sábado, 17 de enero de 2015

ESPANTOSO DESPERTAR


                                       ESPANTOSO DESPERTAR


¡Qué mala noche he pasado…! al despertar no me he encontrado, me he buscado sin parar un instante, hasta debajo de las camas he tratado de encontrarme, pero nada, no ha dado resultado, desaparecido, como si no hubiera existido jamás. Es imposible, ¡si todavía recuerdo que anoche, en compañía de amigos, nos tomamos unos vinos entre risas y chistes…! ¿Qué es lo que ha sucedido?
No sé qué debe de haber pasado… estábamos todos tan contentos y tranquilos  entró en la sidrería un tío malcarado con los ojos vidriosos, pidió un chacolí y después de apurar el vino se puso a disparar a todo el mundo, ¡joder que susto daban aquellos tiros…! Salió del bar cómo otro cliente cualquiera, nosotros, llenos de sangre y temblando no gozábamos levantarnos del suelo, hasta que escuchamos la sirena de la policía nadie se movió, por si acaso el menda aquel estaba por los alrededores.
¿Qué ha pasado aquí? preguntó la policía pistola en mano. A mi lado estaba una mujer con los ojos abiertos de espanto, estaba muerta con un disparo en la cabeza, creo, detrás de ella había un hombre mayor, vestía un gabán y sombrero que quedó a dos palmos de donde yacía con un disparo en el pecho, caído sobre una mesa rota, por el peso de aquel hombre, o el impulso de la bala que le atravesó el cuerpo. La taberna se llenó de policía casi al instante, como en las películas americanas, que la policía aparece cuando los héroes ya lo han hecho todo. Encontraron a otra persona herida de gravedad, no pude saber si se trataba de mujer u hombre, daba igual en mitad de todo aquel caos.
Entre la policía científica y las ambulancias, focos que deslumbraban, órdenes de a quién se podía interrogar y a quién no porque no estaba en condiciones, salí del local tratando de sacarme la pelliza que estaba para tirar a la basura, un policía me dio el alto y me cacheó. ¡Déjalo hombre que era un cliente que estaba antes de que entrara este asesino…! Me di la vuelta y me llamaron preguntándome si podía darles alguna referencia de cómo era el individuo, contesté que solo sabía que era un tío alto de casi metro noventa con un gorro de lana negro, un impermeable corto verde oscuro y vaqueros. ¿Y su cara…? Disculpe usted, pero en eso no me fijé, estaba de espaldas a él cuando comenzó el follón lo único que se me ocurrió fue tirarme al suelo, eso fue todo, lo demás pasó en un instante. La persona que podría darles más detalles es el dueño de la taberna… digo yo no sé.
Al final, después de una hora larga prestando declaración en el lugar de los hechos, me emplazaron a que me presentara en comisaría al día siguiente. Nos dará usted determinados datos que debemos examinar ¿de acuerdo? Claro lo que haga falta agente, la cuestión es pillar a este malnacido, ¿cómo puede la gente ir por ahí pegando tiros sin importar quienes sean?, sin duda gente sin entrañas. Me he presentado en comisaría, miro el reloj antes de pasar por la puerta de entrada, son, las diez menos diez, paso el chivato electrónico después de dejar el móvil y las llaves, saco la pistola del nueve de su funda… “¡Arma…! joder, sí que se lo toman en serio estos, el tema de las pistolas…, cinco policías me apuntan, uno me empuja al suelo y me pone las esposas bien prietas, otro me da un golpe con algo duro como el acero y me desmayo.
Despierto en una sala vacía, sujetas las manos con las esposas a una mesa de acero fijada al suelo. Hay luz fluorescente, levanto la cabeza y me pregunto dónde coño estoy, me duele un huevo la cabeza, entran dos policías imagino, van de paisano, los dos visten vaqueros, uno un suéter que parece sacado del cuento de Heidy, el otro con cazadora de piel. Bueno hijo de puta, ¿Qué pretendías sacando la pistola en comisaría, ibas a liarte a tiros con todos nosotros?  No que va, soy policía como vosotros, únicamente es que no me dejasteis identificarme, tengo licencia de armas como vosotros, creo que habréis visto mi placa en la cartera. Uno habla a oídos del otro y sale de la sala, el que se queda conmigo me pregunta si quiero algo para beber, le he dicho que una taza de café estaría bien.  Oye ¿y si mientras tanto me sacas las esposas?, levanto las muñecas y muevo los dedos de las manos, ¡las tengo entumecidas joder!
