CARTA AL REY
Querido
rey:
Le
escribo esta carta sin que lo sepan mis padres porque si no me regañarían,
resulta que hace tiempo que mi padre no trabaja, mi madre tampoco porque tiene
que darle el pecho a los gemelos que ahora tienen tres meses, vivimos en una
casa abandonada porque los que estaban antes que nosotros ya no podían vivir
ahí, no hay agua ni luz y se conoce que los otros que estaban tenían hijos como
mis padres, no sé cuántos eran pero el caso es que marcharon, a lo mejor les
tocó la lotería y ahora están en un palacio de estos de cuentos de hadas.
Disculpe
la letra que hago, me enseñó a escribir mi abuelo que el año pasado murió de
una pulmonía mal curada, era muy tozudo y no quería tomarse los jarabes que le
daban en la Cruz Roja. No sé mucho de escritura espero que me sepa disculpar,
educación mis padres me han enseñado mucho, por ejemplo me dicen que nunca coja
nada de ninguna tienda, y que si tengo mucha hambre antes lo pida, que si no me
lo dan me aguante que ya habrá alguien que nos ayude a salir de esta. Pero pasa
el tiempo y la ayuda no llega, mis hermanos no comen bien a mi madre le falta
leche en las tetas y no podemos comprar comida.
Quiero
que sepa, que mi padre sale a diario a buscar trabajo, arregló un carrito de la
compra que había tirado alguien al lado de un contenedor y se pasa el día
recorriendo las calles buscando chatarra, y cosas viejas para desmontarlas y
vender las piezas sueltas. Dice que unas valen más dinero que otras, separa el
cobre del hierro, los motores de los plásticos, y luego va a una chatarrería a
venderlo todo separado. Ahora mismo está rompiendo una lavadora vieja y le está
sacando las tripas, ¿verdad que las lavadoras no tienen tripas…?, yo se lo digo
y se enfada conmigo, me dice que le deje trabajar tranquilo que tiene que darse
prisa para ir a vender las cosas.
Me
he decidido a escribirle porque sé que usted tiene mucho poder, si pudiera
atender esta carta le quedaría muy agradecido, soy el único que puedo escribir
en casa, mi padre no sabe, mi madre sí que sabe y mucho, pero no la puedo
molestar con estas cosas, bastante tiene con cuidar a mis hermanos e ir todos
los días a buscar al pueblo de al lado con un carrito cuatro cosas que le dan
para preparar un poco de comida. Hay un sacerdote que tiene montado un sistema
de ayuda a los pobres, pero… ¡si viera usted… hay unas colas eternas para
llegar al mostrador para que le den un poco de azúcar, pan, unos huevos, leche
y algunos botes de legumbres cocidas!
Imagino
que tiene usted muchas cosas que hacer cada día, sé que usted también tiene
hijos con su señora que es muy guapa y atenta, los he visto alguna vez por la
tele, da gozo verlos a todos juntos en familia, bien arreglados y limpísimos.
Mi
padre dice que eso son cosas de la vida, que unos nacen ricos y otros pobres,
nosotros nacimos pobres, ya mis padres lo eran, un tío mío se quedó con la
parte de una herencia que le correspondía a mi padre, le costaba mucho dinero
ir a juicio con él, además son familia y mi padre con la familia no quiere
peleas.
Yo
se lo digo a mi padre, seguro que el rey tampoco entraría en este juego de
herencias, se le ve muy buena persona y su mujer si no lo persuadiría, no sé si
lo he escrito bien, si no lo está me lo corrige cuando reciba esta carta por
favor.
¿Sabe
usted?, una prima mía trabaja para ustedes en su casa, me parece que se llama
Palacio de La Zarzuela, es una sirvienta de las muchas que tienen ustedes ahí,
debe de ser un lugar muy bonito, porque ella es toda una señorita y va muy bien
vestida, tengo una foto de ella vestida con un uniforme, me ha dicho, que si
mis padres me dan permiso, me llevará un día hasta la puerta, que no puedo
pasar de la verja que está todo muy vigilado y no dejan entrar a cualquiera.
Tengo
que recoger agua del arroyo que atraviesa la carretera para que mi madre la
caliente al fuego para bañar a mis hermanos, los baña cada día del mundo, yo le
digo que no hace falta tanta limpieza, que son muy pequeños y les va a gastar la
piel de tanto frotarlos con el jabón y la esponja.
No
puedo enviar la carta por correo no quiero molestar a nadie pidiéndoles dinero
para sellos, de manera que cuando la termine la llevaré yo mismo, mi prima me
ha dicho que dejará dicho al secretario de usted, que cuando esté en la puerta
de su palacio, le dirá que estoy afuera esperando a entregarle la carta.
No
pido nada para mí, solo para mí madre y mis dos hermanos, son tan pequeños y
les hace falta algunas cosas importantes para que no se nos mueran.
Muchas
gracias majestad, les deseo lo mejor a usted y toda su familia, quiéralos mucho
a todos, la familia es lo mejor del mundo, sé lo digo porque lo siento así. De
nuevo gracias señor Rey de España.
