jueves, 11 de agosto de 2016

RECLAMACIÓN LEGAL

                                                         RECLAMACIÓN LEGAL

Afortunadamente no he tenido que hacer muchas reclamaciones a lo largo de mi vida, en primer lugar porque la mayoría de las ocasiones en la que he tenido que hacerlas, las partes afectadas nos hemos puesto de acuerdo. Sea por una discusión sobre un postre que ya se había terminado en la cocina, o por no llegar a llenar un recipiente, después de haber medido de manera exacta el contenido del mismo, las cosas nunca han ido a más, se ha discutido la jugada, hemos llegado a un entendimiento sobre el asunto y aquí paz y allá gloria. Los consumidores tenemos derechos que nos avalan ante maltratos de terceros, pero frecuentemente ignoramos hasta qué punto podamos quejarnos y cómo hacer uso de los documentos legales para formalizar las reclamaciones oportunas.
Pues bien, que nadie piense que lo que voy a relatar aquí, en este breve escrito es un cuento, una fábula, tampoco fue un sueño lo que vivimos las cuatro personas que estábamos en aquel lujoso restaurante un día de invierno, con un frio que te calaba los huesos. Nos llamó la atención la fachada del restaurante, hotel todo él acabado en madera, con unas tenues luces amarillas que conjuntaban a la perfección con el ambiente en general que se desarrollaba en el interior del comedor. Pedimos una mesa para comer, ya sabía de forma anticipada, que aquella convidada iba subir un pico, pero al ir invitado me dejé llevar por los acontecimientos.
La comida fue una exquisitez, todos los platos estaban muy bien servidos en cuanto a los camareros se notaba que conocían su oficio a la perfección, estuvieron todo el tiempo atentos a cualquier situación que pudiera impedir que los comensales disfrutaran de su comida. De postre pedimos los cuatro postres de músico, un plato que está compuesto de diferentes frutos secos, y que además, ahí estaba la gracia del postre, se hacía acompañar por un delicioso vino dulce, en algunos lugares se le llama mistela. Pues nada, que la mistela no aparecía por ninguna parte, ninguno de nosotros estábamos dispuestos a comer ese estupendo postre con un vino común, estaba reflejado en la carta y en consecuencia, lo tenían que servir.
Pues de eso nada, Montse la mayor del grupo se puso en pie justo cuando pasaba un camarero por detrás de su mesa.  Oiga joven, tenemos que seguir viaje y hemos parado aquí solo para comer y hacer un poco de sobremesa, ¿me podría usted decir dónde está el vino que acompaña el postre que acabamos de pedir hace ya quince minutos? Le doy dos minutos para que me dé una respuesta ¿de acuerdo?   El vino no apareció, a diferencia de otras muchas mesas que pidieron el mismo postre qué nosotros y que sirvieron de una forma completa, es decir con sus copitas de mistela.
Montse se levantó de su silla y se dirigió a la barra, allí vestida como una marquesa se hallaba una señora, que sin duda tenía trazas de ser la dueña.  Señora… ¿me podría usted aclarar el por qué habiendo pedido un postre como otros muchos comensales, a nosotros se nos ha ignorado dejándonos de servir la mistela que suele acompañar a este postre? La mujer apenas levantó la vista, echó mano de un pliego doble de papel químico de copia y se lo extendió sin decir ni una sola palabra.  Reclame usted lo que crea oportuno, dentro de tres días viene a comer a nuestras dependencias, la familia real, si quiere usted presentarles una queja en persona tiene la oportunidad de hacerlo. Con una sonrisa socarrona la miró y añadío…  ¿Quiere usted dejar espacio delante de la caja para los clientes que ya marchan, tenga la bondad?
Es así como hay que hacer las cosas, con copia y con el sello de la empresa a ser posible. Todas las reclamaciones que no tengan estos visos… no son legales, de manera que ahora encima de estar bien jodidos por la falta de empleo y suplicar a una empresa para que nos dejen hacer unas horas al precio que ellos dispongan, ya hemos perdido el derecho a reclamar lo que se nos debe.

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