Al cabo de tres o cuatro minutos entra un oficial de uniforme. ¿Cómo se te ocurre venir a comisaría y no decir que eres policía? Te hubieran podido matar gilipollas. Ya lo sé, pero es que venía pensando en mis cosas y se me olvidó identificarme, después de lo de anoche en la taberna… lo cierto es que venía dándole vueltas a la cabeza sobre lo sucedido y recordé luego, un par de detalles que quería contaros esta mañana charlando.
Quítale las esposas anda. Ostia menos mal, quién quiera que sea que me las ha calzado se ha pasado un rato largo ¿vale? A ver ¿qué tienes que contarnos? A sí pues verás, cuando entramos en el bar mis amigos y yo, en la parada de taxi que hay enfrente del bar, estaba estacionado un coche de color gris, más o menos oscuro, la luz de las farolas cambian el color de las pinturas un poco, seguro que viéndolo a la luz del día no es el mismo, lo sé fijo porque cuando entramos al bar el único que iba fumando era yo y antes de entrar en la taberna, tiré la colilla en el hueco de un árbol. Fue entonces cuando lo vi, iban dos hombres, uno de ellos muy alto, tocaba con la cabeza casi en el techo del Megane, el coche estaba en marcha y eso me extrañó mucho, ¿Qué hace un coche con el motor en marcha ocupando parte de una plaza de taxi? Me pregunté a mi mismo, cosa rara esta, pero con el jolgorio y la compañía pasé este hecho por alto, uno de los amigos me agarró de la manga de la chaqueta y me metió dentro del bar.
¿Conoces a alguno de estos…? Me hicieron mirar fotos, este es Julián, le llamamos “el santo” porque es guapo el cabrón de él. Pues es una de las víctimas mortales amigo mío, lo siento mucho, nuestras condolencias. ¡La madre que me parió… hijos de puta! Hay que acabar con esta lacra, me miran con cara de susto, Julián y yo estábamos muy unidos, siempre íbamos juntos a todas partes. Lo último que hicimos fue servir de escoltas con dos motos, a un ministro del gobierno. Después de esta misión nos correspondían dos semanas de vacaciones, y eso es lo que decidimos hacer, irlas a pasar a Euskadi.
Bueno chicos ya sabéis que hay que hacer, sin perder tiempo ¿vale?, han matado a un edil del ayuntamiento y a uno de los nuestros, ¡venga manos a la obra! ¿Puedo ayudar en algo? No, lo siento, ese es nuestro trabajo, tú debes quedarte al margen de todo. Esta tarde coges y te presentas a tus superiores en Madrid, ahora voy a ponerme en contacto con ellos. Cuando quisieron darse cuenta ya estaba fuera de comisaría después de recibir las condolencias de otros compañeros policías. Cogí la moto y me fui a comer a un mesón de las afueras de Mondragón, quería hacer carretera para despejarme un poco. ¡Como ves las cosas cuando te pasa una cosa así!, tenía una rabia interna difícil de describir, a según quién incluso caminando por la calle, lo veía como un enemigo mío, que venía a por mí, llegué a identificar falsamente, a tíos altos que me parecía que tenían la misma pinta que el asesino, joder, estas cosas te trastocan un poco.
Por la mañana, sin saber cómo, recibí una llamada de mi jefe. ¿Todavía estás ahí capullo?, pilla camino que esta tarde tengo que hablar contigo, te espero a más tardar a las seis, no te entretengas. A Julián lo trasladaban a Madrid en un furgón después de hacerle la autopsia y sacarle las balas del cuerpo, concretamente dos. Hable con mi capitán y me dijo que me fuera a casa, que ya me llamarían para ir a ver al sicólogo de la división, mientras me dejaron dejar pistola y placa sobre la mesa de la recepción.
Lo siento tío tuvo que ser terrible, me dijeron algunos compañeros que compartíamos operaciones de vigilancia, redadas y trabajos de todo tipo que surgen en la policía.
Y ahora, después de trece días, todavía me levanto de la cama sin poder dormir siquiera, ando buscándome como un desesperado y pronunciando el nombre de Julián, lo llamo por toda la casa cuando despierto, y al final, ni lo encuentro a él, ni me encuentro yo.


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