lunes, 15 de agosto de 2016

ENFERMOS QUE NO SE QUEJAN

                                                   ENFERMOS QUE NO SE QUEJAN

Quieran que alguien los comprendiera pero no encuentran oídos para sus males, al fin de cuentas a muchas de estas personas, les dan el nombre de hipocondriacos Se quejan de buena mañana del dolor que les atenaza los huesos, la cabeza o algún que otro órgano interno que ni saben que existe. No van a quejarse a cualquier oro médico que no sea el suyo, si por alguna razón que escapa a su entendimiento, el médico que de forma tan cortésmente los atiende de forma habitual no está presente, por alguna sustitución que haya tenido de hacer, o por tomarse unas merecidas vacaciones de pronto se ponen buenos a la espera de que su médico vuelva del lugar donde esté.
Quizás sea que se les han agotado las aspirinas, pero si su médico no les prescribe, no toman nada que sirva de sustituto al ácido acetilsalicílico, no, el médico la conoce bien y solo él sabe que es lo que le va bien para sus males.  Si quieres estar siempre sano, decía mi padre, tómate una aspirina cada noche y te encontrarás de maravilla al día siguiente. Métodos de abuelos puede pensar alguien, pero lo cierto, es que con poco más que una aspirina, la gente ha estado curándose durante muchos años, enfermedades que parecían que no iban a desaparecer nunca.
Ahora la gente tiene que acudir a los médicos por muy diferentes razones que no existían años atrás, síndromes de los que desconocen las causas y que a menudo se llevan a la gente a la  tumba sin saber cómo ni el porqué. Conste que hay personas que mueren sin soltar un quejido, sin dar guerra a sus familias, lo sufren en silencio, es razonable que haya personas así ¿que ganarían quejándose de continuo de su dolencias a excepción de sus médicos que comprenden el sufrimiento por el que están pasando? No hace falta pues hacer sonar a bombo y platillo el mal que padecen.
Los médicos contrario a lo que pueda parecernos, estudian y sacan conclusiones en sus sofisticados laboratorios, como se desarrollan  estas cepas que se reproducen a la velocidad de la rayo y que no respeta edades ni debilidades, fortalezas de aquellos que son alcanzados por ellas, sin ninguna solución más que la de la muerte segura a mayor o menor plazo.
Mi lema es el no quejarme a pesa de los inconvenientes de estas plagas que truncan la vida de la gente con independencia de su edad y la vida que hayan llevado. Todos somos de un modo u otro, enfermos imaginarios, a todos nos duelen cosas que nos parecen graves, a todos nos afectan los golpes y los desmayos, y hacemos bien en hacernos revisar de vez en cuando cómo funciona nuestro organismo, pero nunca hasta el punto de cuando nos duela la punta del pie derecho, deducir que tenemos gangrena.


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