NO PIENSES MAL
No
lleva a nada bueno, solo a amargarse la sangre, a perder la cabeza, a olvidarte
del resto de la familia que estamos contigo.
Eso le dijo Sebastián a su esposa Cloe, hace un mes que pillaron a su
hijo Joaquín a la salida del colegio, pasando unas bolsitas con hierba,
vendiéndola a los amigos.
Pensándolo
bien, es un delito que no es delito, en principio lo acusaron de un delito
contra la salud pública, nada una multa y ya está, a esperar juicio, pero unas
cuantas cosas que le dijo a la policía acerca de los que le proporcionaban el
material, los puso en alerta, de modo
que lo mantienen encerrado en la preventiva. El abogado de oficio, se ha quejado
varias veces, ha presentado recursos a la fiscalía, nada, parece que la cosa va
muy lenta.
Mientras,
la madre del chico sufre como una condenada, quizás más que él mismo, es su
madre, tiene el convencimiento de que todo ha sido un error, una trampa que
alguien le ha puesto. Cuando llega la hora del sueño, la noche le parece de
día, sus ojos se secan de miedo, no puede soportar tener a su hijo fuera, entre
rejas. Lo cierto es, que está pasando los días en la enfermería, las semanas,
mejor dicho, y no se puede quejar del trato, en una conversación telefónica que
ha mantenido con sus padres ayer, les dice que no se preocupen, que donde está
se encuentra bien.
Y
de la comida no me puedo quejar mamá, aquí se cocina para mucha gente, pero
todo viene precintado en bolsas precintadas, selladas, hasta el pan te lo traen
así, un bollo en una bolsa, los que estamos aquí en la enfermería nos llevamos
bien todos, mujer de haber hay de todo, como en la viña del Señor como tú
siempre dices, pero está todo bajo control. Anda va no llores más que me haces sentir
mal mamá, no pienses mal, aquí no me puede pasar nada malo, mi abogado viene a
visitarme a menudo a traerme noticias de los pasos que se están dando, de todo
lo que pasa en el juzgado en lo que tiene que ver con mi caso. Pásame a papá
anda, un beso muy grande mamá y cuídate que tú con el tema del azúcar no te
puedes permitir tonterías.
Lo
podría a ver pensado antes de meterse en este lío, piensa la madre, pero a toro
pasado no se le torea. ¿Qué tal estás
hijo…? Bien papá, solo quería pedirte
una cosa. Tú dirás… Mira, ¿tú has visto que a veces iba con un
chaval moreno que va siempre con una colombiana? Si claro, con el que te sentabas siempre en
la terraza del bar del Moncho ¿no? Justo
ese, pues mira haz por verlo y le dices donde estoy y por qué, le haces saber,
que tiene que dar algún paso adelante, porque si no, va a haber lío, él ya lo
entenderá. ¿Seguro que quieres que haga
eso? Seguro papá, hazme caso, y no
comentes nada de eso con mi abogado por favor, es un asunto que se complementa con
el caso, de hecho será una buena ayuda para tirar con todo eso adelante.
Han
pasado unos días más, Sebastián ya ha tenido la oportunidad de hablar con el
amigo de su hijo, están los tres tomando una caña en la terraza de Moncho, se
han acercado dos secretas y les piden documentación, la colombiana se va a
levantar pero el otro policía antes que termine de levantarse, la empuja por el
hombro, la sienta en la silla de aluminio de nuevo. ¿Oiga que pasa, es que tienen algo contra
mí? No
-contesta el policía- pero no me
has enseñado tu documentación, venga. Le hace un gesto con los dedos de la
mano, la apremia, solo tiene un permiso de residencia, de forma que la hacen
levantarse y se los llevan a los dos a comisaría.
La
mirada que le ha lanzado el chico a Sebastián lo ha dejado helado, vuelve a su
casa preocupado, no sabe que puede esperar de esa reunión que ha mantenido con
el golfo del traficante. Cuando llega a su casa se lo comenta a Cloe su esposa,
esta se preocupa más que él todavía, más leña al fuego, piensa para sí misma.
Al
cabo de dos días, casi a primera hora de la tarde, después de haber llegado del
trabajo, hace jornada intensiva, come y luego trata de cerrar los ojos junto a
su mujer, tumbado en el sofá dormita un poco y a la vez piensa en Joaquín su
hijo. En las vacaciones que siempre han hecho juntos, cuando han viajado a
visitar a sus familiares de Andalucía, en las semanas enteras que han estado
los dos en vela cuando se puso tan enfermo a causa de la varicela, ¡qué mal que
lo pasó el chaval con sus fiebres vómitos y demás! De pronto alguien llama al
telefonillo, preguntan por él, Cloe le dice que alguien quiere verlo, insiste
en ser atendido. Vale suba. Al cabo de
dos minutos se presentan en el rellano dos chicos jóvenes, uno de ellos más
mayor que el otro que parece más apocado, tímido se podría decir.
