miércoles, 4 de mayo de 2016

NO HAY GLORIA AL LUGAR DONDE ESTAMOS YENDO

                                    NO HAY GLORIA AL LUGAR DONDE ESTAMOS YENDO

Puede que quede el recuerdo de lo que fuimos, si en nuestra andadura durante la vida alguien nos recuerda, especialmente si somos familia, pero poco más queda en el lugar a donde vamos todos. Puede que dios nos recuerde, que nos tenga presentes en un momento determinado que solo él conoce, peo en lo que respecta a los humanos… lloran, se lamentan por la pérdida y poco más, el resto lo dejamos en manos de dios que es el único que tiene suficiente memoria para echar mano de nosotros si es su voluntad.
Podemos elegir entre ser incinerados o enterrados, ahí se termina todo. Nacemos y morimos muchos millones de personas, como para que se lleve cuenta del daño que esto nos ha causado, y es lo que precisamente hace aquel que sabe de nuestras acciones en vida. Los demás, cargamos con la pena de haber perdido a un ser querido, pero eso pasa pronto, las exigencias de la vida nos obliga a estar pendientes del día a día, ¡bastante exigencia es esa ya de por sí! Sin embargo morir con esperanza le da a uno motivos suficientes para luchar a diario y hacerlo con cierto nivel de éxito.
El lugar adonde estamos yendo todos, es sin lugar a dudas la muerte, es desagradable plantearlo así pero no se puede definir de otro modo. Cuando hablas de esta palabra, muerte, muchas personas se escandalizan, creen que la muerte es una especie de fosa, como se ilustra en algunos escritos y libros religiosos, pero no hay forma de disimularlo de otro modo. Cuando esta llega, todo cuanto tienes, incluso tus valores como persona quedan reducidos a un pequeño montón de cenizas que no pasan de ser eso.
“No hace falta que lo dibujes así, que ya sabemos todos o que es la muerte…” Bien, entonces estaremos de acuerdo que la muerte es un lugar, no un fin en sí mismo. Depende de nosotros que la muerte sea más o menos llevadera, no digo con más contentamiento, no, eso no es así, pero sí que lo es con cierto grado de conformismo, aunque uno se pase la vida huyendo de esta palabra.
En su día había sido creyente, creyente en un dios misericordioso y bondadoso que me rescataría de las garras del desaliento y el abandono. Dejé de creer en él porque lo llamé un montón de veces y no me respondía. Ahora reconozco que estoy equivocado, que si nos hizo nos hizo con algún propósito en concreto, y que de paso nos abrió un futuro para que lo pudiéramos disfrutar, aunque solo fuera de manera somera, circunstancial, transitoria. Lo busco, y mira por donde, se ha dejado encontrar de nuevo, no en cuerpo, es espiritual, pero sí en cosas que revalorizan mi posición ante los demás.
Cierto, no hay gloria en el lugar donde vamos prestos, porque la vida corre veloz aunque parezca que es muy larga, pero puedo elegir entre personas que quiero que sean mis amigos o a nadie, el vacío que te procura el saber que detrás de ti no hay nada.


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