EL CARÁCTER DE LAS
COSAS
Muchas
veces son las cosas las que reciben un carácter fuera de medida,
comportamientos que hacen que se nos saque de nuestras casillas, asuntos que
sin tener demasiada importancia lleguen a tener una consideración más allá de
lo racional o lo convenido. Quiero hablar ahora de las cosas que sin tener
demasiada importancia, pueden llegar a tomar características de auténticos huracanes.
Una
frase mal dicha o mal comprendida, desata todos los fuegos de los infiernos, y
eso es, absolutamente contraproducente, nocivo y que puede menoscabar grandes
amistades. En una conversación cualquiera, puede haber malentendidos y estos a
su vez si no se aclaran, crear simas que acaben arruinando nuestro ánimo. Solo
hace falta decir una palabra fuera de tono, hacer un gesto que no sea el
esperado por nuestro interlocutor, para que todo se desmorone como un castillo
de naipes.
Hace
muy poco, hablaba con uno de los miembros de mi familia con motivo de un
traslado que he decidido hacer donde ellos residen, creo sinceramente que voy a
estar mejor atendido, y no es que no lo esté ahora, solo que estaré más cerca
de ellos. Hablo con mi sobrino, el mayor de ellos, hijo de mi hermana menor y
mi cuñado y me pongo al día de cómo es el lugar donde voy a estar alojado, una
residencia que está a cien metros de donde ellos viven. Hasta aquí todo bien,
las personas que me tienen recogido en su hogar han hecho por mí, más de lo
previsible y se lo agradezco profundamente, pero hay limitaciones de salud de
parte de la dueña de la casa, que la incapacita para hacer más por mí.
Hablamos
mi sobrino y yo acerca del asunto, le expongo que ahora mis necesidades han cambiado
bastante, una enfermedad incurable hace que esté pendiente una atención
completa por parte de gente profesional. Esta mujer excepcional, no puede hacer
más por mí, lo reconoce y se hace cargo de la situación, estoy a más de
ochocientos kilómetros de distancia de los míos; hermanos, sobrinos y demás
familia que desearían verme y estar más o menos a diario conmigo, sé que en
este asunto no me fallarían.
Las
comidas que ahora hago son bastante diferentes de las que hasta ahora hacía, mi
enfermedad así lo exige, no digiero, ni tengo el mismo apetito que cuando
estaba sano, sin ese bicho recorriendo mi cuerpo, dependo pues de sesiones de
quimioterapia y eso amigos míos no es fácil para nadie, duran varias horas, del
mismo modo que las consecuencias de estas sesiones, no son fáciles de asimilar,
ni para mí ni para nade que llevé este pequeño calvario interior. De manera que
basta que comente con mi sobrino, que las cosas aquí en León se complican a
todo nivel y le apunte que la persona que está a mi lado, cuidándome, no goza
de buena salud para que ella comience a sospechar que mi familia va a pensar
que no me cuida lo suficiente, que no me atiende como necesito.
Antes
de todo esto, es decir cuando gozaba de buena salud, las cosas iban bien, hay
variantes como el clima o las costumbres y comidas que poco o nada tienen que
ver con todo lo que hacía anteriormente. Ahora la tortilla ha dado un giro
total, se está quemando por un de los lados y hay que buscarle solución, a que
yo he encontrado es cambiar de ambiente y estar, morir si cabe decir, cerca de
ellos. Me parece que no es tan irrazonable ni tan malvado el que tome esta
decisión en la que está en juego mi propia vida, bien pues mi cuidadora actual
no entiende que esto deba ser así.
“Yo
todavía soy capaz de hacer por ti lo que sea necesario, lo que haga falta
¿entiendes?, no quiero que piensen que porque yo llevo un ritmo diferente de
comidas, que duermo de determinada forma y en un sofá atrotinado, crea tú
familia que no soy capaz de atenderte bien”.
Bueno…este
es el dilema, pienso cambiarme de lugar a una residencia con servicios
paliativos, pero al parecer eso va más allá de sus entendederas. A estas
alturas reconozco que algo de razón no le falta, pero estas cosas hay que
verlas con un poco de futuro, de perspectiva diría yo, y ella no es capaz de
hacerlo, quizás por la dedicación que hasta ahora me profesa, no alcanza a ver.
Me quiere, estoy seguro, aunque no con un amor que pueda confundirse, es más bien por la ausencia que le producirá el
que yo marche de su casa que es la mía.
Nadie
discute que sea de otro modo, ella es así de pasional y de entregada, y se le
va esa ocupación… se acaba parte de su vida. La vida exige en ocasiones tomar
decisiones drásticas, esa es una de ellas, lo siento pero es incambiable, todos
ellos, mi familia lo ven razonable y acertado.
Está
claro pues, que no solo las personas tenemos determinado carácter, las cosas
tienen también su propia forma de exponerse y esa desgracia es una forma de
expresarlo.
Que
nadie crea que tomar una decisión así es fácil, envuelve tremendas dosis de
emociones, y exige que las cumplas con el fin de poder seguir haciendo aquello
que crees que te va a unir más y mejor con los que durante tanto tiempo has
estado separado. No hay vuelta atrás, ya está decidido, no creo sinceramente
que añada un error a lo ya vivido hasta ahora, no estoy en situación de ser
exigente, solo seguir esa estrella que me llevará, hasta donde dios quiera.
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