martes, 17 de mayo de 2016

LA PELÍCULA DE LA SEMANA

                                                       LA PELÍCULA DE LA SEMANA

No he tenido esta semana pasada, ganas de hacer nada más que esta echado en el sofá viendo la tele. Cuando cojo el mando para poner en marcha el aparato, imagino lo que me gustaría ver, una peli de vaqueros antigua de las que hacía Jonh Wayne por ejemplo, o alguna otra de romanos, que las ha habido muy buenas, bueno ahora los efectos especiales lo joden casi todo porque nos fijamos en los gazapos y luego los criticamos, a los directores por no cortar esas escenas, ¡con los medios que hay hoy día para retocar las cosas…!
Pues ahora viene lo bueno… me pasé haciendo zapping por lo menos tres cuartos de hora buscando que ver. Anuncios y más anuncios, eso es lo que daban, eso y algunas series que odio porque siempre son lo mismo, interrumpidas eso sí, por más anuncios que no hacían más que interrumpir, son lo que lo pagan todo. No encontré nada de lo que aspiraba a ver, ni pelis, ni alguna serie medianamente buena, eso sí, ¡anuncios y repetidos la mayoría… que flipas! De manera que deduzco que estaba obligado a ver aquella porquería de anuncios, en los que las protagonistas son casi siempre mujeres, parece que son las que mejor venden en la televisión.
Sea lo que sea, desde compresas, eso se comprende, hasta productos en los que pueden protagonizar los hombres perfectamente pero que parece que a los productores no les gusta ni verlos pasar por la puerta para hacer los castings. Puede parecer grosero, pero lo que vende hoy día son culos y tetas, aunque sean postizas, da lo mismo. ¡Vaya fin de semana de mierda… que cabreo! Ya no puede uno ni siquiera hacer lo que uno quiere cuando está en su casa, y eso que tengo la tele por cable, tropecientos canales que no sirven para nada, por lo  menos, para nada de lo yo deseaba en aquellos momentos.
Imagínate, vestido con mi cómodo pijama, mi batín y mis pantuflas ¡que pasada…! Porque todo eso lo acompañas con la ilusión de ver algo que te gusta en la televisión. Pues me tuve que tragar una peli de cine negro clásica “El halcón maltés”, ya la había visto un par de veces más hacía años, pero esta vez la daban subtitulada en inglés. Para ver estas pelis subtituladas, o eres buen lector o tienes que tener buena vista, si la tele es de determinadas pulgadas, yo no tengo ninguna de estas cualidades, uso lentes progresivas que hace poco que llevo, y no soy buen lector, las cosas como sean.
Preguntándome todo el tiempo… ¿y qué coño hago este fin de semana? No puedo beber alcoholes, no puedo hacer el amor, se me ha pasado la edad, de otro modo hubiera contratado a una fulanilla aunque me saliera cara por una hora. Con un piso precioso, todo equipado, moderno y funcional, lo hice reformar para facilitarme maniobrar por las estancias y los dos baños, uno tiene un plato de ducha y los otros elementos necesarios y en el grande, un jacuzzi de huevos, que solo he utilizado tres o cuatro veces, ¿tú sabes lo que gasta el aparato ese de agua y gas para calentar el agua? ¿Qué sobraba en mi casa…? La puñetera televisión ¿no? Pues nada, me compré un catalejos, pero un catalejos de los grandes, lo coloqué en un lugar estratégico del salón para ver y no ser visto claro. Para lo que me costó, le dije al técnico que me lo vendió, que me lo instalara él, ahora tengo una tele que la gozo a cada minuto ¡y sin anuncios ni nada! Los anuncios me los hago cuando voy al lavabo mear o me sirvo un zumo del frigo.
La tele solo la uso cuando hay algún partido de fútbol y vienen los vecinos del bloque que no tienen tele de pago y me gorrean las bebidas que tengo en el mueble bar. ¡Qué vergüenza señor cuando llego al supermercado el lunes, y salgo con el carrito lleno de bebidas, ginebras wiskis y cremas para las señoras qué las acompañan, qué no son pocas! El catalejos y mi equipo de música con el que me regalo con mi música preferida, son actualmente, el perfecto sustituto de la caja tonta de sesenta pulgadas que es utilizada en escasas ocasiones. Cada semana, ¡qué digo cada semana…! cada cuando tengo un rato de relajo, me siento delante del catalejos y la gozo como un niño chico, chafardero, eso sí que considero que soy, un chafardero porque recorro el edificio de enfrente, hay un montón de vecinos, son la leche de gente, diez pisos con un frontal de cuatro escaleras… ¡imagínatelo!. Ahora me para en un piso un rato, ahora en otro, de forma que han llegado a ser un poco mi familia, oye que se me pasa el tiempo volando, a veces me llama la panadera  diciéndome que me he olvidado de bajar a buscar el pan. Porque yo para comer como cualquier cosa, pero eso sí, que el pan del día no me falte ningún día.


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