sábado, 15 de noviembre de 2014

UN CUENTO QUE CONTAR. EL FLEXO



                                            UN CUENTO QUE CONTAR



La lámpara no deja de alumbrarme aunque no lo deseo, me he vuelto hacia ella varias veces durante la tarde, hace un frio de cojones, la he mirado y ella a mí, es una lámpara de flexo, tiene un pié con interruptor que está estropeado, de manera que la enciendo y la apago, enroscando y desenroscando la rústica espiral que la impulsa hasta el fondo de los contactos metálicos, es la única lámpara que alumbra mi pequeño apartamento, al fin y al cabo no estoy en todo el día en casa.
Me conozco cada pequeño rincón del estudio, no es difícil andar por él, cuando me encuentro con el colchón pegado a la pared, me digo a mi mismo que ya sé dónde estoy, dejo la pequeña maleta con mis cosas, soy viajante, me siento en la butaca que es el único rincón que hay en el estudio aparte de la cama por supuesto, abro desde allí la nevera, no tengo más que estirar el brazo y saco una cerveza. Sí estoy unos instantes en la más absoluta obscuridad, estoy unos momentos en silencio consumiendo la cerveza, se oye un ñic, ñic, y la lámpara se enciende, dirige su pantalla hacia mi cara, hago cómo que me ciega y de golpe aparta su luz de mi cara, tuerce el flexo hacia abajo como si estuviera avergonzada de haberme sorprendido y alumbra el rincón del ángulo de la pared.

Me sonrío sin decir nada, ¿qué coño le vas a decir a una lámpara…? sin mover el pie que la sostiene, poco a poco, va girando la pantalla pintada desconchada, con ella a media altura de la extensión de su largo cuello, me vuelve a mirar de reojo, espera mi aprobación para mirarme de lleno.   ¿Me dejas terminar la cerveza tranquilo…? vuelve a girarse, esta vez mira hacia arriba, alumbra un sujetador que cuelga de un aplique de la pared que hace siglos creo yo, que no funciona. La verdad es que no me he preocupado jamás en saber si solo había que cambiar la bombilla, compré el flexo en un rastrillo, lo llevé a casa y lo conecté a un enchufe que dudaba que fuera a dar luz.
Arrimo una silla de cocina a la mesa de fórmica, desplego un ala para tener más espacio y saco del maletín los pedidos que he hecho hoy, los ordeno, sumo los productos en una calculadora de mano y luego en una hoja de albarán nueva de papel químico que copia automáticamente, escribo el pedido para la fábrica y el día de entrega.

Desde que compré el flexo puñetero, siempre ha sabido seguir con la luz del foco cada movimiento de mi mano cuando escribo, evitando hacerme sombras que me pudieran confundir, esta luz es la leche, y no es automática lo juro, ¡si está desconchada por varios sitios de la pantalla color verde oscuro!
En algunos momentos desde que la tengo, pienso que es una luz inteligente, ya sé que es una tontería, pero… da que pensar, que una simple lámpara de sobre mesa más vieja que la tos, sea capaz de hacer lo que hace. Cuando vino a pasar la noche conmigo Laura, una compañera de trabajo, la lámpara se comportó como otra cualquiera, esperó a que yo la encendiera, se dejó retorcer el cuello, no se movió de donde la dirigí y allí estuvo quieta hasta que decidí apagarla. Sin embargo sucedió algo curioso, cuando después de fumarnos un porro, me levanté de la cama para apagarla, antes de que me quemara los dedos, justo antes de tocar la bombilla, se desenroscó ella sola, que quieres… me sorprendió de cojones eso.
Me voy a mudar a otro apartamento más grande, he pensado en uno de una sola habitación, ¿para qué más?, eso sí, me llevo el flexo, he pasado dos años con él, somos colegas, nos conocemos un huevo, sabemos el uno del otro un montón de cosas que nadie podría creer.

Yo no, pero él… es una especie de misterio eléctrico, además de en su día ser un invento fantástico, se ha convertido en parte de mi desarrollo como persona, puede parecer una tontería pero es así. Mira oye, a la butaca que le den, pero mi flexo es mi flexo, y eso que en el fondo es una mierda de luz, pero jamás en todo este tiempo usado, le he tenido que cambiar la bombilla, brilla y alumbra como el primer día. Es una bombilla de categoría, Excel. Lo último que os voy a decir del flexo es lo siguiente, cuando fui a levantarlo de la mesita, no estaba enchufado a la corriente, ¿te lo puedes creer…?



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