SOLO
PERSONAL AUTORIZADO.
Como este letrero aparece en las
obras, junto al de la obligación de llevar el casco puesto, y estaban los dos
en el patio de una casa…, les pasó lo que les tenía que pasar. Fueron a parar
al hospital, salieron de dentro de la casa, un par de perros doberman y se
pusieron a “jugar” con ellos.
El más mayor, quedó en el suelo
desnudo, gritando como un loco, parecía que estaba poseído por diez demonios,
¡madre mía que gritos daba el pobre!, el otro tuvo más suerte, solo se quedó
sin el plumas que llevaba puesto, pero uno de los perros le dio un bocado en la
posadera que lo dejó suave, llevaba medio culo colgando, sujetándoselo con la
mano y corriendo a la vez.
Y todo, por querer hacer el
camino de Santiago, en bicicleta de montaña. Ya habían casi consumido los parches
de las cámaras de las ruedas, se puso a llover que no se veía ni cantar, en
mitad de ninguna parte saliendo de Roncesvalles, se tenían que guarecer, la
tormenta era de órdago. Se asustaron bastante y no se les ocurrió otra cosa que
entrar en aquella propiedad, por supuesto que no esperaban ver aquel letrero
engañoso, pero era claro, PROHIBIDO EL PASO AL PERSONAL NO AUTORIZADO.
Estos paneles se ven en las
obras, en las construcciones, y más, cuando lo acompaña debajo de este
predicado, un gráfico con dos siluetas, una que va sin casco y que está tachada
con una cruz roja, y otra con el caso puesto, ilustrando que es así como se
debe ir. Además, la cerca la abrieron ellos, no estaba cerrada con llave, pero
entraron en la propiedad. ¿De quién era la culpa, de los dueños de la hacienda
o de ellos dos?.
El más joven de los dos, el que
logró salir con menos heridas gritaba -¡Oiga
que lo mata, que lo mata, salgan por favor…!. El hecho, es que al entrar, no
vieron a los perros, estaban al acecho en las columnas bajo la casa. ¡Madre del
amor hermoso, como quedó el pobre Jacinto!, bajo la lluvia, cubierto de barro y
sangre, no podía decir nada, solo jadeaba.
Se escuchó un silbido fuerte, los dos perros se quedaron tumbados al
lado de su víctima, uno miraba al balcón superior de la casa, donde se veía la
silueta de un hombre apoyado en la baranda, el otro no apartaba la vista de la
víctima.
El hombre de la casa, bajó
tranquilamente las escaleras que daban al patio, y dio una orden a los perros, acarició
sus cabezas y les dijo -Bien hecho,
chicos, ¡que buenos perros sois!. Los mandó a su sitio y los perros obedecieron
rápidamente, con agilidad, en cuatro saltos volvían a esta debajo de las
columnas.
-Bueno no temas nada, ya te
puedes levantar hombre.
-¿Qué me levante dice?, no ve
usted que casi se me comen, no puedo levantarme.
-Bueno pues entonces te los
enviaré otra vez para que acaben la faena…
-No por favor, no, ya me levanto,
¡Alejo, ayúdame por favor, entra, ya no hay peligro con los perros. Oiga,
¿podemos dejar aquí las bicicletas de momento?.
-Sí claro, hay sitio de sobras.
Ir a que os curen estas heridas, y volved cuándo queráis. La próxima vez, tirad
de la campanilla que hay tras ese pilar, así los perros no os atacarán. ¿Qué no
habéis visto el letrero catetos?.
-Sí, pero pensábamos que era de
coña, como solo se ven en las obras…
-Y de una obra viene, pero de
todos modos está muy claro ¿no?.
No pudieron contestar nada a eso,
tenía razón, además, fueron ellos los que entraron en una propiedad particular.
Se cruzaron con otros peregrinos, con pocos por el agua que caía, los miraban
extrañados, aquellos dos parecía que vinieran de la guerra, y no estaban
desencaminados, iban apoyados el uno sobre el otro, mojados como pulpos y en un
hay constante.
Llegaron al refugio desde el que
unas horas antes habían estado, la mujer que los atendió no daba crédito a lo
que veía.
-¿Pero de donde salís, os habéis
ido montaña abajo?.
-No, señora. Nos han atacado unos
perros de una finca vecina.
-Ha ya sé, de la casa de Benito,
seguro. ¿Se os ha ocurrido entrar por casualidad?.
-Pues mire usted, sí. Se nos ha
jodido una bici y como llovía tano hemos pensado…
-Quita, si hubierais pensado no estaríais
así. A esa casa hay que acceder con cuidado, a este pobre hombre lo han
atracado cinco veces en lo que va de año. Por eso ha tomado medidas extremas,
desde que tiene estos perros se acabó el problema, ¿son fieros no?.
-Necesitamos ayuda señora, ¿quién
puede acercarnos al hospital?.
-Ahora llamo a mi hijo, él os
llevará. Sentaos dentro que en diez minutos estará aquí.
Jacinto se retorcía de dolor,
Alejo tres cuartos de lo mismo, él no se podía sentar. Los dos hablaban, de la
mala hora en que decidieron pedir fiesta en el trabajo, para peregrinar a
Santiago de Compostela.
-Anda que el santo, nos ha
protegido, por la parte de los cojones. Me cago en todo tío, vamos a volver a
casa, recosidos como un muñeco de trapo.
Llegó un hombre de mediana edad
que se los llevó al hospital, entraron en urgencias, no les hicieron esperar,
los vieron médicos diferentes y les preguntaron cómo se habían hecho aquellas
heridas. No podían engañar a los médicos, se veían las dentelladas de los
animales. Vino la policía que les tomó declaración y los ingresaron dos días.
-¡Nena!, hola guapa, ¿qué podrías
venir a buscarnos a Roncesvalles?. (Este es Alejo llamando a su mujer) Hemos
tenido un percance y no podemos continuar el viaje. No te asustes no es nada,
avisa a Visitación que volvemos los dos, no quiero que se entere por terceras
personas y se arme la de Cristo es dios. Ya te contaré cuando vengas.
No hacía falta que le contara
nada, en cuanto los viera a los dos, se echaría las manos a la cabeza y maldeciría
la idea del viaje. Dijo que saldría en cuanto salieran los niños del colegio, y
los pudiera dejar con sus padres. Cuando los vio a los dos se echó a llorar,
Alejo se acomodó en el asiento delantero con el respaldo reclinado y viajó de
lado. Jacinto en el asiento de atrás tumbado, las bicicletas estaban
desmontadas, apiladas una sobre la otra, como si fueran chatarra.
Durante todo el viaje, la bronca,
-Es que no tenéis cabeza con lo mayores que sois, podríais estar muertos de no
intervenir este buen señor. Pues qué bien, encima justificando al viejo, que
por poco acaba con los perros con su vida.
-Si por lo menos fuerais
creyentes… se comprendería, pero ¡por el placer de hacer el camino de Santiago…!
Os está bien empleado que hostias.
Llegan al bloque de viviendas y
el vecino del primero los ve. –Coño, ¿ya
habéis hecho el camino…?.
Jacinto que casi no puede moverse
le contesta -¿Te quieres ir un poco a la
mierda mamón?. El vecino entra a su casa como un caracol cuando le tocan las
antenas.
Y es que, si un día de estos vas
por la calle y ves un letrero parecido o uno que rece CUIDADO CON EL PERRO, hay
que tomarlo en serio, puede haber un perro o cinco. Otro día os contaré la
experiencia de un amigo, que vio un letrero parecido y le salió a recibir un
Yorkshire.
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