jueves, 30 de mayo de 2013


                                  OPORTUNISMO.


Me dice el médico que soy alérgico. Oiga, ¿y a qué si puede saberse?. Huy, esto es muy complejo de explicar amigo mío. Se conoce, que usted ha sido durante muchos años alérgico y no se ha dado cuenta. Pues mire usted que tocada de huevos, llevo un año entero, sonándome las narices noche y día, creyendo que me resfriaba, o que tenía las defensas bajas, y ahora resulta que es una cuestión de alergias. Ve usted señor, de donde yo vengo las alergias no existen. ¿De dónde es usted doctor?. De Bolivia, de una meseta que está a tres mil metros sobre el nivel del mar. Ya decía yo…, este señor tiene unos rasgos como de indio, bueno no de la India, si no de la América del sur. Pues sí, me licencié en la universidad de Sucre, soy aimara auténtico de cuna, allí hay muchos mestizos y muchas etnias diferentes. Oiga, ¿está usted seguro de que lo mío es alergia?, lo digo porque, si por causa de lo que me está recetando, tengo algún efecto secundario grave, vengo aquí y me lo cargo, llevo en manos de médicos, poco menos de cuarenta años, entre unas cosas y otras, he, y de buen rollo ¿vale?. No le quito la razón, yo haría lo mismo, pero tenga presente, que los licenciados que venimos a trabajar a  este hermoso país hermano, tenemos otra cultura, ¿sabe usted a cuantos visitadores médicos visito cada día, que me dicen que lo que sus laboratorios hacen es lo mejor?, no puede hacerse ni idea, y el caso es, que son productos que desconocemos, nosotros nos curábamos con hiervas y pócimas que vienen de nuestros ancestros, recuerdo cuando era pequeño, que siempre iba descalzo, limpiándome los mocos con las mangas del suéter de cuello alto, pues oiga nunca me resfrié, mi abuela me daba un brebaje de hiervas y a correr. Ya, en mi casa pasaba lo mismo, mi madre era medio herbolaria, y siempre que teníamos algo mis hermanos y yo, nos hacía bebidas para todos, para que no nos contagiáramos, doctor ¿no le estaré retrasando en su trabajo con tanto hablar?. No, que va, para lo que nos paga la sanidad española…, cobramos menos de ochocientos euros, ¿qué le parece?. Pues que es una mierda, para el trabajo que hacen. Y no me quejo, en mi país con esta cantidad, soy un adinerado, se lo cuento a usted porque me inspira confianza. Vaya, ¡así va la sanidad pública!. Lo cierto es que desconozco el efecto de muchos de los medicamentos que receto, pero… ¡qué le voy a hacer!, son comisiones extra que ganamos para tirar adelante. Le creo doctor, este país nuestro, se está yendo a la mierda con las reformas sanitarias, pero claro, tenemos que ir al médico cuando estamos jodidos, no hay otra. Me gustaría poder hacerle un diagnóstico más preciso, pero es que no nos dan más medios, nos dicen de dirección, “para los que tengan estos síntomas, recetar esto y aquello, para los que tosan de tal o cual manera, esto otro”, y así vamos. Joder, que penoso es eso doctor Jalaru –se lee en su bata blanca-, ¿quién puede confiar en un médico que se llama Jalaru?, a mí personalmente, me da un escalofrío cuando veo este nombre, pero que le vamos a hacer, es lo que hay, creo que estos médicos, -licenciados se hacen llamar así mismos-, las están pasando putas aquí, una gente que vivían con unas riquezas internas impresionantes, y ahora ya ves, El Dorado, cambiado por títulos, que al llegar de tan lejos, no se sabe muy bien quienes son. Bueno señor Jorge, me va a volver usted dentro de quince días, veremos haber como va este proceso de alergia, creo que con lo que le he recetado, se curará, o por lo menos, se tendría que poner mejor, si por alguna razón, ve que se le siguen hinchando los testículos, vaya a urgencias y diga usted que lo llevo yo, me buscarán, vivo aquí, no se preocupe por la hora que sea, el paciente es lo primero.
Jorge sale de la consulta del hospital sonriente, pero con una mala leche dentro de él, que si llega a tropezarse con alguien en ese momento, le mete dos hostias. En cuanto llega al parking a recoger el coche, se mete dentro, lee las dos recetas incomprensiblemente escritas, las hace añicos y las tira por la ventanilla. Ahora, antes de llegar a casa, paso por la farmacia, me compro unos suspensorios y punto, le diré a Mari Carmen que no es nada, que el médico me ha dicho que es una cuestión de retención de esperma, que necesito trincar más, que solo así se me pasará.


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