LA FUENTE
Déjame
que beba de ese cariño permanente tuyo, del agua fresca que mana de tú fuente.
Déjame escuchar el arrullo de tu canto alegre, cuando caes en ese pequeño
charco que se hace más grande cuando llueve, y vienes repleta de vida y amor
para todos, para recibir el amor que no todos merecen.
Es
posible que esté abusando de tus bondades, si es así me gustaría que me lo
hicieras saber, cierra el cauce del arroyo del que se desprende esa agua tuya,
niégame saciar mi sed lo aceptaré con gusto. Buscaré otro camino, caminaré sin
descanso hasta hallar el perdón tuyo, en realidad creo merecerlo. ¿Quién no
pasaría la vida a tu lado, recostado junto a esa fuente salvadora?
No
soy diferente a otros caminantes, te oí primero, luego me acerque a ti, y
entonces te escuché, me incliné sobre el pequeño estanque del que tú eres madre,
y vi reflejado mi rostro como si de un espejo se tratase, no pude resistir más
y me puse a beber de ese regalo del cielo, la pureza de tus aguas no me
engañaban, y el dulce sabor de ese líquido fresco tuyo, de tu olor, por ello no
quise despertarme de aquel sueño.
Perdona
mi atrevimiento querida fuente, ahora formas parte de mi referencia cuando
camino, llevo el sabor de ti en mis labios, no quiero olvidarlo, así que cuando
regreso, cuando paso junto al pequeño humedal que forma el brote de esa fuente,
no puedo evitar desviarme, y volver a gozar del dulce abrazo de tu mojada piel.
¡Ho, fuente divina…, muy difícil va a ser separarme de ti, has alcanzado mi
sangre con tu suave líquido vivificante…!
Ayer
pasé junto a ti y creo que no me viste, pero desde la lejanía te contemplé, me
di cuenta de que tenías rostro, que tus rubios cabellos lo formaban esos líquenes
dorados que caen desde lo alto de las rocas, formando parte de tu rostro, esos
ojos tuyos medio amagados por pequeños arbustos alborotados, miran sin dejarse
ver, el dibujo de tu barbilla, queda medio escondido por la caída del agua de
ese manantial del que siempre brota agua, haya sequía o no, siempre das a los
sedientos, fuente sabia.
Siempre
expectante me llego a tu fuente cruzando el valle, ¿estará todavía manando agua…?
siempre salgo de casa con esa duda, sin razón bien lo sé, estúpido dubitativo,
cruzo el río sobre las piedras que me hacen llegar al otro lado, entonces te
veo, firme, segura, sonriente y siempre despierta. Más abajo, volviendo mi
cabeza me doy cuenta que el río naca de esta pequeña fuente tuya, tú manantial
lleva pocos kilómetros a grandes rápidos, estos a cataratas, al final riegas
con el dulzor de tus aguas los verdes prados por donde pasas.
Quiero
ser vecino tuyo para siempre, egoísta bebedor de este placer oculto que navega
entre tus aguas. ¡Me gustaría tanto bañarme en estas impresionantes bañeras que
forman los grandes saltos…! no, no puede ser, no quiero adulterar esas puras
aguas. Me conformo con beber de ellas, es todo cuanto deseo, es todo cuanto me
falta para seguir vivo.
Dedicado
a la mujer
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