jueves, 16 de octubre de 2014

CARTA AL REY

                           

                                              CARTA AL REY



Querido rey:

Le escribo esta carta sin que lo sepan mis padres porque si no me regañarían, resulta que hace tiempo que mi padre no trabaja, mi madre tampoco porque tiene que darle el pecho a los gemelos que ahora tienen tres meses, vivimos en una casa abandonada porque los que estaban antes que nosotros ya no podían vivir ahí, no hay agua ni luz y se conoce que los otros que estaban tenían hijos como mis padres, no sé cuántos eran pero el caso es que marcharon, a lo mejor les tocó la lotería y ahora están en un palacio de estos de cuentos de hadas.
Disculpe la letra que hago, me enseñó a escribir mi abuelo que el año pasado murió de una pulmonía mal curada, era muy tozudo y no quería tomarse los jarabes que le daban en la Cruz Roja. No sé mucho de escritura espero que me sepa disculpar, educación mis padres me han enseñado mucho, por ejemplo me dicen que nunca coja nada de ninguna tienda, y que si tengo mucha hambre antes lo pida, que si no me lo dan me aguante que ya habrá alguien que nos ayude a salir de esta. Pero pasa el tiempo y la ayuda no llega, mis hermanos no comen bien a mi madre le falta leche en las tetas y no podemos comprar comida.
Quiero que sepa, que mi padre sale a diario a buscar trabajo, arregló un carrito de la compra que había tirado alguien al lado de un contenedor y se pasa el día recorriendo las calles buscando chatarra, y cosas viejas para desmontarlas y vender las piezas sueltas. Dice que unas valen más dinero que otras, separa el cobre del hierro, los motores de los plásticos, y luego va a una chatarrería a venderlo todo separado. Ahora mismo está rompiendo una lavadora vieja y le está sacando las tripas, ¿verdad que las lavadoras no tienen tripas…?, yo se lo digo y se enfada conmigo, me dice que le deje trabajar tranquilo que tiene que darse prisa para ir a vender las cosas.
Me he decidido a escribirle porque sé que usted tiene mucho poder, si pudiera atender esta carta le quedaría muy agradecido, soy el único que puedo escribir en casa, mi padre no sabe, mi madre sí que sabe y mucho, pero no la puedo molestar con estas cosas, bastante tiene con cuidar a mis hermanos e ir todos los días a buscar al pueblo de al lado con un carrito cuatro cosas que le dan para preparar un poco de comida. Hay un sacerdote que tiene montado un sistema de ayuda a los pobres, pero… ¡si viera usted… hay unas colas eternas para llegar al mostrador para que le den un poco de azúcar, pan, unos huevos, leche y algunos botes de legumbres cocidas!
Imagino que tiene usted muchas cosas que hacer cada día, sé que usted también tiene hijos con su señora que es muy guapa y atenta, los he visto alguna vez por la tele, da gozo verlos a todos juntos en familia, bien arreglados y limpísimos.
Mi padre dice que eso son cosas de la vida, que unos nacen ricos y otros pobres, nosotros nacimos pobres, ya mis padres lo eran, un tío mío se quedó con la parte de una herencia que le correspondía a mi padre, le costaba mucho dinero ir a juicio con él, además son familia y mi padre con la familia no quiere peleas.
Yo se lo digo a mi padre, seguro que el rey tampoco entraría en este juego de herencias, se le ve muy buena persona y su mujer si no lo persuadiría, no sé si lo he escrito bien, si no lo está me lo corrige cuando reciba esta carta por favor.
¿Sabe usted?, una prima mía trabaja para ustedes en su casa, me parece que se llama Palacio de La Zarzuela, es una sirvienta de las muchas que tienen ustedes ahí, debe de ser un lugar muy bonito, porque ella es toda una señorita y va muy bien vestida, tengo una foto de ella vestida con un uniforme, me ha dicho, que si mis padres me dan permiso, me llevará un día hasta la puerta, que no puedo pasar de la verja que está todo muy vigilado y no dejan entrar a cualquiera.
Tengo que recoger agua del arroyo que atraviesa la carretera para que mi madre la caliente al fuego para bañar a mis hermanos, los baña cada día del mundo, yo le digo que no hace falta tanta limpieza, que son muy pequeños y les va a gastar la piel de tanto frotarlos con el jabón y la esponja.
No puedo enviar la carta por correo no quiero molestar a nadie pidiéndoles dinero para sellos, de manera que cuando la termine la llevaré yo mismo, mi prima me ha dicho que dejará dicho al secretario de usted, que cuando esté en la puerta de su palacio, le dirá que estoy afuera esperando a entregarle la carta.
No pido nada para mí, solo para mí madre y mis dos hermanos, son tan pequeños y les hace falta algunas cosas importantes para que no se nos mueran.

Muchas gracias majestad, les deseo lo mejor a usted y toda su familia, quiéralos mucho a todos, la familia es lo mejor del mundo, sé lo digo porque lo siento así. De nuevo gracias señor Rey de España.


