TIC TAC, TIC TAC, TIC TAC
Quién
solo piensa que ese sonido solo lo hace un reloj, está equivocado, hay más elementos
que hacen tic tac en la vida, por ejemplo el corazón de las personas, quién
tiene corazón. No es que sin él no vivan, lo hacen y hasta en ocasiones lo hacen bien, pero un reloj que
solo funciona en determinados momentos, es despreciable.
El
tic tac debe ser regular, casi sinfónico, todo en él está medido con una
precisión absoluta y cuando falla debe ser reparado con urgencia, no hacerlo
significaría que estamos expuestos a que solo sirva de adorno. Ahora los
relojes no son como antes pero las personas sí, no se nos han puesto órganos de
más, no nos falta siquiera un minúsculo tornillito de esos que parecen
insignificantes, absurdos.
Pero
desgraciadamente, algunos de nosotros vivimos dentro de un mundo de
apariencias, personas que nos conocen nos ven tan felices paseando por la
calle, cogidos de la mano y piensan con buen criterio… ¡Cuánto se quieren… da gozo verlos así, en
el fondo les tengo envidia! Ese criterio lo manifiestan por las caras de esa
familia, que sonríe a todo el mundo y los saluda. En cambio tienen los relojes
parados, como si dentro de esa maquinaria alguien hubiera abierto la tapa y lo
hubiera llenado de arena.
Es
en ese instante, cuando el corazón deja de ser una pieza clave para medir el
tiempo, es un feo adorno que lo único que consigue es afear al que lo exhibe.
No olvidemos que el corazón nos hace vivir, mientras que un reloj solo nos
indica la hora del día, merece la pena pues cuidar más la fuente de nuestros
motivos, el sentido por el cual hacemos las cosas, que es lo que queremos
lograr en el fondo. Si no reparamos pronto el reloj, lo reparamos y hacemos que
funcione de nuevo, nuestro corazón se pudrirá dentro de nosotros. Acabaremos
tirando el reloj por un acantilado para que se pierda en el mar.
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