DERRIBOS
-¡Vaya
casa tiene tu tío Nicomedes… que en paz descanse, es una pasada!
-Sí
tienes toda la razón del mundo, pero cualquiera entra ahí después de los años
que lleva cerrada.
-Hombre
unos cuantos arreglillos y queda como nueva.
-Tú
deliras chico, ¿no ves que no hay forma de entrar en ella? Solo se puede
acceder por la azotea y entrar por la ventana del baño.
-Bueno,
pues eso se soluciona sacando toda la mierda que hay acumulada dentro, yo no lo
veo tan complicado.
-¡Si
solo fuera eso, complicado…! Piensa que ha estado acumulando cosas desde hace
más o menos veinte años, imagínate lo que debe haber ahí dentro, ¿no hueles
cómo canta esto?
-Va,
exageraciones, tengo un amigo que con tal de echarnos una mano, deja la casa
como una patena.
-¡Que
no es tan fácil te lo digo yo, que en su día ya vino una empresa de limpieza y cayeron
los cuatro hombres de culo al suelo de la mierda que vieron! Mi tío Nicomedes
tenía el síndrome de Diógenes cosa que veía por una esquina de la calle o en un
contenedor, se lo traía para casa y lo dejaba en cualquier rincón. ¡Si hay
trastos malolientes que llegan hasta el techo!
-Cosas
de gente mayor, eso lo hacen casi toda la gente mayor, ¡coño un gato disecado,
que asco!
-Lo
que yo te digo, ese hombre no tenía consciencia de lo que tenía en su casa, y
más animales tiene que haber por ahí, lo que pasa es que deben de estar
enterrados.
-¡Que
fuerte chaval, esto sí que me ha revuelto las tripas!
-Pues
ya verás cuando comencemos a sacar cosas de aquí dentro, el permiso ya lo
tengo, ahora falta ponernos manos a la obra, que no es tarea fácil.
-No
sé yo… a ver si cogemos lo que no tenemos sacando cosas de aquí. Yo si acaso
iré cargando lo que saques de la casa y lo iré cargando en el camión, no sé qué
le parecerá a mi amigo el camionero, yo le he contado que es para hacer una
mudanza simplemente.
-Pues
más te vale decirle la verdad, porque si no este se nos escapa a la primera de
cambio. Yo he oído hablar de esta clase de gente pero creía que se exageraba un
poco el asunto. Ahora me doy cuenta que es verdad, aquí hay toneladas de
mierda.
-Es
una enfermedad que tienen algunas personas, no es que no quieran acumular
cosas, el problema es que se les hace imposible pasar de largo de revistas y artilugios
que no sirven para nada.
-¿Y
no hay especialistas que les ayuden en estos casos extremos…?
-Sí
que los hay pero contra su voluntad no se puede hacer nada, ni los jueces en
ocasiones tienen potestad para dejar que nadie entre en estas casas. La policía
se ve impotente para hallar soluciones legales, el asunto tiene tela no creas.
-Pues
en las circunstancias que estás tú no te queda otra, quiero decir que tienes
que hacer que esta casa sea de nuevo habitable, sí o sí. Es el único lugar
donde puedes ir a vivir, es tu herencia tío, míratelo bien.
-Y
más ahora que no tengo trabajo ni perspectivas de tenerlo de momento. Hay que
echarle valor y ponerse a ello.
La
obra, por darle algún nombre duró más de dos meses, contando con el desacuerdo
de todos los vecinos, que veían pasar arriba y abajo las cajas con desperdicios
y bichos muertos. Tres gatos y dos perros tuvieron que bajar por la escalera a
altas horas de la madrugada con el fin de que los vecinos no se apercibieran de
toda la movida. Al final, cuando las cosas parecían tener buen aspecto, un tabique
se hundió del peso que durante años tuvo que soportar, y parte del suelo de la
primera planta también, tuvieron que reforzarla, había cedido y tenía un
agujero de metro y medio de diámetro. A Pedro se le coló la pierna precisamente
por ese hueco, tuvieron que llevarlo al
hospital y coserle media pierna de las heridas que llegó a producirse con el
hormigón corrompido y los materiales antiguos de la casa; entonces se construía
así.
Se
pasaron una buena temporada lijando paredes, pintando, alicatando el cuarto de
baño, todo para nada, todo se tradujo en una inspección, la última que la casa,
que quedó hecha un pincel tenía que pasar. Y no la pasó, el inspector del
ayuntamiento que era un hombre al parecer sin escrúpulo alguno, denegó el
permiso de habitabilidad de la casa, sencillamente dijo que los cimientos
estaban en mal estado. Se tenían que hacer unas comprobaciones subterráneas para
certificar que se podía habitar, lo que se llama vulgarmente, un comemierdas.
Todo desde entonces fue de mal en peor, no había mañana que Jaime se levantara
descansado, las pesadillas lo agobiaban, las perspectivas de no ver el provecho
de todo el trabajo hecho le daban náuseas y por si fuera poco, diariamente
Pedro con muletas lo visitaba haciéndole comentarios sobre la casa. ¿Y cuándo
te la devolverán, te han dicho algo ya, tú que crees, cómo te vas a pagar una
vivienda en las circunstancias que estás?
Al
final, con todo el dolor de su corazón, tuvo que echarlo de su casa con la consabida
bronca por parte de los dos. Una casa reparada y una amistad rota, al parecer
para siempre porque Pedro no se dejó ver más. Una orden judicial al cabo de un
par de meses en una carta certificada, aclaraba que la casa se debía derruir,
si Nicomedes ve este legajo se vuelve a morir de nuevo, es casi lo que le pasó
a Jaime que pasó de ser una persona normal a ser un pobre loco que no hablaba
con nadie, no atendía a razones que los vecinos le querían dar para animarlo.
¿De
forma que me quieren derribar la casa…? no les daré este placer. Compró toda la
gasolina que pudo acumular de forma discreta y le pegó fuego a la casa. Salió
gritando a la calle gritando, cuando el fuego estaba en pleno desarrollo… “Venid
hijos de puta, derruid la casa de mi tío, os está saludando desde el infierno”.
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