viernes, 3 de mayo de 2013



                                      LA MARIPOSA SIN ALAS.


Aposentada en una pequeña hoja de una acacia, había un capullo de seda y un extraño animalito al lado. Una gran libélula se para a su lado, la observa atentamente, después la sobrevuela, vuelve a posarse en una hoja cercana y la mira, ahora con una mirada desafiante y orgullosa.
Vate sus alas, camina levemente atrás y adelante, tiene el propósito de averiguar qué clase de insecto es ese, jamás había visto nada igual. El único modo de saberlo es preguntarle y así lo hace
-Oye, ¿tú qué clase de animal eres, a que familia perteneces?.
-Pues está bien claro ¿no?, soy de la familia de los lepidópteros, o sea una mariposa.
-Anda ya, si tú eres un lepidóptero yo soy un chimpancé, venga sin sornas, dime que eres.
-Te lo he dicho, si no me crees es tú problema ¿no te parece?. Mira mi cuerpo, tengo seis patas, ojos, antenas, palpos y proboscis, mira cómo la saco.
Efectivamente desenrolló su “lengua”, que mantiene escondida, y que solo usa para beber y alimentarse. La libélula comprobó que las antenas de la mariposa, eran efectivamente escamosas, con ellas perciben las moléculas del aire.
-¿Y de qué sexo eres si se puede saber?.
-Ves, eso no lo sé todavía, nadie me lo ha dicho, acabo de salir del capullo.
-Tú me estás vacilando, jamás he visto una mariposa sin alas.
-Bueno, piensa lo que quieras, bastante desgracia tengo con haber salido sin alas, ¿crees que a mí me gusta eso?. Si tuviera alas, en el tiempo que llevo aquí parada, ya se me habrían secado y estaría volando buscando algún alimento, y de paso un poco de agua que tengo una sed…
-Bueno pues que tengas suerte, la vas a necesitar, porque estando tullida, pocas probabilidades de supervivencia tienes.
-Ya, no hace falta que me lo recuerdes, bueno pues que te vaya bien y que seas feliz, yo no puedo decir lo mismo.
-Estaría más tiempo contigo, pero tengo que alimentarme yo, que con dos juegos de alas consumo mucha energía.
-Vale adiós.
La libélula se marchó con mala conciencia, si se acercaba un camaleón o estaba a tiro de los murciélagos por la noche no llegaría a mañana. Pero cosas de la supervivencia, en la selva reina la ley del más fuerte, y eso, no se puede cambiar. La de veces que había visto a los leones detrás de cebras, o de hienas devorando a crías de ñus sin poder evitarlo. ¡Hay tantos depredadores en la selva, incontables!.
Que nadie crea que las libélulas no tienen depredadores, muchas veces saltan del agua peces y las devoran en el aire, también ellas tienen que ir con mucho cuidado.
Después de una noche de angustia y casi desfallecida, escondida detrás de dos grandes hojas que le daban cobijo, amaneció viva, y casualmente o no pasó la libélula por el lugar, la mariposa la vio, pensó que pasaría de largo, que iba a lo suyo, pero no, no fue así, se paró muy cerca.
-¿Qué tal has pasado la noche?.
-Vaya pregunta… pues mal, con un miedo que me tiene encogida aun.
-Voy a buscarte agua, te daré de beber y me voy a lo mío.
-Gracias anticipadas, me salvas la vida.
Efectivamente, la libélula se fue al riachuelo cercano absorbió agua y le dio de beber. Aquel agua la vivificó, la tomo de la boca de la libélula con ansias, desesperadamente, luego cuando se decidió a despedirse de la libélula, ésta fue atacada por una lengua pegajosa y veloz que la devoró. Un camaleón bien camuflado, esperó pacientemente su oportunidad.
La mariposa puso pies en polvorosa, las seis patas, le sirvieron para deslizarse hasta una colonia de luciérnagas. De este modo sobrevivió, lamentando la muerte de la altruista libélula por salvar la suya propia.
Entonces, con el corazón latiéndole fuertemente recordó lo dicho el día anterior por la libélula “que tengas suerte la vas a necesitar, porque estando tullida, pocas probabilidades de supervivencia tienes”.
Esta es una pequeña historia que nos enseña, que el altruismo es espontaneo, amable. Que no existe ninguna felicidad en dar lo que nos sobra, también nos enseña, a no reírnos de los defectos de los demás, pues podemos ser nosotros mañana, los que necesitemos ayuda, y en estas circunstancias, no nos gustaría que nadie se aprovechara de nuestros defectos.
A la libélula, no le dio tiempo de disfrutar de la felicidad de ser feliz haciendo lo que hizo, pero eso no quita que hiciera lo correcto.


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