miércoles, 5 de noviembre de 2014

NO PIENSES MAL...




                                                  NO PIENSES MAL




No lleva a nada bueno, solo a amargarse la sangre, a perder la cabeza, a olvidarte del resto de la familia que estamos contigo.   Eso le dijo Sebastián a su esposa Cloe, hace un mes que pillaron a su hijo Joaquín a la salida del colegio, pasando unas bolsitas con hierba, vendiéndola a los amigos.
Pensándolo bien, es un delito que no es delito, en principio lo acusaron de un delito contra la salud pública, nada una multa y ya está, a esperar juicio, pero unas cuantas cosas que le dijo a la policía acerca de los que le proporcionaban el material, los puso en  alerta, de modo que lo mantienen encerrado en la preventiva. El abogado de oficio, se ha quejado varias veces, ha presentado recursos a la fiscalía, nada, parece que la cosa va muy lenta.
Mientras, la madre del chico sufre como una condenada, quizás más que él mismo, es su madre, tiene el convencimiento de que todo ha sido un error, una trampa que alguien le ha puesto. Cuando llega la hora del sueño, la noche le parece de día, sus ojos se secan de miedo, no puede soportar tener a su hijo fuera, entre rejas. Lo cierto es, que está pasando los días en la enfermería, las semanas, mejor dicho, y no se puede quejar del trato, en una conversación telefónica que ha mantenido con sus padres ayer, les dice que no se preocupen, que donde está se encuentra bien.

Y de la comida no me puedo quejar mamá, aquí se cocina para mucha gente, pero todo viene precintado en bolsas precintadas, selladas, hasta el pan te lo traen así, un bollo en una bolsa, los que estamos aquí en la enfermería nos llevamos bien todos, mujer de haber hay de todo, como en la viña del Señor como tú siempre dices, pero está todo bajo control. Anda va no llores más que me haces sentir mal mamá, no pienses mal, aquí no me puede pasar nada malo, mi abogado viene a visitarme a menudo a traerme noticias de los pasos que se están dando, de todo lo que pasa en el juzgado en lo que tiene que ver con mi caso. Pásame a papá anda, un beso muy grande mamá y cuídate que tú con el tema del azúcar no te puedes permitir tonterías.

Lo podría a ver pensado antes de meterse en este lío, piensa la madre, pero a toro pasado no se le torea.   ¿Qué tal estás hijo…?  Bien papá, solo quería pedirte una cosa.  Tú dirás…   Mira, ¿tú has visto que a veces iba con un chaval moreno que va siempre con una colombiana?  Si claro, con el que te sentabas siempre en la terraza del bar del Moncho ¿no?  Justo ese, pues mira haz por verlo y le dices donde estoy y por qué, le haces saber, que tiene que dar algún paso adelante, porque si no, va a haber lío, él ya lo entenderá.  ¿Seguro que quieres que haga eso?   Seguro papá, hazme caso, y no comentes nada de eso con mi abogado por favor, es un asunto que se complementa con el caso, de hecho será una buena ayuda para tirar con todo eso adelante.

Han pasado unos días más, Sebastián ya ha tenido la oportunidad de hablar con el amigo de su hijo, están los tres tomando una caña en la terraza de Moncho, se han acercado dos secretas y les piden documentación, la colombiana se va a levantar pero el otro policía antes que termine de levantarse, la empuja por el hombro, la sienta en la silla de aluminio de nuevo.  ¿Oiga que pasa, es que tienen algo contra mí?  No  -contesta el policía-  pero no me has enseñado tu documentación, venga. Le hace un gesto con los dedos de la mano, la apremia, solo tiene un permiso de residencia, de forma que la hacen levantarse y se los llevan a los dos a comisaría.
La mirada que le ha lanzado el chico a Sebastián lo ha dejado helado, vuelve a su casa preocupado, no sabe que puede esperar de esa reunión que ha mantenido con el golfo del traficante. Cuando llega a su casa se lo comenta a Cloe su esposa, esta se preocupa más que él todavía, más leña al fuego, piensa para sí misma.

Al cabo de dos días, casi a primera hora de la tarde, después de haber llegado del trabajo, hace jornada intensiva, come y luego trata de cerrar los ojos junto a su mujer, tumbado en el sofá dormita un poco y a la vez piensa en Joaquín su hijo. En las vacaciones que siempre han hecho juntos, cuando han viajado a visitar a sus familiares de Andalucía, en las semanas enteras que han estado los dos en vela cuando se puso tan enfermo a causa de la varicela, ¡qué mal que lo pasó el chaval con sus fiebres vómitos y demás! De pronto alguien llama al telefonillo, preguntan por él, Cloe le dice que alguien quiere verlo, insiste en ser atendido.  Vale suba. Al cabo de dos minutos se presentan en el rellano dos chicos jóvenes, uno de ellos más mayor que el otro que parece más apocado, tímido se podría decir.

