jueves, 25 de agosto de 2016

PALABRAS QUE SE LAS LLEVA EL TIEMPO

                                            PALABRAS QUE SE LES LLEVA EL VIENTO

Muchas promesas, muchos te quiero, muchas expresiones extraordinariamente hermosas de ser verdad, pero lo cierto es que muchas quedan a medio camino entre la realidad y el mero deseo, deseo de poseer un cuerpo, de complacer a una persona que dice amarnos, más que a su propia vida.
Cuidado con hablar por hablar, es fácil decir un te quiero con convencimiento, y hasta puede que haya maestros en estas artes que nos llevan al engaño y luego a la desilusión, a la frustración, al desencanto. Es popular sobre todo entre los jóvenes, desperdiciar palabras de ese calibre que cuando no se cumplen, se descalifican a sí mismos, creando una atmósfera de desconfianza y de dudas entre aquellos que llegan a conocerlos bien. Esas palabras, dichas sin sentido, sin franqueza, crean en los demás, una imagen de ese pobre diablo, que no sabe más que decir cosas bonitas, sin llegar a ningún fin concreto.
Él le dijo pocas cosas bonitas, estaba de fiesta y deseaba deshacerse de aquel grupo de compañeros que como en otras ocasiones lo subestimaban por ser retraído y poco mordaz con las chicas con las que se encontraban, ellos eran todo lo contario, llegaban y ya estaban mirando el horizonte para ver a quién podían encandilar con sus peroratas y lisonjas vacías, cosas que por otra parte, a muchas de ellas les gustaba y hasta deseaban oír de boca de esos bobalicones. No les hacían caso, pero apreciaban que se fijaran en sus mini bañadores, o ensalzaran su figura que se dibujaban en la arena de la playa como figurines de aparador.
Él no dijo nada, solo les siguió la corriente cuando después de deshacer el equipaje, lo invitaron a unas cañas en el chiringuito que había a pie de paya, hasta ahí todo fue bien, fue después de las cuarta caña cuando comenzaron los problemas, las familias se hicieron a un lado y hasta algunos cambiaron de mesa, no querían problemas, tenían niños pequeños, y lo que es preparaba no estaba hecho para su vista.
Particularmente me gusta divertirme solo o con amigos, a los que selecciono yo. No era este el caso, no sabía dónde estaba metido en mitad de aquellos presuntos amigos a los que apenas conocía. De manera que después de tres copas ya estaban liándola, se metían con las chicas que al margen de estar acompañadas por otros o no, ya estaban dejándose ver tocando a algunas de ellas o diciéndoles cosas realmente desagradables. Me salí del grupo, no quería que me identificaran para nada, con aquellos descerebrados que era evidente que querían buscarse problemas, y cuando alguien quiere problemas los encuentra al instante.
Cuesta bien poco abrir la boca para que según lo que se diga, te la cierren de un puñetazo, no era esa mi intención, quería disfrutar de una merecidas vacaciones, breves, pero al fin y al cabo, vacaciones. Busqué un lugar alejado de aquel jolgorio que se formó entre turistas y policía municipal y me senté en una mesa junto a una baranda de madera, una chica que por lo que se ve venía huyendo de aquella bronca que se formó me pidió permiso para sentarse en mi mesa, no me pude negar, la educación primero y la formación que se me dio desde pequeño fueron el detonante de aquel sí rotundo que salió de mis labios. Entendía más bien poco de nuestro idioma pero se hizo comprender con un par de palabras.
Naturalmente la invité a tomar algo, me pareció ver en su copa alargada, cava, de manera que pedí dos copas de lo mismo para los dos, me lo agradeció con una sonrisa amplia que dejaron ver unos dientes casi perfectos y blancos como la leche. Entablamos una breve conversación hasta que un joven que andaba buscándola, se acercó a nosotros y cogidos de la mano marcharon camino a saber dónde.
Mis mayores, especialmente mi padre, me enseño que cuando se hacía una amistad nueva, o se conocía a alguien fuere cual fuera la circunstancia, se tenían que decir las palabras justas, considerando a la persona o personas con la que entablas la conversación y nunca faltar el respeto sea cual sea la respuesta que se le dé a uno. En este caso concreto yo no buscaba nada, solo que la circunstancia exigía hablar y eso fue lo que hice, hablar casi por señas, poco o casi nada entendía de lo que trataba de decirle. Me ceñí a lo aprendido para la ocasión y creo que se llevó una buena impresión de mí. La noche aparecía con el destello de las estrellas en mitad del cielo, las admiré sin tener otra cosa que hacer que eso, es de apreciar la aparición de la estrellas, sobre todo contratando es cielo que se resiste a hacer que el sol termine por desaparecer del horizonte.
Allí, con las piernas estiradas sobre la baranda de madera, la volví a ver, no sabía qué hacer, ya nos conocíamos, la única diferencia fue, que en esta ocasión volvía estar sola jugueteando con una flor que alguien o ella misma habría recogido en uno de los paseos que daba junto al mar.
Mo le dije nada, solo me acerqué a ella temeroso de que me soltara algún aspaviento, y me quedara sumido en un chasco que os aseguro que esta vez me habría resultado de lo más incómodo. Pues bien, el asunto no fue así, me invitó a que sentara junto a ella en el banco de madera con aquel perfecto mirador al fondo, el paso de las estrellas, el calor y el perfume de su cuerpo, y el olor de mar que ponía el acento a aquel nuevo encuentro. Nos vimos en más ocasiones, los amigos ya no tenían casi ninguna importancia para mí, muchos más encuentros como ese, cada vez con más confianza, con más sonrisas y como casi siempre suelen pasar en estas ocasiones, con miradas más directas que daban a entender un determinado interés el uno por el otro. ¡Lástima que estas vacaciones fueran tan breves, pero gracias a la telefonía móvil pudimos establecer un vínculo, que con el tiempo, llegó a ser el eje de una amistad duradera, que digo duradera… sin fisuras! Ahora vivo en Italia, en una tierra preciosa que ha resultado ser mi casa

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