domingo, 24 de mayo de 2015

LA LIBÉLULA


                                                               LA LIBÉLULA

Así es ella, como las libélulas, con dos pares de alas que mueve a placer para atrapar a sus presas. Pueden ser mosquitos o larvas de mosca, abejas y otros insectos parecidos. Pues bien, a la que yo conozco, desarrolla estas cualidades por cien, aletea y se aloja en determinados lugares, normalmente pantanosos o aguas estancadas con el fin de alimentarse y sobrevivir.
No es que sea un animal excepcional dentro del orden de los anisópteros hay otras especies que pueden hacer lo mismo, pero yo me quedo pasmado cuando las veo inspeccionar los lagos y charcas buscando presas.
He tomado prestado de estos insectos la especial atención que prestan siempre que salen a volar, no lo hacen jamás sin nigún motivo concreto, buscan, siempre que vuelan y avanzan o retroceden lo hacen con algún motivo, eso sí, sin tocar con sus alas en el agua, eso las perdería y se convertirían en aperitivo de peces que desde el agua vigilan también que es lo hay en la superficie que pueda servirles de alimento. Pero a la que yo conozco no es así, hace cabriolas imposibles con tal de girar en maniobras de despiste y luego, se lanza con silencio sobre su presa.
Es mujer, eso de por sí es un gran atractivo para los machos que andan pululando a su alrededor, y los caza, vaya si los caza. Cuando hay alguno que se le resiste, usa metodos de persuasión propios de una mujer, tienen muchas herramientas a su alcance para poder usar a su antojo. Ha tenido a hombres en su entorno, que por el hecho de saber que ha sido propiedad ajena durante muchos años, y conocedores de las múltiples facetas que es capaz de desarrollar, han ido soltando las babas detrás de ella. Durante años, los hombres la han pretendido, se han querido casar con ella, han visto lo que es capaz de hacer con unos cuantos movimientos de sus alas, se han quedado pasmados, con la boca abierta, llegado el momento, los ha engullido como meras polillas dignas de un banquete para una libélula de su categoría.
Los hombres por nuestra parte somos unos idiotas y dicho sea de paso, unos calzonazos, a diferencia de ellas que tienen una vista incomparable, nosotros somos unos grandísimos miopes, sí, vemos a una mujer con unas bueas prendas íntimas, atractiva y de paso que quiere guerra, y allí que vamos como moscas al pastel, lo que te digo, meros idiotas que no somos capaces de ver más que la herida que tienen entre las piernas. No digo que todos sean así, por supuesto, pero bueno, dejémoslo en mitad y mitad. Cuando la libélula quiere provocar lo hace casi siempre con éxito, en el caso de las mujeres que tienen determinado objetivo claro, es lo mismo.
Que hay mil y una razones para que nos acerquemos a una mujer provocadora, claro, eso es así desde que el mundo es mundo, que hay tíos que van chocándose con las farolas por mirar a una mujer bonita, también. Pero hay que saber hilar fino hermanos, que no todo es oro lo que reluce, cualquier minifalda puede esconder debajo, una boca llena de dientes afilados como los de una piraña. He, yo he tenido una esposa que es un bellezón, pues fíjate, te puedes creer que delante de mis propios ojos la miraban con deseos de poder llevársela al huerto? Que lo he vivido yo en primera persona, no creáis que es un rollo mío, ni ninguna fantasía, así como os lo digo.
Pero eso si amigos... como volaba... cada movimiento de su cuerpo excitaba al más fiel de los mortales, y mira tú por donde, todavía no sé por qué la dejé. Además un último apunte, durante mucho tiempo estuvo dispuesta a darme de comer saliendo a cazar ella, pero de forma legal eso sí, moviéndose de acá para allá, buscándose la vida, negociando, copiando sistemas de otras libélulas que la enseñaron como sobrevivir y ayudar a la familia a conseguir tirr adelante.

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