lunes, 22 de agosto de 2016

HAY COSAS SIN LAS QUE NO SE PUEDE VIVIR

                                    HAY COSAS SIN LAS QUE NO SE PUEDE VIVIR

En contraposición, si se puede vivir prescindiendo de muchas cosas, se puede vivir sin amar, por lo menos, eso es lo que muchos opinan, no hace falta amar para poder soportar males y desengaños, se puede vivir sin saludar a la gente que te encuentras por la calle, desconocidos, seres anónimos que no te hacen ni bien ni mal, están ahí ellos tienen sus propias opiniones sobre las cosas que son necesarias para superar la vida. A mí me hace falta amar, mucha falta, sin tener el cariño de algunas personas que creo que son necesarias para el desarrollo de todo aquello que hago, necesito sus opiniones, contrastarlas con lo que yo pienso y sacar una conclusión.
Sin eso no se puede vivir, sin ver cada amanecer como una nueva vida, no se puede vivir, se hace necesario meditar que ese regalo que acabamos de recibir esta mañana, es un incentivo para poder llevar a cabo cosas tan sencillas como sacar unas monedas del bolsillo y comprar el periódico mientras saludamos a esa hermosa vecina deseable aunque esté casada  tenga hijos. Se hace necesario sentir la muerte de alguna persona desconocida, que pasa ante nosotros camino de su última morada. De ese modo  uno aprende de la vida y de la muerte, algo tan natural y fácil como tropezar al bajar un escalón de la calle, que hace que uno de nuestros frágiles huesos de nuestro cuerpo, se rompa como si de cristal se tratara. No podemos pasar de esas cosas sencillas, el pillar una borrachera en compañía de unos amigos, que sin motivo alguno nos juntamos, para celebrar que me he atrevido a decir que no a una chica, que está loquita por mis huesos y deseaba de todo corazón que le diera una respuesta afirmativa a su propuesta.
No se puede vivir sin esos detalles insignificantes pero importantes para ella y para mí, porque me quiero mucho y sé que nunca sería feliz a mi lado, me conozco, al principio quizás aprobaría mis acciones, pero pronto se hartaría y comenzaría a arrepentirse de haberme conocido, siendo como soy en conjunto, una buena persona. ¿Quién aprobaría sin más las largas ausencias que me llevan en ocasiones a cielos inauditos, o a infiernos llenos de locura y sinrazones? Necesito vivir todas estas cosas, forman parte de esa parte oscura, llena de matices de luz y sombras, que son necesarias vivir para poder explicarlas. Veo debajo de una farola a un par de mujeres que se comen a besos, mi corazón se felicita al ser testigo presencial de este acontecimiento sin pensar en cuál será el resultado de este encuentro, es posible que sea un encuentro que sea la primera experiencia para alguna de ellas, pero es algo que en ese preciso instante, necesito vivir lo más intensamente posible, posiblemente esté asistiendo al nacimiento de un amor auténtico que durará toda una vida, o no, eso es lo de menos.
No deberíamos ausentarnos de esas pequeñas cosas, para muchos condenables, para otros gozosas, formamos parte de un tremendo jardín donde todos tenemos cabida y nadie tiene porqué despreciar a una flor que tan solo va a marchitarse en solo unas horas, alguien le dio permiso para establecerse ahí, de manera que ¿Quiénes somos nosotros para poner en tela juicio su color, el espacio que ocupan o incluso si merece estar en ese paraíso?
Somos lo que somos gracias a la mano de alguien que nos dio acceso al lugar que ocupamos, tenemos que acostumbrarnos a ver con orgullo y con placer auténtico la necesidad de amar lo que nos rodea con auténtica pasión, sea cual sea la forma que tenga y el modo de comportarse, el uso que le dé a sus recursos. Si observamos que alguien duda de estas opiniones, es porque sencillamente cree a pie juntillas que se puede vivir sin esas cosas, el tener el convencimiento de que hay otro modo de ver las cosas es porque todavía, le falta apreciar las necesidades que tenemos de ser personas completas.
Amo todo cuanto me rodea porque en todas ellas hay una parte que me enriquece, no hay nada despreciable, inservible, desechable. Obviamente no deberíamos tener deseos de comer basura, pues aunque parezca mentira hay quién se alimenta de ella, que hace de ese hábito su forma de vida, mientras lo más importante, lo que nos hace felices lo dejamos de lado, como si fuera algo que nos dañara, que nos enfermara. A menudo son esas las cosas que nos dan la tan ansiada paz interior de la que todos deberíamos participar como si un gran banquete se tratara, y el motivo es solo, porque no queremos darnos cuenta qué con cualquier cosa, uno puede ser feliz. El problema estriba en lo que creemos que nos hará más felices, que no auténticos. Llegado el caso que todos habláramos la misma lengua en todo el mundo, el problema seguiría persistiendo, siempre habría un punto diferencial entre los humanos, que no todos reconocemos la clave de esencial para el ser humano, el reconocimiento de que se puede ser feliz con las cosas que nos hacen felices.
Siempre persistiría esa discrepancia, y cuando alguno de nuestros amigos comunes no estuviera de acuerdo con la opinión del otro, una de las soluciones más inmediatas, sería hacer prevalecer nuestra respuesta acudiendo a la fuerza de las armas. Lo más bochornoso, lo que más problemas ha causado entre los humanos, aparecería como un espectro, un fantasma resucitado a la fuerza, midiendo la razón a cañonazos. Algo que nadie quiere, que quienes lo han sufrido odian con todas sus fuerzas, se verían envueltos de nuevo por campos verdes sembrados de cruces, vuelta al pasado, recuerdo del presente que todavía no se ha extinguido, futuro sin esperanza pues la guerra es un caballo desbocado que frecuentemente es imparable. No, de esas cosas hay que olvidarse, pero el problema es que pende de un hilo, tan frágil y vulnerable que es imposible pasarlo por alto.
Se puede vivir sin eso, pero los arsenales cada vez son más grandes y dañinos,  ¿cómo olvidarse de ellos? ¿cómo olvidarse que todas estas armas están en manos de unos cuantos mandatarios a los que poco les importa decir… ¡disparar a matar! Podemos vivir sin guerras, pero no podemos vivir sin humanidad, ¡nos hacemos tanta falta los unos a los otros…!


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