Buenas tardes señor Sebastián, verá soy amigo de su hijo Joaquín y mi padre me ha encargado que hable con usted de un asunto que puede interesarle.  Pasad  por favor, sentaros, bueno… tú dirás. Verá mi padre es abogado y quiere llevar el caso de su hijo, eso me ha dicho que le diga, que si tiene la bondad de venir a nuestra casa se lo explicará todo con detalle, creo que debería escuchar lo que tiene que decirle, es un reputado abogado penalista.  ¿Y quieres que vaya ahora contigo…?   Ahora o un poco más tarde como usted prefiera, mientras esperaremos en el coche, estaremos esperando en la puerta, he aparcado justo delante de su portal.  Esperad un momento os acompaño; niña vuelvo de aquí a un rato voy a ver a este señor, hasta luego. Subió a un coche Opel Corsa de cinco puertas y se pusieron en marcha, salieron del barrio hasta una urbanización cercana, Las Huertas señala un letrero forjado en una plancha de acero, dieron la vuelta a la rotonda y subieron una avenida que los condujo hasta una travesía donde hacía esquina un gran asador y bodega a la vez. La verja de la casa se abrió al apretar un mando a distancia desde el coche, aparcaron junto a una rampa junto a un garaje cerrado y entraron en la casa.

El señor Andrés Turia, dueño de la casa hijo de abogados y nieto de abogados, ve a saber desde cuanto tiempo seguía la saga familiar en la carrera de jurisprudencia, le salió a recibir de un salón despacho con puertas correderas, con la mano por delante saludándole de forma afable le invitó a entrar en el despacho.   Por favor como si estuviera en su casa, era mucho pedir en ese instante acabándose de conocer, pero se sentó en un cómodo sofá de piel procurando estar lo más relajado posible.  Verá usted señor Sebastián ¿o me permites que te tutee?  Puedes hacerlo, sin problemas.  El caso de este chico tuyo no tendría que haber pasado a mayores, es decir, es injusto que esté encerrado por el delito del que se le acusa, el problema es que ha tenido una muy mala defensa, y eso me gustaría cambiarlo yo, si me lo permites naturalmente.  No sé del cierto a qué te refieres con esto.  Es muy sencillo. La policía se precipitó al coger a tu chico, en consecuencia también al camello que suministra la droga, hay personas en otras esferas que quieren terminar con esta purria, y eso evidentemente solo se puede lograr dejando a los pájaros libres, que no es el caso de tú hijo. Cuando ejerces de oficio, te pagan una mierda, el estado en estos asuntos lo tiene todo bien preparado, turnos de oficio y le toque a quién le toque. ¿Me comprendes ahora? No estoy contaminado ni por la gente de arriba ni la de abajo, que también hay unos cuantos, solo quiero sacar de la cárcel a Joaquín, para que pueda volver a hacer una vida como la de antes. Al mismo tiempo dejamos al otro pájaro fuera también para que lleve a la justicia hasta el núcleo de esta banda de maleantes.

Sebastián se llevó las manos a la cabeza, le ardía en este momento y pidió una aspirina y un poco de agua. Al poco llegó el chico llevando en la mano un sobre, un vaso de agua y una cucharilla dentro. Mientras el abogado miraba con interés lo que pudiera decir Sebastián, ¿le interesaría la oferta?  No te he dicho lo más importante, este servicio que os ofrezco no lo cobro, es también por mi hijo, no sé si lo sabes pero son grandes amigos.   No lo sabía, ¿sabes…? Cuando uno pasa el día fuera de casa, a veces pasamos por alto las cosas más importantes, y nuestro único hijo, no ha sido atendido de la forma conveniente, su madre siempre está pendiente de él pero se encierra en su cuarto y parece como si se aislara, sé que nos quiere, que nos agradece lo que hacemos por él, pero es evidente que no es lo suficiente.

No debéis reprocharos nada, eso nos pasa a todos los padres, por mi parte agradezco que tu hijo y el mío se hayan encontrado, disfruten de la compañía mutua, ha sido después del incidente de tu hijo, cuando he caído en la cuenta de lo que se necesitan. Me rogó hasta la saciedad, que hiciera cuanto pudiera, para sacarlo del infierno donde se encuentra, de manera que aquí estoy, a vuestra disposición. Tengo una copia de todo el proceso, hay muchas lagunas que deben rellenarse, corregirse si queremos tener buenos argumentos para que sea libre lo antes posible.




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