La prima a desgana ha cumplido con lo prometido a su primo, eso sí, lo ha hecho sentarse en la parte de atrás del coche sobre una manta que ha bajado de su casa, con el cinturón bien sujeto, y han emprendido camino del Palacio de la Zarzuela. Llega a la puerta se identifica y a su vez le dice a su primo que baje y espere al lado del guarda. Quédate aquí quieto, no vayas a ninguna parte, a lo mejor tienes que quedarte aquí hasta que yo salga del trabajo, ¿has traído algo para comer? Le dice que no, que no ha pensado en ello. ¡Pues sí que vas bien…! ya te sacaré a la hora de la comida alguna cosa de la cocina, vigílemelo Ramón por favor le dice al guarda de la portería. No se preocupe, déjelo a mi cargo no sufra por él.
El coche de la prima desaparece por el largo camino que lleva a la puerta de servicio del palacio.
Hace frio, el pantalón vaquero que Elías lleva puesto, está húmedo hasta las rodillas, le arrastra por el suelo por la parte de atrás, lo que lo convierte en una especie de esponja, el anorak que lleva capucha, le ayuda en cierta medida, a guardar el propio calor del cuerpo. Le viene largo de mangas, es de Cáritas allí no te dan ropa a medida, pero lo agradece porque las mangas largas son unos improvisados guantes, mangas funcionales a tope.
Al cabo de un rato, Ramón sale de la garita y le ofrece un café con leche en un vaso de cristal, está muy caliente y eso le reconforta, primero calienta las manos, luego de manera pausada va dando sorbos. Se escucha el sonido de la garita de Ramón quién automáticamente abre la puerta de la entrada principal, salen dos coches, uno tras otro, primero un todo camino y después un gran sedán de color oscuro, otro turismo al parecer con cuatro señores, va tras ellos. Los autos van con los cristales tintados, desde el interior pueden ver con claridad pero desde fuera no se ve nada ni nadie. Elías aterido de frio por no poder moverse de allí como le ha ordenado su prima, está con la carta bajo el brazo. Con un pliego dina 4, ha hecho un sobre que contiene la carta del rey, la ha pegado con cola blanca que le han dado a su madre en Cáritas como algunas otras cosas de las que se provee.
Al volver al cabo de una media hora, el sedán de lujo se para en la entrada, Ramón se pone la gorra de plato. Sabe que es el rey o la reina la que va en el coche, cada vez que sale de palacio una de sus majestades, se le dice por anticipado, en que coche van a salir, de ese modo sabe quién va en el coche que se ha parado ante la gran verja principal. El cristal de la ventanilla del sedán baja automáticamente, por ella asoma la cabeza la reina, Elías de un salto se pone en pie y con la cabeza gacha espera sin mirar siquiera. Su corazón late a mil por hora, se le va a salir del pecho cuando lo llama, Ramón le tiene que dar un pequeño empujón para que se acerque al coche, con paso tímido, casi parado, se acerca.

¿Cómo te llamas?   Elías es mi nombre señora.   Muy bien Elías, tu prima trabaja aquí no es cierto.   Se señora reina.   No me llames así Elías, llámame Eleonora.   Lo que usted mande señora Eleonora.   Anda sube conmigo al coche, vamos a ver al rey, creo que te recibirá, tiene trabajo pero… creo que te hará un hueco, vamos.
Su madre antes de entrar en la humilde casa que tienen, siempre hace que se limpie los zapatos con una toalla vieja que hay doblada en la entrada, de forma que Elías se para en la entrada de mármol, Eleonora se vuelve y le dice que pase que no tenga demasiado cuidado, aquí hay gente de sobras que se ocupan de estos quehaceres.

Ven conmigo, sígueme y actúa como si estuvieras en tu casa. Al fondo de un gran pasillo se escuchan voces, algunas sirvientas se asoman para ver qué pasa, son curiosas como en todas partes. La reina llama con los nudillos a una gran puerta labrada, de madera a la vez que entra, cierra tras de sí indicándole a Elías que espere.
Se sienta en un diván puesto expresamente para estas circunstancias, balancea las piernas en el aire, los pies no le llegan al suelo, en el fondo del pasillo ve a su prima que lo saluda levantándole la mano y sonriendo a la vez, levanta el pulgar en señal de triunfo.

La reina tarda solo unos minutos en salir, deja la puerta abierta y le indica a Elías que pase, lo mismo que en la calle, al entra en aquel despacho se queda impresionado, se le suben los colores, ¡qué bien se está allí!, de manera automática se le viene a la memoria su madre y los gemelos, también su padre a quién se imagina sin mucho esfuerzo desguazando aparatos electrodomésticos para aprovecharlo todo.
Pasa por favor Elías, me han dicho que tienes algo para mí, le extiende la mano el rey, no es para que le dé la carta, sino para saludarlo con un apretón leve de manos.  Señor rey es un placer…, gracias por recibirme, la reina en segundo plano, no puede reprimir una sincera sonrisa a la vez que, congoja al ver a este desarraigado de la sociedad, tan bien educado.   Bueno a ver, qué es lo que tienes que decirme.  Decirle poco majestad, mejor que decirle me explico mejor escribiendo, le agradecería que leyera esta carta, en ella expreso todo lo que deseo que a mi entender no es mucho.






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