lunes, 5 de enero de 2015

CUADERNOS


                                                   CUADERNOS


Cuadernos de dibujos, de notas tomadas al azar, de cuentos para niños y para mayores, cuadernos llenos de locuras, que luego, con el tiempo llegas a ver, que no estabas demasiado desencaminado, aciertos al ver que forman parte de tu propia historia. Los guardo como un pequeño tesoro, me gusta leerlos de vez en cuando, forman parte de vivencias que en su día, leídas a familia o amigos, aplauden la forma de ver las cosas.
Otros en cambio los critican y si ese es el caso, también me dejo aconsejar o sugerir formas más claras de expresarme. Al fin y al cabo, los cuadernos te permiten las correcciones que desees hacer. Tachas las cosas que no te gustan y escribes a continuación lo mismo pero expresado de otra forma, hasta que quedas convencido que lo has hecho bien.

Escribir tiene muchas ventajas, por ejemplo, personalmente, antes escribía de puta pena. Pues oye, a fuerza de escribir y escribir, he llegado a tener una letra que es comprensible a casi todo el mundo, eso significa que puedo mejorar. Los cuadernos son por lo tanto, un sistema de perfección, de conservación de las neuronas, ahora no puedo dejar de hacerlo.
Tengo que escribir, porque forma parte de una terapia alternativa a los fármacos y pastillas de mierda que debo tomarme a diario. A veces, en mi casa, me decían mis familiares…   Vaya manera de comerte el tarro, te vas a volver loco tanto escribir, acabarás cazando moscas.
Por mi parte ni les contestaba, no merecía la pena, yo sé lo que me conviene, que digan lo que quieran, escribir sobre algo, reflexiones, pensamientos íntimos, no quiero decir seguir un diario, solo escribir aquello que se me viene a la cabeza.

He escrito cuentos, algunos que los han leído me han dicho después que son muy bonitos, incluso instructivos, pedagógicos. Un día que fui al mercado, una maestra de primaria me dijo que había leído en clase el cuento del Patito Amarillo.   Está muy bien redactado, lo podrías publicar, seguro que tendría éxito te lo aseguro. Me sentí alagado por ese comentario, no porque me lo hiciera una maestra, sino más bien por el hecho de que les había gustado a los niños. Los niños son muy buenos críticos de lo que leen o escuchan y eso es lo que me impulsa a seguir escribiendo.
Otros leen estos cuadernos que cuelgo en un blog de Internet, y me comentan, que se han mondado de risa por otras cosas que antes he tenido que escribir a mano y al pasarlas al blog he retocado un poco, no en todo se acierta a la primera.

Así pues, a fuerza de llenar cuadernos, progreso intelectualmente, enriquezco mi vocabulario, me auto ayudo, padezco por causas que no vienen a cuento, de insomnio no es que sea crónico no, es solo que a menudo, lo que tomo, me refiero a la medicación, causa diferentes efectos en mi cuerpo, así que en ocasiones me despierto a las cuatro o cinco de la madrugada y entonces me despierto con ideas que inmediatamente plasmo en papel, en mi cuaderno. Oye me siento de maravilla cuando lo hago, me relajo, no me coge sueño ni nada, escribo y me animo.
¿A quién le puede sentar mal hacer esto?, yo creo que a nadie, de manera que sigo y deseo de todo corazón, que cuando lo paso al ordenador, nadie me interrumpa, uno de estos días, hace poco más o menos dos meses, recibí en casa una visita inesperada, familia de la vecina que vive debajo de mi piso, en mala hora, estaba tratando de hilvanar determinado pensamiento, esforzándome al máximo para que me quedara bien. Di la vuelta a mi silla de despacho giratoria y les dije que me disculparan, que tenía que terminar aquel escrito, la vecina les sirvió café ya hecho de la melita y se pusieron a hablar de sus cosas.

Me sentí mal, la verdad, pero ¿qué otra cosa podía hacer en medio de esa circunstancia?, seguir, traté de dejar de escribir cuando terminé de encajar aquel puzle de palabras y pensamientos y entonces los atendí concentrándome en la conversación que tenían entre ellos. Entiendo que alguien no comprenda esta actitud, pero que quieres que te diga, no me sentí para nada incómodo ni maleducado, solo hice aquello que creí en este momento que tenía que hacer.
¡Mis queridos cuadernos…! cuánto les debo. Si estás leyendo un libro la cosa es diferente, en determinados momentos jode igual, pero, le pones el punto en la página de lectura y te incorporas a la conversación sin más. Cuando escribes, cada cual tiene su propio método, es diferente, cuando escribes y las ideas fluyen en tu cabeza, que te interrumpan de forma imprevista te cagas en tu estampa, he llegado a pensar a veces, que me gustaría vivir en un lugar, donde fuera imposible recibir visitas, pero esto tampoco está bien, no soy un eremita, ni vivo solo en este mundo.

Ahora bien, que nadie toque mis cuadernos, son mi más preciada posesión, forman parte de mi vida, de alguna manera, está condensada en cientos y cientos de páginas que no deseo que nadie toque mientras viva.




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