MÍ ÁRBOL DEJÓ DE CRECER
En mitad de un campo lleno barbecho,
donde los matorrales son, algunos de
ellos, más altos que mi propio árbol ha crecido produciendo el fruto propio de
especie, ahora apenas se deja ver su copa, creció mientras tuvo fuerzas para
hacerlo y al margen de su tamaño, animales de todo tipo y cualquiera que necesitara
sombra en esos calurosos días de verano, se dejan ayudar por ese magnífica
árbol, de los implacables rayos del sol. Su fruto, indefinible, pues no se conoce
en toda la comarca un árbol de estas características, gusta a todo el mundo, hasta
algunos humanos ha experimentado con esos frutos con el fin de hacer mermeladas
y compotas. Saben bien, de otro modo no lo recomendarían a otros para que
hicieran lo mismo con esos frutos. Unos les llaman el fruto de la pasión y al
parecer funciona en algunos casos extremos.
Un mal rayo lo partió por la mitad,
y ese fue lo que lo mató, no del todo, todavía algunos tocones verdes dan fe
que todavía está vivo, que aún es capaz de beneficiar a aquellos que quieren saborear esa ricas
mieles que derrama, en menor medida porqué está enfermo, los invita a que se
arrimen a su tronco para con paciencia, esperar que florezca.
No tiene prisa alguna en hacerlo,
sabe que su tiempo del fin ha llegado, pero sabe apreciar a los que con valor
se acercan a él y acostumbrados a la lentitud con que llega la hora de su
abundancia, esperan quietos a que en su debido tiempo, les llegue la cosecha anual
del árbol.
En otro plano de cosas, los más mayores
de la casa, que han pasado por vicisitudes y tienen mucha experiencia, difíciles de
describir, a casi nadie le gusta recordar viejas victorias y derrotas a lo
largo de su vida, reconocen que ya están vencidos, que un rayo determinado los
partió por la mitad, los apeó de la vida normal y los dejó postrados en el
lecho del olvido. Suficiente para cada día tiene su propio mal, eso piensan,
pero sus experiencias, ahora vistos como árboles rotos, pueden todavía dar
cobijo a multitud de personas y a animalillos, que andan por le vida perdidos
sin saber dónde acudir para remediar sus males.
Sí, pasan por el lado de esos que
están medio locos, que no saben lo que dicen porque las bombas que explotaron a
su lado, le s han nublado la razón y el entendimiento. Pues dicho esto,
prefiero un consejo de cualquiera de esos árboles que apenas dan sombra, que
los que podemos recoger de árboles más jóvenes y con poco o ningún entendimiento.
Prefiero esperar tranquilamente la
cosecha de ese e árbol medio caído que todos los que le rodean que en apariencia,
seguir el consejo y la ayuda de los de nuestra generación, que no lleva otro
camino que la autodestrucción.
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