sábado, 13 de agosto de 2016

MI ÁRBOL DEJÓ DE CRECER

                                                       MÍ ÁRBOL DEJÓ DE CRECER

En mitad de un campo lleno barbecho, donde los  matorrales son, algunos de ellos, más altos que mi propio árbol ha crecido produciendo el fruto propio de especie, ahora apenas se deja ver su copa, creció mientras tuvo fuerzas para hacerlo y al margen de su tamaño, animales de todo tipo y cualquiera que necesitara sombra en esos calurosos días de verano, se dejan ayudar por ese magnífica árbol, de los implacables rayos del sol. Su fruto, indefinible, pues no se conoce en toda la comarca un árbol de estas características, gusta a todo el mundo, hasta algunos humanos ha experimentado con esos frutos con el fin de hacer mermeladas y compotas. Saben bien, de otro modo no lo recomendarían a otros para que hicieran lo mismo con esos frutos. Unos les llaman el fruto de la pasión y al parecer funciona en algunos casos extremos.
Un mal rayo lo partió por la mitad, y ese fue lo que lo mató, no del todo, todavía algunos tocones verdes dan fe que todavía está vivo, que aún es capaz de beneficiar  a aquellos que quieren saborear esa ricas mieles que derrama, en menor medida porqué está enfermo, los invita a que se arrimen a su tronco para con paciencia, esperar que florezca.
No tiene prisa alguna en hacerlo, sabe que su tiempo del fin ha llegado, pero sabe apreciar a los que con valor se acercan a él y acostumbrados a la lentitud con que llega la hora de su abundancia, esperan quietos a que en su debido tiempo, les llegue la cosecha anual del árbol.
En otro plano de cosas, los más mayores de la casa, que han pasado por vicisitudes y  tienen mucha experiencia, difíciles de describir, a casi nadie le gusta recordar viejas victorias y derrotas a lo largo de su vida, reconocen que ya están vencidos, que un rayo determinado los partió por la mitad, los apeó de la vida normal y los dejó postrados en el lecho del olvido. Suficiente para cada día tiene su propio mal, eso piensan, pero sus experiencias, ahora vistos como árboles rotos, pueden todavía dar cobijo a multitud de personas y a animalillos, que andan por le vida perdidos sin saber dónde acudir para remediar sus males.
Sí, pasan por el lado de esos que están medio locos, que no saben lo que dicen porque las bombas que explotaron a su lado, le s han nublado la razón y el entendimiento. Pues dicho esto, prefiero un consejo de cualquiera de esos árboles que apenas dan sombra, que los que podemos recoger de árboles más jóvenes y con poco o ningún entendimiento.
Prefiero esperar tranquilamente la cosecha de ese e árbol medio caído que todos los que le rodean que en apariencia, seguir el consejo y la ayuda de los de nuestra generación, que no lleva otro camino que la autodestrucción.

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