martes, 13 de enero de 2015

CRISIS... ¿QUÉ CRISIS?


                                         CRISIS… ¿QUÉ CRISIS?



Allá donde vayas se oye la expresión… “¡Vaya crisis!”, y es bien seguro que hay crisis, la pregunta es ¿Qué clase de crisis…? Las crisis que culminan en una guerra son de una índole, las que terminan con la estabilidad de un gobierno no siempre está causada por la caída de la moneda del propio país, siempre hay trasfondos, que a veces, son insondables.
Nos venden las crisis de determinada clase por doquier, cual si de azúcar de feria se tratase. ¡Hipócritas malditos!, las crisis en realidad surgen por otras razones menos conocidas y más relacionadas con la pérdida de valores humanos que culminan en las susodichas crisis.

Corruptelas que se reflejan, cuando metes la cabeza en esta especie de madeja, en cuyo interior se dejan ver auténticas batallas sin armas letales. La lucha por el poder legítimo para gobernar a un país entero, hace que la ambición sea la principal armadura, la herramienta perfecta para llevar a cabo esta lucha. ¿Quiénes sino los gobernantes saben con auténtica exactitud que moneda tienen que cambiar con su oponente? Han perdido la vergüenza, esto los lleva a mentir, a perder el juicio de las cosas, el sentido común que se exige a todo el mundo, para la buena armonía entre todas las clases que enriquecen a una nación.

Para nada sirve que se paguen sueldos decentes a los obreros, si es con el fin de usarlos, como arma arrojadiza contra quién piensa lo contrario. ¡Qué poca vergüenza tiene quién use estos métodos para salir triunfador! Ahí está la auténtica crisis, crisis del pensamiento, del altruismo, del bien común, el no desplegar estas cualidades conduce al anarquismo, a la rebelión, a que haya rupturas en el pensamiento, a muchos les avergüenza entonces llamarse españoles, o afganos, albaneses o suecos, lo mismo da, para todos es válida la receta.

Si no está en el ánimo de estos señores, el servir a los demás sin aires de grandeza, poco van a lograr salvo que les corten la cabeza. Le digo a un amigo cuando hablamos de estos temas…   “¿Sabes?, ninguno de estos quiere recordar la guillotina que llenó cestos de cabezas en la revolución francesa”.



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