PASEO POR MI CASA
Mi
casa es mi catedral, es la hostia, es una catedral sin vidrieras emplomadas
pero tiene otras cosas que no tienen las catedrales, no hay curas. Si tuviera
calentar una catedral, se me iría la pensión a hacer puñetas, pero como no es
el caso, en poco más de dos horitas, tengo mi casa echa un turrón. Se está de
cojones vamos, no hay confesionarios ni bancos, no hay arrepentidos de nada,
tampoco se reparten milagros.
Se
da de comer al hambriento sin discriminación alguna, alguien pudiera pensar que
es el único lugar aparte de las catedrales y sus sucursales que se hacen obras
de este calibre, pero no es cierto, mucha gente que viven en sus propias
catedrales, están al tanto de la situación lastimosa de los pobres, de los
desahuciados, de familias numerosas que no saben dónde acudir.
Las
catedrales durante otro tiempo eran refugio de todas estas personas a las que
acabo de mencionar, ahora no, ahora son el refugio de ladrones salidos de sus
propias filas, de pedófilos, de gente que poniendo a dios como escudo, hacen
desfalcos y cometen desmanes con seres indefensos y además bajo coacción de ser
excomulgados o castigados por la autoridad divina.
Aparte
de las inmensas riquezas que acumulan y que sirven simplemente de espectáculo
para turistas afamados, que quieren saber cómo gente de otros siglos, de otra
época, trabajaron esclavizados para construir esos magníficos monumentos.
Esos
edificios y su contenido son intocables, podrían solucionar buena parte de las
miserias que asolan este mundo, así pues, lo único que hacen es establecer
organizaciones sin ánimo de lucro para desviar la atención de todo cuanto
tienen.
A
mi casa podéis venir quienes queráis, no tengo riquezas, tampoco es una gran
mansión donde poder solucionar los problemas que acucian a los que van
desesperados por la vida, pero en invierno se está caliente y siempre podréis
encontrar un vaso de vino o leche para vuestros niños, no se os pedirá que os arrepintáis
de vuestros pecados, no se os pedirá documentación alguna. Solo venid y de lo
que haya se os dará, lo compartiremos como hermanos salidos del mismo hoyo.
Pasead
por mi casa, si no os complace o veis que es demasiado poco para vuestras
exigencias podréis marcharos sin que nadie os pida razón del porqué lo hacéis.
Si por el contrario decidís hacerme compañía hasta que las cosas vayan mejor en
vuestras vidas, tendréis todo mi apoyo y mi solidaridad. Mi casa es vuestra
casa, lo mismo que en determinadas ocasiones, las catedrales se comparten para
que la gente vaya solo a rezar o a hacer examen de conciencia. Con la clara diferencia
de que en mi casa podéis quedaros a dormir cuando queráis y el tiempo que os
sea necesario sin pediros nada a cambio salvo el de vuestra compañía y afecto.
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