La
prima a desgana ha cumplido con lo prometido a su primo, eso sí, lo ha hecho
sentarse en la parte de atrás del coche sobre una manta que ha bajado de su
casa, con el cinturón bien sujeto, y han emprendido camino del Palacio de la
Zarzuela. Llega a la puerta se identifica y a su vez le dice a su primo que
baje y espere al lado del guarda. Quédate aquí quieto, no vayas a ninguna parte,
a lo mejor tienes que quedarte aquí hasta que yo salga del trabajo, ¿has traído
algo para comer? Le dice que no, que no ha pensado en ello. ¡Pues sí que vas
bien…! ya te sacaré a la hora de la comida alguna cosa de la cocina, vigílemelo
Ramón por favor le dice al guarda de la portería. No se preocupe, déjelo a mi
cargo no sufra por él.
El
coche de la prima desaparece por el largo camino que lleva a la puerta de
servicio del palacio.
Hace
frio, el pantalón vaquero que Elías lleva puesto, está húmedo hasta las
rodillas, le arrastra por el suelo por la parte de atrás, lo que lo convierte
en una especie de esponja, el anorak que lleva capucha, le ayuda en cierta
medida, a guardar el propio calor del cuerpo. Le viene largo de mangas, es de
Cáritas allí no te dan ropa a medida, pero lo agradece porque las mangas largas
son unos improvisados guantes, mangas funcionales a tope.
Al
cabo de un rato, Ramón sale de la garita y le ofrece un café con leche en un
vaso de cristal, está muy caliente y eso le reconforta, primero calienta las
manos, luego de manera pausada va dando sorbos. Se escucha el sonido de la
garita de Ramón quién automáticamente abre la puerta de la entrada principal,
salen dos coches, uno tras otro, primero un todo camino y después un gran sedán
de color oscuro, otro turismo al parecer con cuatro señores, va tras ellos. Los
autos van con los cristales tintados, desde el interior pueden ver con claridad
pero desde fuera no se ve nada ni nadie. Elías aterido de frio por no poder
moverse de allí como le ha ordenado su prima, está con la carta bajo el brazo.
Con un pliego dina 4, ha hecho un sobre que contiene la carta del rey, la ha
pegado con cola blanca que le han dado a su madre en Cáritas como algunas otras
cosas de las que se provee.
Al
volver al cabo de una media hora, el sedán de lujo se para en la entrada, Ramón
se pone la gorra de plato. Sabe que es el rey o la reina la que va en el coche,
cada vez que sale de palacio una de sus majestades, se le dice por anticipado,
en que coche van a salir, de ese modo sabe quién va en el coche que se ha
parado ante la gran verja principal. El cristal de la ventanilla del sedán baja
automáticamente, por ella asoma la cabeza la reina, Elías de un salto se pone
en pie y con la cabeza gacha espera sin mirar siquiera. Su corazón late a mil
por hora, se le va a salir del pecho cuando lo llama, Ramón le tiene que dar un
pequeño empujón para que se acerque al coche, con paso tímido, casi parado, se
acerca.
¿Cómo
te llamas? Elías es mi nombre
señora. Muy bien Elías, tu prima
trabaja aquí no es cierto. Se señora
reina. No me llames así Elías, llámame
Eleonora. Lo que usted mande señora
Eleonora. Anda sube conmigo al coche,
vamos a ver al rey, creo que te recibirá, tiene trabajo pero… creo que te hará
un hueco, vamos.
Su
madre antes de entrar en la humilde casa que tienen, siempre hace que se limpie
los zapatos con una toalla vieja que hay doblada en la entrada, de forma que
Elías se para en la entrada de mármol, Eleonora se vuelve y le dice que pase
que no tenga demasiado cuidado, aquí hay gente de sobras que se ocupan de estos
quehaceres.
Ven
conmigo, sígueme y actúa como si estuvieras en tu casa. Al fondo de un gran
pasillo se escuchan voces, algunas sirvientas se asoman para ver qué pasa, son
curiosas como en todas partes. La reina llama con los nudillos a una gran
puerta labrada, de madera a la vez que entra, cierra tras de sí indicándole a
Elías que espere.
Se
sienta en un diván puesto expresamente para estas circunstancias, balancea las
piernas en el aire, los pies no le llegan al suelo, en el fondo del pasillo ve
a su prima que lo saluda levantándole la mano y sonriendo a la vez, levanta el
pulgar en señal de triunfo.
La
reina tarda solo unos minutos en salir, deja la puerta abierta y le indica a
Elías que pase, lo mismo que en la calle, al entra en aquel despacho se queda
impresionado, se le suben los colores, ¡qué bien se está allí!, de manera
automática se le viene a la memoria su madre y los gemelos, también su padre a
quién se imagina sin mucho esfuerzo desguazando aparatos electrodomésticos para
aprovecharlo todo.
Pasa
por favor Elías, me han dicho que tienes algo para mí, le extiende la mano el
rey, no es para que le dé la carta, sino para saludarlo con un apretón leve de
manos. Señor rey es un placer…, gracias
por recibirme, la reina en segundo plano, no puede reprimir una sincera sonrisa
a la vez que, congoja al ver a este desarraigado de la sociedad, tan bien
educado. Bueno a ver, qué es lo que
tienes que decirme. Decirle poco
majestad, mejor que decirle me explico mejor escribiendo, le agradecería que
leyera esta carta, en ella expreso todo lo que deseo que a mi entender no es
mucho.
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