jueves, 1 de enero de 2015

MI CASA


                                                PASEO POR MI CASA



Mi casa es mi catedral, es la hostia, es una catedral sin vidrieras emplomadas pero tiene otras cosas que no tienen las catedrales, no hay curas. Si tuviera calentar una catedral, se me iría la pensión a hacer puñetas, pero como no es el caso, en poco más de dos horitas, tengo mi casa echa un turrón. Se está de cojones vamos, no hay confesionarios ni bancos, no hay arrepentidos de nada, tampoco se reparten milagros.
Se da de comer al hambriento sin discriminación alguna, alguien pudiera pensar que es el único lugar aparte de las catedrales y sus sucursales que se hacen obras de este calibre, pero no es cierto, mucha gente que viven en sus propias catedrales, están al tanto de la situación lastimosa de los pobres, de los desahuciados, de familias numerosas que no saben dónde acudir.

Las catedrales durante otro tiempo eran refugio de todas estas personas a las que acabo de mencionar, ahora no, ahora son el refugio de ladrones salidos de sus propias filas, de pedófilos, de gente que poniendo a dios como escudo, hacen desfalcos y cometen desmanes con seres indefensos y además bajo coacción de ser excomulgados o castigados por la autoridad divina.

Aparte de las inmensas riquezas que acumulan y que sirven simplemente de espectáculo para turistas afamados, que quieren saber cómo gente de otros siglos, de otra época, trabajaron esclavizados para construir esos magníficos monumentos.
Esos edificios y su contenido son intocables, podrían solucionar buena parte de las miserias que asolan este mundo, así pues, lo único que hacen es establecer organizaciones sin ánimo de lucro para desviar la atención de todo cuanto tienen.

A mi casa podéis venir quienes queráis, no tengo riquezas, tampoco es una gran mansión donde poder solucionar los problemas que acucian a los que van desesperados por la vida, pero en invierno se está caliente y siempre podréis encontrar un vaso de vino o leche para vuestros niños, no se os pedirá que os arrepintáis de vuestros pecados, no se os pedirá documentación alguna. Solo venid y de lo que haya se os dará, lo compartiremos como hermanos salidos del mismo hoyo.

Pasead por mi casa, si no os complace o veis que es demasiado poco para vuestras exigencias podréis marcharos sin que nadie os pida razón del porqué lo hacéis. Si por el contrario decidís hacerme compañía hasta que las cosas vayan mejor en vuestras vidas, tendréis todo mi apoyo y mi solidaridad. Mi casa es vuestra casa, lo mismo que en determinadas ocasiones, las catedrales se comparten para que la gente vaya solo a rezar o a hacer examen de conciencia. Con la clara diferencia de que en mi casa podéis quedaros a dormir cuando queráis y el tiempo que os sea necesario sin pediros nada a cambio salvo el de vuestra compañía y afecto.



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