CONCURSOS
Nos
pegamos a la televisión y nos distraen hasta que llegamos a viciarnos con
ellos, no vivimos sin ellos, los necesitamos como el pan que se necesita para
terminar de pasar un buen día. Depende de que clase de persona sea, joden el
sofá, lo tienen que cambiar al cabo de unos cuantos meses porque se les hunde,
se rompen los muelles y aunque se les clave en el culo, resisten seguir viendo
los concursos y los programas de chismorreo.
Como
legue el invierno, se acercan la estufita, se quedan fritos, hacen una
dormidita, y vuelven a despertar a punto de comenzar otro programa. Hay
personas que lo tienen tan controlado, que empalman algunos concursos con
telenovelas de las que enganchan, sean estas españolas, venezolanas o
mejicanas. Todos estos programas, están destinados a las personas que ya no
tienen demasiadas ansias de vivir, ves a los abuelos en los geriátricos o
residencias, todos alrededor del salón, discutiendo entre ellos, que es lo que
se va a ver ese día.
El
caso es que si no fuera por estos programas, muchos de estos ancianos habrían
muerto ya; puede que parezca mentira pero esa es la realidad. Sé de una abuela
que hacía esperar a sus hijos y dos nietos en la salita de estar, hasta que no
terminara la novela diaria, luego tenían que esperar hasta que la abuela
discutía brevemente con las comadres y hasta reñían entre unas y otras. Luego,
poco a poco, menos preocupada por la visita de los familiares que por lo
sucedido hacía media hora antes.
Los
concursos más golosos son aquellos en los que se gana pasta, cuidadito, algunos
programas se siguen de principio a fin, con el único afán de saber a qué número
tienen que llamar, y qué tienen que decir, a fin y efecto de tener la esperanza
de qué les llamen a ellos. Es una lotería, lo mismo que cuando pretendemos que
nos toque la lotería, que en su día compramos en Dª Manolita.
En
definitiva, ¡que vivan las telenovelas, que vivan los concursos! Porque de otro
modo, tendremos más muertos que los que se podrían evitar.
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