EN
EL PARQUE
Ya
he perdido la cuenta de aquel calamitoso día en que me tuve que apear del carro
de los currantes, hace algunos años pero no quiero recordar cuantos son, me da
pena ser joven todavía y ser pensionista, pero que se le va a hacer, desde el
momento en que noté aquel trompazo, y que después de las dos operaciones no
volvería a ser el mismo, me deprimí mucho. Me pasé mucho tiempo lamentando el
que me hubiera pasado aquello, ¿por qué a mí?, me preguntaba una y otra vez.
Con
la ayuda de un sicólogo, comprendí que esto pasa cada día a mucha gente, aun
así me costaba conciliar el sueño por las noches, dependía de pastillas para
calmar la ansiedad que a veces me corroía.
Al
final, con el paso de los años asumí que me había tocado y ya está, otros
andaban peor que yo por esas tierras de dios. Por lo menos tenía una paga, una
pensión vitalicia que nadie me quitaría salvo que la economía del país se
viniera abajo claro.
A
quince minutos de casa, siempre apoyado en el eterno bastón que me acompaña,
camino hasta el parque de los cisnes, nada, seis o siete debe de haber, pero
mira oye, me llevo un poco de pan en el bolsillo de la chaqueta, me siento en
un banco cerca del pequeño estanque y les tiro a diario migas de pan, supongo
que en todas partes hacen lo mismo las gentes que visitan a estos hermosos
animales. Me conocen, saben que cada día vengo a la misma hora más o menos, ya
los ves en cuanto me siento en el banco, llegarse hasta la orilla, algunos de
ellos salen a recibir su ración, hay de más pequeños, patos con los cuellos
cortos pero llenos de colorido con reflejos cuando les toca el sol.
Excepto
cuando llueve, que salgo a dar la vuelta a la manzana, todos los demás días
estoy allí como un clavo. Ayer me fijé en una señora, se sienta precisamente en
el banco de enfrente del mío, digo mío por decir algo, el que acostumbro a
ocupar vamos. Hace lo mismo que yo, les tira migas de pan, así que ahora nos
los repartimos, la mitad para ella y la otra mitad para mí. Nos miramos desde
la relativa proximidad de nuestro banco, no parece tener defecto alguno, cosa
que a mí sí que se me nota, pero me sonríe y se encoge de hombros cuando la
miro. Querrá decir, mira, aquí estamos los dos, haciendo el mismo trabajo… decido
venir mañana un poco más temprano, quiero sorprenderla, me acuesto pronto y me
levanto temprano, esta noche he soñado bastante, la manta y las sábanas,
manifiestan que he estado en alguna guerra imaginaria, vaya trote que le he
pegado a la cama.
Me
arreglo, desayuno y salgo a la calle, me he tomado el camino al parque con
calma, ¿Qué pasa, no se puede permitir uno un
lujo un día o qué? Es un lujo digo, porque la gente que me conoce, que
saben de mi desgracia, me miran como un bicho raro. Deben pensar que me estoy
volviendo demente o algo por el estilo, son las siete y media de la mañana y ya
voy de paseo, cuando lo mío es salir a la calle a eso de las nueve y algo, me
tomo un cortado por el camino y luego de ver las noticias en la tele del bar
sigo mi camino hasta el parque, a dar de comer a los cisnes.
Cojonudo
hoy soy el primero, dando un pequeño giro a la cabeza abarco las entradas al
parque que también son las salidas, tres concretamente, son unos tornos como
los que hay en el metro, lo deben hacer para
contar a las personas que entran y salen del recinto. En eso estoy,
controlando. Vaya, hoy has llegado más
temprano, no me ha dado tiempo de volver la cabeza hacia la voz, pero intuyo
que es la señora del banco de enfrente, la de todos los días, la competencia.
Se ha sentado a mi lado, en los parques públicos no puedes elegir compañía,
quién llega primero se sienta, no tiene que pedir permiso a nadie, si no te
gusta su compañía por cualquier motivo te levantas y te vas, punto.
No
puedo decir que me disguste en este caso concreto, la compañía de esta hermosa
mujer morena, muy al contrario. He de confesarlo, el problema soy yo; soy muy
tímido y eso es muy jodido, la gente huele a las personas como yo y huyen, si
alguien se arrima a ti es para dialogar y pasar un buen rato ¿no?, pues se conoce
que no es el caso de Elena, llevamos cinco minutos uno al lado del otro y nadie
suelta prenda, los dos estamos callados como tumbas, ¡qué mal rollo!, pienso
que ahora llega lo de siempre, que cuando uno se pone a hablar, el otro inicia
la conversación a la vez.
Vaya
que sí, eso es lo que ha sucedido justamente, los dos nos reímos y comenzamos
de cero, le hago una indicación con la mano para que empiece ella a hablar. Me
alegro de volver a verte, no se puede decir que nos conocemos pero sin embargo
tampoco podemos decir que no, ¿no te parece curioso? Pues la verdad es que sí, pero si tuviéramos
que contestar a alguien acerca del asunto, tenemos que aceptar el hecho de que
sí es cierto que nos conocemos, aunque sea de vista, deberíamos decir: Pues
mire usted, si, lo conozco, nos vemos a diario aquí en el parque, coincidimos
más o menos a la misma hora por la mañana, les damos de comer a los cisnes aunque
no juntos, él se sienta en este banco y yo en el de enfrente, en aquel que está bajo aquel sauce.
