HIJOS DEL
AMOR Y LA MUERTE
De
la amistad al amor, de allí a vivir juntos y después, es más que probable que
lleguen los hijos. Ellos no saben al principio el por qué están aquí, en el
mundo, un mundo despiadado y cruel, en el que los niños, son objetivos fáciles
de cualquier mal futuro.
¡Cuánto
cariño desbordamos en ellos, la dulzura con la que todo el mundo los trata…! es
difícil imaginar que cuando sean mayores, puedan revelarse contra alguno de sus
parientes, de sus padres o abuelos.
Algunos
padres se reflexionan y hasta se culpan por cómo son sus hijos, hasta se ha
escuchado de vez en cuando, que son fruto del desamor. Eso se debe al hecho que
a menudo, dos jóvenes padres se ven por vez primera casi sin darse cuenta, con
un niño en sus brazos, o dos en ocasiones. Se encuentran ante una realidad que
no esperaban y así, cuando están dándoles biberones o cambiando pañales
desechables, comienzan a preguntarse ¿Qué es lo que he hecho?
La
respuesta es bien sencilla, Has dejado embarazada a tú chica dos veces casi
seguidas, de manera que ahora tienes una niña de ocho meses y un niño de dos
años que ha aprendido a decir “me cago en tu padre”, la abuela se lo ha
enseñado, en lugar de ayudarle en su diccionario marciano, a decir “mamá te
quiere”, por ejemplo.
Hace
nada, un par de días delante del balcón de mi casa, pasaban dos niñas de no más
de doce años perseguidas por amigos del cole “Me cago en tu puta madre, déjame
tranquila ya maricón”, he que todo el barrio las oye cuando sueltan esos
bocinazos, y eso a diario, cuando salen a merendar donettes a la puerta de la
calle. Ahora eso se ha convertido en rutina, ellas corren delante de los chicos
hasta que estos las alcanzan, entonces se besan y retozan en un rincón al final
de la calle que hace una falsa esquina.
Los
padres que probablemente en su día ya andaban así, no les llaman la atención,
“Son jóvenes hostias déjalos que se distraigan, bastante presión tienen en el
colegio”. Así les luce el pelo a los padres, al cabo de determinado tiempo -eso lo digo con conocimiento de causa- la
mujer está viviendo con un gay y el ex con el que ha tenido los dos críos, se
sientan los fines de semana en un bar de la calle en la terraza, hablan de sus cosas ella le dice que no se
retrase más en pasarle dinero para los niños que les hace falta ropa para ir a
la guardería. El ex va de la mano de una chica rubia separada y con un hijo de
seis años, según parece, por lo menos es lo que dice él y la rubia afirma, se
avienen mucho, porque ella es una máquina de hacer el amor, de follar quiere
decir, el amor es distinto a lo que él pretende venderle a esta fácil clientela
de amigos babosos en su mayoría.
Los
niños de unos y otros no hacen más que absorber de forma inconsciente todo
aquello que escuchan, son esponjas con piernas y cerebro, en cuanto lleguen
esos años locos, los de la adolescencia, se encontrarán en serios problemas,
será el momento en el que los padres comiencen a cargar tintas sobre ellos, que
porqué fuman porros, que si el botellón y cosas por el estilo, entre ellas el
sexo fácil, que provocará con el paso de
poco tiempo, otra oleada de gentes frustradas. Bueno, bien visto, es lo que han
vivido, no pueden más que repetir lo que se les ha enseñado.
Para
los padres se transforman en hijos de la muerte, ahora ha llegado el tiempo en
el que van a visitarlos una vez por semana a la cárcel, les llevan comida y
cigarrillos, y algún que otro euro, están sin trabajo y cobran el paro que no
les da ni para pagar el alquiler, la casa hace dos años que la han perdido, se
la ha quedado el banco. No hay manera de negociar a la baja el pago de la
hipoteca, es que la entidad son unos hijos de su madre, dice el marido, puede
que tenga razón pero el hecho es que para eso están los bancos, te venden un
euro a precio de dos y medio, ¡claro, por eso al cabo del año, se reúnen para
pagar dividendos… no te jode, ni que
estuvieran allí para hacer bonito!
Al
final los que pagan el pato son los hijos que no han podido tener un abogado
decente, le han puesto uno de oficio, y le han caído tres y pico. Las cosas son
así cuando los hijos comienzan a ser hijos de la muerte. No es una muerte
sencilla, es lenta y muy triste, no solo la de ellos, es peor la de sus padres
que no tienen forma de dejar de quererlos, los padres porque los han concebido,
las madres porque los han llevado dentro de sí 36 semanas y luego los han
parido. No hay modo alguno de paliar ese sufrimiento, los siguen viendo como
seres indefensos, inocentes, que los han metido en una trampa los malos amigos.
Nunca o casi nunca, es de ellos la culpa, la culpa la tienen los otros, las
malas compañías, la gente que los ha arrastrado literalmente hacia el crimen.
Cuando
la vida de los padres está a punto de caducar, piensan, deducen, se autoinculpan
y padecen hasta el punto, que la enfermedad los carcome a la vez que los
asusta.
Sin
darse cuenta han criado hijos del desafuero, de la codicia incontrolada, de
querer pasar por el mundo flotando por encima del as cabezas de otros, a base
de anfetaminas y coca, de marihuana, de éxtasis y otras porquerías.
¿Qué
clase de hijos hemos criado?, esta pregunta es retórica, saben las respuestas a
esas interrogantes sin querer ir más allá. Hacen balance de cuando los niños eran
pequeños. ¿Te acuerdas Ramón?, cuando era chico ya apuntaba maneras este hijo
muestro, ojalá nos hubiéramos dado cuenta entonces… nos habríamos ahorrado
muchos problemas, y ahora mira…, te lo digo en serio cariño, yo ya no aguanto
más, este hijo nuestro va a terminar conmigo.
La
madre que lo parió ha muerto, el hijo se lamenta “Sin mi madre viva ve tú a saber que será de
mí. Padre pasa de mí como de la mierda”. Y la historia continuará así, de nuevo
el hijo en la calle, se junta con alguien tan desgraciada como él, y las consecuencias
son fáciles de prever.
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