domingo, 1 de mayo de 2016

LA HISTORIA LE DIO LA RAZÓN

                                                     LA HISTORIA LE DIO LA RAZÓN

-¿De cuántos reyes y reyezuelos me estáis hablando hermanos que no quisieran lo mismo que este que ahora espera que cedamos y nos subyuguemos a su poder? Muchos han pasado por delante de este pequeño reino deseando lo mismo, a unos pudimos combatirlos, con otros tuvimos que negociar para que no nos aniquilaran, ¿y con aquel animal con cientos de miles de soldados que a toda costa quería llevarse a nuestros jóvenes y a nuestras mujeres?
-Cierto perro en cualquier caso tuvimos que conformarnos a sus exigencias ¿recuerdas…?
-Tengo buena memoria, no hace falta que me recuerdes la humillación por la que tuvimos que pasar en aquellos años. Nos azotó la sequía, y hasta en algunos casos, mataron a muchos de los nuestros para saciar su hambre, ¡claro que lo recuerdo parlanchín inútil! Pero bien que antes de llegar a nuestras puertas con las armas dispuestas, tú ya estabas en tu isla, pobre pero a salvo.
-Hice lo que debía, proteger mis pertenencias, a mis esclavos y mis posesiones, las pocas que pude rescatar.
-Pues ahora no tienes isla donde huir, no tienes tesoro alguno que ofrecer y por no tener no tienes ni gente que te apoye.
Esta es la circunstancia bajo la que se encuentran ahora los Asquios, y ante tal suceso, no les queda más que hacer una regresión en la historia, y pensar con entereza, cual va a ser la solución que ahora se les exige, la decisión que van a tomar. Con el pequeño reino mermado de fuerzas, sin demasiadas expectativas de un futuro prometedor, deben tomar una decisión. Los Asquios son gente pacífica, labriegos en su mayoría, unos cuantos hay que llegaron a este lugar licenciados de la guerra que los mantuvo fuera de sus casas durante algunas decenas de años. Eso hizo que se les licenciara con honores, y se les diera a causa del valor que demostraron en batalla parcelas para poder sobrevivir en tiempos de paz, y unos cuantos esclavos y esclavas, que aumentaron sus familias. La comodidad y el bienestar relativo que este estado de cosas, les produjo un estado de laxitud, de rutina saludable, que nada tenía que ver con las guerras en las que habían participado.
El emisario de los sitiadores les recordó desde las puertas de la ciudad, cuál era su decisión, preguntó que pensaban hacer porque su rey se estaba impacientando. La voz de un habitante cualquiera de la ciudad sin pensar en las consecuencias de lo que decía respondió…
-Dile a tu rey que ya estamos hartos de exigencias, que hemos pasado por muchos trances que  no queremos rendirnos… si quiere venir que venga, veremos entonces que es lo que pasa.
La provocación y la prepotencia, en una circunstancia como la que se dibujaba en aquel momento, no eran buenos consejeros, la precipitación menos aun. Los siete hombres a caballo, representantes del rey conquistador espolearon sus caballos y se dirigieron al lugar de espera del rey que acechaba.
-Disponedlo todo para la lucha, mañana al alba atacaremos este insignificante castillo y lo reduciremos a nada. No quiero prisioneros, el único botín de guerra será el propio reyezuelo que los gobierna.
Se puede uno imaginar lo siguiente, todo hecho ruinas, y un rey al que le sacaron los ojos y le cortaron la lengua, encadenado a los pies del conquistador que no tuvo que mover ni la mitad de su ejército para lograr la victoria. No fue el rey Isquio quién provocó a los atacantes, fuerzas combinadas de militares sin familia y mercenarios sin futuro. Fue aquella voz que salió de la nada, la del orgulloso joven que desafió al poderoso rey el que trajo aquella tremenda desgracia.
La historia siempre nos da la razón, antes de hablar hay que ser prudentes, antes de decidir ponderar los asuntos, antes de tomar una decisión, saber ver las consecuencias con madurez y con perspectiva. Lo contrario es lo que acabamos de ver reflejado en el fracaso de este pueblo. Si no hay acuerdos que sean consensuados, poco se puede hacer sean muchos o pocos los contrincantes, siempre llevarán las de ganar.

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