ESPANTOSO DESPERTAR
¡Qué mala noche he
pasado…! al despertar no me he encontrado, me he buscado sin parar un instante,
hasta debajo de las camas he tratado de encontrarme, pero nada, no ha dado
resultado, desaparecido, como si no hubiera existido jamás. Es imposible, ¡si
todavía recuerdo que anoche, en compañía de amigos, nos tomamos unos vinos
entre risas y chistes…! ¿Qué es lo que ha sucedido?
No sé qué debe de haber
pasado… estábamos todos tan contentos y tranquilos entró en la sidrería un tío malcarado con los
ojos vidriosos, pidió un chacolí y después de apurar el vino se puso a disparar
a todo el mundo, ¡joder que susto daban aquellos tiros…! Salió del bar cómo otro
cliente cualquiera, nosotros, llenos de sangre y temblando no gozábamos
levantarnos del suelo, hasta que escuchamos la sirena de la policía nadie se
movió, por si acaso el menda aquel estaba por los alrededores.
¿Qué ha pasado aquí?
preguntó la policía pistola en mano. A mi lado estaba una mujer con los ojos
abiertos de espanto, estaba muerta con un disparo en la cabeza, creo, detrás de
ella había un hombre mayor, vestía un gabán y sombrero que quedó a dos palmos
de donde yacía con un disparo en el pecho, caído sobre una mesa rota, por el peso
de aquel hombre, o el impulso de la bala que le atravesó el cuerpo. La taberna
se llenó de policía casi al instante, como en las películas americanas, que la
policía aparece cuando los héroes ya lo han hecho todo. Encontraron a otra
persona herida de gravedad, no pude saber si se trataba de mujer u hombre, daba
igual en mitad de todo aquel caos.
Entre la policía
científica y las ambulancias, focos que deslumbraban, órdenes de a quién se
podía interrogar y a quién no porque no estaba en condiciones, salí del local
tratando de sacarme la pelliza que estaba para tirar a la basura, un policía me
dio el alto y me cacheó. ¡Déjalo hombre que era un cliente que estaba antes de
que entrara este asesino…! Me di la vuelta y me llamaron preguntándome si podía
darles alguna referencia de cómo era el individuo, contesté que solo sabía que
era un tío alto de casi metro noventa con un gorro de lana negro, un
impermeable corto verde oscuro y vaqueros. ¿Y su cara…? Disculpe usted, pero en
eso no me fijé, estaba de espaldas a él cuando comenzó el follón lo único que
se me ocurrió fue tirarme al suelo, eso fue todo, lo demás pasó en un instante.
La persona que podría darles más detalles es el dueño de la taberna… digo yo no
sé.
Al final, después de una
hora larga prestando declaración en el lugar de los hechos, me emplazaron a que
me presentara en comisaría al día siguiente. Nos dará usted determinados datos
que debemos examinar ¿de acuerdo? Claro lo que haga falta agente, la cuestión
es pillar a este malnacido, ¿cómo puede la gente ir por ahí pegando tiros sin
importar quienes sean?, sin duda gente sin entrañas. Me he presentado en
comisaría, miro el reloj antes de pasar por la puerta de entrada, son, las diez
menos diez, paso el chivato electrónico después de dejar el móvil y las llaves,
saco la pistola del nueve de su funda… “¡Arma…! joder, sí que se lo toman en
serio estos, el tema de las pistolas…, cinco policías me apuntan, uno me empuja
al suelo y me pone las esposas bien prietas, otro me da un golpe con algo duro
como el acero y me desmayo.
Despierto en una sala
vacía, sujetas las manos con las esposas a una mesa de acero fijada al suelo.
Hay luz fluorescente, levanto la cabeza y me pregunto dónde coño estoy, me
duele un huevo la cabeza, entran dos policías imagino, van de paisano, los dos
visten vaqueros, uno un suéter que parece sacado del cuento de Heidy, el otro
con cazadora de piel. Bueno hijo de puta, ¿Qué pretendías sacando la pistola en
comisaría, ibas a liarte a tiros con todos nosotros? No que va, soy policía como vosotros, únicamente
es que no me dejasteis identificarme, tengo licencia de armas como vosotros,
creo que habréis visto mi placa en la cartera. Uno habla a oídos del otro y
sale de la sala, el que se queda conmigo me pregunta si quiero algo para beber,
le he dicho que una taza de café estaría bien.
