viernes, 21 de noviembre de 2014

BUCEO



                                                       BUCEO



Confieso que el mar me gustaba mucho cuando era joven, nadar entre las aguas del mar me daba vida, te pone en contacto con una gran parte del componente de la tierra, el líquido elemento del agua salada, proveniente del conjunto de mares y océanos del mundo es maravilloso.
Pero sin saber por qué, perdí el interés por nadar jugar con la arena más o menos fino de diferentes partes de la costa donde he nacido, a orillas del Mediterráneo, sí, fue una cosa que me vino de pronto, de una forma súbita, descarada, como si el mar no fuera para mí, allí no pintaba nada me dije para mí mismo, y mira que lo he disfrutado con amistades, y pasado no pocos momentos hermosos con amigas, retozando sobre la arena o entre las rocas, que sirvieron para nuestros descubrimientos particulares, de esa otra vida que hay aparte de la simplemente urbana.

El exceso de sol y el desconocimiento de los otros medios que la tierra nos da para descubrir, hicieron que me interesara por el buceo, buceo que no fue nada fácil, entre otras cosas porque no se trataba de bucear en las aguas del mar sino en tierra firme. ¿Qué cómo es eso…?, fácil, solo has de tener una buena imaginación y saber buscar allá donde una vez el mar llegó. Y fue por casualidad que pasó no a cosa hecha, andábamos una vez por un camino de campo lejos de casa, a bastantes kilómetros de la ciudad, una salida al campo, y allí en mitad de la nada, encontramos un sendero previamente allanado para el paso de caballerizas y rebaños.

Subimos por una pendiente que nos llevaría a nuestra primera parada para el almuerzo, cuando una de las amigas que con nosotros iba, paro y llamó nuestra atención, a unas conchas que salían de la pared del camino, nos acercamos los cuatro, observamos aquella concha que por cierto no era pequeña, medía casi un palmo de ancho, estaba entre capas de arenisca y piedras rodadas de diferentes colores. Con cuidado usando la punta de una fuerte navaja la sacamos de su lugar, estaba cerrada, es decir completa, quién quiera que fuese el animal que la habitara en su día, estaba allí dentro esperando ser descubierta.

Así comenzó nuestra aventura y la pasión de bucear por los diferentes estratos de la tierra, cada fin de semana y cuando se nos terciaba hacer algún trabajo en la escuela respecto a los movimientos de la tierra allí estábamos los cuatro, buscando en mapas y libros de ciencia que era lo que habíamos encontrado, identificándolo, etiquetándolo y guardado en estantes previamente ordenados por fechas de antigüedad, más o menos, porque en esto de contar hacia atrás a veces los hombres nos desmadramos.
Oye mira, que he encontrado una estrella del mar del período cretáceo, y luego nada, a lo mejor un turista que se había dado cuenta que su hijo llevaba aquel bicho en el coche medio disecado, lo había tirado por la ventana, y estaba en el fondo de un barranco.

Salvo estas excepciones un poco exageradas y fuera de contexto, lo que descubrimos fue, que había un mundo, una parte de él por lo menos, que había permanecido inundado por el mar durante determinado tiempo, y claro millones de criaturas se quedaron a la intemperie muriendo de forma más o menos inmediata. No es que fuera un gran descubrimiento, pero el suficiente para servirnos de pretexto en casa, cargar nuestras mochilas con unas cuantas cosas, y salir con pequeños martillos que compramos en una tienda, con ese fin, descubrir animalillos, vida desconocida, bucear en tierra seca como si del mar se tratara. Nuestras acompañantes lo celebraban con nosotros de forma especial, cuando ellas descubrían algo, nosotros nos las comíamos a besos, abrazos y otras manifestaciones de alegría. Cuando era alguno de nosotros, lo mismo pero al revés, así estuvimos buceando en los anales del tiempo durante más de dos años.

Luego llegó lo inevitable, otros y otras se interesados en estos descubrimientos, y comenzamos de cero ellas con otros socios, nosotros con otras socias. Al final los estantes, quedaron pequeños por lo descubierto, hasta lagartos contemporáneos se añadieron a la colección de animales prehistóricos, claro como estaban sequitos y acartonados ya no nos preocupamos de investigar demasiado a que período pertenecían.
Pero bucear… ¡vaya si buceamos!



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