miércoles, 1 de octubre de 2014

SI ME NECESITAS YA SABES



                                          SI ME NECESITAS YA SABES




Eso oí que le decía Pascual a un vecino que vive encima de mi piso. Son una familia legal, con dos hijos muy bien educados y silenciosos, nunca arman ruido ni se les ve peleando o discutiendo con otros críos cuando salen del colegio. Pascual tiene un pequeño bar restaurante que regenta desde hace bastantes años, y alguna que otra vez, cuando se ha enterado que la familia está en apuros, les ha hecho llegar comida del restaurante.
A eso le llamo ser solidario; sí señor, humano y discreto, “que lo que dé tú mano derecha no lo sepa tú izquierda”.

Hoy he desayunado en el bar de Pascual, me sirve lo que le he pedido y me pregunta si sé dónde están los Redondo  -los vecinos de encima de mi casa-, le he contestado que no. Lo cierto es que salgo poco, cuando llego a casa, me pongo a dibujar o escribir, leo mucho también, las horas se me pasan sin darme cuenta; cuando entro en mi mundo de actividades me ausento sin querer de cuanto me rodea, así que aunque hay ruidos en la calle y los perros se pelean, no oigo nada.
Mira tú que curioso…, la vecina de al lado me ha preguntado lo mismo que Pascual esta mañana. Que si había visto a la familia de encima de mí.
-Pues oye Enrique, eso es muy raro porque los niños no han ido hoy al colegio. ¿Por qué no subes y llamas a la puerta, por si acaso les ha pasado algo?
-Suba usted si quiere, yo no tengo razón para subir…
-Desde luego… por un favor que se te pide, ya te vale Enrique.

A cualquier cosa le llama la gente un favor, puñetas que suba ella que tiene más confianza con la familia de arriba, ¡la mujer baja un día a la semana a limpiarle la casa, no te jode…! Me entero por uno de sus hijos que habla con unos amigos en el bar, que sus padres les prestaron un dinero para reparar el coche y todavía no se lo han devuelto. Pues con más razón todavía para tratar de verlos y saber si les ha pasado algo ¿no?, digo yo vamos. Bueno ya se sabe cómo es la gente, no todos nos quitamos las pulgas de encima solos, hay a quién le gusta que se las quiten otros, y encima le rasquen las heridas o se las curen.
Después, al cabo de un par de semanas, nos enteramos todos, que el pasado fin de semana, se fueron de madrugada a la playa, unas cortas vacaciones a casa de unos amigos que tienen una casa, pasado Alicante. Para que tú veas, ya no se les ha visto más el pelo, no digo que sean malos, tampoco que sean aprovechados, ¿quién sabe las circunstancias que les han llevado a esto?, nadie, solo ellos. Ahora bien, lo que no hubieran tenido que hacer es irse de esta manera… ¡coño eso no se hace hombre…!

Da la cara antes de irte, diles a quién le debas el dinero, que procurarás devolverlo lo más rápidamente posible. Se conoce que las personas damos por sentado, que porque uno vaya a tomarse un café cada día al mismo bar y hablar con algunos conocidos, ya es millonario, claro como ellos no pueden sacan conclusiones erróneas, esto es precisamente lo que trae enemistades, hay un dicho popular que reza así: “Lo olvidado, ni agradecido ni pagado”.
Desgraciadamente… dentro del círculo de la que hasta ahora era mi actual familia, me he encontrado con esta circunstancia. Un día estaba mi ex mujer comiendo conmigo en casa, nos llevamos de p.m. y eso hace que me cuente cosas de mi nieto, que se crió en su día en casa, de los demás no quiero recordar ni su nombre. Sentados en la mesa estábamos comiendo cuando me llamaron al móvil.

Contesto y le digo a la persona que llama…  No te preocupes hombre, ven luego que te lo tendré preparado. De nada hombre de nada, si me necesitas ya sabes. ¿Quién era?, me pregunta mi ex. Pues un chico que conozco que necesita que le deje unos euros para un asunto.   Ya está, tú eres tonto, siempre dejando dinero a la gente sin saber quién son.   Pues sí mira en esto llevas razón, porque te estoy pasando la mitad de mi pensión sin tener obligación, dejé muchas cosas mías en la que ahora es tú casa, y me fui de allí para procurarte el mejor bien, ¿o no es así?   Se calló de inmediato, pero se le notaba cara de cabreo. Añadí a este argumento, que yo no le preguntaba cómo gastaba el dinero que tenía, que si tenía que venir a mi casa a darme lecciones de moral, que primero se mirara ella en un espejo y después juzgara, si su conducta era mejor que la mía, que me lo hiciera saber, mientras tanto recordara que venía invitada por mí.

Si no te gusta lo que te digo ahueca el ala y ya sabes, no cuentes más conmigo, no me toques los cojones que eres la que tienes menos derecho para quejarte, me parece a mí.



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