domingo, 9 de noviembre de 2014

NADA ES PARA SIEMPRE II


                                        NADA ES PARA SIEMPRE  II



¡Mira que me han durado estos zapatos de vestir… no recuerdo donde los compré siquiera, fíjate si han debido de pasar años! Lo mismo que los zapatos cientos de cosas compradas en la vida, han pasado a un segundo término, por el solo afán de tener otras nuevas. Vestidos, coches, muebles… lo que sea. De algunos de estos artículos recordamos acontecimientos que fueron remarcados por el regalo de un perfume especial, de unas vacaciones que han quedado registradas en videos y que guardamos como recuerdos de determinados momentos.

Conforme pasa el tiempo y las circunstancias cambian, mucho de lo recordado pasa a un segundo término, es más, pasan al olvido. De aquellos felices días, pasamos ahora al amargo recuerdo de cómo se destruyó aquel feliz entramado de acontecimientos, el alma se llena de pena, de lamentos y de reminiscencias que pesan en el corazón cual saco lleno de piedras que llevamos sobre la espalda a lo largo de la vida.

Siendo que es un hecho que nada es para siempre, nos asombramos nosotros mismos al ver, que aún a pesar de llevar esa pesada carga, sin darnos cuenta, nuestra vida cambia por completo. Algo o alguien, ha despertado nuestros sentidos, nos hace sentir que no siempre debe de pesar tanto lo que hemos vivido, nada es para siempre.
Nuestras voces interiores nos alertan, distinguen entre el pasado y el presente, nos ayudan estas alertas a ver el modo práctico de ver los asuntos de la vida.

Inmediatamente, dejan de tener valor las cosas acumuladas, y comenzamos progresivamente, a deshacernos del peso que marca nuestra espalda como si hubiéramos sufrido un castigo, deja cicatrices, como no, pero desaparecen con el tiempo. Antes, hace poco eran llagas abiertas, ahora solo son eso, recuerdos mal olvidados, desconsuelos que en su día, interpretamos de un modo equivocado nosotros mismos, esa es la razón de que nos hicieran tanto daño. Hasta la muerte queda en nada, sí, pasa pronto al margen de quién haya sido el difunto, lo echamos de menos, lloramos por él o ella, y hasta puede que nos culpemos por lo que se pudiera haber hecho mejor y no se hizo, pero los que quedamos vivos, tenemos que seguir respirando, seguir vivos, y la mente nos obliga a pensar y sentir, que nada es para siempre, que nosotros estamos entre los próximos en un divorcio, en un accidente, en una muerte súbita.

Nada, absolutamente nada en la vida, merece que perdamos el equilibrio, quedar en clara desventaja ante otros, todos los seres humanos somos iguales y habitamos el mismo planeta, en razón a eso los objetivos que tenemos, son todos los mismos.

Solo una pequeña puntualización antes de concluir; si sabemos de buen seguro lo que debemos hacer hagámoslo, no sintamos arrepentimiento alguno, de otro modo perderemos la razón y jamás estaremos contentos por mucho o poco que tengamos al alcance de la mano.


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