Buenas
tardes señor Sebastián, verá soy amigo de su hijo Joaquín y mi padre me ha
encargado que hable con usted de un asunto que puede interesarle. Pasad
por favor, sentaros, bueno… tú dirás. Verá mi padre es abogado y quiere
llevar el caso de su hijo, eso me ha dicho que le diga, que si tiene la bondad
de venir a nuestra casa se lo explicará todo con detalle, creo que debería
escuchar lo que tiene que decirle, es un reputado abogado penalista. ¿Y quieres que vaya ahora contigo…? Ahora o un poco más tarde como usted
prefiera, mientras esperaremos en el coche, estaremos esperando en la puerta,
he aparcado justo delante de su portal. Esperad
un momento os acompaño; niña vuelvo de aquí a un rato voy a ver a este señor,
hasta luego. Subió a un coche Opel Corsa de cinco puertas y se pusieron en
marcha, salieron del barrio hasta una urbanización cercana, Las Huertas señala
un letrero forjado en una plancha de acero, dieron la vuelta a la rotonda y
subieron una avenida que los condujo hasta una travesía donde hacía esquina un
gran asador y bodega a la vez. La verja de la casa se abrió al apretar un mando
a distancia desde el coche, aparcaron junto a una rampa junto a un garaje
cerrado y entraron en la casa.
El
señor Andrés Turia, dueño de la casa hijo de abogados y nieto de abogados, ve a
saber desde cuanto tiempo seguía la saga familiar en la carrera de jurisprudencia,
le salió a recibir de un salón despacho con puertas correderas, con la mano por
delante saludándole de forma afable le invitó a entrar en el despacho. Por favor como si estuviera en su casa, era
mucho pedir en ese instante acabándose de conocer, pero se sentó en un cómodo
sofá de piel procurando estar lo más relajado posible. Verá usted señor Sebastián ¿o me permites que
te tutee? Puedes hacerlo, sin
problemas. El caso de este chico tuyo no
tendría que haber pasado a mayores, es decir, es injusto que esté encerrado por
el delito del que se le acusa, el problema es que ha tenido una muy mala
defensa, y eso me gustaría cambiarlo yo, si me lo permites naturalmente. No sé del cierto a qué te refieres con
esto. Es muy sencillo. La policía se
precipitó al coger a tu chico, en consecuencia también al camello que
suministra la droga, hay personas en otras esferas que quieren terminar con
esta purria, y eso evidentemente solo se puede lograr dejando a los pájaros
libres, que no es el caso de tú hijo. Cuando ejerces de oficio, te pagan una
mierda, el estado en estos asuntos lo tiene todo bien preparado, turnos de
oficio y le toque a quién le toque. ¿Me comprendes ahora? No estoy contaminado
ni por la gente de arriba ni la de abajo, que también hay unos cuantos, solo
quiero sacar de la cárcel a Joaquín, para que pueda volver a hacer una vida
como la de antes. Al mismo tiempo dejamos al otro pájaro fuera también para que
lleve a la justicia hasta el núcleo de esta banda de maleantes.
Sebastián
se llevó las manos a la cabeza, le ardía en este momento y pidió una aspirina y
un poco de agua. Al poco llegó el chico llevando en la mano un sobre, un vaso
de agua y una cucharilla dentro. Mientras el abogado miraba con interés lo que
pudiera decir Sebastián, ¿le interesaría la oferta? No te he dicho lo más importante, este
servicio que os ofrezco no lo cobro, es también por mi hijo, no sé si lo sabes
pero son grandes amigos. No lo sabía,
¿sabes…? Cuando uno pasa el día fuera de casa, a veces pasamos por alto las
cosas más importantes, y nuestro único hijo, no ha sido atendido de la forma
conveniente, su madre siempre está pendiente de él pero se encierra en su
cuarto y parece como si se aislara, sé que nos quiere, que nos agradece lo que
hacemos por él, pero es evidente que no es lo suficiente.
No
debéis reprocharos nada, eso nos pasa a todos los padres, por mi parte
agradezco que tu hijo y el mío se hayan encontrado, disfruten de la compañía
mutua, ha sido después del incidente de tu hijo, cuando he caído en la cuenta
de lo que se necesitan. Me rogó hasta la saciedad, que hiciera cuanto pudiera,
para sacarlo del infierno donde se encuentra, de manera que aquí estoy, a
vuestra disposición. Tengo una copia de todo el proceso, hay muchas lagunas que
deben rellenarse, corregirse si queremos tener buenos argumentos para que sea
libre lo antes posible.
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