SABIOS
QUE NO SABEN NADA
Platón
estableció de forma muy ilustrativa, la diferencia entre los sabios y los
tontos con estas palabras “Los sabios hablan porque tienen algo que decir. Los
tontos hablan porque tienen que decir algo”.
Esta
curiosa dicotomía, da que pensar mucho, nos ayuda a discernir cual es el modo
mejor de expresarse, de hablar con sentido, de escuchar con atención. “El mejor
conversador, es el mejor oidor” dicho esto vale la pena pararse a pensar en las
cosas que decimos y el modo en que nos expresamos.
Se
comprende que a menudo, por causa de una dolencia, enfermedad o depresión por
ejemplo, uno se descontrole, pierda el norte, a estas personas se las puede
excusar, el curso que llevan en la vida, hace ya bastante difícil que hayan
dejado de ser ellos mismos.
Si
no se tiene nada edificante que decir, lo mejor es callar y escuchar,
simplemente eso. De lo contrario, podemos dar la impresión de ser unos bocazas,
sé que suena mal esa palabra, no es para nada bonita pero la contiene el
diccionario, para señalar a las personas que no son capaces de hacer un alto,
en su parla.
Platón
no pretendía ser un hombre excepcional, un referente en sentido alguno, fueron
sus críticos, sus detractores y aquellos que escucharon todas las cosas nuevas
que dijo los que lo encumbraron hasta el puesto que aún hoy día ha alcanzado
dentro del campo del pensamiento y la filosofía.
No
hablaba por hablar, hablaba cuando debía y cómo se debía, discutía de forma acalorada,
seguramente se metió en disputas dialécticas con algunos de sus contemporáneos,
formaba parte de su instrucción como sabio, es así como se forman, hablando y
discutiendo dentro de un marco de armonía, en un ambiente de paz mental y
concentrándose en las ideas y pensamientos, que pueden marcar la diferencia
entre lo absurdo y lo sabio.
El
sabio que no sabe nada, se limita a ser un mero imitador de los acontecimientos
que lo envuelven sin tener criterios propios, no buscan ni la discordia ni la
paz, se exaltan por nada, no se puede discutir con ellos, hacerlo significa
caer en desgracia, que te miren del revés, que te desprecien porque no
compartes el color de su bandera.
De
sus aficiones y gustos, porque no te gusta el fútbol, o porque sencillamente,
no eres aficionado a ir a la playa siendo que vives en primera línea de un
paseo marítimo.
Puede
que seas un convencido de lo que dijo Platón en otra ocasión “La menor parte de
lo que ignoramos es mayor de todo cuanto sabemos”. Si eres de esos, de los
convencidos de este principio básico del conocimiento, que es solo el
principio, el paso inicial para saber qué decir, a quién y cómo, pero quién
está a tu lado, no comprende el alcance de lo que haces o dices, los motivos
que encierra el hecho que escribas de determinada forma, o lo que quieres decir
con ello, te pueden calificar de necio libertino, idiota, que no sabes guardar
determinadas formas.
No
digo que les falte razón, pero ciertos comentarios y opiniones pueden herir, en
el caso de ser débil, o poco convencido de lo que quieres transmitir, te pueden
calificar de maldito, de ligero de pensamiento, o de libertino. No has querido
dar esta impresión, no has querido ofender a nadie, sin embargo lo has hecho en
virtud de la opinión que otros ya tienen formada sobre ti. Quizás no han
logrado ver, cuál es tu auténtico propósito, el saber que decir, se estancan en
sus propias convicciones y van como todos lo hacemos, muriendo pero de una
forma acelerada.
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