Oye ¿y si mientras tanto me sacas las esposas?, levanto las muñecas y
muevo los dedos de las manos, ¡las tengo entumecidas joder!
Al cabo de tres o cuatro
minutos entra un oficial de uniforme. ¿Cómo se te ocurre venir a comisaría y no
decir que eres policía? Te hubieran podido matar gilipollas. Ya lo sé, pero es
que venía pensando en mis cosas y se me olvidó identificarme, después de lo de
anoche en la taberna… lo cierto es que venía dándole vueltas a la cabeza sobre
lo sucedido y recordé luego, un par de detalles que quería contaros esta mañana
charlando.
Quítale las esposas
anda. Ostia menos mal, quién quiera que sea que me las ha calzado se ha pasado
un rato largo ¿vale? A ver ¿qué tienes que contarnos? A sí pues verás, cuando
entramos en el bar mis amigos y yo, en la parada de taxi que hay enfrente del
bar, estaba estacionado un coche de color gris, más o menos oscuro, la luz de
las farolas cambian el color de las pinturas un poco, seguro que viéndolo a la
luz del día no es el mismo, lo sé fijo porque cuando entramos al bar el único
que iba fumando era yo y antes de entrar en la taberna, tiré la colilla en el
hueco de un árbol. Fue entonces cuando lo vi, iban dos hombres, uno de ellos
muy alto, tocaba con la cabeza casi en el techo del Megane, el coche estaba en
marcha y eso me extrañó mucho, ¿Qué hace un coche con el motor en marcha
ocupando parte de una plaza de taxi? Me pregunté a mi mismo, cosa rara esta,
pero con el jolgorio y la compañía pasé este hecho por alto, uno de los amigos
me agarró de la manga de la chaqueta y me metió dentro del bar.
¿Conoces a alguno de
estos…? Me hicieron mirar fotos, este es Julián, le llamamos “el santo” porque
es guapo el cabrón de él. Pues es una de las víctimas mortales amigo mío, lo
siento mucho, nuestras condolencias. ¡La madre que me parió… hijos de puta! Hay
que acabar con esta lacra, me miran con cara de susto, Julián y yo estábamos
muy unidos, siempre íbamos juntos a todas partes. Lo último que hicimos fue
servir de escoltas con dos motos, a un ministro del gobierno. Después de esta
misión nos correspondían dos semanas de vacaciones, y eso es lo que decidimos
hacer, irlas a pasar a Euskadi.
Bueno chicos ya sabéis
que hay que hacer, sin perder tiempo ¿vale?, han matado a un edil del
ayuntamiento y a uno de los nuestros, ¡venga manos a la obra! ¿Puedo ayudar en
algo? No, lo siento, ese es nuestro trabajo, tú debes quedarte al margen de
todo. Esta tarde coges y te presentas a tus superiores en Madrid, ahora voy a
ponerme en contacto con ellos. Cuando quisieron darse cuenta ya estaba fuera de
comisaría después de recibir las condolencias de otros compañeros policías.
Cogí la moto y me fui a comer a un mesón de las afueras de Mondragón, quería
hacer carretera para despejarme un poco. ¡Como ves las cosas cuando te pasa una
cosa así!, tenía una rabia interna difícil de describir, a según quién incluso caminando
por la calle, lo veía como un enemigo mío, que venía a por mí, llegué a
identificar falsamente, a tíos altos que me parecía que tenían la misma pinta
que el asesino, joder, estas cosas te trastocan un poco.
Por la mañana, sin saber
cómo, recibí una llamada de mi jefe. ¿Todavía estás ahí capullo?, pilla camino
que esta tarde tengo que hablar contigo, te espero a más tardar a las seis, no
te entretengas. A Julián lo trasladaban a Madrid en un furgón después de
hacerle la autopsia y sacarle las balas del cuerpo, concretamente dos. Hable
con mi capitán y me dijo que me fuera a casa, que ya me llamarían para ir a ver
al sicólogo de la división, mientras me dejaron dejar pistola y placa sobre la
mesa de la recepción.
Lo siento tío tuvo que
ser terrible, me dijeron algunos compañeros que compartíamos operaciones de
vigilancia, redadas y trabajos de todo tipo que surgen en la policía.
Y ahora, después de
trece días, todavía me levanto de la cama sin poder dormir siquiera, ando
buscándome como un desesperado y pronunciando el nombre de Julián, lo llamo por
toda la casa cuando despierto, y al final, ni lo encuentro a él, ni me
encuentro yo.
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