jueves, 9 de mayo de 2013



                                     SOLO PERSONAL AUTORIZADO.


Como este letrero aparece en las obras, junto al de la obligación de llevar el casco puesto, y estaban los dos en el patio de una casa…, les pasó lo que les tenía que pasar. Fueron a parar al hospital, salieron de dentro de la casa, un par de perros doberman y se pusieron a “jugar” con ellos.
El más mayor, quedó en el suelo desnudo, gritando como un loco, parecía que estaba poseído por diez demonios, ¡madre mía que gritos daba el pobre!, el otro tuvo más suerte, solo se quedó sin el plumas que llevaba puesto, pero uno de los perros le dio un bocado en la posadera que lo dejó suave, llevaba medio culo colgando, sujetándoselo con la mano y corriendo a la vez.
Y todo, por querer hacer el camino de Santiago, en bicicleta de montaña. Ya habían casi consumido los parches de las cámaras de las ruedas, se puso a llover que no se veía ni cantar, en mitad de ninguna parte saliendo de Roncesvalles, se tenían que guarecer, la tormenta era de órdago. Se asustaron bastante y no se les ocurrió otra cosa que entrar en aquella propiedad, por supuesto que no esperaban ver aquel letrero engañoso, pero era claro, PROHIBIDO EL PASO AL PERSONAL NO AUTORIZADO.
Estos paneles se ven en las obras, en las construcciones, y más, cuando lo acompaña debajo de este predicado, un gráfico con dos siluetas, una que va sin casco y que está tachada con una cruz roja, y otra con el caso puesto, ilustrando que es así como se debe ir. Además, la cerca la abrieron ellos, no estaba cerrada con llave, pero entraron en la propiedad. ¿De quién era la culpa, de los dueños de la hacienda o de ellos dos?.
El más joven de los dos, el que logró salir con menos heridas gritaba  -¡Oiga que lo mata, que lo mata, salgan por favor…!. El hecho, es que al entrar, no vieron a los perros, estaban al acecho en las columnas bajo la casa. ¡Madre del amor hermoso, como quedó el pobre Jacinto!, bajo la lluvia, cubierto de barro y sangre, no podía decir nada, solo jadeaba.
Se escuchó un silbido  fuerte, los dos perros se quedaron tumbados al lado de su víctima, uno miraba al balcón superior de la casa, donde se veía la silueta de un hombre apoyado en la baranda, el otro no apartaba la vista de la víctima.
El hombre de la casa, bajó tranquilamente las escaleras que daban al patio, y dio una orden a los perros, acarició sus cabezas y les dijo  -Bien hecho, chicos, ¡que buenos perros sois!. Los mandó a su sitio y los perros obedecieron rápidamente, con agilidad, en cuatro saltos volvían a esta debajo de las columnas.
-Bueno no temas nada, ya te puedes levantar hombre.
-¿Qué me levante dice?, no ve usted que casi se me comen, no puedo levantarme.
-Bueno pues entonces te los enviaré otra vez para que acaben la faena…
-No por favor, no, ya me levanto, ¡Alejo, ayúdame por favor, entra, ya no hay peligro con los perros. Oiga, ¿podemos dejar aquí las bicicletas de momento?.
-Sí claro, hay sitio de sobras. Ir a que os curen estas heridas, y volved cuándo queráis. La próxima vez, tirad de la campanilla que hay tras ese pilar, así los perros no os atacarán. ¿Qué no habéis visto el letrero catetos?.
-Sí, pero pensábamos que era de coña, como solo se ven en las obras…
-Y de una obra viene, pero de todos modos está muy claro ¿no?.
No pudieron contestar nada a eso, tenía razón, además, fueron ellos los que entraron en una propiedad particular. Se cruzaron con otros peregrinos, con pocos por el agua que caía, los miraban extrañados, aquellos dos parecía que vinieran de la guerra, y no estaban desencaminados, iban apoyados el uno sobre el otro, mojados como pulpos y en un hay constante.
Llegaron al refugio desde el que unas horas antes habían estado, la mujer que los atendió no daba crédito a lo que veía.
-¿Pero de donde salís, os habéis ido montaña abajo?.
-No, señora. Nos han atacado unos perros de una finca vecina.
-Ha ya sé, de la casa de Benito, seguro. ¿Se os ha ocurrido entrar por casualidad?.
-Pues mire usted, sí. Se nos ha jodido una bici y como llovía tano hemos pensado…
-Quita, si hubierais pensado no estaríais así. A esa casa hay que acceder con cuidado, a este pobre hombre lo han atracado cinco veces en lo que va de año. Por eso ha tomado medidas extremas, desde que tiene estos perros se acabó el problema, ¿son fieros no?.
-Necesitamos ayuda señora, ¿quién puede acercarnos al hospital?.
-Ahora llamo a mi hijo, él os llevará. Sentaos dentro que en diez minutos estará aquí.
Jacinto se retorcía de dolor, Alejo tres cuartos de lo mismo, él no se podía sentar. Los dos hablaban, de la mala hora en que decidieron pedir fiesta en el trabajo, para peregrinar a Santiago de Compostela.
-Anda que el santo, nos ha protegido, por la parte de los cojones. Me cago en todo tío, vamos a volver a casa, recosidos como un muñeco de trapo.
Llegó un hombre de mediana edad que se los llevó al hospital, entraron en urgencias, no les hicieron esperar, los vieron médicos diferentes y les preguntaron cómo se habían hecho aquellas heridas. No podían engañar a los médicos, se veían las dentelladas de los animales. Vino la policía que les tomó declaración y los ingresaron dos días.
-¡Nena!, hola guapa, ¿qué podrías venir a buscarnos a Roncesvalles?. (Este es Alejo llamando a su mujer) Hemos tenido un percance y no podemos continuar el viaje. No te asustes no es nada, avisa a Visitación que volvemos los dos, no quiero que se entere por terceras personas y se arme la de Cristo es dios. Ya te contaré cuando vengas.
No hacía falta que le contara nada, en cuanto los viera a los dos, se echaría las manos a la cabeza y maldeciría la idea del viaje. Dijo que saldría en cuanto salieran los niños del colegio, y los pudiera dejar con sus padres. Cuando los vio a los dos se echó a llorar, Alejo se acomodó en el asiento delantero con el respaldo reclinado y viajó de lado. Jacinto en el asiento de atrás tumbado, las bicicletas estaban desmontadas, apiladas una sobre la otra, como si fueran chatarra.
Durante todo el viaje, la bronca, -Es que no tenéis cabeza con lo mayores que sois, podríais estar muertos de no intervenir este buen señor. Pues qué bien, encima justificando al viejo, que por poco acaba con los perros con su vida.
-Si por lo menos fuerais creyentes… se comprendería, pero ¡por el placer de hacer el camino de Santiago…! Os está bien empleado que hostias.
Llegan al bloque de viviendas y el vecino del primero los ve.  –Coño, ¿ya habéis hecho el camino…?.
Jacinto que casi no puede moverse le contesta  -¿Te quieres ir un poco a la mierda mamón?. El vecino entra a su casa como un caracol cuando le tocan las antenas.
Y es que, si un día de estos vas por la calle y ves un letrero parecido o uno que rece CUIDADO CON EL PERRO, hay que tomarlo en serio, puede haber un perro o cinco. Otro día os contaré la experiencia de un amigo, que vio un letrero parecido y le salió a recibir un Yorkshire.


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