DE NUEVO TÚ
Un
impulso me ha llevado al pasar por la calle de la tienda de música donde
trabajabas. Reina el silencio, es extraño, entre tantos instrumentos que allí
se exponen, que el silencio sea el acompañante de guitarras eléctricas, bajos,
baterías bongos, armónicas y amplificadores de toda clase.
Me
sentí culpable de que marcharas de esa tienda, creo que fui yo la causa, mi
insistencia, mi obsesión por ti, por verte, por saber si estabas o no en tu
sitio, el día que dejaste de acudir al trabajo.
Se
ha marchado y no me ha dejado las señas de adonde iría, me contestó el dueño.
Me quedé como si alguien me hubiera echado un cubo de agua fría encima, por un
instante dejó de latir mi corazón. Salí sin decir nada a la calle, al llegar a
mi casa me di cuenta que había dejado en la tienda la compra de esta mañana, no
reaccioné, no me importaba. Después del largo silencio que me impuse, sentado
en la cocina mirando por la ventana los tejados de los edificios que se
divisaban con un vaso de agua entre las manos, cogí las llaves de la casa y
volví a salir a la calle.
En
determinado momento, entre la confusión de mi mente, después de caminar no sé cuántas
horas por la ciudad, entro en un café, mi cuerpo me pide algo de combustible
para continuar una búsqueda, no sé bien cual, pero busco. Pido un bocadillo
caliente y una coca cola de lata, no me
doy cuenta que tengo hambre, lo he devorado en un instante, la bebida la tengo
casi entera, aprovecho para observar a la gente que a toda prisa pasa por
delante de la cristalera del bar.
Ves
Roberto, la gente tiene cosas que hacer, va arriba y abajo con sus cosas que
hacer, con planes concretos que ocupan su tiempo, los niños al colegio, los
maridos al trabajo, dos estudiantes que no se sabe bien si salen o entran
al instituto, van dándose besos.
Dejo
de lado tantas complicaciones, no quisiera estar en su piel, no me gustan los
problemas y el estar comprometido te obliga, en cambio con Berta no teníamos
nada, nos veíamos, la invitaba a unas copas y luego cada cual a su casa, ¡que
feliz era entonces!, que haya desaparecido, que se haya esfumado como por
ensalmo ha sido un palo, me hubiera podido decir que estaba harto de mí, que la
rayaba, no sé, cualquier cosa que pudiera haber justificado esta determinación
que ha tomado.
También
puede ser que haya habido una fuerza mayor desconocida para mí que la haya
llevado a marcharse de aquí, no, no cabe excusa posible, éramos buenos amigos,
su obligación era decírmelo, quizás la hubiera podido ayudar en algo… yo que sé…
en algo que necesitara, dinero por ejemplo, para eso están los amigos.
Mi
vida, ahora, por culpa de esa especie de escapada de Berta, es una mierda, soy
una persona sin espíritu, creo que, pensándolo bien, depender de una sola
persona para ser feliz es un modo triste de vivir, además de verme retratado
como un acechador, alguien que espera a toda costa, que pase la víctima ante tu
punto de mira para derribarla. Si sigo así, me veo dentro de cuatro días contándole
mis problemas a algún siquiatra, no me gustan los médicos y menos para esas
cuestiones mentales, ya solo la idea de
andar visitando a un loquero me hace tener náuseas, ¿Qué sabrán ellos de las
inquietudes de la gente, ni los motivos que nos llevan a ser cómo somos? Por
otra parte, alguien me tendrá que explicar que es lo que me pasa.
Hoy
he vuelto a salir a la calle con esa inquietud que me tiene encasillado en un
sin vivir constante, he saludado a un par de amigos que tienen pensado abrir un
negocio, no recuerdo de que se trata, me lo han dicho pero no les he prestado
atención, me arrepiento luego de haberme comportado así. Tengo la cabeza en
otras cosas, en otros mundos, en mis propias inercias que me transportan a Berta,
me desquician y alborotan esos sentimientos que ni siquiera sé cómo son.
Se
me ocurre pasar por la tienda de música, tengo un pretexto, me olvidé la compra
del otro día, voy a preguntarle al dueño que se ha hecho de ella. Pues la verdad es que salvo el pollo que
tuve que tirar porque olía mal, el resto lo tengo en la nevera de la trastienda.
Muchas gracias, se lo agradezco, no sabía dónde había metido la compra.
Como
si se tratara de un espejismo, por la puerta entra Berta comiéndose una pasta
de la pastelería de al lado. ¡Hombre mira por donde…! ¿Que haces por aquí
Roberto?, dame un beso. Le pongo la mejilla y le correspondo, el latigazo que
recorre mi cuerpo me deja sin habla, usa el mismo perfume de siempre, Eau
Sauvage de Dior, siempre ha tenido buen gusto para las colonias y los perfumes,
esa colonia en especial me vuelve loco sobre su piel seca. Te veo muy bien Berta, y dicho sea de paso,
te he echado mucho de menos, aunque nuestra amistad haya sido pasajera, lo
cierto es que te he extrañado mucho, y hasta me disgusté cuando me enteré por
tu jefe que te marchaste sin aviso alguno.
Tuve
mis motivos para hacerlo así no creas, no te voy a contar de que se trató no
viene al caso, pero no fue sin razón que lo hice. Por lo menos me podrías decir a que se debió
esa desaparición ¿no crees? Bueno… pues
mira, hace algún tiempo me presenté en un conservatorio para ejercer de maestra
de piano, no me contestaban y me dio por ir a saber que habían hecho con mi
solicitud. Resulta que algún espabilado la dejó en un cajón con otras muchas
peticiones, cuando llegué y di mi nombre la buscaron, y fíjate, ahora a partir
del verano próximo, comenzaré a dar clases allí, de paso busqué un bajo bien
ambientado para dar clases particulares, ya lo tengo todo atado, por eso he
vuelto, hasta que comience a trabajar allí tengo que sobrevivir de algún
modo. ¡Eso es fantástico… me alegro
mucho por ti Berta!, ¿Qué te parece si lo celebramos con una buena cena en
algún restaurante?
Quedamos
al cabo de dos días en el restaurante Miramar, allí mientras tomábamos el
aperitivo, me enseñó la fotografía de su novio un violoncelista que había
conocido en el conservatorio. No paramos de reír y brindar por su nueva vida, bueno
sería mejor decir, que brindamos por la nueva vida de ambos, Berta me había
curado con su vuelta, ahora ya sabía a qué atenerme en el futuro.
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