SABER PERDER.
…y me siento tan viejo, tan lleno
de nada, más que de achaques…, que a menudo el alma me tiembla, cómo si dentro
de mí, fuera a ocurrir un terremoto. La mente se descuelga de mi cuerpo, igual que
cuando haces rapel, y sin darme cuenta, ha descendido a fabulosas grutas aun
inexploradas.
Aun así, no me quejo, no puedo,
¿quién podría comprender estos descensos a los abismos de lo imposible?, cuando
asciendo de estos viajes fabulosos, quiero contarle a alguien cómo ha sido,
imposible, hasta a mí mismo se me hace inexplicable.
Vuelve la normalidad, las risas y
el aliento de vida, y mira tú por dónde, que me parece no aprovechar estos
instantes, solo ella que está a mi lado siempre sabe que decirme, como actuar,
cual es la mirada que necesito en ese
preciso instante.
Vuelven los ecos de la dimensión
desconocida, sé muy bien que no se trata de extraterrestres, los zumbidos, las
distancias que marcan mi mente, están contenidas en mi propio yo. Veo todo mi
entorno, como un paisaje lunar, lleno de cráteres, remecido de luces opacas que
contrastan con luces brillantes. No quiero hablar, quiero disfrutar ese
momento, de hecho, tampoco puedo decir gran cosa.
La película que estoy viendo, en
no sé cuantas dimensiones, me absorbe, y ¿sabes?, me conmueve de un modo
especial. Voy danzando a través del tiempo, desde cuando tenía seis o siete
años, a cuando tenía quince, de ahí a cuando me casé por primera vez, luego me
quedo atascado, y de golpe vuelvo a galopar en el tiempo hasta ayer, cuando
unos amigos vinieron a casa a comer con nosotros. Pero no recuerdo sus nombres,
igual que no recuerdo el de mis hijos.
La materia gris que llena mi cabeza, sé que
está haciendo esfuerzos por dirigirme, no quiere que esté ausente del mundo,
más que el tiempo preciso para dormir, para descansar, porque lo necesita. Sin
querer no le doy tregua, algo me indica que es tiempo de soñar despierto, de
contemplar las auroras boreales que se me presentan. No es una película, estoy
dentro de ella, de esos brillantes colores, que como si fueran cortinas, me
invitan a viajar con ellas.
Algunos amigos me dicen que tengo
suerte, les gano en esto de viajes interplanetarios, yo les contesto, que no es
lo propio de un ser humano normal lo que me pasa. Luego les apunto que hay que
saber perder, es precisamente lo que me ha tocado a mí.
Minimizan mi desgracia –sé que lo
es-, la acepto sin más opciones, ¿qué voy a hacer, matarme por eso?. No, ni
hablar, quiero seguir vivo aunque en verdad no le tema a la muerte, pero cuando
tenga que llegar, sin prisas, sin apretar el acelerador. ¡Con lo que me ha
costado llegar a viejo…!, nada, de eso nada, hay mucha gente que me quiere,
debo complacerlos, yo también les quiero a ellos, ¡es tan bonito amar…!.
Cuando me toque perder sabré
aceptarlo, mientras, a vivir y alucinar, a caminar poco a poco, para no
estropear ninguna hierva que me encuentro por el camino. Dependo de los demás
en gran medida, pero empiezo a comprender a mis años, que ellos, también
dependen de mí. Que quienes son, no lo sé, pero seguro que son muchos, del
mismo modo que ellos me manifiestan su cariño, no puedo si no que
corresponderles.
Poco a poco, con el tiempo, he
aprendido a ser selectivo, la amistad se vende cara, y aparte de mi familia, sé
que hay unos cuantos de ellos, que se partirían la cara con quién fuera por
defenderme.
Ahora, a estas alturas de mi
vida, me doy cuenta, de lo mucho que representa la fidelidad, la honradez, la
honestidad, considero que soy un mero aprendiz de vivir. Todo cuanto tengo, que
no es poco, se lo debo a la gente que estuvo a mi lado, y a la que estará en el
futuro. Personas que ríen conmigo y que saben llorar junto a mí, que juntos nos
enternecemos de acontecimientos que suceden a nuestro alrededor, eso me da
fuerzas para llegada la hora, sabré perder, sabiendo que los tengo a mi lado.
He vivido ya unas cuantas
ceremonias de la muerte en mí mismo, todas ellas, las he vivido, como una mera
transición hacia el descanso, como cuando las fuerzas me abandonan después de
estar colapsado por tanta alucinación, como cuando entro en un estado de
laxitud completa, después de mis viajes intergalácticos.
Los médicos me dicen, que bueno,
que hay que saber aceptar los fallos del cuerpo, así es, ni más ni menos, quién
piense que lo contrario es cierto, se está engañando a sí mismo. El cuerpo
humano es una máquina perfecta, pero por alguna razón desconocida todavía para
la ciencia, comenzamos a envejecer, a dejar de funcionar bien, se devanan los
sesos, para averiguar por qué esta depauperación, esta muerte lenta de células
que se deberían recomponer, pero nada, no dan con la clave.
Por eso os digo, que hay que
saber perder, asumirlo, aceptarlo, es como si te hubiera tocado la lotería, así
lo veo yo. Espera, vuelven las alucinaciones… Ya han pasado, he viajado a ras
del suelo, como si fuera el piloto de un caza, no sé cuantas vueltas he dado a
La Tierra, pero este viaje ha sido potente, magnífico, estoy sudando, debe de
haber sido por la adrenalina que se ha disparado en mi cerebro, ha sido
impresionante.
¡Qué ganas tengo de vivir…!, no
por estos viajes atípicos, si no por lo que representan en su conjunto, señales
inequívocas del desprendimiento que se está produciendo dentro de mi cabeza.
Pero estoy preparado, he vivido mucho y bien, de lo malo no me acuerdo, creo
que me llega la hora, de sincerarme con todos, vivid bien, cuando llegue la
hora de perder, sabréis perder mejor.
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