PUENTE DE PIEDRA,
BARANDA DE ACERO
Hace
poco que lo he visto, con su porte orgulloso, delante de todos el que pasa se
planta para servir de calzada.
A
su clan da nombre, y lo llevan orgullosos por ser ella la arquitecta de esa
gran obra suya, un puente recio que con una buena baranda, los protege contra
los elementos. Parece que al principio de su tiempo, pensó en hacer buenas
plataformas para cruzar el río, que a veces viene muy crecido, luego cambió de
opinión al ver la carga que tras ella traía.
Mejor
es buscar el modo de hacer un puente, un puente fuerte y seguro, la vida te da
sorpresas, cuando quieran cruzar al otro lado, necesitarán un lugar seguro por
el que poder pasar sin miedos, sabiendo que ese puente, estará ahí para ellos y
para todo aquel que quiera cruzarlo con buena intención, con buen criterio.
Se
puso a ello, los materiales siempre los da la tierra, pero hay que saber
colocarlos en el lugar pertinente, y aprendió a hacerlo, segura de sí misma,
segura de su propósito, de la ayuda que daría a los suyos, comenzó por los cimientos.
¡Que
logro sorprendente le supuso, ver que la cabeza de puente, quedaba establecida!,
no fue sorpresa, estaba segura de
lograrlo, el dilema era, si los demás apreciarían este esfuerzo, aunque
solo un principio, faltaba toda la calzada echar piedras al lecho del rio para
vencer su fuerza, para que cediera en su intento de hacer fracasar sus planes.
Dejándose
media vida en ello, echando mano de una fuerza inaudita, logró poner los dos pilares
que facilitaran la calzada elevada del rio. Esfuerzo, pelea, tesón, todas las
manifestaciones del orgullo de una madre usó, para que al final se pudiera
circular por el puente recién llegado a las dos orillas.
Tensó
entonces sendas barras de acero para que el puente cobrara vida, no sabía cuántos
podían usar esa magnífica obra, no quería que nadie cayera al río por un
descuido.
Ha
ido pasando el tiempo, los años no han hecho meya en el puente, una obra tal no
es pasajera, puede ser eterna, como los valores que los demás vieron empleados en
aquel viejo puente. Ahora ya monumento, las gentes que por él pasan se
sorprenden al oír la historia de una madre que escapando de los sinsabores de
la vida, creó un puente fabuloso, para ayudar a escapar a sus hijos, a su
familia y a cualquier otra persona que quisiera cruzarlo, sin saber negarles su
ayuda.
No
sé si ha valido la pena me confesaba un día, creo que no lo aprovechan como
debieran aquellos para los que hice el puente. Cuando me hizo saber esa inquietud,
le contesté, que un puente siempre tiene sentido, es una herramienta eficaz
para situaciones desesperadas, cuando llegan inundaciones, la gente siempre en
un momento u otro de la vida, nos vemos sobrepasados por los esfuerzos que hacemos,
y si el puente ya está tendido, siempre sirve de punto de referencia para
escapar de algún desastre.
Quizás
opine eso, comprensiblemente, por el desgaste que le ha ocasionado llevar a
cabo semejante obra, sin embargo opino que para cualquiera que busque una
solución desesperada sea cual sea el motivo, el hallar un puente por el que
cruzar un caudaloso río, es lo más hermoso que pudiera imaginar jamás. Y ella
ha sido siempre así de hermosa, precipitada como las aguas de ese río, nerviosa
y ágil como las barras metálicas que se tensan cuando alguien se sujeta a la
baranda para no caer al abismo.
Se
dejan notar en su cuerpo delicado, las
marcas del esfuerzo realizado, pero no se queja, sabe que es cierto que ha sido,
y todavía es, útil para dirigir a los suyos hacia ese espacio alto y seguro que
hace el camino más fácil, que continúe como si no hubiera interrupciones.
Camino sobre esta gran obra, la contemplo y la alabo, no hay para menos después
del servicio que da, y el cariño que la impulsó a llevar a cabo ese intento,
convertido en realidad.
No
puedo menos que sentir un gran afecto, reconocer que es amor puro el que la
hizo triunfar en ese intento y posterior realización de construir el
maravilloso puente, ella es así, se quita mérito, dice que no, que no es así,
que cualquiera hubiera hecho lo mismo. Me reservo la respuesta, después de
haber vivido determinadas situaciones, que responderían a esa cariñosa
expresión suya. ¡Heres única!, le digo mientras ella baja la cabeza, y se
siente azorada por el reconocimiento excesivo que se le da, a lo que ha hecho y
sigue haciendo, alargando la mano a todo aquel que quiere pasar por su puente.
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