viernes, 24 de octubre de 2014

LA FUENTE



                                                    LA FUENTE




Déjame que beba de ese cariño permanente tuyo, del agua fresca que mana de tú fuente. Déjame escuchar el arrullo de tu canto alegre, cuando caes en ese pequeño charco que se hace más grande cuando llueve, y vienes repleta de vida y amor para todos, para recibir el amor que no todos merecen.

Es posible que esté abusando de tus bondades, si es así me gustaría que me lo hicieras saber, cierra el cauce del arroyo del que se desprende esa agua tuya, niégame saciar mi sed lo aceptaré con gusto. Buscaré otro camino, caminaré sin descanso hasta hallar el perdón tuyo, en realidad creo merecerlo. ¿Quién no pasaría la vida a tu lado, recostado junto a esa fuente salvadora?

No soy diferente a otros caminantes, te oí primero, luego me acerque a ti, y entonces te escuché, me incliné sobre el pequeño estanque del que tú eres madre, y vi reflejado mi rostro como si de un espejo se tratase, no pude resistir más y me puse a beber de ese regalo del cielo, la pureza de tus aguas no me engañaban, y el dulce sabor de ese líquido fresco tuyo, de tu olor, por ello no quise despertarme de aquel sueño.

Perdona mi atrevimiento querida fuente, ahora formas parte de mi referencia cuando camino, llevo el sabor de ti en mis labios, no quiero olvidarlo, así que cuando regreso, cuando paso junto al pequeño humedal que forma el brote de esa fuente, no puedo evitar desviarme, y volver a gozar del dulce abrazo de tu mojada piel. ¡Ho, fuente divina…, muy difícil va a ser separarme de ti, has alcanzado mi sangre con tu suave líquido vivificante…!

Ayer pasé junto a ti y creo que no me viste, pero desde la lejanía te contemplé, me di cuenta de que tenías rostro, que tus rubios cabellos lo formaban esos líquenes dorados que caen desde lo alto de las rocas, formando parte de tu rostro, esos ojos tuyos medio amagados por pequeños arbustos alborotados, miran sin dejarse ver, el dibujo de tu barbilla, queda medio escondido por la caída del agua de ese manantial del que siempre brota agua, haya sequía o no, siempre das a los sedientos, fuente sabia.

Siempre expectante me llego a tu fuente cruzando el valle, ¿estará todavía manando agua…? siempre salgo de casa con esa duda, sin razón bien lo sé, estúpido dubitativo, cruzo el río sobre las piedras que me hacen llegar al otro lado, entonces te veo, firme, segura, sonriente y siempre despierta. Más abajo, volviendo mi cabeza me doy cuenta que el río naca de esta pequeña fuente tuya, tú manantial lleva pocos kilómetros a grandes rápidos, estos a cataratas, al final riegas con el dulzor de tus aguas los verdes prados por donde pasas.

Quiero ser vecino tuyo para siempre, egoísta bebedor de este placer oculto que navega entre tus aguas. ¡Me gustaría tanto bañarme en estas impresionantes bañeras que forman los grandes saltos…! no, no puede ser, no quiero adulterar esas puras aguas. Me conformo con beber de ellas, es todo cuanto deseo, es todo cuanto me falta para seguir vivo.




                                                                                                    
                                                                                                    
                                                                                                       
                                                                                                           Dedicado a la mujer




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