Ahora
hablando en serio -comenta
Fernando- ¿a ti te gusta venir al parque?... Pues lo cierto es que me distrae, vengo aquí
porque de ese modo hago tiempo para que me haga la hora de entrar a trabajar,
cuido a una señora que no permite retrasos, a las nueve en punto tengo que
llamar a su puerta, va en silla de ruedas y la pobre mujer no tiene a nadie más
para que la atienda. No sé cuanta familia tiene, pero la verdad, es bastante
intratable, a las ocho de la noche me voy y hasta la mañana siguiente, está mal
el asunto del trabajo hoy día. ¿Y te
paga bien…?, bueno eso depende de cómo lo vea cada cual, hay quién dice que he
tenido mucha suerte en encontrar esa casa, otras conocidas mías están limpiando
escaleras o casas, quitando la mierda de otros, esto es peor y les pagan casi
nada. A mí me paga cuarenta y cinco euros al día, bueno no tengo que limpiar ni
nada de eso, solo cocino para ella y para mí, comemos juntas y la saco a pasear
donde ella me dice.
¡Pero
eso es una miseria, si pasas once horas ahí metida…! Lo sé pero desayuno, como y ceno en su casa,
todo eso que me ahorro, y me paga los gastos de autobús cada día, que esto no
te lo he dicho.
¿Cuál
es tú nombre? Elena ¿y el tuyo? Fernando para servirte en aquello que pueda.
Creo que podríamos llegar a un acuerdo.
¿A sí? Sí, definitivamente, a ver
que te parece, tú llegas por la mañana con el bus a la estación del otro lado
de la plaza, ¿no es así? Cierto. Pues ahora que comienza a apretar el frio, no
estaría de más que yo te estuviera esperando, y cruzáramos la calle hasta la
cafetería El Cisne, entramos, tomamos lo que tú quieras y cuando consideres que
llega la hora de ir hacia el trabajo pues te vas. ¿No querrás ligar conmigo…? Levanta la mano
derecha como si estuviera en un juzgado, lo juro. ¿Qué es lo que juras que si o que no? Que no mujer que no. Si llegas aquí en estos
autobuses, significa que vienes de lejos, de algún barrio apartado, o incluso
de otro pueblo, creo que esto acierto, no tienes a nadie que cuidar salvo a ti
misma, sino no vendrías hasta aquí para cuidar a esta anciana, donde sea que
vivas no hay trabajo, debe ser un lugar pequeño. Un poco de compañía nos
vendría bien a los dos, ¿no te parece?
Servirías
como detective, Fernando, eres observador, muy sagaz. No lo creas, es que tengo tiempo para pensar,
demasiado tiempo, y me gusta tener siempre delante objetivos nuevos, creo que
no es pedir demasiado. Solo es amistad, nada más, eso… si tú estás de
acuerdo. Desde luego parece una buena
idea, me gusta el planteamiento, quiero contarte algo que desconoces. Mi trabajo
es dependienta, el que hacía antes quiero decir, trabajaba para una serie de
tiendas por todo el estado, una franquicia, vendíamos lencería y complementos de
mujer, camisas de dormir y esas cosas. De la noche a la mañana a diez de
nosotras en diferentes tiendas nos echaron a la calle sin más, ya sabes tú cómo
funciona el sistema de los contratos hoy día… encontramos tres de nosotras un
piso al que podíamos acceder con lo que cobramos del paro. El paro se terminó,
ahora solo nos quedan las ayudas, y con eso… poca cosa puedes hacer salvo malabares
para sobrevivir. Así que por medio de un amigo mío del mismo centro comercial
donde yo trabajaba, me propuso ir a ver a esta señora y me cogió para trabajar.
Bueno…
quién sabe lo que puede deparar el futuro… nunca se sabe, si una persona es
honrada, a la larga esta cualidad sale a flote, la gente no es tonta Elena,
alguien sabrá descubrirte, y si no, tiempo al tiempo. De pronto Elena ríe,
suelta una sonora carcajada. ¿Y eso…? Me rio de mí misma, me estaba diciendo en mi
interior: Vaya par de tímidos que somos, estamos aquí sentados, los dos llegamos
antes de hora ve tú a saber por qué, y aquí estamos de charreta, contándonos
nuestras vidas.
Yo
no te he contado nada de la mía… pero ya tendremos tiempo, creo sinceramente,
que más del necesario. ¿Y eso que
significa…? Solamente eso, que el
tiempo es quién decide sobre la vida de la gente, por lo menos tiene
influencia. Anda ve a trabajar, mañana estaré esperándote en el café del Cisne,
no faltes por favor. Allí estaré, a las siete y media en punto.
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