lo tienen hipnotizado.
Si alguien tiene el honor de disfrutar de su sonrisa, palidece sin poder evitarlo.
Así es ella, modestamente hermosa, como salida de una fábula que todavía nadie ha escrito. Me mira y muero un poco, ¡es tan hermosamente buena y dulce…!.
Su nombre es María, este nombre se ajusta a su personalidad, a su porte, a sus ganas de vivir la vida.
Si la conocierais, seguro que os turbaría su presencia. Hasta la ambicionaríais como se ambiciona el pan de cada día.
Estoy próximo a ella, y a la vez tan distante…, que no me canso de mirar unos cuantos retratos de María.
Platón hizo una frase sobre el amor  “El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido”. Cuánta razón tiene este gran sabio.
La persona que siente habla poco, y es a ella, a María, a quien se le pudiera atribuir este pensamiento.
Uno se ve tentado, a dar la vida por María si se encontrara en algún aprieto. Yo me apunto a esta causa, sería un honor.
Seguro que es el cariño que le tengo el que me hace hablar así, lo sé, pero es algo que no puedo evitar. Su amor es tan grande, que debe ser correspondido.
María no quiere parecerse a nadie salvo a ella misma, es discreta y comedida, nada exigente con los demás, y si les exige algo, es porque ella se exige a sí misma.
La quiero tanto, que su nombre me acerca a la hierba que nace en el campo, al rocío de la mañana, a la alegre primavera que se viste con los colores de su nombre.
Es preciosa por apreciada, querida por cariñosa, amante por amorosa.
Ya no se me ocurre otra cosa más que decir de ella, más que su esencia tiene un nombre hermoso, María.


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