LA HISTORIA LE DIO LA
RAZÓN
-¿De
cuántos reyes y reyezuelos me estáis hablando hermanos que no quisieran lo
mismo que este que ahora espera que cedamos y nos subyuguemos a su poder?
Muchos han pasado por delante de este pequeño reino deseando lo mismo, a unos
pudimos combatirlos, con otros tuvimos que negociar para que no nos
aniquilaran, ¿y con aquel animal con cientos de miles de soldados que a toda
costa quería llevarse a nuestros jóvenes y a nuestras mujeres?
-Cierto
perro en cualquier caso tuvimos que conformarnos a sus exigencias ¿recuerdas…?
-Tengo
buena memoria, no hace falta que me recuerdes la humillación por la que tuvimos
que pasar en aquellos años. Nos azotó la sequía, y hasta en algunos casos,
mataron a muchos de los nuestros para saciar su hambre, ¡claro que lo recuerdo
parlanchín inútil! Pero bien que antes de llegar a nuestras puertas con las
armas dispuestas, tú ya estabas en tu isla, pobre pero a salvo.
-Hice
lo que debía, proteger mis pertenencias, a mis esclavos y mis posesiones, las
pocas que pude rescatar.
-Pues
ahora no tienes isla donde huir, no tienes tesoro alguno que ofrecer y por no
tener no tienes ni gente que te apoye.
Esta
es la circunstancia bajo la que se encuentran ahora los Asquios, y ante tal suceso,
no les queda más que hacer una regresión en la historia, y pensar con entereza,
cual va a ser la solución que ahora se les exige, la decisión que van a tomar.
Con el pequeño reino mermado de fuerzas, sin demasiadas expectativas de un
futuro prometedor, deben tomar una decisión. Los Asquios son gente pacífica,
labriegos en su mayoría, unos cuantos hay que llegaron a este lugar licenciados
de la guerra que los mantuvo fuera de sus casas durante algunas decenas de
años. Eso hizo que se les licenciara con honores, y se les diera a causa del
valor que demostraron en batalla parcelas para poder sobrevivir en tiempos de
paz, y unos cuantos esclavos y esclavas, que aumentaron sus familias. La
comodidad y el bienestar relativo que este estado de cosas, les produjo un
estado de laxitud, de rutina saludable, que nada tenía que ver con las guerras
en las que habían participado.
El
emisario de los sitiadores les recordó desde las puertas de la ciudad, cuál era
su decisión, preguntó que pensaban hacer porque su rey se estaba impacientando.
La voz de un habitante cualquiera de la ciudad sin pensar en las consecuencias
de lo que decía respondió…
-Dile
a tu rey que ya estamos hartos de exigencias, que hemos pasado por muchos
trances que no queremos rendirnos… si
quiere venir que venga, veremos entonces que es lo que pasa.
La
provocación y la prepotencia, en una circunstancia como la que se dibujaba en
aquel momento, no eran buenos consejeros, la precipitación menos aun. Los siete
hombres a caballo, representantes del rey conquistador espolearon sus caballos
y se dirigieron al lugar de espera del rey que acechaba.
-Disponedlo
todo para la lucha, mañana al alba atacaremos este insignificante castillo y lo
reduciremos a nada. No quiero prisioneros, el único botín de guerra será el
propio reyezuelo que los gobierna.
Se
puede uno imaginar lo siguiente, todo hecho ruinas, y un rey al que le sacaron
los ojos y le cortaron la lengua, encadenado a los pies del conquistador que no
tuvo que mover ni la mitad de su ejército para lograr la victoria. No fue el
rey Isquio quién provocó a los atacantes, fuerzas combinadas de militares sin
familia y mercenarios sin futuro. Fue aquella voz que salió de la nada, la del
orgulloso joven que desafió al poderoso rey el que trajo aquella tremenda
desgracia.
La
historia siempre nos da la razón, antes de hablar hay que ser prudentes, antes
de decidir ponderar los asuntos, antes de tomar una decisión, saber ver las
consecuencias con madurez y con perspectiva. Lo contrario es lo que acabamos de
ver reflejado en el fracaso de este pueblo. Si no hay acuerdos que sean
consensuados, poco se puede hacer sean muchos o pocos los contrincantes,
siempre llevarán las de ganar.
--------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario