HAY COSAS SIN LAS
QUE NO SE PUEDE VIVIR
En contraposición, si se puede
vivir prescindiendo de muchas cosas, se puede vivir sin amar, por lo menos, eso
es lo que muchos opinan, no hace falta amar para poder soportar males y
desengaños, se puede vivir sin saludar a la gente que te encuentras por la
calle, desconocidos, seres anónimos que no te hacen ni bien ni mal, están ahí
ellos tienen sus propias opiniones sobre las cosas que son necesarias para
superar la vida. A mí me hace falta amar, mucha falta, sin tener el cariño de
algunas personas que creo que son necesarias para el desarrollo de todo aquello
que hago, necesito sus opiniones, contrastarlas con lo que yo pienso y sacar
una conclusión.
Sin eso no se puede vivir, sin ver
cada amanecer como una nueva vida, no se puede vivir, se hace necesario meditar
que ese regalo que acabamos de recibir esta mañana, es un incentivo para poder
llevar a cabo cosas tan sencillas como sacar unas monedas del bolsillo y
comprar el periódico mientras saludamos a esa hermosa vecina deseable aunque
esté casada tenga hijos. Se hace
necesario sentir la muerte de alguna persona desconocida, que pasa ante
nosotros camino de su última morada. De ese modo uno aprende de la vida y de la muerte, algo
tan natural y fácil como tropezar al bajar un escalón de la calle, que hace que
uno de nuestros frágiles huesos de nuestro cuerpo, se rompa como si de cristal
se tratara. No podemos pasar de esas cosas sencillas, el pillar una borrachera en
compañía de unos amigos, que sin motivo alguno nos juntamos, para celebrar que
me he atrevido a decir que no a una chica, que está loquita por mis huesos y
deseaba de todo corazón que le diera una respuesta afirmativa a su propuesta.
No se puede vivir sin esos detalles
insignificantes pero importantes para ella y para mí, porque me quiero mucho y
sé que nunca sería feliz a mi lado, me conozco, al principio quizás aprobaría mis
acciones, pero pronto se hartaría y comenzaría a arrepentirse de haberme
conocido, siendo como soy en conjunto, una buena persona. ¿Quién aprobaría sin
más las largas ausencias que me llevan en ocasiones a cielos inauditos, o a
infiernos llenos de locura y sinrazones? Necesito vivir todas estas cosas,
forman parte de esa parte oscura, llena de matices de luz y sombras, que son
necesarias vivir para poder explicarlas. Veo debajo de una farola a un par de
mujeres que se comen a besos, mi corazón se felicita al ser testigo presencial
de este acontecimiento sin pensar en cuál será el resultado de este encuentro,
es posible que sea un encuentro que sea la primera experiencia para alguna de
ellas, pero es algo que en ese preciso instante, necesito vivir lo más
intensamente posible, posiblemente esté asistiendo al nacimiento de un amor
auténtico que durará toda una vida, o no, eso es lo de menos.
No deberíamos ausentarnos de esas
pequeñas cosas, para muchos condenables, para otros gozosas, formamos parte de
un tremendo jardín donde todos tenemos cabida y nadie tiene porqué despreciar a
una flor que tan solo va a marchitarse en solo unas horas, alguien le dio
permiso para establecerse ahí, de manera que ¿Quiénes somos nosotros para poner
en tela juicio su color, el espacio que ocupan o incluso si merece estar en ese
paraíso?
Somos lo que somos gracias a la
mano de alguien que nos dio acceso al lugar que ocupamos, tenemos que acostumbrarnos
a ver con orgullo y con placer auténtico la necesidad de amar lo que nos rodea
con auténtica pasión, sea cual sea la forma que tenga y el modo de comportarse,
el uso que le dé a sus recursos. Si observamos que alguien duda de estas
opiniones, es porque sencillamente cree a pie juntillas que se puede vivir sin
esas cosas, el tener el convencimiento de que hay otro modo de ver las cosas es
porque todavía, le falta apreciar las necesidades que tenemos de ser personas
completas.
Amo todo cuanto me rodea porque en
todas ellas hay una parte que me enriquece, no hay nada despreciable,
inservible, desechable. Obviamente no deberíamos tener deseos de comer basura,
pues aunque parezca mentira hay quién se alimenta de ella, que hace de ese
hábito su forma de vida, mientras lo más importante, lo que nos hace felices lo
dejamos de lado, como si fuera algo que nos dañara, que nos enfermara. A menudo
son esas las cosas que nos dan la tan ansiada paz interior de la que todos
deberíamos participar como si un gran banquete se tratara, y el motivo es solo,
porque no queremos darnos cuenta qué con cualquier cosa, uno puede ser feliz.
El problema estriba en lo que creemos que nos hará más felices, que no
auténticos. Llegado el caso que todos habláramos la misma lengua en todo el
mundo, el problema seguiría persistiendo, siempre habría un punto diferencial
entre los humanos, que no todos reconocemos la clave de esencial para el ser
humano, el reconocimiento de que se puede ser feliz con las cosas que nos hacen
felices.
Siempre persistiría esa
discrepancia, y cuando alguno de nuestros amigos comunes no estuviera de
acuerdo con la opinión del otro, una de las soluciones más inmediatas, sería
hacer prevalecer nuestra respuesta acudiendo a la fuerza de las armas. Lo más
bochornoso, lo que más problemas ha causado entre los humanos, aparecería como
un espectro, un fantasma resucitado a la fuerza, midiendo la razón a cañonazos.
Algo que nadie quiere, que quienes lo han sufrido odian con todas sus fuerzas,
se verían envueltos de nuevo por campos verdes sembrados de cruces, vuelta al
pasado, recuerdo del presente que todavía no se ha extinguido, futuro sin
esperanza pues la guerra es un caballo desbocado que frecuentemente es imparable.
No, de esas cosas hay que olvidarse, pero el problema es que pende de un hilo,
tan frágil y vulnerable que es imposible pasarlo por alto.
Se puede vivir sin eso, pero los arsenales
cada vez son más grandes y dañinos,
¿cómo olvidarse de ellos? ¿cómo olvidarse que todas estas armas están en
manos de unos cuantos mandatarios a los que poco les importa decir… ¡disparar a
matar! Podemos vivir sin guerras, pero no podemos vivir sin humanidad, ¡nos
hacemos tanta falta los unos a los otros…!
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