FATALIDADES
Vivir
cerca o lejos de casa, del lugar donde dejas familia, amores, hijos, nietos,
amigos unos nuevos otros… que el tiempo te ha ayudado a labrar a medida que han
pasado años y circunstancias, puede ser motivo de gozo o pena.
Depende
creo, de los objetivos que uno tenga en la vida, del porqué tomas esta
decisión, de las verdades que uno mismo se cuenta a sí mismo, o las mentiras
piadosas a las que te adhieres, para justificar cualquier cosa, muchas veces,
ni uno mismo sabe el porqué de las cosas.
Los
mal pensados dirán, podrán sacar las conclusiones que quieran, pero esto ya no
te afecta cuando estás en otra línea de salida, en otro ambiente, en otras
manos.
Sé
de personas que hicieron cambios drásticos en sus vidas y luego al poco más o
menos tiempo pasado, han concluido que ha sido una fatalidad la decisión que
tomaron.
Espero
que no en todos los casos sea lo mismo, la prueba está en estos otros, que dado
el paso del cambio, piensan que han hecho bien, que han salido ganadores de
esta partida.
Las
personas, nos movemos porque el mundo es grande, te ofrece posibilidades
variadas, más calor, más frio, clima de mar o de montaña, ¿Qué importa eso
cuando ya has decidido dónde vas a vivir? Sí, es cierto que no sabes por cuanto
tiempo, a lo mejor tus raíces se entierran fuertemente donde crees que está tú
objetivo, entonces no le prestas atención excesiva a lo que has dejado atrás.
Nadie te ha puesto pegas, nadie discute contigo ni te da razones de los
inconvenientes que puedes llegar a tener por marchar de ese otro lugar donde
vivías solo, ¿quién tendría fuerza para hacerlo?, fuerza moral quiero decir,
nadie, porque poco importas a nadie, salvo por si hay de por medio dinero.
No
hay persona que merezca el sacrificio de nadie, somos simplemente humanos, no
somos perros, a ellos por lo menos sus
dueños se comprometen a cuidarlos, a darles de comer, pasearlos, hacerlos
felices, son sus mascotas, animales que les hacen compañía, que se sientan
junto a ellos en el sofá, o a los pies de sus dueños. Las personas somos otra
especie, a pesar de las circunstancias que rodeen a este ser humano, sean
débiles o enfermas, por el simple hecho de razonar, de opinar o tratar de
convivir a tú manera, los demás si no les hace gracia como eres, te echan de su
lado.
¿Fruto
de casualidades, de odios inconfesados, de malestares no manifestados…? bueno,
sea lo que sea, te encuentras en mitad del Polo Norte, sin saber cómo
orientarte. Entonces, fruto de la fatalidad en la que te encuentras, decides
olvidarlo todo, pasar página, vivir de nuevo por decirlo de algún modo, ¡amigo
mío… entonces todo el mundo te aconseja!, sacan recursos de donde sea, te
sugieren, discuten dentro del ámbito de familia, sacan sus conclusiones, cuando
eres tú el que estás en peor circunstancia.
Recuerdo
una vez, en que le dije a alguien, que quería imponer su voluntad, que se fuera
a la mierda. ¡Oye, ahora que lo pienso, lo volvería a hacer, pero de otra
manera! El caso es que cuando la cuerda se tensa tanto, y los demás quieren ser
tus dueños, después de pasarte más de media vida afeitándote y poniéndote los
pantalones por los pies, pasas de esas miserias.
A
menudo me repito una frase famosa de Diógenes de Sínope: “Vosotros me condenáis
a que me marche, y yo os condeno a que os quedéis”. Esa es auténticamente la
fatalidad, la de los que se quedan sabiendo el mal que han hecho, o el bien que
podrían haber hecho y dejaron de hacer, que todavía es peor, no actuar por
desidia. La fatalidad, va acompañada frecuentemente de la calidad moral de las
personas, si esta es deficiente o sencillamente son amorales, la fatalidad es
mayor para los que son afectados por el influjo de estas personas.
No
cabe para nada en absoluto decir Es que
yo siempre he sido así, no soy capaz de decir nada, no me atrevo, me quedo
colapsado.
Este
argumento es propio de niños pequeños que no saben distinguir aún las cosas con
claridad. Cuando alguien mayor dice algo así, es porque no tiene ni idea de lo
que hace en este mundo, no sabe siquiera porqué navega, y mucho menos, cómo lo
hace.
Si
uno no sabe sacar conclusiones con claridad, no puede recomendar a nadie que
hacer, si necesita para su andadura una nave grande, u otra de remos, pequeña.
La solución por tanto, siempre la quieren tener cerca, alguien de los suyos
normalmente, que les diga que hacer y decir, elegir por elegir, eligen a su
familia más próxima, padres podría ser, o en su ausencia hijos.
Eso
sí que es una fatalidad, aunque no tengas que pagar hipoteca alguna, siempre
está hipotecado a ellos, son tus muletas para andar por la vida.
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